Conscientes
de la necesidad de análisis más precisos y detallados, venimos
apuntando que, en realidad, la crisis que estalló en 2007 en los países
centrales del sistema capitalista viene de lejos en el tiempo pero de
muy cerca en el espacio. Que en su origen profundo, esa crisis no es de
especulación financiera (esta es solo
una fase de su expresión) sino que
sigue respondiendo a las clásicas causas que descubriera Marx (ley
decreciente de la tasa de ganancia, superproducción de capital, etc.).
Que comenzó a manifestarse en los 70-80 del siglo pasado en el mundo más
industrializado y que, durante décadas, fue exportada a la periferia
del sistema mediante la deuda externa. Es así como se transformó en
financiera, y tras varias sacudidas por toda la periferia durante los
años 90 y principios de este siglo, finalmente regresó en 2007 de forma
redoblada al mismo centro que la originó, también ya bajo un “formato
financiero”. (1)
La
historia posterior es más conocida. Los rescates bancarios
transformaron, esta vez dentro del “mundo más avanzado”, la crisis en
una “crisis de la deuda” de los Estados con los consiguientes programas
de “recortes” sociales.
Pero
también hemos señalado que esa crisis sistémica no podía dejar de
exacerbar las propias contradicciones dentro del mismo capitalismo más
desarrollado. Y que esas contradicciones terminarían por poner en
cuestión la propia hegemonía de los EEUU. Al respecto, escribí el
artículo “Y que los de abajo nos enteremos… (la importancia de poner el acento en las contradicciones interimperialistas )”, donde se decía que “sólo
sobre la prolongación de la guerra (caliente si es preciso) o de la
simple amenaza permanente de la misma a nivel mundial (…) los
norteamericanos pueden basar sus aspiraciones de prolongar su
hegemonía.” (2)
Pues
bien, en ese escrito se mantiene que una de las herramientas “menos
belicistas” que han venido utilizando los EEUU para imponer y prolongar
una hegemonía que no tiene tanta base real es la divisa del dólar:
haciendo de su banco central (la FED) el banco central emisor mundial
de esa moneda… nacional. Precisamente ahora –tras hacérsenos creer que
la crisis se estaba dejando atrás- los acontecimientos económicos en
China nos traen a la palestra que esas contradicciones a nivel mundial
no podían dejar de hacer entrar a esa-misma-crisis-que-viene-de-lejos en
una fase de “guerra de divisas”. Convendría, por tanto, hacer un
pequeño repaso del papel preponderante que el dólar terminó por jugar en
el comercio mundial en tanto que moneda-papel (en el sentido más
estricto del término papel). Con esa idea, un poco más abajo aparece un
extracto del artículo del año 2006 antes mencionado; extracto que trata
de este asunto y lo pone en relación con la necesidad estadounidense de
“desestabilización mundial”.
Pero
antes -teniendo en cuenta la actualidad, y a prácticamente una década
de ese escrito que ahora extractamos- digamos que la siguiente tesis
establecida también entonces toma todo su sentido: “[si] el imperialismo
de EEUU no tiene la fuerza para ser la única potencia sin discusión (…)
sí tiene todavía (y por bastante tiempo) la suficiente para que no haya
dos iguales.” (3) Baste
con ver cómo, de momento, EEUU ha logrado exportar dentro del mismo
mundo más desarrollado e industrial las “turbulencias financieras” y ha
contagiado a otras divisas la propia debilidad de la suya hasta el punto
de hacerla aparecer por momentos con fuerza renovada. Hay que celebrar
que hoy -al contrario de lo que ocurría hace años, cuando se exageraba
el dominio y la fortaleza de los EEUU, que aquel escrito de 2006
criticaba- hay que celebrar, decimos, que sean muchas las “voces
expertas” que, en medio de la devaluación del yuan, estén recordando que
aunque el dólar siga postulándose como valor refugio en medio de los
sobresaltos económicos internacionales, en realidad, quien habita dentro
de la guarida es un “tigre de papel”. Y nunca mejor dicho, con el
debido permiso de Mao.
*
(Extracto de “Y que los de abajo nos enteremos…”, 2006)
Hasta
finales de los 60 el hecho de que la hegemonía estadounidense sea
apenas contestada dentro del mundo capitalista avanzado no sólo resulta
de necesidades comunes de orden geopolítico e ideológico impuestas por la Guerra Fría, sino que tiene una base económica real;
esta, sin duda, reforzada por la distinta suerte con que se había
repartido la destrucción (…y la ¡no destrucción!) de las dos guerras
mundiales. Fijémonos en la distribución mundial de reservas de oro, en
una época en que esta moneda jugaba aún un rol, si no exclusivo, aún muy
importante en los intercambios comerciales internacionales. Tras la
Segunda Guerra Mundial los EEUU acaparaban los dos tercios (¡!) de
dichas reservas, culminación de una escalada que venía desarrollándose
ya desde hacía tiempo, y que no podía sino representar una diferencia real incontestable del peso de la economía de Estados Unidos en el mundo que se iba a mantener durante lustros.
Sin
embargo, será precisamente esa diferencia abismal de reservas de oro en
los estertores de la Segunda Guerra Mundial, la que lleve a inocular el
virus del parasitismo posterior (y actual) del sistema estadounidense.
En 1944 los Acuerdos de Bretton Woods institucionalizan el absurdo de
poner al mismo nivel el oro que el dólar. Aunque dicha nivelación
pudiera parecer justificada por la falta de moneda en oro suficiente
para garantizar los intercambios comerciales mundiales, a fin de cuentas
se estaba confundiendo dicha moneda real (el oro) con un papel
moneda (el dólar) y convirtiendo la banca central emisora de billetes
de un país (los Estados Unidos) en la del resto del mundo. En
definitiva, se estaban sentando sólidas bases para que en el futuro este
país pudiese exportar sus eventuales deudas y crisis al resto del
mundo; es decir, desde el “tercero”…al “primero”.
Precisamente será un representante cualificado de este (del “primero”),
De Gaulle, quien en 1965 hable del “privilegio desorbitado” que venían poseyendo los norteamericanos en cuestiones de emisión de moneda y que le lleva a “endeudarse gratuitamente a costa del extranjero” (Conferencia de Prensa en el Palacio del Eliseo, el 4 de febrero de 1965).
No
obstante, durante muchos años, y tras dichos Acuerdos de Brettons en
que se inoculó ese virus del parasitismo de los Estados Unidos, el mismo
va a coexistir con una “macroeconomía” en este país todavía
relativamente “sana”, y su portador no tendrá todavía gran necesidad de
desarrollarlo. Será con el tiempo, que los inmensos gastos del aparato
estatal estadounidense, principalmente militares, así como el desarrollo
(el retorno, habría que decir) de otros polos de desarrollo
capitalista, sobre todo en Europa y Japón, se encargarán de ir minando
las bases materiales (reales) sobre la que se había edificado la hegemonía yanqui.
Ya desde 1961 se constituye un Pool de países ricos (principalmente Japón y Alemania) que ponen sus reservas de oro a disposición de los norteamericanos para que estos cumplan su obligación de respaldar los papeles dólares que sólo
ellos imprimen. Esta “generosa solidaridad” entre estados capitalistas
desarrollados va durar hasta 1971, año en que Nixon, en plena guerra de
Vietnam, decide no respaldar más con oro los dólares que imprime. A
partir de ahí, el papel (dólar) sustituye definitivamente al oro como
moneda, aprovechándose también de la inercia de décadas en que
efectivamente se había impuesto en los intercambios internacionales y se
había atesorado (falazmente) como sustituto total del oro. Tanta
generosidad y condescendencia de los otros países capitalistas
desarrollados para con los Estados Unidos no podía sino explicarse (y
alargarse) evidentemente que por razones propias de la Guerra Fría:
había que mantener al gendarme occidental tal como se sostiene a policía
y militares propios.
En cualquier caso, lo que queda claro es que desde los comienzos de los 70, con esa decisión de los Estados Unidos de imprimir
sin más una buena parte de su riqueza, había sonado la hora definitiva
para que el virus del parasitismo norteamericano comenzara a
manifestarse como nunca hasta entonces. Puede afirmarse que es justo
entonces cuando se constituye la base monetaria de la exportación de esa
crisis crónica de los Estados Unidos, consistente en un ciclo
interminable y creciente de déficit tanto comercial como financiero, a
excepción de algún que otro momento de superávit oficial durante el
mandato de Clinton. En los últimos años la cosa no hace sino empeorar.
Según el International Herald Tribune del 18 de septiembre de 2006, y tal como se hace eco en parte El País
del día siguiente, el déficit exterior de los Estados Unidos ronda ya
los 800 mil millones de $ por año, representando el déficit corriente el
6,6% del PIB, cuando, por ejemplo, la UE instituyó en su día la
posibilidad de abrir expedientes a los países que superaran el 3%.
Como
era previsible, la primera potencia mundial ha pretendido en parte
lidiar sus gigantescos déficits con la exclusividad legal que tiene de
imprimir los dólares que debe y de hacer bajar o subir el valor de
estos. Pero como la riqueza no se puede imprimir, sino a lo sumo
“transferir”, esas maniobras “mágicas” no se han podido llevar a buen
puerto sino a costa de otros. Resulta, pues, que los Estados Unidos
están ejerciendo una “considerable influencia negativa (…)
en la economía internacional, como consecuencia, entre otros factores,
de la descontrolada emisión de dólares para pagar productos y servicios
por encima de su real poder adquisitivo, ‘papeles que ya la gente no
quiere atesorar’. (Fidel Catro, según Granma, informando sobre una importante reunión de su Partido el 1 de julio de 2006). No es probable que el International Herald Tribune
sea acusado por la Adminsitración Bush por colusión con el vecino
mandatario enemigo, pero no dice otra cosa cuando en el artículo
mencionado anteriormente se atreve a comentar en “voz alta”: “Hasta
ahora, los extranjeros se han mostrado muy contentos de recibir dólares a
cambio de las compras norteamericanas de coches, televisiones y
petróleo extranjero. Pero la cuestión es qué pasaría si en un momento
dado los extranjeros decidieran que quieren poseer menos valores y
divisas en dólares.” Por nuestra parte, ha de insistirse en que la
insostenible situación norteamericana, incluso desde el punto de vista
de la “economía de mercado” que tanto dicen defender, se viene
sosteniendo artificialmente desde hace mucho tiempo.
Efectivamente, a partir de los 70 esa riqueza norteamericana, cada vez más “por encima de su real poder adquisitivo”
es en gran medida responsable de la conocida ruina total en que se
encuentra gran parte del tercer mundo, sin por ello exculpar, por
supuesto, al resto de países “avanzados” ni a las camarillas locales en
los países dependientes. Pero lo que más nos interesa destacar en este
escrito -por lo que tiene que ver con la agudización de las
contradicciones interimperialistas, que es, en definitiva, lo que
históricamente está en la base de las mayores desestabilizaciones y
conflagraciones mundiales-, lo que más nos interesa destacar ahora,
decimos, es que los propios países avanzados capitalistas, afectados por
la larga doble crisis económica y social que se inicia en todo el mundo
industrial en dicha década de los 70, ven en el estado y sistema
norteamericanos un fardo y un obstáculo a sus propias “necesidades”
expansionistas; un estado norteamericano, al que ya sólo les podía
ligar, como hemos señalado, la “amenaza soviética”. De ahí que cobren
vigor las tendencias a formar bloques económicos, como en Europa, y a
crear o a fortalecer monedas que puedan sustraerse del yugo del dólar,
tal como se pretende con el ecu que finalmente devendrá el
euro. Y a partir de ahí, de que pueda llegarse a una situación donde una
buena parte de importantes países considere muy seriamente la
posibilidad de asegurar mucho más el valor de sus riquezas en otras
monedas distintas del dólar, alejando así el temor de que se les esfume
por tenerlo casi todo representado en la divisa estadounidense. Por
cierto, en este sentido estrictamente económico, recientemente se ha
pronunciado el Presidente venezolano Hugo Chávez, apoyando la iniciativa
planteada en su día por Irán; aunque ciertamente este país estuviera
también guiado por las conocidas consideraciones geopolíticas en torno a
las amenazas anglosajonas contra él.
(…)
El meollo de la cuestión de la inestabilidad internacional permanente
actual estriba en que el problema de los déficits americanos y de su
estándar de vida muy superior al de su poder adquisitivo real no puede resolverse
con correcciones estrictamente económico-monetarias; lo que en su caso
equivaldría a que los norteamericanos aceptasen de buen grado que no
pueden continuar ejerciendo su hegemonía como antes. Y esto no es
posible porque, aparte de las grandísimas fortunas y negocios que son
consecuencia de esa hegemonía, los Estados Unidos han construido un
sistema económico-social que, lejos de la pantalla del neoliberalismo
que tanto promulgan y exigen a los otros, está ultraprotegido por una serie de leyes y de medidas que precisamente sólo
se explica por el rol hegemónico que ejercen en el mundo. Así, al
margen (y nunca mejor dicho) de sus 40 millones de pobres, los Estados
Unidos históricamente se han “preocupado” de crear su propia bodyguard (guardaespaldas)
interior (Howard Zinn): una amplia clase media dopada por una
financiación sin igual en el mundo, si tenemos en cuenta la facilidad
con que se conceden los préstamos a empresas y familias en comparación,
incluso, con otros países desarrollados. Además, durante décadas en ese
país se han aplicado sustanciosos planes sociales empresa por empresa
–de paso, sin sentimiento de culpabilidad por estatismo social– en un
mundo de grandes industrias que está al abrigo, igualmente como en
ninguna otro país, de tener que responder a la banca (nacional e
internacional) en caso de quiebra (capítulo VIII de la Constitución.) A
día de hoy ya alcanzan la decena las grandes empresas que se han acogido
a este capítulo, entre ellas, la famosa Enron. En definitiva, estamos
hablando de que los Estados Unidos desde hace décadas vienen ejerciendo
toda una “generosidad financiera” hacía el interior del país mientras
siguen buscando en el extranjero –y ¡ay, si no se encuentran!– 2000
millones de dólares todos los días.
Es pues la propia estabilidad del particular sistema norteamericano la
que depende de su hegemonía mundial. Y si fue la Guerra Fría la que, en
definitiva, hacía que esa propia estabilidad fuese deseada por europeos
y japoneses en contra de sus propias tendencias expansionistas
autónomas, tras el fin de aquella, sólo sobre la prolongación de la guerra (caliente si es preciso) o de la simple amenaza permanente de la misma
a nivel mundial pueden basar los norteamericanos sus aspiraciones de
prolongar el sometimiento de aquellos países a su hegemonía. Por eso
será larga la guerra contra…el “terrorismo” y estados del eje del mal,
porque “largo” y peliagudo es el desafío que tienen que resolver los
Estados Unidos: asegurar su hegemonía contra vientos enemigos y mareas…
“amigas”.
Debe quedar claro que, en ningún caso, se trata de negar el elemento económico
clásico de conquista de mercados, sobre todo hoy de energía, que
efectivamente existe en las guerras actuales norteamericanas. Aún menos
se trata de obviar que los estadounidenses quieran impedir el
establecimiento de potencias regionales contrarias a sus intereses geopolíticos tales
como Irak o Irán; o, cómo no, el de potencias suprarregionales
“antioccidentales” como Rusia y China. Tan sólo se quiere insistir –y
tanto más porque es algo que apenas se tiene en consideración- en que,
detrás de esos factores que ciertamente juegan un rol, debe resaltarse
el papel de fondo que supone la necesidad cotidiana imperiosa de los
norteamericanos de someter a sus propios “socios” occidentales, y de
impedirles que den vía libre suelta a sus tendencias imperialistas una
vez desaparecido el gran enemigo común.
Vicente Sarasa, militante de Red Roja
(1) “La crisis boomerang”. Escrito que firmé como Ernesto Martín y que puede leerse en La Rosa Blindada: http://www.rosa-blindada.info/?p=475
(2) Puede leerse el texto completo en: http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=290:y-que-los-de-abajo-nos-enteremos&catid=40:debate&Itemid=73
(3 ) “La importancia del análisis internacional” (http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=291:la-importancia-del-analisis-internacional&catid=40:debate&Itemid=73)
Mas del autor:
Video. Intervencion de Vicente Sarasa en 5ª Fiesta por la Revolución. SAT Sanlucar
Sobre qué podemos ir haciendo ante “Podemos” Vicente Sarasa Cecilio Lectura recomendada.
El reciente
lanzamiento de la candidatura “Podemos” (que sus promotores afirman que
va más allá de las elecciones europeas) ha suscitado un intenso debate
en determinados medios militantes y activistas donde en muchos casos se
expresa ya un apoyo o no a la candidatura electoral.
¿Qué izquierda necesitamos? (Ponencia en las Jornadas de Formación de USTEA) . por Vicente Sarasa Cecilio
Y de poder popular, ¿por qué porcentaje andamos? (A raíz de las últimas noticias que llegan de Venezuela)
Vicente Sarasa.
La lucha de clases se agudiza en Venezuela. De nuevo la Historia
retoma la forma de tragedia de la que Marx hablara y expulsa todo
intento de escribirla en clave de comedia. A la burguesía, “ni un
tantico así”: diría el Che. Mientras el imperialismo domine las
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democracia burguesa sólo puede ser democracia dejando de ser...
burguesa; y los burgueses acompañen a los feudales en el museo de la
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