Sobre qué podemos ir haciendo ante “Podemos” Vicente Sarasa Cecilio Lectura recomendada.

El reciente lanzamiento de la candidatura “Podemos” (que sus promotores afirman que va más allá de las elecciones europeas) ha suscitado un intenso debate en determinados medios militantes y activistas donde en muchos casos se expresa ya un apoyo o no a la candidatura electoral.
En Red Roja, tal como ya apuntara hace unos días Nines Maestro (1), estamos aún pendientes de una declaración sobre las elecciones europeas que irá más allá de la postura ante “Podemos”. En este sentido, el presente escrito no se contenta con afirmar o negar un apoyo electoral a “Podemos”. Si bien, no tendría inconveniente en adelantar, ante aquellos que requieren ya de posicionamientos claros, que considero la iniciativa de “Podemos” como ajena a lo que ya debería perseguirse desde una línea revolucionaria. Ajena tanto en contenidos como en forma, incluido ese personalismo forzado mediáticamente y que no tiene que ver con un auténtico, necesario y serio liderazgo labrado en el fragor de la lucha de clases que está agudizándose en la actual crisis sistémica. Pero dicho esto, y en sintonía con lo que venimos expresando, la postura electoral desde una línea revolucionaria no puede reducirse a determinar en qué sentido iría el voto en el caso de que se decidiera ejercerlo.



Efectivamente, se hace necesario fortalecer una crítica consecuente a “Podemos” desde posiciones revolucionarias, a fin de encontrar la forma más correcta de relacionarse con esta iniciativa, en el estricto sentido marxista del término “relacionarse”, que va más allá del grado de (no) apoyo que concite la misma. Y ello, en aras del principal objetivo que tenemos marcado: cómo intervenir lo mejor que se pueda en la acumulación de fuerzas para la transformación revolucionaria dentro de las condiciones más favorables que ofrece el periodo de movilizaciones de masas abierto tras el 15M y en el contexto general de la profunda crisis socioeconómica que desde antes vivimos. Una acumulación de fuerzas que, como decíamos en las Jornadas de Formación de Red Roja de 2013, históricamente «ni mucho menos ha consistido en sólo preocuparse por la gente que creemos que costará menos ganar para aquella». (2) Pues bien, hay que señalar que muchas críticas vertidas hasta ahora procedentes de personas cercanas no tienen en cuenta suficientemente esa recomendación. De ahí que no estaría mal utilizar la particular crítica a “Podemos” como ejemplo de crítica general ante los fenómenos histórico-políticos que se nos presenten, por tanto, más allá de la suerte que corra este en concreto.



Por lo demás, como se deducirá fácilmente más adelante, no se trata de dar ya una conclusión acabada sobre una experiencia que aún briega por parirse de forma consistente. Habrá que ir volviendo sobre ella en función también de cómo se vaya traduciendo en la práctica. Y tal como en algunos ámbitos militantes ya hemos avanzado, sería deseable un trabajo de análisis colectivo donde el rigor político no se sintiera a disgusto con la necesaria posición de principios. El presente escrito, de alguna manera, será una primera entrega donde se pondrá el acento en la metodología que se propone para ese análisis. Siempre, como se ha apuntado, con una clara proyección que supera este fenómeno concreto de “Podemos”. Bueno será también dejar por sentado que, dados los límites de influencia y de relación con las masas de la línea revolucionaria (y por ello mismo), esta primera aproximación se hará sobre todo en “clave interna”, dentro del campo revolucionario por el socialismo y de ruptura radical con el régimen de la Transición, independientemente de que, por supuesto, se busque que sea de un interés político más generalizado.



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Más allá de (ego)personalismos, de rifirrafes y oportunismos organizacionales, de apoyos mediáticos en ligazón con cálculos electoralistas que seguramente sobrepasan incluso a los promotores de “Podemos”, creo que donde tenemos que poner el acento principal es en que estamos ante un parto político de la “madre crisis”. Al tiempo, hemos de partir de que la línea revolucionaria en el estado español no está en condiciones de originar iniciativas del estilo de “Podemos” mientras diferentes oportunismos, sí. Pero persisten las condiciones favorables –como se está viendo en otros marcos no electorales- para aprovechar las iniciativas de aquellos a fin de desbordarlas en la práctica y no simplemente en la literalidad de los debates. No son tiempos en que nos podemos contentar con manifestar nuestra (ciber)posición. La línea revolucionaria tiene que salir reforzada en su intervención política de calle. Ese será el medidor de nuestra actuación correcta. La gravedad del momento lo exige.



Tres son los planos en los que propongo que separemos el análisis de “Podemos” para saber cómo “acompañar” este fenómeno desde nuestra independencia de clase (que va más lejos de la “oportunidad” del momento y hasta del “sitio”) y en la medida en que esta iniciativa sea asumida por sectores de las masas entre los que tenemos que trabajar e independientemente del tiempo que dure su idilio. El primer plano es el superior de la línea teórica o de principios políticos. Debería sobrar decir que estos, los principios, no han de entenderse como una cuestión de frases generales a la que agarrarse (3). Se trata de salvaguardar un conjunto de “verdades políticas” que tenemos que defender a ultranza más allá de coyunturas “inmediatistas”. En un segundo plano hemos de abordar la inserción histórico-política de esta iniciativa, sobre todo, respecto a cómo se relaciona con determinados sectores de las masas, o mejor dicho, cómo estas se relacionan con aquella, con “Podemos”. Y, finalmente, estamos obligados a considerar un tercer plano donde nos aproximemos a la realidad más organizacional y hasta personal de “Podemos”, a fin de deducir qué recorrido previsiblemente tendrá en función de los intereses internos y contradictorios de la nebulosa de organizaciones afectadas directamente por la creación de esta candidatura. Evidentemente, esto contará a la hora de dosificar la atención que debamos prestar a todo ello.



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En el primer plano entraría el análisis de la “teoría”, del texto del manifiesto, del programa, de las tesis que se defienden o se vienen a defender. Aquí no cabe concesión de ningún tipo. La intransigencia teórico-política con respecto a “Podemos” no debe depender ni siquiera de la suerte y de la aceptación que ahora tenga. Y aquí no estamos en clave de “purismo teórico” alejado de la vida política. Bien al contrario, es la única manera de garantizar que las batallas políticas del momento no se afronten desarmándonos para las de mañana.



Así, y sólo a modo de primeros ejemplos, cuando se habla de “contrato social que se ha roto”, nosotros no podemos permitir que en base a esto nos sigan haciendo avalar que el criminal sistema de concertación que parió la Traisición no sea condenable en origen. Nosotros no denunciamos la ruptura de ese contrato, sino el contrato mismo. Hay demasiados revolucionarios (e incluso no pocos activistas de las movilizaciones de masas) que han sufrido y continúan sufriendo las consecuencias de ese “contrato”. Y si ahora no entra en el “cálculo político electoral” la denuncia en origen de la Transición con todo lo que esto conlleva, al menos es nuestro deber presionar para facilitar que se creen las condiciones para ello. Si esta denuncia radical (de raíz) y consecuente del “contrato de la Transición” no puede entrar en el denominador común programático o justificador de tal o cual iniciativa que se quiere radical, al menos que no lo ponga difícil para plantearlo de forma no marginal cuanto antes: los represaliados políticos en el estado español están hartos de esperar décadas de infamia.



Qué decir cuando se da a entender que es posible reformar una UE que rebosa de euroimperialismo y que lo rebosa desde cuando sólo se veía el imperialismo yanqui. Tampoco podemos avalar ninguna conciliación con cantos de “vuelta al estado del bienestar”. Ni por asomo hemos de rebajar nuestra crítica al “modelo social europeo” al que caracterizamos de contrarrevolucionario y proimperialista (4). No hay “suma de gente” alguna aquí que justifique hacernos abjurar de ese internacionalismo con los pueblos del mundo al que, en mayor suma, nos debemos. Ya sabemos que hay sectores más o menos amplios de las masas que sueñan con recuperar lo que les han quitado sin cuestionar radicalmente en qué marco lo disfrutaron. Pero desde una posición revolucionaria no hay duda de que ha de acompañarse a esa gente que ahora sufre para que, en última instancia, despierte. En ningún momento hemos de alimentar ni extender sus sueños que para nosotros nunca dejarán de ser pesadillas. Pero es que además no es cierto que el reformismo sea lo mejor para defender las reformas. Nunca mejor que en tiempos de crisis se experimenta aquello de que “sé revolucionario y, al menos, obtendrá reformas; continúa siendo reformista y terminarás por perderlas una tras otra”.



Efectivamente, bajo ningún concepto es necesario tirar el alma por los suelos para bajarse a las masas. Es posible trabajar por victorias ahora (incluso con “ramales electorales”) sin necesidad de anticipar derrotas, que es lo que pasa cuando todo se contorsiona y se retuerce buscando un “éxito inmediato”. La línea de intervención revolucionaria no hace de la no participación electoral un principio, pero sabe que ella debe ponerse al servicio de una estrategia que tenga en cuenta paradójicamente los límites en el tiempo de la “apuesta electoral”. Y no hay que referirse sólo a que el proceso de empoderamiento popular que en la actualidad urge debe pesar más que la elaboración de listas electorales. Sobre todo, no podremos dejar de prepararnos para escenarios de agudización de la lucha de clases donde muy previsiblemente la “relación electoral” decidirá poco en la “relación de fuerzas” que posibilite la materialización de nuestros programas (incluso los más reformistas). ¡Cómo vamos a obviar esto teniendo en cuenta la experiencia adquirida por la burguesía, tanto a nivel estatal como internacional, y el hecho de que vivimos en verdaderos modernos estados de contrarrevolución preventiva que actualmente describen con mucha más precisión lo que vivimos que las clásicas formulaciones de democracia burguesa!



En este sentido, la línea revolucionaria sabe mejor que nadie (en carne propia) que uno no puede explicitar ahora toda la verdad sobre ciertos temas pero que, si no es posible darla a entender (como recomendaba Brecht), al menos debe esconderla bajo un manto digno de silencio que permita deducir que hay una cabeza de Júpiter pendiente de descubrirse (parafraseando a Marx). Una cosa es que no se diga –porque no se pueda- todo lo que necesitamos, y otra bien distinta es que se digan cosas que necesitamos que no se digan.



Sobre este mismo plano, refirámonos a unas palabras de Alba Rico acerca de su apoyo a esta iniciativa, entre otras cosas, porque no podría hacer daño, según él, a una iniciativa parecida hecha desde una organización revolucionaria… sencillamente porque no existe. Es cierto que una de las mayores desgracias es que revoltijos eclécticos como “Podemos” poco daño pueden hacer a la línea revolucionaria de intervención porque esta no tiene entidad suficiente para recibir golpes. Pero no ha de ignorarse los brutales golpes (de los de verdad) encajados por las iniciativas revolucionarias en el estado español que han sido proferidos por un aparato estatal cuyas mordazas ha ido perfeccionando desde bastante antes de la Ley Mordaza y mientras se disfrutaba de un ambiente de “contrato social”. Y aquí no cabe anteponer las imperfecciones y límites tácticos propios de esas iniciativas revolucionarias. Así pues, a este respecto, y más allá de propuestas electorales, toca sumar fuerzas y hasta “plumas” para poner coto al reblandecimiento ideológico, teórico y de simple memoria histórica en el estado español. Sólo sea para no amparar más la agresión que esa transición –que ahora se dice más ampliamente que fue un engaño- ha venido haciendo sufrir a no pocos revolucionarios realmente existentes que opusieron resistencia en origen para que el engaño no se diera.



Finalicemos de momento este primer apartado diciendo que debemos huir de la tentación de utilizar de forma acrítica argumentos teóricos débiles como los del “antiliderazgo quincemista” sólo porque aparezcan en artículos que van contra “Podemos”. No estamos ni contra los liderazgos ni las delegaciones en las transformaciones revolucionarias, ni estamos contra el desarrollo de una organización de revolucionarios en relación dialéctica con un poder popular de base, y todo ello a fin de enfrentar a un poder capitalista e imperialista que no dudará en utilizar todas las armas y desarrollar todas su tendencias antidemocráticas antes de pasar definitivamente al museo de la historia. Pero tampoco podemos olvidar que, dada la experiencia histórica del movimiento comunista, la contundencia de la frase no es garantía de nada. Por tanto, no debemos acariciar la tentación de utilizar como munición contra “Podemos”, tal como se ha llegado a hacer, frases obreristas y hasta comunistas en boca de gente proveniente de un PCE que ha sido fundamental dentro del proyecto contrarrevolucionario que partió de la Transición.



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Ya en el segundo plano propuesto para el análisis –el de la inserción histórico-política de esta iniciativa- se impone una certera interpretación histórica, más allá de los intereses que la respaldan. Pongo a consideración estos apuntes:



Podemos” se ofrece como una canalización y superación políticas de la “indignación quincemista”. En realidad, así son todas las candidaturas y plataformas que se vienen sucediendo desde hace más de un año. Todas son síntomas del agotamiento del 15M como herramienta para ir más allá de la mera indignación, pero haciendo suyo mucho de su discurso general e impreciso para no aparecer como algo “viejo” ante aquel. No reparan en que, incluso ante muchos jóvenes, el 15M ya aparece más viejo que hasta los bloques caídos del Muro de Berlín. Pocos fenómenos han envejecido tan prematuramente. Por tanto, “Podemos” tiene mucho de crítica inconsecuente del quincemismo. En realidad, viendo cómo la militancia promotora de “Podemos” se estructura y jerarquiza en cada una de sus esquinas organizativas, podemos afirmar que estamos ante un intento vergonzante de superar el 15M. En este sentido, si decíamos que el 15M era la intersección de dos crisis –la profunda sistémica del capital y la histórica de nuestro movimiento comunista- (5), “Podemos” es otra consecuencia objetiva más de una crisis añadida: la de la pura negación quincemista de lo clásico en todo lo referente a la expresión y organización de la lucha. Pero “Podemos” no puede, en los términos que se plantea, generar interiormente la necesaria negación de la negación quincemista. Otra cosa es que desde “fuera del interior” de “Podemos” pueda utilizarse el eventual marco político y de calle que esta iniciativa abriera para acercar las condiciones políticas en pro de una verdadera síntesis que supere, por un lado, nuestra propia crisis histórica como movimiento y, por otro, la crisis de la crítica que se nos ha hecho bajo el formato de “otro mundo es posible”, “15M”, etc. Muchos “gamonales” esperan aún ese parto-síntesis que acabe con la “madre de todas la crisis”, la capitalista, esa que está provocando, desde hace demasiado tiempo ya, un tsunami de degradación de las condiciones de vida como nunca en amplísimas capas de la sociedad.



En términos de clase, si el 15M lo que provoca es, en buena medida, la irrupción de “sectores intermedios” en el escenario de las movilizaciones –sectores que reivindican más su “ciudadanía” que su clase, y que han tomado un desmedido protagonismo político justamente por la desestructuración del movimiento obrero- esta candidatura sigue prolongando la iniciativa en las movilizaciones de estos sectores. No refuerza el papel de la clase obrera al tiempo que sigue dando rol de dirección en las movilizaciones a estas “capas intermedias” regalándoles los oídos por “un rato más”, cuando en realidad asistimos a un proceso de profunda proletarización de amplios sectores de la “ciudadanía” en el sentido más clásico y decimonónico del concepto de proletariado. En nuestra relación con “Podemos” –más bien con la gente de entre el pueblo que lo apoyará- debemos realizar un trabajo pedagógico y paciente que incluya esa reivindicación de mayor pertenencia a “lo proletario” que a “lo ciudadano”. Eso sí, esto ha de realizarse huyendo de debates teoricistas que obstaculicen las tareas por una amplia unidad de acción popular. Hay ejemplos fructíferos de esta labor pedagógica cuando se hace desde la convicción de que durante mucho tiempo la clarificación no puede ser previa a la movilización (6) dada la persistencia del descrédito de la política en general.



En cualquier caso, la línea revolucionaria de intervención debe saber acercarse a los “sectores intermedios” golpeados por la crisis, incluyendo en ellos a muchos obreros que siguen su discurso y que han llegado a disfrutar de una situación material que ha facilitado su “desclasamiento ideológico”. Convencidos de que la actual masiva movilización por reformas no puede ser resuelta en clave de reformismo; de que, en este sentido, la movilización de muchos sectores entra en contradicción con sus propios límites de conciencia, pero que sólo a partir del movimiento se pude resolver; de que esa movilización es necesaria para crear unas condiciones de verdadera resolución revolucionaria; convencidos de todo ello, hemos de ir a generar la contradicción allí donde se expresen las actuaciones políticas y “de calle” de esas “capas intermedias”. No tenemos otra. Lo demás es quedarse en la fraseología general revolucionaria y encima, a menudo, de la mala. Y la obligación de generar esa contradicción también incluiría los eventuales escenarios que pudiera abrir “Podemos” o candidaturas parecidas.



Concretamente debemos presionar para que, entre tanta paja y justas reivindicaciones dispersas (que a menudo parecen cartas a los reyes magos, como solemos decir entre nosotros), exijamos pronunciamientos claros en lo que se refiere a la línea de demarcación: la lucha contra el pago de la ilegítima deuda con sus desarrollos legislativos concretos (art. 135 de la Constitución, Ley 2/2012, etc.) en tanto que causa inmediata de los recortes que son la razón de las movilizaciones de “indignación”. Y si se nos responde que es imposible materializar eso porque “no nos dejarían”, entonces, la contradicción se establecerá en un plano aún más político, cuando exijamos que se haga menos apología de la apuesta electoral y de las posibilidades democráticas del actual sistema. En definitiva, esta forma de proceder es la que se plantea en esencia en el artículo “Línea revolucionaria y referente político de masas” (7): acompañar en todas las oportunidades que se nos ofrezcan a todos los sectores con los que tenemos que trabajar (ver nota 2) para que avancemos en el camino que va de la petición de reforma imposible al cuestionamiento revolucionario del poder para hacerla… posible.



Viendo cómo mucha gente cercana ya ha predispuesto su apoyo a “Podemos”, muchos militantes ya no podemos obviar la obligación político-práctica de generar la contradicción. Y hacerlo en los términos planteados. Debemos hacer ese trabajo de clarificación en las actividades que convoque “Podemos” siempre que no sea una mera reunión burocrática interna. Hemos aprendido a hacerlo desde lo que venimos a llamar la dualidad organizativa, la relación vector-marco. Cada vez más, tenemos un aliado con el que no se contaba durante los años siniestros del parto de la Transición: la debilidad actual de las tendencias reformistas y oportunistas que buscan impedir que la línea revolucionaria haga su trabajo en los marcos que aquellas se ven obligadas a impulsar, al estar afectadas por la misma crisis sistémica. Esa crisis profunda que, si ya provoca fisuras internas en el bloque dominante, aún más está debilitando la base material que sustenta a tanto pope de la “izquierda más institucional, burocratizada y legalista” que ahora está interesado en darnos cursillos acelerados de “humildad revolucionaria”. Hoy vivimos tiempos en que “el bolchevismo puede hacer trabajar para él al menchevismo”, ya sea porque este no se dé cuenta, ya sea que, por la cuenta que le trae, deba guardar las formas. Vivimos tiempos, en fin, en que hasta los oportunistas consideran más oportuno adoptar poses revolucionarias. La dualidad organizativa también nos da la solución dialéctica ante ello. En el plano “minoritario” de la línea revolucionaria organizada no nos creemos esas poses. En el plano “de calle” aprovecharemos la oportunidad (ahora sí) para seguir empujando “vectorialmente” nuestra labor bolchevique en los marcos que no son nuestros pero que no pueden impedirnos que estemos como si lo fueran.



La cuestión que más nos atañe, pues, no es cuán deficientemente se habla en “Podemos” de la línea de demarcación –es decir, de la deuda en relación directa y necesaria con los recortes- sino si se plantea lo suficiente hasta el punto de posibilitarnos forzar a que se hable como se requiere y con la proyección anti-Unión Europea y, en definitiva, antisistema que perseguimos. Siempre, por supuesto, si estos debates se dan en marcos “de calle” que eventualmente abriera “Podemos” y no en simple reuniones de “elaboraciones de lista”. 
 

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En lo referente a la realidad más organizacional y hasta personal de “Podemos”, a algunos –por recorridos militantes tan diferentes- nos faltan datos para hacer un cuadro lo suficientemente preciso de los intereses cruzados que esta iniciativa ha desatado. Me limitaré a esbozar unas líneas de reflexión al respecto.



Antes que nada hay que encuadrar esta iniciativa en una serie de otras que no terminaron de fraguar. Al respecto, decía en un escrito de hace meses que no ha salido del ámbito interno de Red Roja:



«Asistimos a una proliferación en los últimos tiempos de plataformas y de intentos de reagrupamientos autosituándose, como mínimo, a la izquierda de un PSOE que no “levanta cabeza” en el contexto general de la persistencia de la crisis socio-laboral y de un marco de movilización e indignación contra las medidas anticrisis. Desde un punto de vista político-organizacional, surgen en clara disputa con la pretensión de una IU (en tanto que estructura) de canalizar y liderar la indignación social al tiempo que coquetea con el PSOE y sindicatos oficialistas en la Cumbre Social y participa en gobiernos autonómicos responsables de “recortes sociales”. Pero, en cualquier caso, es una IU que espera una subida electoral ante el desprestigio del PP y del PSOE. Y es, en este sentido, que se han disparado las alarmas en diferentes organizaciones de la llamada izquierda radical (IA, EQUO y hasta en grupos que promocionan el Foro Cívico sin dejar IU).»



Ya en estas líneas se auguraba: «El origen oportunista organizacional de estas iniciativas -que encubren mucho deseo de “vanguardismo” vergonzante tapado de invocaciones a las bases, a la “horizontalidad”, en definitiva, adoptando de forma seguidista (lo peor) del “quincemismo”- auguran un recorrido muy corto a estas iniciativas llenas de confusión y donde la gente tiene problemas para distinguirlas. Efectivamente, la proliferación de propuestas de este tipo que coinciden en pretender agrupar al 90% de la población (o más) siembran no poca confusión. Máxime, cuando cada una busca avales de militancia y de reconocidas figuras que se repiten aquí y allí. Ciertamente, uno encuentra difícilmente argumentos, que no sean el del oportunismo organizacional “protagonizador”, cuando cuesta ver, si se va a los contenidos, diferencias claras entre ellas. Y cuando, además, todas invocan la necesidad de poner el acento en la “horizontalidad” y en “dar respuesta a las nuevas formas de protesta”.»



Ante el recorrido efectivamente muy corto que han tenido iniciativas de este tipo, alguna parte de la estructura de la llamada izquierda radical –pensamos en Izquierda Anticapitalista sobre todo– ha querido romper ese maleficio de impotencia… con “Podemos”. Y dejando aparcado por un rato el culto de la tan empalagosamente proclamada horizontalidad, incluso dentro de sus mismas organizaciones, han optado por un rápido enganche mediático “por arriba” promoviendo a una personalidad que concite un buen apoyo en un primer momento a fin de, como mínimo, crear una situación irreversible de fuerza.



Aprovechemos esto para dejar claro, desde ya, que en tiempos donde se cruzan intereses a tantas bandas (como se están dando) es donde las personalidades juegan un papel importante y terminan por ganar una cierta autonomía de actuación, y ninguna fuerza ni estructura tienen control total de lo que está sucediendo, ni siquiera sobre las personalidades que contribuyen a encumbrar. Si no se tiene en cuenta esto, forzamos esquemáticamente el análisis, no explicamos la realidad contradictoria que se nos presenta y metemos todo en una única línea conspirativa.



En el sentido estrictamente organizacional, “Podemos” pretende a la vez romper el doble maleficio que supone, por un lado, que las iniciativas lanzadas hasta ahora no cuajen en “electo-politizar” la indignación y, por otro, que finalmente estén abocadas a fortalecer a Izquierda Unida. Así, esa izquierda radical que surgió para competir con IU persigue que, si hay que contar con esta, al menos que sea desde una situación de mayor fuerza en eventuales negociaciones. Y cuando uno sale de una organización, está obligado a hacer una apuesta aún mucho más fuerte que la que dictarían las diferencias de contenido para volver a estar bajo el mismo techo si se quiere entrar por la misma puerta grande por la que se salió. Además, esa apuesta ha de tener el poder relativo suficiente para cambiar necesariamente el formato de la casa misma: ya que se vuelve, que no parezca que se vuelve al mismo sitio.



Antes de proseguir, hagamos notar que en el análisis de los posibles movimientos en esta “historia” de “Podemos” no se tienen en cuenta suficientemente el carácter de profesionalismo de la política en organizaciones como IU y la enorme lucha por puestos que hay ya no sólo en IU sino en muchos de sus aledaños. En cualquier caso, no hay una relación de la política partidista con un verdadero movimiento de base popular que controle a los dirigentes como históricamente ha pasado, por ejemplo, en la izquierda abertzale. Esto es lo que hace que los desarrollos de este tipo de historias estén lisa y llanamente ligados a verdaderas luchas de poder y de aferramientos a determinadas situaciones materiales. Por lo tanto, no asistiremos, ni mucho menos, a movimientos que queden explicados exclusivamente en el plano de la lucha de ideas ni, a estas alturas, nadie se va a “sacrificar” por voluntad propia para atraer generosamente a gente cansada de la politiquería.



Ante las expectativas de voto que había y (persisten) para IU, es evidente que la parte de esta que se ve más beneficiada no estará por la labor de arriesgar en unas primarias posiciones ya anteriormente aseguradas para ver si se saca adelante un proyecto que haga subir el listón de un tope electoral que ya ha sido calificado de insuficiente. Así que, en vista de que las europeas no son tan importantes en términos de reparto de poder ni en el imaginario popular (comparadas con municipales y generales), “Podemos” pretende inicialmente competir desde fuera con IU –incluso en resultados electorales si es preciso- para que la estructura de esta, como mínimo, se vea obligada a negociar aún a expensas de perjudicar a mucha gente afiliada de base. Al tiempo, “Podemos” sustenta su esperanza en que una parte de la base de IU piense que le iría mejor en un proyecto más amplio que el de su propia coalición. Aquí hay que esperar acontecimientos porque es muy posible que la salud de “Podemos” dependa de su capacidad de fomentar una crisis en IU sin parecerlo, en nombre de “ir más lejos de IU”, “de hablar con IU para que democráticamente se negocien primarias”, etc. “Podemos” tendría que forzar una situación desde fuera hasta tal punto que incluso la parte mejor colocada de Izquierda Unida viera perder posiciones tanto materiales como de “cara política”.



Probablemente sea por lo dicho, que “Podemos” ha querido crear una situación de impacto exterior y ahora se la juega manteniendo la presión. El objetivo sería sacar un resultado electoral con la ilusión de que haya un clamor que obligue a negociar para después. Por eso, desde ya, persigue que después de la inicial recogida de firmas se constituyan círculos de “Podemos” que desde el punto de vista organizativo presione por convocar primarias aprovechando que hasta IU llegó a acariciar este discurso cuando planteó la elaboración de listas con reconocidos activistas y luchadores de calle.

La elección de candidatos en primarias planteada por Iglesias sería el método para debilitar la argumentación del aparato de IU. Pero este aparato es viejo en maniobras demagógico-organizacionales. Desde él ya se ha dicho algo que tiene su grano de verdad: que Iglesias juega con las ventajas que le da el espaldarazo de muchos medios que no dejan de ser del sistema. Y se le ha reprochado que qué tipo de democracia de base es esa. En fin, que como “Podemos” no se dé prisas en fomentar que sus flamantes círculos “hagan un rodeo” a las sedes del IU para forzar la cosa, la guerra interna en toda esa nebulosa está servida para “firmar una paz” que refleje los verdaderos respaldos de cada uno. Y en esa guerra intestina… todo valdría.



Por otra parte, Iglesias lo tendría muy mal para aparecer en una IU que no hubiera cambiado nada. Eventuales tentativas para incluir directamente a Pablo Iglesias en buena posición dentro de IU no serían bien vistas, por ejemplo, entre la estructura partidista de IA. Ciertamente, a una parte de esta – tras ver los límites de su operación de salida de IU– no les importaría volver a una casa común organizacional de la izquierda en torno a IU pero con una posición de fuerza. Desde luego, IA es la que más necesita crear una crisis interna en IU para dar sentido a su proyecto y buscar posiciones de dirección dentro. Y sus ambiciones no podrían colmarse con una integración de varios personajes en las listas de la actual IU y ni siquiera con unas primarias descafeinadas que aseguren al actual aparato de la coalición el control de una eventual futura Izquierda Unida más amplia.



Ya aparte de estos intereses directamente relacionados con organizaciones tipo IU-IA y otras, están los que hay fuera de todo ese ámbito a la “izquierda del PSOE”, y mueven ficha (o no mueven) en función de sus cálculos principalmente electorales.



No parece difícil darse cuenta de que finalmente Izquierda Unida se pone al servicio de un tándem PSOE e IU “de progreso”. Sobre este particular, en realidad, al aparato de IU no le interesa tanto desbancar al PSOE, sino que este tenga que contar inevitablemente con la coalición. De hecho, en Andalucía a esta le va mejor “de segunda” que “de primera” en estos tiempos de medidas tan impopulares.



Precisamente ese tándem obligaría a una serie de medidas de “beneficencia popular” en el terreno económico a las que ni siquiera al PSOE le interesa comprometerse una vez que estuviera en La Moncloa. Ahora en Andalucía hay barnices de pose que ya se encarga el gobierno central del PP de anular. Desde luego, al “tándem de progreso” siempre le quedaría responsabilizar a Bruselas y Berlín, pero no sería lo mismo. Al PSOE le conviene una crítica “de izquierda” al PP que no le sitúe en el mismo nivel de este (exactamente el tipo de crítica que hace IU y los sindicatos oficialistas), pero no le viene mal que haya un debilitamiento de su eventual futuro socio siempre que no salga ganando el PP. ¿Cómo? Manteniendo en un principio esa crítica “de izquierda” (incluso de más ataques contra el PP) pero desde una izquierda al PSOE dividida y enzarzada en luchas de poder. Por arriesgado que parezca (peligro de que el PP salga ganando), es la única solución que alimentaría la esperanza de que finalmente el propio PSOE aparezca como la única izquierda (por centrista que sea) que resulte seria. De hecho, siguen dándose las entradas en el PSOE de personajes de IU que no ven ningún futuro aquí y precisamente argumentan que Izquierda Unida no logra quitar el papel de eje central al PSOE para nuclear “la izquierda”.



Para complicar aún más el asunto, tenemos que en el entorno del PSOE en los últimos años ha habido posibilidades de ir “de más de izquierda” (por ejemplo vía Público) entrándose en rivalidad con el aparato de ese partido, ligado históricamente a la Prisa de El País. A esa parte más progre del PSOE le interesa ampliar el ámbito de lo que sería la izquierda en detrimento de IU para, desde el mismo PSOE, aumentar la responsabilidad de este como eje nucleador al tiempo que fortalecería sus propias posiciones dentro de los pesoístas. El propio discurso ya de los promotores de “Podemos” –hablando de la necesidad del noveintaitantos por ciento de gente que hay que agrupar- permite, paradójicamente, aún naciendo formalmente a la izquierda de IU, cubrir un abanico más amplio incluso por “la derecha de la izquierda” que el que podría impulsar en estos momentos la propia IU. El caso es que dejar, al menos durante un tiempo, desarrollar una iniciativa como la de “Podemos”, y siempre que no se vea comprometido el sistema, es algo que puede convenir objetivamente a prácticamente todo el mundo en el PSOE.



En fin, que si bien todos (incluidos los sindicatos) están por sacar al PP del gobierno, lo que verdaderamente está servido es el juego de intereses de reparto post PP tanto de estructura material de poder como de influencia política. Y como la crisis los ha colocado en posiciones inestables, los movimientos por reparto de poder e influencia tienen mucho de operaciones encubiertas donde el carácter supuestamente neutral y aséptico de los medios jugaría el papel que las declaraciones partidistas no podrían realizar.



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Es claro que la falta de concreción de “Podemos” y su discurso y sus formas “modernas” hacen que vaya contando con buenas predisposiciones hasta en medios como la SER. No hay alerta anti-sistema. Es evidente que, por el momento, no se ha visto la necesidad de desarrollar una contrainsurgente campaña de calumnias y acoso como pasó con Iniciativa Internacionalista. Al fin y al cabo, no se han pasado las líneas rojas del “contrato” que consagró la Transición. Pasar esas líneas rojas implica, como ya hemos señalado, la puesta en cuestión de la propia Transición desde su origen, con todo lo que ello conlleva: entre otras cosas, el mismo cuestionamiento de los procesos de represión política acumulados durante décadas y la solidaridad activa con una gran parte del pueblo vasco y el movimiento abertzale que no puede reducirse a generalidades sobre el “derecho a decidir”. Una transición que, en definitiva, ha dado de mamar a esos medios de comunicación que saben identificar bien dónde hay una cabeza de Júpiter. En realidad, están bastante seguros de que esta no se encuentra bajo el manto de eufemismos y de concesiones de los discursos de los promotores de “Podemos”. Y es que lo que queremos y debemos hacer no coincide con lo que aquí esos medios nos dictan que hemos de hacer.



¡Claro que podemos ir trabajando para cambiar el escenario! Pero, desde luego, limitándonos a estar dentro de él en los términos que se nos propone, sencillamente… no podremos conseguirlo.



En Cádiz a 1 de febrero de 2014


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NOTAS.-






(2) Interesa precisar de antemano que, mejor que hablar de acumulación de fuerzas (que no deja de tener un significado absoluto), lo que importa es ganar en la correlación de fuerzas: obtener más poder que los de “arriba”. Así, continuábamos diciendo en las Jornadas de Formación de Red Roja: [Por eso] la estrategia para sumar a favor de la revolución implica necesariamente saber restar para la contrarrevolución. Y esto incluye tácticas para: a) la suma de fuerzas propiamente prorrevolucionarias; b) la suma de aliados que van y vienen en función de cada coyuntura; c) saber mantener a una parte de la población neutral, a la expectativa, no entregándosela por errores y límites propios al enemigo; d) saber exacerbar las contradicciones internas dentro del bloque dominante y jugar con sus propias fisuras. “ (Dossier de las Jornadas de Formación de Red Roja de 2013)



(3) “Acerca de la teoría marxista sobre el desarrollo de los principios políticos en su relación con la práctica” (http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/1419-acerca-de-la-teoria-marxista-sobre-el-desarrollo-de-los-principios-politicos-en-su-relacion-con-la-practica)



(4) Consultar los textos “Por una comprensión crítica del “modelo social europeo” (http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=189:por-una-comprension-critica-del-modelo-social-europeo&catid=40:debate&Itemid=73) y “El mito de la vuelta al ‘Estado del Bienestar’. Otro capitalismo es imposible”: (http://redroja.net/index.php/comunicados/831-el-mito-de-la-vuelta-al-estado-del-bienestar-otro-capitalismo-es-imposible)



(5) Ver el siguiente escrito redactado en junio de 2011: “Sobre el carácter y significado histórico del 15M” (http://www.cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=144:sobre-el-caracter-y-significado-historico-del-15m&catid=40:debate&Itemid=73)



(6) A este respecto, remito al texto que escribí en 2004: “Clarificación en la movilización” (http://www.cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=135:clarificacion-en-la-movilizacion&catid=40:debate&Itemid=73)





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