Línea revolucionaria y referente político de masas

Escrito por Vicente Sarasa Cecilio

No vamos a especular con la cantidad de personas que en nuestros países no están aún por el comunismo. Pero lo que sí podemos afirmar es que va adoptando un carácter de masas la exigencia de reivindicaciones imposibles de satisfacer por la burguesía. Y que el movimiento real por conseguirlas favorece como nunca desde hace decenas de años las condiciones para trabajar por el socialismo...

Línea revolucionaria y referente político de masas

(Desde la dualidad organizativa. Apuntes entre comunistas)

La grave degradación social provocada en nuestro país (como en otros de nuestro entorno) por la profunda crisis sistémica capitalista, junto con la falta de salida clara que las masas perciben en las movilizaciones que se están realizando, plantea de forma grave y urgente una responsabilidad y un reto para los comunistas revolucionarios. Se nos impone ir trabajando por un “referente político” que potencie un movimiento político unitario de masas lo más amplio posible que, con la exigencia de determinadas medidas a favor del pueblo, se ponga al servicio de ir superando de forma revolucionaria la situación actual en una perspectiva que, para nosotros, no puede ser otra que el socialismo. Evidentemente, esto implica alertar contra toda falsa salida como la que supone en el Estado español la “alternativa” de la Cumbre Social. Pues esta, en definitiva, favorece a un elemento de la “cumbre a superar” como es el PSOE, así como a todos sus aledaños de esa “izquierda oficial” que, tras la farsa de la Transición, montaron un tinglado de intereses politiquero-sindicales del que igualmente hay que prescindir. (1)

Habrá que promover ese referente político para la salida revolucionaria aunque por ahora no llegase a plantear explícitamente ni el socialismo ni la cuestión del poder (gobierno provisional revolucionario, etc.); cuestiones estas que requieren una acumulación previa de experiencias prácticas de luchas obreras y populares para que tomen un carácter precisamente masivo. E independientemente de que dentro de ese movimiento debamos trabajar sin complejos por el programa socialista por más minoritario que pudiera ser el alcance de ese trabajo. Esto nos plantea ciertamente una contradicción. Pero es que la cuestión política clave que habría que entender ahora es la obligación que tenemos de contribuir (y acompañar) a que las masas vayan resolviendo por ellas mismas en la práctica contradicciones como, por ejemplo, la siguiente: que no se acepte “ningún recorte venga de donde venga” y se considere la deuda como ilegítima (un mínimo de ese referente político a plantear), sin al mismo tiempo exigir el derrocamiento de la burguesía, cuando resulta que precisamente esto es una condición sine qua non para materializar con garantías incluso esas “meras” exigencias.

Partimos del conocimiento de que, desde siempre, los pueblos han aprendido en la práctica las tesis principales, las que en cada momento servían de palanca, para hacer avanzar el movimiento histórico. Pero actualmente aún más se requiere de esa (auto) experiencia práctica a nivel de masas dada la crisis histórica del movimiento comunista de la que todavía somos tributarios y que limita nuestra influencia política y teórica en la lucha de clases. De ahí que, más que nada, nos estamos refiriendo a ir presentando ya una mínima línea de demarcación que promueva la lucha más resuelta posible hoy aunque, como estamos indicando, no incluya de momento la verdadera resolución de esa lucha, que para los comunistas está ligada, efectivamente, a la cuestión de qué clase detenta el poder.

En tanto que comunistas, el sentido histórico de nuestra propuesta de referente político sería, pues, la de contribuir a que sean las masas las que, expresando determinadas exigencias a una burguesía aún “a los mandos”, terminen por plantearse la propia disputa del poder. Estamos convencidos de que este planteamiento de disputa de poder resulta hoy más cercano, dado que la crisis sistémica que vivimos estrecha el margen de maniobra de los capitalistas y exacerba sus contradicciones internas. Contribuir a que las masas se muevan con determinadas exigencias que sabemos que las clases dominantes no podrán satisfacer, y acompañarlas en esa autoexperiencia preservando nuestra independencia de clase y de análisis, resulta más revolucionario que limitarnos a ir con nuestros programas literalmente revolucionarios sin ninguna traducción práctica.

Pero, evidentemente, esto no es tarea fácil. Conlleva riesgos. ¿Cómo afrontamos el reto de promover exigencias que, por radicales que parezcan, no dejan de ser reformas sin caer a su vez en otra suerte de reformismo, o cómo abrir oportunidades históricas sin caer en el oportunismo?

Para que los comunistas acometamos correctamente la obligatoria y contradictoria tarea estratégica a que nos estamos refiriendo –contribuir al movimiento práctico para que este supere sus propios límites- es necesario primero saber insertar en la revolución mundial por el socialismo el particular proceso revolucionario que “nos toca” desarrollar en nuestros marcos estatales de actuación. Lo esencial para preservar nuestra independencia de clase radica en no perder de vista que principalmente pertenecemos a un movimiento comunista internacional y que secundariamente participamos en un marco estatal o nacional concreto. Al tiempo, es esto también lo que nos posibilita unir dialécticamente los principios con la obligación de hacer avanzar el movimiento comunista desde la situación en que nos encontremos. Desde luego que lo que hagamos en nuestro marco de actuación debe supeditarse y proyectarse a favor de los intereses del proletariado internacional visto en su conjunto, de quien somos un destacamento y ante quienes nos debemos fundamentalmente. (2)
La fórmula que en el marco de Red Roja estamos sintetizando para afrontar dicha contradictoria tarea estratégica es la dualidad organizativa, que distingue el plano de “acumulación de comunistas” del de la “acumulación entre la gente”. La consideramos la base para inmunizamos contra la tendencia a rebajar nuestros planteamientos de principio generales, a largo plazo, en aras de acumular “más gente” aquí y ahora. A la vez, nos permite afrontar sin complejos y de forma flexible la tarea de encontrar en el marco concreto en que nos situamos las fórmulas políticas y organizativas que hagan avanzar lo máximo posible un movimiento político-práctico real de las masas que vaya en contra objetivamente de los intereses del enemigo de clase, del sistema capitalista, por tanto, que trabaje por la revolución. Y ello, a pesar de las “defectuosas” proclamas y límites de todo tipo que pueda portar ese movimiento práctico. (3)

La verdad es que, a menudo en la historia, desde las filas comunistas, para ser “más numerosos entre la gente” se ha procedido a rebajar la calidad de nuestros presupuestos de principio. Al final, lo que se consigue es que para ser más, sencillamente… se deja de ser; o se reproduce en nuestras propias filas muchos de los vicios de nuestro contrario de clase, entre ellos, la politiquería. El principio de la dualidad organizativa consiste en llegar al máximo de gente sin que paradójicamente hagamos del número lo principal en el plano superior de la organización específica de los comunistas. De ahí que podamos incluso decir: “para sumar, lo primero que tenemos que aprender es saber restar”; lo que quiere decir que, si bien, en nuestra relación con las masas, no debemos utilizar nuestros criterios específicos para “acumular comunistas”, tampoco debemos importar a nuestro plano específico de organización los criterios necesariamente “laxos” de acumulación entre la gente.

En línea con lo dicho ya más arriba, esta cuestión, que ha sido central a lo largo de la historia de nuestro movimiento, aún hay que comprenderla y tenerla en cuenta mejor actualmente debido, precisamente, a cómo se ha desarrollado la historia de la revolución socialista en el plano internacional. Primero, porque la revolución no pudo comenzar por los países más desarrollados capitalistas, tal como esperaban al principio los fundadores del marxismo. Segundo, porque las propias experiencias socialistas tuvieron que parirse cercadas por el “capitalismo desarrollado”, sufriendo agresiones y arrastrando límites que hicieron perder la iniciativa en la batalla ideológica; en cualquier caso, planteando la necesidad de actualizar la táctica y el argumentario con que afrontar dicha batalla ideológica. Todo ello ha modificado la necesaria relación, por un lado, entre los planos de la teoría y de la organización específica de los comunistas revolucionarios, y por otro, el plano de la lucha política a desarrollar en nuestros marcos populares de actuación. A este respecto, y en lo que se refiere la gente en general, durante un buen período la clarificación debe sobrevenir en y tras la movilización. (4)

En escritos anteriores –entre ellos, en La comprensión como ánimo, y viceversa (5)- se trata el asunto de cómo insertar nuestro proceso revolucionario comunista en el internacional. Este documento, que recoge tesis elaboradas a finales de los 90, hace referencia desde el principio al proceso revolucionario que nos “toca” desarrollar en nuestros marcos particulares y parte de la definición de Marx de que “el comunismo es el movimiento de superación del estado real de las cosas” (6). Dicho artículo considera la revolución como un “acto” único y mundial que se prolonga en el tiempo y en el que cada proceso revolucionario, además de sus consecuencias nacionales en cuanto a sus realizaciones, tiene una significación internacional: la de los procesos y movimientos revolucionarios en el “Sur” es “abrir la veda” contra el monstruo imperialista; en el Occidente, ese tan reaccionario ahora, los avances revolucionarios siguen estando llamados a consolidar la construcción mundial del comunismo, sólo sea por el hecho de contrarrestar o hacer desaparecer la fuente principal de agresión al desarrollo de las diversas experiencias socialistas o simplemente progresistas a nivel internacional.

Ya Lenin incidía en el “reparto de papeles” para la revolución mundial entre los diferentes procesos revolucionarios cuando “asignaba” al desarrollado en Rusia la tarea de barrer una de los baluartes más reaccionarios en Europa como el que suponía el zarismo. Con el derrocamiento de este se eliminaba un obstáculo mayor para desarrollar la revolución, sobre todo en Alemania, objetivo y esperanza principales del comunismo internacional por aquel entonces. Esta convicción se basaba, por ejemplo, en la experiencia de la Santa Alianza formada el siglo anterior por varios imperios europeos para frenar las revoluciones liberales impulsadas en el continente por la Revolución Francesa. De alguna manera, y tal como realmente se ha desarrollado el proceso de construcción del socialismo a nivel mundial, tendremos que seguir la enseñanza de Lenin a “modo de espejo”; es decir, trabajar por horadar las potencias centrales capitalistas en su interior mismo a fin de dejar que el socialismo pueda seguir comenzando en la llamada periferia del sistema.

En cualquier caso, debemos partir de la necesidad de desarrollar el movimiento por el comunismo que sea posible en cada sitio y momento independientemente del número que agrupemos, basándonos en la desigual importancia de este, del número, si se tiene en cuenta el papel llamado a jugar de cada proceso en la lucha conjunta contra el sistema capitalista internacional. Es a partir de ahí que se valora la “mera” existencia de un movimiento revolucionario por el comunismo en el centro del mismo sistema aunque no tenga el poder al alcance de la mano. Y cómo debemos ligarlo al desarrollo de un movimiento antiimperialista, dada nuestra responsabilidad internacional de debilitar y contrarrestar la “producción en origen” de las agresiones imperiales así como la exportación al llamado “Tercer Mundo” de sobreexplotación por parte de las multinacionales con sede en nuestras metrópolis.

“Al dominar la economía internacional [el Occidente reaccionario], condena a muchas sociedades que acceden a la revolución socialista a arrastrar atrasos impidiéndoles profundizar en ella. Cobra así, si cabe, más importancia el mero desarrollo de un movimiento revolucionario en los países ‘desarrollados’ imperialistas; es decir, su propia existencia, mucho antes de un eventual triunfo. No ya por lo que se avance nacionalmente, sino por lo que supone de desestabilización en el corazón mismo del sistema, y de freno mayor para su agresividad a la ‘periferia’.” (La comprensión como ánimo…)

Bajo esta concepción no se concibe la revolución como una simple adición de países socialistas. Y se sientan las bases para ir avanzando el programa socialista al interior de un movimiento político de las masas más amplio. También nos inoculamos contra el error de caer en la rebaja del programa socialista para hacerlo de masas. Y sobre todo, no perdemos de vista nunca que nos debemos a una Internacional (independientemente de que esta no exista orgánicamente) y de una historia ante la que no cabe hacer cualquier cosa en nombre del comunismo o utilizar este “a la ligera”. El comunismo tiene en cuenta los límites o las imposibilidades particulares de cualquier proceso pero exige que no se hagan de estos “virtud” teórica. (7)

Concretamente en lo que respecta al ámbito estatal en el que nos movemos, y en lo referente al plano superior de desarrollo del movimiento comunista que estamos ahora tratando, desde Red Roja se viene lanzando una línea de reagrupación de comunistas que, procedentes de diversas experiencias, seamos capaces de unirnos orgánicamente ya en base a una serie de criterios políticos actuales. Y ello, al tiempo que llamamos a asumir ante nuestro pueblo -en busca de alternativas a la guerra social declarada por el capitalismo- el rico legado de experiencias de construcción del socialismo desde la Revolución de Octubre (con su prolegómeno de la Comuna de París). Es a partir de esa asunción que deberíamos ser capaces de canalizar el legítimo y necesario debate sobre la suerte corrida por nuestro movimiento sin que la reproducción de viejas batallas internas se conviertan en sectarismos político-orgánicos que nos impidan estar a la altura de las graves circunstancias históricas que vivimos. 

Muy resumidamente, el triple criterio de agrupación comunista que desde Red Roja se propone es: rechazo al régimen de la Transición con lo que conlleva, entre otras cosas, de defensa del derecho de autodeterminación y de lucha por la amnistía; contextualización de la resistencia a los efectos de la crisis en el combate por el socialismo y no por una vuelta a un “Estado del Bienestar” por contrarrevolucionario y cómplice del imperialismo; desarrollo de un movimiento antiimperialista donde lo principal no sea la “calidad de agredido” sino neutralizar las actuaciones criminales de las metrópolis imperialistas en las que vivimos. (8)

De alguna manera, estas son las líneas mínimas (programa, cuestión del poder y antiimperialismo y solidaridad internacionalista) que a los comunistas en el Estado español nos comprometen y engarzan con la revolución mundial por el socialismo. Es por lo que nos tendremos que distinguir claramente ante nuestro pueblo, independientemente del grado de seguimiento de masas que tengamos. Esto implica un trabajo sistemático de propaganda por más minoritario que pueda resultar. Y al que no hay que renunciar bajo ninguna circunstancia.

Pero hemos de tener muy en cuenta lo ya señalado acerca de que las masas aprenden y elevan sus propios compromisos político-ideológicos, sobre todo, en la movilización. Y cómo esta, la movilización, está llamada a jugar actualmente un papel relativo aún más importante en comparación con los discursos (por certeros que estos sean) tras la propia crisis del comunismo, que ha dificultado que grandes sectores no hayan roto con la ideología burguesa ni con la intoxicación de sus medios de prensa.

Pues bien, una oportunidad de movilización de millones de trabajadores y sectores de la población es la que actualmente se está dando con la crisis profunda que viene afectando al mismo centro del sistema. Una crisis que no sólo posibilita una movilización política de la gente en general, sino un debilitamiento de los propios aparatos del estado y una fragilización de la misma unidad entre capitalistas tanto a nivel internacional como nacional o estatal.

Efectivamente estamos ante una oportunidad de amplias movilizaciones con grandes expectativas de transformación radical de la situación que hacía tiempo que no se presentaba. Incluso en los tiempos de la Transición, si bien había una gran politización, esta no coincidió con una crisis estructural capitalista internacional tan grave como la que está en curso en cuanto a la dificultad para salir de ella. Además, esa gran politización general que entonces se dio, al girar en torno al antifranquismo, ya llevaba el embrión de un ilusionismo embaucador y desmovilizador realzado por la existencia de un partido nominalmente comunista pero profundamente revisionista y dispuesto a integrar el “sistema democrático”.

Ahora, pues, los comunistas tenemos que encontrar los contenidos, lemas y contribuir a dar con las formas organizativas para intervenir lo más eficazmente en las movilizaciones de la actual crisis a fin de que estas, desde la diversidad en la que se dan, se proyecten realmente hacia la resolución de la crisis capitalista en clave popular.

El establecimiento del referente político que actualmente impulse las movilizaciones de masas en una proyección revolucionaria -por tanto, que neutralice las falsas salidas tipo “Cumbre Social”- ha de basarse en la contradicción principal que está moviendo actualmente “la calle” en el Estado español.
Tal como Red Roja recoge en su último Informe de Coyuntura (9/12-2/13), lo que realmente está antagonizando la situación político-social en este país es la imposibilidad del Estado capitalista de satisfacer las demandas de tantos sectores afectados por los recortes, por no hablar ya de todos los que ya venían siendo atacados por una degradación socio-laboral que comenzó bien antes del estallido “oficial” de esta crisis y que esta pone aún más en evidencia. Por tanto, podemos decir que la contradicción más movilizadora hoy es la establecida entre, por un lado, la política estatal de recortes en el contexto de las directivas imperialistas europeas y de pago de la deuda ilegítima y, por otro, la inmensa mayoría de los sectores de la población trabajadora e incluso de sectores intermedios y de la pequeña burguesía.

Sin embargo, la política de la Cumbre Social, de hecho, pone en cuestión la austeridad del PP pero no la política estatal de recortes consagrada en la Constitución, más allá de alguna que otra concesión demagógica puramente electoralista de gente proveniente de IU, entre otras cosas, para sortear las críticas desde la izquierda radical. Como últimamente estamos recalcando, la Cumbre Social persigue utilizar la degradación de lo Social para, de nuevo, situar en la Cumbre al PSOE y sus aledaños de la “casa común de la izquierda” y seguir gestionando las prebendas del poder de los capitalistas sin intención alguna de desencumbrar a estos.

De ahí, que los comunistas debamos intervenir en todos los marcos de lucha abiertos con la defensa intransigente de una línea de demarcación que comienza por el no pago de la deuda por ilegítima. Esto hila naturalmente con la puesta en cuestión de todas las instituciones imperialistas europeas que encubren su política criminal bajo la engañifa de las “directivas de Bruselas por la integración y homogeneización de la UE”. Pero, además, una política a favor de los intereses populares no puede hacerse sin la creación de una banca pública como contrapunto de la expropiación de la banca privada que está en el origen inmediato de la crisis y a la que van cientos de miles de millones de “ayuda pública” negando, por cierto, ese discurso antiintervencionista del Estado en la economía con el que nos han estado tanto tiempo machacando. Si a esto le añadimos que este sistema de apropiación privada en la banca tiene paralizada toda la actividad productiva (9), es fácil asumir que esa banca pública se tendrá que poner al servicio de una planificación democrática de la economía que satisfaga necesidades de “uso” y no de “beneficio”, para poner ir poniendo fin al desastre al que se nos ha conducido.
Por tanto:
  • NO AL PAGO DE LA DEUDA POR ILEGÍTIMA
  • SALIDA DE LAS INSTITUCIONES IMPERIALISTAS EUROALEMANAS
  • EXPROPIACIÓN DE LA BANCA-CREACIÓN DE UNA BANCA PÚBLICA
  • PLANIFICACIÓN DEMOCRÁTICA DE LA ECONOMÍA
se constituyen en hitos del referente político para llevar a todas las luchas populares y que actualmente son susceptibles de ser abrazados por grandes sectores.

Evidentemente, si ya la propia lucha por defender conquistas y derechos parciales y sectoriales está siendo respondida por una represión cada vez más intensa y masiva, la lucha por estos objetivos mayores del referente político no puede sino confrontarse a una exacerbación de la lucha de clases y a más represión por parte de los aparatos del estado e incluso de la proveniente de las clases dominantes más allá de la “represión legal”. En este sentido, es claro que esto politiza aún más el contenido del referente político y nos lleva directamente a la puesta en cuestión del régimen de contrarrevolución preventiva que se parió con la Transición.

-Rechazo al régimen de la TRANSICIÓN, con lo que ello implica de exigencia de depuración de los cuerpos represivos y de reivindicación del proceso de rupturismo democrático que se escamoteó durante aquellos años.

No se ha tratado en este texto, ni mucho menos, de cerrar el referente político que habría que proponer por parte de los comunistas, sino de “engarzar” dialécticamente su necesidad con el desarrollo de la línea revolucionaria por el socialismo; y de concretar aquellos puntos que representan la línea de demarcación para que ese referente político esté en disposición de proyectarse de forma revolucionaria y se aleje de toda salida que no represente un cuestionamiento del poder capitalista. Precisamente, defenderemos al mismo tiempo en todos los marcos de actuación que la consecución de los contenidos del referente político tiene que ir pareja con una verdadera acumulación de fuerzas que supere a la de nuestro enemigo de clase. 

Así pues, un referente político como el aquí esbozado es el que se nos plantea llevar a todas y cada una de las luchas particulares que se suceden, al tiempo que nos implicamos lealmente en la defensa de las reivindicaciones sectoriales y concretas que en cada momento se trate. Para ello, es necesario la conformación de bloques críticos de intervención o como se les quiera llamar. Insistamos en que lo apuntado ya aquí puede ir siendo asumido progresivamente por la gente en general, aún más, en la medida en que se compruebe la imposibilidad de satisfacción de las reivindicaciones particulares (cada sector o colectivo de trabajadores por su lado) ante la dictadura impuesta por la política estatal de recortes y de sumisión a las directivas europeas y al salvamento de la banca. La propia práctica de la lucha de clases irá mostrando y sintetizando, como nada y nadie, las herramientas que las masas tendrán que adoptar para ir forzando la materialización de sus justos anhelos.

Terminemos de momento diciendo que, debido a que el propio capitalismo financiero, monopolista y parasitario ha sometido a prácticamente todas las actividades de la producción y de consumo en los “países desarrollados”, sabemos que la consecución de las medidas apuntadas son pasos de gigante hacia el socialismo independientemente de asunción explícita de este entre la gente. Así, no vamos a especular con la cantidad de personas que en nuestros países no están aún por el comunismo. Pero lo que sí podemos afirmar es que va adoptando un carácter de masas la exigencia de reivindicaciones imposibles de satisfacer por la burguesía. Y que el movimiento real por conseguirlas favorece como nunca desde hace decenas de años las condiciones para trabajar por el socialismo.

Notas:
(1) Que este tinglado de intereses entre particularmente en crisis con la propia profunda degradación sistémica es algo que las organizaciones revolucionarias deben reconocer, pero solo en tanto que fuente de contradicciones internas de ese régimen que se parió tras la Transición; unas contradicciones internas que hay que aprovechar para acelerar su superación revolucionaria, bien lejos de todo seguidismo reformista.

(2) En tanto que comunistas representamos más los intereses de los trabajadores que están superexplotados por una filial de Telefónica en América Latina o por Inditex en Bangladesh que los de los empleados que puedan disponer aquí de mejor salario y condiciones laborales relativas y que, por ello, no se planteen ir “más allá”. Y esto es algo que nunca podemos olvidar cuando establezcamos nuestra obligatorias relaciones con estos últimos, que son con los que nos “toca” trabajar.

(3) Sobre este asunto, una breve reflexión: una misma lucha por una simple mejora o reforma puede tener consecuencias objetivas diametralmente opuestas según la situación en que se encuentren los factores de poder. De siempre ha sido así. Por ejemplo, en la Revolución Francesa, la “simple” negativa a pagar los impuestos que una Corona francesa quebrada exigía para financiar en los EEUU su guerra (que aceleró la ruina social que se estaba viviendo en Francia) contra los ingleses tuvo consecuencias revolucionarias. No fue que el pueblo francés se ilustró del ilustrado siglo que entonces terminaba y se decidió a poner en práctica aquellas ideas luminosas; dicho sea esto sin menoscabo de cómo esas ideas influenciaran positivamente en los partidos y líderes del aquel período histórico.

(4) En 2004, años antes del estallido “oficial” de la crisis en países de nuestro entorno, escribía a propósito de cómo relacionarnos con el "movimiento antiglobalización", que había estado llenando, de alguna manera, el vacío que siguió a la caída del Muro: “A pesar de la confusión política y teórica que reina, y dada la persistencia del reflujo en el movimiento político de masas, hoy día la lucha contra la ‘‘mundialización’’ y el ‘‘neoliberalismo’’ no puede sino favorecer la lucha contra el imperialismo y el capitalismo. Y en definitiva, todo movimiento real contra el sistema -ya sea contra sus síntomas o por ‘‘otro mundo es posible’’- trabajará por el socialismo, independientemente de cómo ese movimiento se explique y (no) se etiquete a sí mismo. Sencillamente porque otros objetivos que no signifiquen socialismo no son posibles en la actual época de imperialismo y decadencia. (…) Por eso, a pesar de sus deficiencias políticas y teóricas, debemos favorecer (…) la lucha contra la ‘‘mundialización neoliberal’’ (…). Y ello, en la medida en que implique movilización política del mayor número de personas. En definitiva, clarificación en la movilización: ésa es la mejor consigna para que, sobre todo hoy, nuestro imprescindible y permanente rigor teórico e ideológico no se traduzca en un sectarismo político contrario a nuestra búsqueda por (re)aumentar las posibilidades revolucionarias.” (Clarificación en la movilización, V.S.C.)
 
(5) La comprensión como ánimo, y viceversa, V.S.C, 2006 (publicado en Insurgente y Cádiz Rebelde: http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=49:la-comprension-como-animo-y-viceversa-&catid=40:debate&Itemid=73#addcomments

(6) La Ideología Alemana, K. Marx y F. Engels, 1845-1846.

(7) En relación con esto decía en mi escrito Acerca de la teoría marxista sobre el desarrollo de los principios políticos en su relación con la práctica, y no precisamente hablando de eventuales procesos en países más “desarrollados”, que “una cosa es que, porque un país sea atrasado industrialmente y además cercado por los imperialistas, los comunistas locales no fomenten una estatalización de todas las empresas ya que lo consideren un voluntarismo que no tiene en cuenta las demandas ni las posibilidades reales de las clases trabajadoras, y otra cosa es que a los obreros de las empresas privadas les quieran convencer de que lo que se embolsan sus propietarios, por muy “patrióticos” que se les presente, no es ya producto de una explotación como la descrita en El Capital.” (Acerca de la teoría marxista sobre el desarrollo de los principios… V.S.C., publicado en Insurgente y Red Roja: http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/1419-acerca-de-la-teoria-marxista-sobre-el-desarrollo-de-los-principios-politicos-en-su-relacion-con-la-practica )

(8) Para mayor información y precisión, consultar en la web de Red Roja los documentos de su I Encuentro, especialmente el apartado 4 de El espacio político e ideológico de Red Roja: http://redroja.net/index.php/documentos/campanas/1583-documentos-encuentro-estatal. Consultar también en dicha web las declaraciones siguientes: El mito de la vuelta al “Estado del Bienestar” y Desinoculándonos la parálisis antiimperialista, respectivamente en los links http://redroja.net/index.php/comunicados/831-el-mito-de-la-vuelta-al-estado-del-bienestar-otro-capitalismo-es-imposible y http://redroja.net/index.php/comunicados/758-desinoculandonos-la-paralisis-antiimperialista

(9) “Es sabido que la perversidad del papel dominante de la banca se refleja en que, al tiempo que domina la producción real siendo la que menos produce realmente, se ha convertido como nunca en el aceite regulador vía crédito de toda actividad productiva: la banca no produce nada, pero ningún negocio productivo puede ‘montarse, sin la banca.” (La crisis boomerang, V.S.C: http://cadizrebelde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=80:la-crisis-boomerang&catid=40:debate&Itemid=73#addcomments.)

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