LOS CHALECOS AMARILLOS. FRANCIA....los miserables se cansaron de pagar con sus dificultades los excesos de los poderosos...
¿Quien esta
tras esas movilizaciones ademas del cabreo por la explotación y el robo continuado a las
clases populares, para el enriquecimiento de las oligarquías por
instrucciones de la UE, aplicadas por los gobiernos de turno?
No tardaremos en saberlo; pero si la izquierda clasista sigue abandonando la calle y las luchas, ya saben quien ocupara ese espacio.
En el estado de los borbones, los carburantes, la electricidad, la vivienda..., han subido seguramente mas que en la vecina Francia, y la transferencia de capital publico a esas oligarquías ha sido aun mayor, en aplicación de las mismas políticas?
¿Cual sera la respuesta organizada del movimiento obrero y popular?
..."Hoy Francia amaneció paralizada por más de 2.300 manifestaciones de
bloqueo de rutas, incluyendo los Campos Elíseos, organizadas por cientos
de miles de ciudadanos movilizados contra lo que estiman un saqueo
organizado del pobrerío."...
No tardaremos en saberlo; pero si la izquierda clasista sigue abandonando la calle y las luchas, ya saben quien ocupara ese espacio.
En el estado de los borbones, los carburantes, la electricidad, la vivienda..., han subido seguramente mas que en la vecina Francia, y la transferencia de capital publico a esas oligarquías ha sido aun mayor, en aplicación de las mismas políticas?
¿Cual sera la respuesta organizada del movimiento obrero y popular?
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Los chalecos amarillos paralizan Francia, cortando las rutas...
Francia, sus calles, en manos de los ciudadanos, lo que augura mal
futuro del gobierno. Cuando la toma de la Bastilla Louis XVI preguntó:
“¿Es una revuelta?”. El duque de La Rochefoucauld-Liancourt lo sacó de
su error: “No sire, es una Revolución”. Cuando los ciudadanos dicen
BASTA…
Una chispa suele encender la pradera, es un tópico. Sobre todo cuando
la chispa la origina el aumento del precio de los carburantes.
Ciudadanos hastiados de verse exprimir como limones mientras el riquerío
escapa a todo –impuestos, restricciones, inseguridad, contaminación,
limitaciones de todo tipo– decidieron movilizarse. Solos. Sin la
intervención de ningún sindicato, ningún partido político, ninguna
asociación, ninguna estructura social.
Hoy Francia amaneció paralizada por más de 2.300 manifestaciones de
bloqueo de rutas, incluyendo los Campos Elíseos, organizadas por cientos
de miles de ciudadanos movilizados contra lo que estiman un saqueo
organizado del pobrerío.
Al medio día había un muerto (una manifestante atropellada por una
automovilista), 47 heridos, de los cuales tres graves. Las
manifestaciones continúan, los politólogos se precipitan a los canales
de TV a explicar el porqué del cómo, y el cómo del porqué, sin
comprender ellos mismos lo que ocurre.
Sin embargo es simple: los miserables se cansaron de pagar con sus dificultades financieras los excesos de los poderosos.
El tema viene de lejos. Llegado al poder, una de las primeras medidas
de Sarkozy consistió en reducir los impuestos de las grandes fortunas
en más de 15 mil millones de euros, al tiempo que aumentaba los
impuestos que paga la inmensa mayoría. Su gobierno, de derecha, de esos
arrogantes que dicen saber cómo manejar la economía, se saldó por un
incremento de la deuda pública de más de 600 mil millones de euros.
Le sucedió a Hollande, un socialista, en fin un socialdemócrata, un
picha floja, un tipo que declaró “mi único enemigo es el mundo de las
finanzas”, para luego, llegado al palacio de gobierno, reducir los
impuestos de los privilegiados en un monto superior a los 10 mil
millones de euros. Para compensar, congeló las pensiones de los
jubilados durante cinco años. No satisfecho, inventó un programa de
“ayuda a las empresas para facilitar la creación de empleo”. Costo del
programa: 50 mil millones de euros al año. Inútil precisar que del
millón de empleos prometidos las grandes empresas no crearon ni uno.
Pero se quedaron con los 50 mil millones de euros anuales.
¿Quién era el consejero económico de Hollande? Un banquero de
negocios venido directamente del Banco Rothschild, un cierto Emmanuel
Macron. Que traicionó a Hollande y, financiado por las grandes fortunas,
se lanzó en una carrera presidencial como candidato “ni de izquierda,
ni de derecha” sino de todo un poco.
La burda maniobra funcionó: el PS francés se deshojó como una
margarita: sus dirigentes más mediocres y más ambiciosos corrieron a
abrazar la candidatura del conejo que la derecha económica sacó de la
chistera de la caricatura de un banquero. Lo mismo ocurrió con los
cuadros de la derecha tradicional, los mal llamados gaullistas, que no
resistieron ni 24 horas: también se precipitaron a socorrer la victoria,
con la esperanza –rápidamente satisfecha– de dirigir al gobierno. El
Primer Ministro salió de sus filas, así como el ministro de Finanzas. La
progresía transeúnte y venal, los socialistas vergonzantes, lograron
algunos cargos sin importancia ejecutiva.
Al asumir el cargo, Macron tomó una medida urgente: eliminar el
impuesto a la fortuna, con el objetivo declarado de darle plata a los
ricos para que estos inviertan, y así creen empleo. Reducción total del
impuesto: más de 5 mil millones de euros. Puede parecer inimaginable,
pero este discurso para imbéciles aun da el pego, cala en algunos
sectores aburridos de no salir de perdedores, y que buscan alguna salida
a las dificultades de la vida cotidiana. El desempleo aumenta, a pesar
de que los ricos son más ricos.
Para compensar –hay que equilibrar los presupuestos del Estado como
exige Bruselas–, Macron le aumentó los impuestos a los jubilados,
re-congeló las pensiones, y cometió el error excesivo: aumentó las tasas
e impuestos de los carburantes. La gota que desbordó el vaso…
Pasa que el pobrerío, al que se le exige movilidad para encontrar
empleo, debe utilizar un automóvil, o una moto, para ir a trabajar. O
para trabajar. Y en el presupuesto doméstico del pobrerío 20 o 30 euros
al mes equivalen a darle de comer a la familia durante dos o tres días.
Peor aun: muchos hogares modestos tienen calefacción a “fioul”, un
carburante cuyo precio no cesa de aumentar. El costo de la calefacción
para una familia de 4 personas gira en torno a los 2 mil euros anuales.
Emmanuel Macron, apodado justamente “el presidente de los ricos”, no
conoce esa realidad. En su distinguida arrogancia de banquero de
negocios, cuando un joven diplomado de horticultura le explica que no
encuentra empleo, Macron le responde: “Yo, atravieso la calle y le
encuentro empleo inmediatamente”. Se refería a un empleo de lavador de
vajilla en un restaurant, o a un empleo de servidor de copas en el bar
de la esquina.
El desprecio por los esfuerzos de quien estudia para dotarse de un
oficio calificado, fue demasiado. Vino de un señorito que, en un
discurso en una estación de ferrocarriles dijo, literalmente: “En las
estaciones de ferrocarril uno encuentra todo tipo de personas. Unos
cuantos que han tenido éxito, y muchos que no son nada” (sic).
Esa es la genealogía del movimiento espontáneo de estos ciudadanos
que para identificarse se ponen el chaleco amarillo que exige la
seguridad rutera.
Y en eso estamos. El gobierno sabe que la represión no resuelve
porque sería arrojarle carburante al fuego. Y es consciente de que la
calle está en manos de los ciudadanos, lo que augura mal de su futuro.
Una vez más Francia hace gala de sus “particularidades”. La toma de la
Bastilla comenzó así.
Cuando un pequeño grupo de ciudadanos estimó que ya no daba para más.
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