Tesis politicas aprobadas en la 2ª Asamblea Congresual de RedRoja. Junio 2015. PDF

Introducción

Red Roja se constituye como reagrupación de comunistas conscientes de la dimensión internacional e histórica de nuestro movimiento, y pretende contribuir en el Estado español al impulso de la lucha por el socialismo y a la necesaria construcción organizativa que la garantice, teniendo siempre en cuenta el marco específico de lucha de clases en el que actuamos.

Partiendo del significado más profundo de que el “comunismo es el movimiento práctico de superación del estado real de las cosas” - lo que nos obliga a fundamentar nuestro trabajo en el carácter de clase y al mismo tiempo a impulsar el movimiento de las masas desde su situación real y no imaginada por análisis forzados, y conscientes de la relación contradictoria que ello encierra - sostenemos que una organización puede ser revolucionaria y, a la vez, tener una fuerte influencia política sobre los sectores populares. Es decir, que ni el oportunismo ni el sectarismo son trabas inevitables. En definitiva, que no hay por qué elegir entre el reformismo institucionalista y el aislamiento dogmático con respecto a las luchas populares.

Lo demuestra la rica historia de nuestro movimiento. En los años 30, las y los comunistas del Estado español dieron ejemplo en la gesta de resistir al fascismo. Precisamente entre nuestras tareas está la de recoger esa memoria histórica de heroísmo, restaurando el hilo rojo cortado por los vencedores de la guerra y la traición de la Transición, en gran medida, consecuencia del proceso de reconciliación nacional y de la aplicación práctica del eurocomunismo. También para ello será necesario realizar en el Estado español la síntesis antes aludida: la construcción organizativa revolucionaria capaz de actuar con la mayor firmeza y la mayor flexibilidad, imprescindible para no perder el contacto con el pueblo en un tiempo como el que vivimos de despolitización masiva o, más bien, de politización hegemonizada por un reformismo que alberga mucho de impotencia. No faltan ejemplos de esta síntesis dentro de nuestro movimiento comunista internacional: Lenin, Mao o Fidel teorizaron y practicaron esta actuación “de junco” (flexible pero firmemente enraizada), con éxitos incuestionables.

En última instancia, fueron las prácticas y los planteamientos revolucionarios los que hicieron posible las conquistas sociales del siglo XX, incluidas las reformas concedidas por la burguesía occidental tras la II Guerra Mundial. Unas concesiones en el “primer mundo” que, nunca hemos de olvidar, lo fueron a costa de la mayor opresión, explotación y el subdesarrollo del “tercer mundo”. Pero que, en todo caso y en buena medida, eran preventivas y motivadas por el miedo a que cundiera el ejemplo de la Unión Soviética y la revolución comunista. No en vano, una vez caído el Muro, el capital redobló su brutal ofensiva “neoliberal” –que ciertamente había comenzado antes- para arrebatarnos todos esos logros en un contexto de crisis sistémica que ha agudizado la lucha de clases a nivel internacional.

Pero no basta con tener claridad teórica, y menos en estos tiempos. En el escenario actual –en el que al descrédito de la política debido a tanta politiquería se suman las propias convulsiones históricas del movimiento comunista- de poco sirve la reivindicación de nuestro movimiento, a menudo reducida a un compendio de frases o de folklore, si no nos ganamos primero el derecho a ser escuchadxs por las masas. Unas masas cansadas de charlatanes y que, más que “discursos”, requieren ver el “curso” práctico de nuestra militancia. Por lo que no habrá manera de que contribuyamos a elevar sus miras si cuando miran no nos ven a su lado, a ras de su realidad, acompañándolas en sus sufrimientos y problemáticas e impulsando su proceso de toma de conciencia política. Habremos de admitir además que, desde siempre, los pueblos ensayan en primer lugar salidas reformistas y menos costosas, antes de asumir enfrentamientos más contundentes a los que les obliga una lucha de clases que la historia se empecina en demostrar que es ante todo una relación de fuerzas en el sentido más estricto.

Por tanto, tenemos por delante una difícil y no menos urgente tarea, la de mejorar en lo posible la relación de fuerzas. Esto significará que deberemos: reagrupar militantes en un plano coherentemente revolucionario; saber ganarse y rodearse de “aliados” que a veces van y vienen sin terminar de comprometerse definitivamente; neutralizar a aquella parte de la población menos consciente o ya “desclasada” para que al menos no se la gane los principales enemigos de clase; aprovechar al máximo las divisiones entre el enemigo para fomentar su debilitamiento.

En el sentido de afrontar esta compleja y múltiple tarea venimos adoptando la consigna DER (Discurso, Estar, Resistencia) que ha de inspirar nuestros esfuerzos político-organizativos. Requerimos de un discurso comprensible y acertado sobre la viabilidad del proceso revolucionario en nuestro marco de actuación. Pero no nos bastará con ello. Hay que saber estar entre el pueblo para ganarse, efectivamente, el derecho a que se nos escuche, al tiempo que somos conscientes de los propios límites de todo discurso (por acertado que sea) cuando reparamos en que las transformaciones históricas son, en definitiva, resultado de relaciones de fuerzas; lo que desde ya implica plantear la necesidad de generar dinámicas de resistencia en vista a cortocircuitar determinadas relaciones de poder y, en definitiva, a ir mejorando esa correlación de fuerzas.

Partiendo de todo este marco previo de exposición, ciertamente contradictorio y no exento de complicaciones, proponemos las siguientes líneas políticas...



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