Desde 2011 el movimiento ciudadano
no cesó de tejer redes solidarias que cubren las necesidades básicas que
el sistema público dejó al descubierto, efecto de las políticas de
ajuste.
Mientras vigila de cerca los movimientos entre Syntagma y Bruselas,
el pueblo griego sigue en lo suyo: ayudarse mutuamente a sobrevivir.
Para hacer frente a los efectos devastadores de la austeridad impuesta
por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) y los
anteriores gobiernos, la ciudadanía se autoorganizó en múltiples redes
solidarias que garantizan lo que el Estado ya no puede: salud, comida,
vivienda, educación.
Grecia es el Estado de la Unión Europea (UE) con mayor número de
habitantes por debajo del umbral de la pobreza (el 23 por ciento de la
población) y su tasa de desempleo, que es del 26 por ciento y roza el 60
por ciento entre los jóvenes, aumentó un 273,7 por ciento desde que en
2010 empezaran a sentirse los efectos del programa de rescate. Los
severos recortes en gasto público que el Banco Central Europeo, el FMI y
los países miembros de la UE impusieron como condición dejaron en
situación de riesgo a un amplio sector de la sociedad que perdió, además
del trabajo, su derecho a la asistencia médica y a las pensiones.
Las primeras reacciones masivas en contra de las políticas de
austeridad llegaron en verano del 2011 con miles de personas ocupando
las principales plazas del país y, desde entonces, el movimiento
ciudadano no dejó de expandirse. La emergencia disparó también la
solidaridad y, conscientes de las fisuras del actual sistema
democrático, personas de todas las edades se encontraron –tras las
plazas– en asambleas barriales para configurar una alternativa a la
debacle. Cooperativas, clínicas y farmacias sociales, tiendas
solidarias, bancos de tiempo (usan monedas alternativas) o campañas
antidesahucios (contra los desalojos) comenzaron a hilar allí un
resistente tejido social que hoy, cuatro años después, sigue manteniendo
en pie a un pueblo que cada vez más procura autoabastecerse.
Las redes de salud
“Te dan paraguas cuando hay sol y te lo sacan cuando empieza a
llover”, se queja Neny, dentista que trabaja como voluntaria en The
Athens Community Polyclinic and Pharmacy (ACP&P), una de las 40
clínicas sociales que funcionan actualmente en Grecia. Neny califica de
absurdas las medidas que excluyeron a más de tres millones de personas
de la seguridad social por haber perdido el empleo y las menciona como
factor determinante para la creación de esta red de centros médicos que
–abiertos por los propios ciudadanos– ahora intentan suplir la carencia
del sistema público.
Cuando nació la primera clínica solidaria, en 2011, el propósito era
la atención de inmigrantes indocumentados y refugiados que no disponían
de cobertura sanitaria. Pero ya en 2012 la exclusión del sistema de
salud pública se convirtió en un fenómeno masivo y los centros
comunitarios empezaron a recibir también a cientos de pacientes griegos.
Desbordados por la demanda, médicos, enfermeros, dentistas y otros
voluntarios pusieron manos a la obra y crearon en menos de tres años una
verdadera red de clínicas a lo largo de todo el país, pasando de ser
sólo tres en septiembre del 2012 a 40 en la actualidad.
En la región de Atica –con Atenas como capital, la más poblada de
Grecia– son 750 los voluntarios que cada día dedican gran parte de su
tiempo a colaborar en alguno de los dieciséis centros que allí
funcionan. Neny, por ejemplo, tiene 62 años, está retirada y ahora
coordina el área de odontología de ACP&P, clínica que se ubica justo
detrás del Ayuntamiento de Atenas. “Tenemos todas las especialidades
–ginecólogos, otorrinos, psicólogos, cirujanos, etc.– y las que nos
faltan las conseguimos gracias a la colaboración de hospitales
privados”, cuenta Neny. “Muchos médicos que trabajan allí –también otros
profesionales, incluso directivos– nos apoyan y aceptan gratis a
pacientes que les mandamos”, relata.
La ayuda va y viene. En un sistema sanitario público arrasado, donde
el gasto farmacéutico se redujo en un 56 por ciento desde 2009 y los
impuestos a las medicinas aumentaron un 70 por ciento, los hospitales ya
no disponen de material suficiente para los tratamientos y mucha gente
tampoco del dinero necesario para comprarlo. Frente a esto, las campañas
de recolección de medicamentos llevadas a cabo por la red de farmacias
solidarias resultaron tan exitosas que no sólo surten a las clínicas
sociales de medicinas, sino que alcanzan también para proporcionar
fármacos a los centros estatales. “Nosotros mandamos remedios contra el
cáncer a varios hospitales ¡porque nos sobraban!”, exclama Neny,
emocionada por la respuesta masiva de la población.
Las clínicas y farmacias solidarias se mantienen gracias a las
donaciones privadas –que llegan, incluso, desde el extranjero– y el
voluntariado de cientos de profesionales que, una vez acabada su jornada
laboral, se acercan a los centros para abordar el flujo constante de
personas que allí solicitan asistencia. Se calcula que, sólo en los
dieciséis centros de la región de Atica, se reciben al mes dos mil
pacientes por clínica, y Eleni, la recepcionista de ACP&P, da fe de
ello enseñando un libro de citas que no tiene un solo hueco en decenas
de páginas.
“Cada vez hay más demanda de psiquiatras y psicólogos, sobre todo
infantiles, porque los niños sufren mucho al no ver futuro para sus
padres”, relata Neny. Tanto la dentista como el resto de los
colaboradores de la clínica ateniense se muestran verdaderamente
sobrecogidos ante el drama humanitario que los rodea pero, al mismo
tiempo, no pierden la esperanza de que algo pueda cambiar con Syriza en
la presidencia. “El nuevo gobierno declaró que no va a tomar más medidas
de austeridad y yo no sé qué va a pasar con las negociaciones pero creo
que Tsipras tiene un compromiso honesto”, confiesa Neny. “Debemos
apoyarlo y aguantar hasta que pueda recuperarle a la gente sus derechos
sociales.”
Las redes de comida
Para regenerar la economía de un país que en tan sólo cinco años vio
cómo la quinta parte de su población se quedaba con sus necesidades
básicas al descubierto, la búsqueda de un comercio justo, con precios
más bajos para los consumidores y mejores condiciones para los
productores, no parece una mala idea. Así lo pensaron –y lo vienen
haciendo desde 2012– los 45 grupos de distribución “sin intermediarios”
que funcionan en toda Grecia.
Tonia Katerini, arquitecta y desocupada de larga duración (como la
mayoría de los arquitectos en este país, según ella misma apunta), forma
parte de una tienda que en Exarchia, popular barrio del centro de
Atenas, vende más de 300 productos adquiridos a granjeros locales por 25
por ciento más del monto que recibirían de los supermercados y son
ofrecidos al público por un precio 25 por ciento menor que el de los
grandes negocios. “Conectamos con los productores directamente, sin
intermediarios, y creamos cadenas de distribución alternativas –además
de que no usamos publicidad ni envases caros–, lo cual nos permite tener
precios más bajos que el resto del mercado”, explica Tonia.
Si bien el principal objetivo es que todo el mundo pueda acceder a
alimentos básicos de buena calidad, Katerini insiste en que la
importancia de esta clase de proyectos radica, sobre todo, en “la
creación de un nuevo tipo de sociedad, al fomentar una producción y un
consumo responsables”. Ellos mismos se acercan a las granjas para
asesorar a los trabajadores en técnicas más cuidadosas con el medio
ambiente, a la vez que se encargan de explicar a los vecinos por qué es
conveniente apoyar a los productores griegos.
Por otro lado, estas tiendas funcionan como cooperativas que, pese a
estar constituidas mayoritariamente por voluntarios, dada su creciente
popularidad, empiezan a ver sus frutos también como generadoras de
empleo. “Ahora tenemos algo de beneficios y podemos pagar al primer
trabajador full time”, cuenta orgullosa Tonia, quien entiende que el
comercio sin intermediarios ayuda así a regenerar el tejido productivo
del país.
Cada agricultor que participa en estas cooperativas debe donar entre
el 2 y el 5 por ciento de sus ventas diarias a gente sin recursos y, de
esta forma, no sólo 2169 familias están actualmente llenando su cesta,
sino que la autoorganización ciudadana se solventa y da una puntada más
en su red también gracias al aporte del comercio solidario.
Plataforma promovida por Syriza
Dentro de un aparato estatal prácticamente consumido, la llegada de
nuevas fuerzas políticas a veces puede resultar revitalizante. Syriza,
al menos, lo intenta desde que en 2012 ocupó un lugar en el Parlamento
y, como forma de apoyo hacia las cerca de 200 redes ciudadanas que
entonces existían en toda Grecia, decidió que sus diputados donaran un
porcentaje del salario para la creación de un fondo solidario.
Así surge Solidarity for All (S4A), una estructura que pretende ser
un punto de encuentro para todos los movimientos ciudadanos que trabajan
en la reconstrucción social del país, así como una forma de darles
visibilidad pública. “En octubre del 2012 hicimos una llamada general en
distintas ciudades de Grecia a la gente que formaba parte de las redes
solidarias y organizamos grandes encuentros para crear este espacio
facilitador de iniciativas, dar documentación, asesoría y empezar a
buscar lugares físicos donde reunirnos, con el objetivo de volver esta
labor comunitaria más efectiva”, explica Christos Giovannopoulos,
miembro de Solidarity for All. “Nosotros no coordinamos ni representamos
a ningún colectivo o partido específico –remarca Christos—, esta
plataforma es producto de la confluencia de las necesidades de las redes
solidarias y la propuesta de Syriza de crear este fondo económico para
ayudar a solventarlas.”
Ante las críticas de ciertos sectores, que acusan a S4A de mera base
de captación de votos, Giovannopoulos defiende que el propósito de
Syriza nunca fue el de crear su propia organización solidaria sino el de
“promover la idea de la autoorganización de la sociedad, abierta a
todos”. Por eso, los fondos de los que disponen se utilizan sólo para
los sueldos de una decena de trabajadores que gestionan la plataforma
desde una oficina en el centro de Atenas y para cubrir necesidades
puntuales de los diversos colectivos, mientras que el resto se sigue
manteniendo con donaciones y voluntariado. “Así, si estos fondos se
acaban o se retiran, el movimiento solidario no se verá demasiado
afectado y podrá continuar funcionando como antes”, sostiene Christos.
“El objetivo es que los grupos permanezcan independientes y no esperen
un dinero que venga desde el centro.”
Otra de las funciones de Solidarity for All es la de estar atentos a
los nuevos focos de emergencia que siguen surgiendo como consecuencia de
la crisis humanitaria disparada por las políticas de austeridad. “Si
vemos un problema venir, organizamos asambleas para abordarlo y hacer
algo al respecto. Así es como, por ejemplo, nació la campaña en contra
de los desahucios y la pérdida de la vivienda por impago de alquileres,
para la cual tomamos como modelo lo hecho por las PAH (Plataforma
Afectados por la Hipoteca) españolas”, relata Giovannopoulos.
También recuerda muy especialmente cómo lo marcaron, en los años
posteriores al 2001, las noticias que le llegaban desde Argentina, e
incluso confiesa que el documental de Pino Solanas Memoria del saqueo
fue para él determinante en su trayectoria dentro del activismo social.
“Mientras veía esas imágenes de la crisis en Argentina ni se me ocurría
que acá podría algún día pasar lo mismo”, reflexiona Christos. “Nosotros
siempre los tenemos presentes y su país es todo un referente en
solidaridad y lucha.”
A largo plazo, la iniciativa de Syriza lo que busca es desarrollar un
nuevo paradigma de hacer política y de resolver las necesidades
básicas, “conseguir el cambio social, antes que el político”, según
declara el portavoz de S4A. “Queremos promover nuevas formas de
organización y de participación que luego puedan ser generalizadas al
ámbito público y al funcionamiento del Estado”, afirma.
Se trata de un largo camino, en el que la macroestrategia de los 400
colectivos que en la actualidad trabajan con la contribución de S4A está
muy clara, pero también las duras limitaciones con las que se topan
para llevarla adelante. “Ahora estamos a la espera de cómo seguirán las
negociaciones con la Troika. Si ellos cierran el grifo y no tenemos más
dinero, posiblemente estas estructuras solidarias se vuelvan aún más
organizadas”, augura Christos Giovannopoulos, quien recuerda que el
primer eslogan que los lanzó a las plazas –“No dejar a nadie solo ante
la crisis”– continúa guiándolos.
Por Flor Ragucci
Página/12 En Grecia
http://www.insurgente.org/index.php/2012-04-11-10-03-53/europa/item/17057-la-red-ciudadana-que-sostiene-a-grecia
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