"26 nuevos mártires españoles asesinados por el odio a la fe en 1936" son beatificados
Por ADAY QUESADA /CANARIAS SEMANAL.- El 18 de julio de 1936 no se levantó contra la II República en España solamente una parte del Ejército. Entre las fuerzas que acompañaron a éste en su insurrección subversiva contra un régimen avalado por las urnas se encontraba una especialmente poderosa, por la influencia ideológica y movilizadora que ejercía sobre importantes sectores de la población española: la Iglesia católica. Posiblemente, sin el apoyo de esta institución religiosa la Guerra Civil no se habría producido, ni tampoco los 40 años de Dictadura que le siguieron.
La entrega en cuerpo y alma que la Iglesia
hizo a la causa de los militares insurrectos y de las clases poderosas
españolas impregnó la rebelión de un carácter sagrado y religioso. Como
si de una yihad se tratara, la jerarquía santificó la muerte de
los combatientes, abriéndoles con ello de par en par las puertas de los
cielos.
JOVENES SEMINARISTAS PREPARÁNDOSE PARA LA CONFRONTACIÓN
En su histérico compromiso con los sublevados, la jerarquía eclesiástica nominó a la Guerra Civil como una "Cruzada".
La calificación no es en absoluto trivial. Esta denominación otorgó al
enfrentamiento civil una envergadura que revela la solidez del
compromiso político adquirido por la Iglesia católica en aquella coyuntura histórica. El término significa nada menos que "guerra santa', y tiene su origen en el llamamiento realizado en el año 1095, en Clermont (Francia), por el Papa Urbano II para formar un ejército cristiano que expulsara a los musulmanes de la Tierra Santa.
LAS COMPENSACIONES A LA IGLESIA POR SU "GUERRA SANTA"
Como pago ese gesto criminal, la Iglesia recibió grandes compensaciones no sólo económicas sino también "espirituales"
e ideológicas. A partir de entonces el peso plúmbeo de los principios
de moral católica cayó sobre el conjunto de la sociedad española. Las
leyes de la dictadura encontraron su fuente única de inspiración en los
principios de la religión católica.
Los sacerdotes se integraban en el ejército como curas castrenses con
altos rangos militares. Las monjas se hicieron cargo de la atención
hospitalaria, ostentando el cargo de 'jefas de las enfermeras'.
Aparte de la misión controladora que muchos párrocos asumieron
sobre barrios enteros de las ciudades y pueblos del Estado español,
ejercieron también el papel de informadores puntuales de las
autoridades militares y civiles del nuevo Estado totalitario. La expedición desde las parroquias de certificados de buena conducta,
imprescindibles para conseguir trabajo o ejercer determinadas
funciones, convirtió a los titulares de estas en una suerte de
gaulieters, de indispensable referencia para toda la ciudadanía.
Pero el auténtico yacimiento de rentas ideológicas y económicas las obtuvo la Iglesia Católica del control absoluto y en régimen de monopolio de la educación.
Las órdenes religiosas entraron a saco en el negocio de la educación y
la edición de libros de texto. Esta ilegítima apropiación no sólo fue
económica, sino sobre todo ideológica. A través de estos instrumentos,
la Iglesia logró imponer un nuevo "sentido común" sobre
la conciencia de millones de españoles, que terminó apoderándose del
conjunto de la sociedad. El cumplimiento con el deber dominical, la
provisión de los pecados de la carne, el temor de Dios, el peso de las
condenas el infierno, etc., llegó a formar parte del pensamiento
cotidiano de la mayoría de los españoles. La Iglesia Católica y sus principios llegaron a convertirse en la moral colectiva.
Sobre compromiso directo adquirido por la Iglesia Católica en 1936, a favor de uno de los contendientes en la Guerra civil, la jerarquía católica se ha negado reiteradamente a pedir perdón
a la sociedad española. Tampoco lo hizo por su colaboración continuada
con el franquismo durante las cuatro décadas que siguieron al
enfrentamiento fratricida.
BEATIFICACIONES A CARGO DEL "PAPA PROGRE"
A setenta años de aquellos acontecimientos, su voz tampoco se ha
escuchado a la hora de reclamar la recuperación de los restos de miles y
miles de ciudadanos que se encuentran en las cunetas de todos los
senderos y grutas del Estado español.
Sus muertos, es decir, la de los miles de “cruzados” que murieron como consecuencia de aquella "guerra santa",
no solo han sido sujetos de veneración, homenajes y compensaciones
económicas durante la interminable dictadura franquista, sino que,
aun hoy, siguen siendo objeto de beatificaciones y santificaciones.
La aprobación por parte del Papa Francisco I el pasado fin de semana de una resolución de beatificación de 26 'nuevos mártires asesinados por el odio a la fe en 1936",
según reza el decreto firmado por el Sumo Pontífice, confirma la línea
que la jerarquía española ha venido manteniendo durante estos últimos 70 años.
Esta determinación papal debe ser interpretada como un reconocimiento de que la división entre vencedores y vencidos continúa
sin perder ni un solo ápice de vigencia. Ratifica, además, que los
demandas por parte de la jerarquía española actual de que "olvidemos el pasado"
es una pura farsa hipócrita. La memoria que ellos quieren ver borrada
de la faz de la historia de este país es la de los vencidos, porque
tienen plana conciencia de que la recuperación de su recuerdo los
pondría de nuevo frente al juicio de la historia.
http://canarias-semanal.org/not/16285/el-papa-progre-beatifica-a-26-cruzados-de-la-guerra-santa-espanola/
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