En el siglo III, Zenobia, esposa del príncipe Odenat de Palmira –un general que había recibido la ciudadanía romana y vencido a los persas sasánidas–, supo aprovechar el desorden reinante en Roma para proclamar emperador a su hijo. Zenobia liberó del yugo romano a todos los Estados del Levante y convirtió su ciudad, Palmira, en capital de los pueblos libres. La «{ciudad del desierto}» se convirtió en un modelo único de libertad filosófica y religiosa, donde egipcios, judíos, zoroastrianos, paganos y cristianos conversaban de igual a igual. Esa ciudad fue también un excepcional centro de las artes, hasta que fue ocupada por las legiones de Aureliano. Palmira es, simultáneamente, el símbolo de la resistencia al colonialismo occidental de la antigüedad y de una civilización muy superior al militarismo romano. © Unesco/Ron Van Oers
Señora Bokova, Palmira, Sanaa y Ninive exigen que usted dimita
El
intelectual libanés Hassan Hamadé dirige esta carta a Irina Bokova,
directora general de la UNESCO, denunciando su pasividad ante
la destrucción de los tesoros arqueológicos de Siria y Mesopotamia...
Red Voltaire
| Beirut (Líbano)
Señora,
Pronto se cumplirá un mes desde el momento en que una de las más
prestigiosas perlas de nuestro patrimonio arqueológico cayó ante el
avance del Emirato Islámico y está en peligro de correr la misma triste
suerte que otros faros de la cultura siro-mesopotámica: la destrucción
total mediante el uso de explosivos o de buldóceres. Desde aquí dirijo a
usted un grito de alarma, un SOS que se resume en una sola palabra:
Palmira.
¿Había oído usted esa palabra anteriormente? No estoy seguro de ello… por desgracia.
Consciente, al igual que los millones de seres humanos que aman la
justicia y la paz, de la extrema importancia de la protección del
patrimonio cultural de los pueblos en general y del nuestro en
particular, el de la santa Siria y de Mesopotamia, he seguido con
decepción, tristeza y cólera la actitud decepcionante, timorata e
irresponsable que ha mostrado usted ante los genocidios culturales que
se cometen constantemente contra la cuna de la civilización humana que
es Surakia.
Como dirigente de la UNESCO no podía usted limitarse a lanzar simples
llamados rutinarios a favor de la preservación de los sitios
arqueológicos y de otros vestigios con carácter cultural, ni conformarse
tampoco con responsabilizar únicamente a la organización terrorista
Daesh [1].
Ya nadie ignora que esa organización, así como sus primas de
la tristemente célebre al-Qaeda, recibe armamento y financiamiento de
Estados «políticamente correctos», según las normas de la llamada «comunidad internacional».
El papel de esos Estados en el financiamiento y el armamento de esas
organizaciones fue denunciado públicamente por el vicepresidente de
Estados Unidos, Joe Biden, en una conferencia celebrada en la
universidad de Harvard, el 2 de octubre de 2014. Esos Estados son, según
el señor Biden, Arabia Saudita, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos [2].
Me parece, señora, que usted vive, al igual que nosotros, en el
planeta Tierra y que, por consiguiente, habrá oído usted hablar de esas
revelaciones. ¿Y qué ha hecho, señora, usted que está directamente
implicada en la protección de los sitios arqueológicos?
En nombre de la conciencia cultural mundial, de la que usted es
depositaria, habría tenido usted que actuar emprendiendo una amplia
campaña jurídico-mediática para sensibilizar a la opinión pública
internacional, reclamar la intervención de la justicia así como la de
las Naciones Unidas invocando para ello las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad de la ONU (resoluciones 2170 [3], 2178 [4] y 2199 [5]) adoptadas bajo el capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas [6].
En lugar de actuar de conformidad con las responsabilidades que a
usted le tocan –o sea, en vez de cumplir simplemente con el trabajo que
le corresponde, porque usted está recibiendo un salario que pagamos
nosotros, los ciudadanos de los Estados miembros de la ONU– usted optó
por el menor esfuerzo, huyendo de lo que su tarea exigía de usted.
No olvide usted, señora, que su mutismo constituye una especie de
negativa de ayuda al patrimonio mundial en peligro, sobre todo teniendo
en cuenta que sobre usted recae la responsabilidad primordial de velar
por la protección de ese patrimonio.
Tal parece, señora, que el comportamiento de usted corresponde al de
los gobiernos comprometidos con la coalición internacional, gobiernos
que dicen librar una guerra contra el Emirato Islámico mientras que
sus acciones militares contradicen totalmente sus afirmaciones. Ya
nadie ignora que la complicidad total que existe entre la fuerza aérea
de Estados Unidos, columna vertebral de la aviación de la coalición que
controla todo el espacio aéreo de Surakia, y los destructores de sitios
[arqueológicos] hizo y sigue haciendo posible la ejecución de los planes
que incluso anuncian de antemano. Es gracias a esa complicidad que las
gigantescas columnas de blindados, buldóceres y vehículos de transporte
de combatientes se desplazan tranquilamente a través de la inmensidad de
los desiertos siro-mesopotámicos, recorriendo a cielo abierto cientos
de kilómetros, yendo de una ciudad a otra, atacando uno tras otro esos
sitios milenarios. Esas columnas de depredadores culturales habrían sido
blancos fáciles para la aviación de la coalición. Su destrucción,
su aniquilación está al alcance de esa aviación.
Ante ese continuo genocidio cultural, la actitud de usted parece
comprometedora y plantea una grave interrogante sobre la utilidad de la
organización que usted dirige.
Antes que el incansable compromiso que exigirían la función que usted
ejerce, y otras acciones que tal función debería implicar, usted parece
preferir los privilegios que de ella se desprenden. Entre las palabras y
los actos, parece usted preferir las primeras. Al escuchar las
declaraciones de condena que usted hizo, no pude menos que pensar que
Paul Valery tenía razón cuando dijo:
«Hay palabras que podemos separar de toda proposición y otras que existen sólo en papeles y que carecen de poder.»
Queda usted, señora, en libertad de escoger entre respetar o ignorar esa frase del gran poeta.
En nombre Palmira (Siria), de Sanaa (Yemen) y de Ninive (Irak), yo le ruego a usted que dimita.
[1] Acrónimo árabe del autoproclamado Emirato Islámico, también designado como EIIL, ISIL o ISIS. Nota de la Red Voltaire.
[2] Ver las preguntas y respuestas al final del video “Remarks by Joe Biden at the John F. Kennedy Forum”, por Joseph R. Biden Jr., Voltaire Network, 2 de octubre de 2014.
[3] «Résolution 2170 et débats (Émirat islamique et Al-Qaïda)», Réseau Voltaire, 15 de agosto de 2014.
[4] «Résolution 2178 et débats (Combattants terroristes étrangers)», Réseau Voltaire, 24 de septiembre de 2014.
[5] «Resolución 2199 del Consejo de Seguridad (Financiamiento del terrorismo)», Red Voltaire, 12 de febrero de 2015.
[6] «Carta de las Naciones Unidas», Red Voltaire, 26 juin 1945.
[2] Ver las preguntas y respuestas al final del video “Remarks by Joe Biden at the John F. Kennedy Forum”, por Joseph R. Biden Jr., Voltaire Network, 2 de octubre de 2014.
[3] «Résolution 2170 et débats (Émirat islamique et Al-Qaïda)», Réseau Voltaire, 15 de agosto de 2014.
[4] «Résolution 2178 et débats (Combattants terroristes étrangers)», Réseau Voltaire, 24 de septiembre de 2014.
[5] «Resolución 2199 del Consejo de Seguridad (Financiamiento del terrorismo)», Red Voltaire, 12 de febrero de 2015.
[6] «Carta de las Naciones Unidas», Red Voltaire, 26 juin 1945.
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