Carta a la clase media. por Silvia Delgado

Yo no sé bien quienes sois.

Quizá madrugáis menos que nosotros.
Quizá no os duele la espalda al salir del trabajo, ni pasáis frío en el tajo, ni morís en los andamios. Quizá vuestros contratos son más largos, mejor pagados y pensáis que la precariedad nunca va a rozaros
Quizá nunca estuvisteis en la cola del paro, ni en las puertas de los comedores solidarios.
Quizá vuestros viejos tienen quien les cuide y podéis descansar de sus dolores y meadas, de sus frustraciones y de su cansancio.
Quizá vuestros hijos van a escuelas de pago, con la mochila cargada de libros y la promesa de un destino de privilegios.
Quizá aún podéis pagar las cuentas y la vida va y viene con la normalidad gelatinosa de quienes se sienten blindados
O quizá no.
Quizá hoy has perdido la certeza del mañana, y la casa peligra y el trabajo ha desaparecido junta a otros miles.
Quizá tus hijos han crecido y son esclavos con corbata y tacones de una multinacional cualquiera.
Quizá tus padres agonizan y no puedes comprarles suficientes jarabes ni pañales.
Quizá ya no sirves, clase media, para ser sobornada guardiana del sistema.
Ya no puedes ser más el muro de contención de los que nos arrancan el sudor y la riqueza.
Quizá ahora que compartimos los golpes y que conoces de primera mano las consecuencias de no ser útil ni tu tiempo ni tus brazos, quizá ahora quieras venir con nosotros, para ser muchos, para ser todos, iguales pero distintos, mujeres, obreros, comerciantes, universitarios, emigrantes, emputecidos de todos los colores.
Quizá si dejas, clase media, de ser paredòn que protege a los amos, podamos poner en este mundo un poco de orden.



Comentarios

  1. Creo que hace falta esta carta, para los que se preocupan de los problemas cuando les tocan.
    Pero yo quisiera también llamar a los que no habiendo tenido la mala suerte de verse despojados de su casa, o de su seguridad en un futuro, sientan como propia la injusticia del mal reparto de oportunidades, a los que se rebelan contra el orden establecido aunque a ellos les haya dado un lugar digno.
    En el bloque de lucha, además de los ya desposeídos o en peligro de estarlo, tendría que estar incluida la gente solidaria la que no se conforma con tener su vida resuelta, porque sufre con los problemas colectivos.
    Tenemos que conseguir crear, o remover, esa conciencia colectiva de la buena gente que, no limitándose a compartir lo que tiene, estaría dispuesta a luchar por los derechos de todos, si la solidaridad se convirtiera en algo más habitual, no en una rareza que llama la atención cuando se produce.

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