"Soñad con que así sois útiles... convenciéndoos
de que vais a cambiar el rumbo de la nueva Europa, la ramera de
Maastricht, la que se vende en euros chuleada por el proxenetismo del
Banco Central Europeo y la mafia del Neoliberalismo. Vamos, votad,
cumplid con vuestra única misión en la vida... es
lo menos que podéis hacer después de haber estado viviendo por encima
de vuestras posibilidades, como os escupen en la cara, muertos de risa,
los que os quitan la paga y la esperanza"
VOTAD, VOTAD,
MALDITOS
Entramos en la recta final del Carnaval electoral. Los políticos nos
brindan a boca llena el poder amnésico de sus trifulcas. Lo que se nos ha
venido encima en estos años: el progresivo endeudamiento del país, los infames
recortes, la connivencia entre la casta política para que al Sistema no se le
toque un pelo, la corrupción, la creciente desigualdad social y económica, la
desfachatez de los banqueros, la prepotencia criminal de la Patronal, el
servilismo pesebrero de los grandes sindicatos, los millones de parados, las
cientos de miles de pequeños comercios y empresas que han tenido que echar
definitivamente las persianas, la despiadada e intolerable cifra de desahucios,
los suicidados por desesperación, el ejército de indigentes que hacen de los
contenedores de basura su vergonzante ecosistema, la bajada de salarios, la
subida arbitraria de la luz y el agua, el desencanto generalizado…, sólo son
daños colaterales, o justo el peaje necesario para que en el país de los
ilusionistas –ese que sólo ellos ven– la alegría haya vuelto a tomar las
calles. Nada. Pelillos a la mar. Y a seguir, el Gobierno el primero, por la
senda del circo electoral, que en cuestión de días alcanzará una vez más su
meta.
Pasen y vean, el punto álgido de la cabalgata de la distracción.
Contemplen cómo las señoras y los señores candidatos se tiran a la cabeza todo
tipo de dicterios y descalificaciones al módico precio de las palabras que no
se han de cumplir. La veda se ha abierto. Es el periodo de las promesas de
pedrería y las soluciones a precio de ganga. Vean cómo tiran la casa por la
ventana. Unos ofrecen el Ojo de Horus, símbolo de la eterna felicidad; otros,
la azucena, imagen de la pureza; aquellos, la flor de loto, como alegoría de lo
que estando en aguas estancadas y podridas, no se mancha; éstos, el delfín, que
simboliza la salvación, y todos, una España más próspera y mejor, con casitas
de chocolate, hipotecas de mazapán y maná para todos. ¡Votad, votad, y os
salvaréis! (Al menos –dicen con boca
chica–, votad y nos salvaremos nosotros.)
No
dudéis. Acudid a los puntos señalados por la magia negra de la seducción. Allí
os encontraréis con cortinas de humo de metacrilato, ofreciéndoos sus paralelepipédicos
cuerpos ávidos de ser penetrados por vuestros votos. No dudéis. Depositad la
papeleta, que menuda es la que os ha tocado. Cumplid con vuestra condición de
idiotas civilizados. Honrad al Sistema que os despelleja con la dádiva de
vuestra estulticia. Ánimo, sumisos, maquillad de ciudadanía vuestra necedad y
contribuid a la preservación de la farsa. Soñad con que así sois útiles. Masturbaos
mentalmente creyendo que decidís algo, convenciéndoos de que vais a cambiar el
rumbo de la nueva Europa, la ramera de Maastricht, la que se vende en euros
chuleada por el proxenetismo del Banco Central Europeo y la mafia del
Neoliberalismo. Vamos, votad, cumplid con vuestra única misión en la vida.
Habéis venido al mundo para eso. Después ya tendréis tiempo de quejaros en el
bar, de llorar vuestra desgracia en casa, de devanaros los sesos buscando el
modo de afrontar el desorbitado coste de la vida. Venga, desgraciados, es lo
menos que podéis hacer después de haber estado viviendo por encima de vuestras
posibilidades, como os escupen en la cara, muertos de risa, los que os quitan
la paga y la esperanza. Pagad parte de vuestra mísera existencia votando como
mandan las Santas Escrituras de la que llaman democracia y no lo es.
Seguidles el juego. Así espantaréis al único fantasma que les preocupa:
la abstención en cualquiera de sus formas. Aunque para eso también cuentan con
sus maquilladores. Ya veréis cómo al final, según sus datos, vota al menos el
cincuenta por ciento de la gente. Pero, ¿quién controla a los controladores?
Porque, aquí, mucho pedir observadores internacionales, cuando se trata de
garantizar la transparencia y corrección de las elecciones en países
verdaderamente democráticos, como Venezuela –¡Jesús, María y José!–, pero nadie
cuestiona los datos que se nos ofrecen desde las instancias de un poder
infestado de corrupción desde las orejas a los juanetes, como el nuestro, con
un Gobierno tan embustero como el de Rajoy y con un Parlamento que defiende su
derecho de pernada por encima de todo.
Yo, que hace mucho que no tengo remedio, me sigo preguntando todavía si
el NO a la OTAN fue quien verdaderamente ganó aquel referéndum y contabilizó el
primer pucherazo del Gobierno de Felipe González. Cosas de la edad, dirán
algunos. ¡Y un cuerno!, digo yo, mientras os veo pasar como corderos con
vuestra papeleta de la inutilidad.
Publicado Yesterday por Duelista entre palabras
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