"Y
al mismo tiempo miran para otro lado cuando se enteran de que dos
miembros del 15-M van a entrar en prisión por defender la dignidad de
todos los españoles... Tenemos lo que nos merecemos...
Entraré en Granada, dijo
Alberti, entraré en Granada... Hoy todos somos Carmen y Carlos, hoy
todos somos Granada, hoy sólo podemos estar allí. No podemos permitir
que se sientan solos"
NO ES PAÍS PARA INDIGNADOS
No es país para indignados, ni de coña,
este es un país para agachar la cabeza, y para tragar, para que no
sepamos qué hacer, dónde luchar, cómo acabar con la ignominia. Parece un
país esclavizado, sí, estúpido, un país tan entretenido con la infoxicación que sus habitantes pueden simultáneamente escuchar al bobo de Iniesta decir que "las protestas en Brasil parecen raras... deberían festejar" (Iniesta: espero que el mundial se desarrolle con normalidad),
al mismo tiempo que bostezan cuando se enteran que directivos banqueros
no entran en la cárcel después de haberse llevado millones de euros de
los ahorradores, de los contribuyentes, mafiosos que se permiten el
lujo, consentido por las instituciones llamadas democráticas, de no
responder, arrogantes ellos, protegidos ellos, a las preguntas que un
representante de la ciudadanía -de los pocos que al parecer quedan- pone
sobre la mesa, cual abogado imposible interrogando al Al Capone que
nunca se fue (David Fernández interroga a la mafia).
Y al mismo tiempo miran para otro lado
cuando se enteran de que dos miembros del 15-M van a entrar en prisión
por defender la dignidad de todos los españoles, por alzar su voz y sus
cuerpos contra la injusticia, por actuar, por hablar, por ser
ciudadanos, por creer, por vivir en el ágora, por pensar que se puede
ser miembro de una comunidad que quiere rescatar la democracia.
Tenemos lo que nos merecemos.
Ramón Blesa, tomando el aire, cientos de
políticos corruptos -no es demagogia, es la verdad- indultados,
recolocados en esas empresas, en esos bancos, en esos mercados, y,
también, presentes en las listas electorales de esos grandes partidos,
de esos nunca bien ponderados guardianes de la democracia, de esos
actores y protectores de la estafa, ¿qué le pasa a la gente, qué más
tiene que pasar?
Muchos ciudadanos de este maldito país
siguen suicidándose, muchas personas, que todos conocemos, no salen a la
calle, ni responden al cartero, porque tienen vergüenza de ser unos
parias, hasta se creen culpables, hasta bajan la mirada, mientras los blesas y los botines nos escupen en la cara, mientras los insoportables gurús de los mass media
nos insultan con su su arrogante estupidez... mientras dormimos,
mientras el empleado de los mercados, siempre, Felipe González, se ríe
de nosotros, mientras el plasma de Rajoy calla para otorgar, para
validar la realidad, para besar, dócil, los pornográficos mensajes de
esos que lo sostienen.
¿Y qué hacemos nosotros? Nada... sólo
vivir encabronados, resistiendo ciegos la tortura. Si seguimos así, no
podremos sostener la mirada de nuestros hijos.
Mientras dos ciudadanos, Carmen y
Carlos, dos ciudadanos que creyeron en la palabra, en el valor de la
acción, se derriten en la condena, ¿de qué hablamos, de qué?
Entraré en Granada, dijo Alberti, entraré en Granada.
Hoy todos somos Carmen y Carlos, hoy todos somos Granada, hoy sólo podemos estar allí. No podemos permitir que se sientan solos.
Hoy todos somos Carmen y Carlos.
Vayamos a Granada.
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