"...Al decir capital
estamos hablando de un monstruo que pasará por encima de cualquier
consideración para cumplir su destino: reproducirse..."
Aún
hay tiempo para salvar a la Patria, al Socialismo, a la humanidad, al
planeta que no aguanta más locura. Hay tiempo para rectificar, la
dirección tiene la palabra.
El gobierno revolucionario anuncia ya, de forma imperativa, que se
establecerá la convivencia entre el capitalismo y el Socialismo, ese
será nuestro modelo: “un país, dos sistemas”. La afirmación, con algunas
variantes, la hacen los más destacados voceros del gobierno, es ya
moneda común. Creemos que ese rumbo merece discusión. Veamos.
El desarrollo de la convivencia comenzó con lo que se presentó como
una mera conversación con altos empresarios, cisneros y mendoza. De esas
simples conversaciones emanó la doctrina de elevar las fuerzas
productivas como condición previa al desarrollo del Socialismo.
Nosotros, en esta pagina y en el Grano de Maíz, discutimos lo errado
de ese camino, en resumen, decíamos: la elevación de las fuerzas
productivas no es un proceso inocuo, al contrario, lleva aparejado la
elevación de una determinada espiritualidad, las fuerzas productivas
capitalistas elevarán la espiritualidad capitalista y las fuerzas
Socialistas elevarán la espiritualidad socialista. La tecnología y su
producto tienen un alto componente ideológico.
A partir de allí entramos en un periodo en el que hablar de impulsar
al capitalismo no era contrarrevolucionario, se le dio vía libre, se
puso como tarea de la Revolución al mismo nivel que el Socialismo. Así
se festejaba un avance capitalista con la misma vehemencia que se
debería guardar para un avance Socialista. El crecimiento del
capitalismo no asustó más, no significó retroceso sino avance. De esta
manera, los objetivos se confundieron, se mezclaron.
Ahora ya se declara, sin un poco de vergüenza, que convivirán los
dos sistemas. El paso está dado, ya el capitalismo tiene cédula de
residencia en la Revolución. Veamos la consecuencias de este paso que,
de entrada, calificamos como de mal agüero.
El capitalismo tiene su lógica, su naturaleza, el capital funciona
como un dios que impone su ley al hombre, los capitalistas son, en
palabras de los clásicos, “personificaciones del capital”, frase
terrible que anuncia la deshumanización de la sociedad en el altar de la
mercancía, del mercado. El capital tiene necesidad de crecer, de
circular, de reproducirse, ésta es su naturaleza. Al decir capital
estamos hablando de un monstruo que pasará por encima de cualquier
consideración para cumplir su destino: reproducirse.
El capitalismo que hoy con ingenuidad nefasta formamos, en el mejor
de los casos crecerá a costa de robar el trabajo social, de usar métodos
fraudulentos, los obreros sufrirán la explotación, los excluidos, los
desempleados se multiplicarán, la miseria aumentará y con ella los
desajuste sociales. En resumen, creamos un monstruo incontrolable y lo
sembramos en las entrañas del Socialismo, un endriago que lo devorará
desde lo profundo de su alma.
En la peor, pero más probable, de las posibilidades, el capitalismo
rentista creará -como dicen los clásicos- lumpenburguesía que asaltará
por la vía que le sea dada al gobierno debilitado en su ambigüedad, se
apoderará de la renta, la engarzará con los intereses del imperio
capitalista mundial, se llevará el dinero a las bolsas del mundo donde
le rinde más lucro con menos riesgo. Entregará la Patria, quedará
demostrado una vez más que la Patria o es Socialista o no es, que en el
mundo actual no puede haber Patria sin Socialismo.
La convivencia declarada de Socialismo con capitalismo es el acta de
defunción del Socialismo, cuya muerte está siendo sutil, dulce, pieza a
pieza construimos su patíbulo que envuelto en retórica pasa
desapercibido. Los países que han transitado este camino, como China y
Rusia, lo que han hecho es instalar al monstruo capitalismo en aquellas
sociedades dormidas en el desconcierto, en la nostalgia de un pasado
humanista que no supieron defender. En su interior, aparentemente en
reposo, amparados en una disciplina que los paraliza, como un eco de
otras épocas fulgurantes, como reliquias de un humanismo que construyó
grandes hazañas, se gesta una inmensa explosión social que arrasará con
un mundo desconcertado por la incapacidad de sus dirigentes.
Aún hay tiempo para salvar a la Patria, al Socialismo, a la
humanidad, al planeta que no aguanta más locura. Hay tiempo para
rectificar, la dirección tiene la palabra.
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