"En Ucrania... se ha perpetrado un golpe de Estado en toda regla financiado y dirigido por EE.UU. con la complacencia y complicidad de la Unión Europea y la OTAN. Nada, pues, de espontánea “revolución democrática y popular”...
un gobierno (el nuevo) formado por numerosos neonazis, como Dimitri Yarosh... Un gobierno que
lo primero que ha hecho es prohibir el uso de la lengua rusa, proponer
la ilegalización del Partido Comunista ucraniano, perseguir y amenazar
con expulsar a todos los judíos del país, y manifestar su hostilidad
hacia la población rusoucraniana..."
Manifestación de las antorchas, con grupos neonazis, Ucrania, enero 2014
EL POLVORÍN DE
UCRANIA (I)
(Una visión
distinta)
Abra cualquier diario de tirada nacional, sintonice la cadena que quiera
de radio o televisión y se topará con la
candente actualidad de los sucesos de Ucrania. Desde todos estos medios, se nos
dirá que en Ucrania ha triunfado una revolución popular, capaz de destituir al
tirano que oprimía al pueblo, un asesino sin escrúpulos que no ha dudado en
mandar masacrar a los manifestantes para reprimir sus reivindicaciones pro
europeas y que, pese a ello, se ha visto obligado a huir del país y refugiarse
en casa de sus amigos rusos, quienes no han tardado en reaccionar, violando el
derecho internacional al ingerirse en los asuntos internos de un Estado
soberano, con el envío de tropas a la península de Crimea, lo que supone una
invasión militar parcial del territorio ucraniano. Sin embargo, formulémonos la
pregunta: ¿Son así las cosas o todo obedece a una manipulación informativa
sibilinamente orquestada?
Seamos claros: En Ucrania –entérese bien–, se ha perpetrado un golpe de
Estado en toda regla financiado y dirigido por EE.UU. con la complacencia y
complicidad de la Unión Europea y la OTAN. Nada, pues, de espontánea “revolución
democrática y popular”, por mucho que Falsimedia sostenga que el origen del
conflicto se centra en el deseo de los ucranianos de pertenecer a la UE y a que
su Gobierno tirano se propuso impedirlo a balazos. Dicho esto, metámonos de
lleno en la cuestión.
Que el mundo lo vemos a través de los medios de comunicación, no se le
escapa a nadie. Presumimos de estar informados de todo lo que pasa en el
planeta gracias a una tecnología que nos traslada la noticia, sea cual sea el
lugar donde ésta se produzca, casi de forma inmediata. No obstante, es
necesario preguntarse cuál es la veracidad de aquello que nos llega, no sólo porque
los medios de comunicación –como empresas privadas o públicas que son– obedecen
siempre a intereses muy concretos, sino porque los gobiernos son conscientes
del tremendo poder de persuasión que poseen y no dudan en utilizarlos como
armas en beneficio de sus intereses.
Estados Unidos, el imperio más fascista, mafioso y tiránico de la
Historia, invierte anualmente millones de dólares en infiltrarse y controlar
periodistas y medios. En palabras del ex director de la CIA, Willian Colby: “La
CIA controla a todos los que son importantes en los principales medios de
comunicación.” Y si alguien se escandaliza de esta afirmación, sírvase la declaración
del periodista neoyorquino John Swinton, tras negarse a brindar por la libertad
de prensa en una cena de gala del gremio periodístico. Corría el 25 de
septiembre de 1980: “En Estados Unidos,
actualmente, no existe prensa libre e independiente. Ustedes lo saben tan bien
como yo. Ni uno solo de entre ustedes se atreve a escribir sus opiniones
honradas, y saben muy bien que si lo hicieran no se publicarían. Me pagan un
sueldo para que no publique mis opiniones, y todos sabemos que si osáramos
hacerlo nos encontraríamos en la calle de inmediato. La labor del periodista es
la destrucción de la verdad, la mentira flagrante, la perversión de los hechos
y la manipulación de la opinión al servicio de las potencias económicas”.
Esto no es retórica. Esto es una práctica
habitual que se plasma y concreta en el contenido y tratamiento de las noticias
que nos llegan. La Casa Blanca sabe que el poder de la fuerza es más efectivo cuando
previamente se ha ejercido en las mentes; sabe, por experiencia propia, que
para ganar guerras injustas hay primero que inculcar en las masas una ideología
que haga pasar al lobo por cordero y a la víctima por culpable. Para ello,
libran a diario una importantísima guerra de imágenes en nuestros televisores, esparcen
discursos contaminados en los artículos de opinión a fin de adoctrinarnos y
hacernos comulgar con la bondad de sus inconfesables propósitos, y ocultan u
“olvidan” todos aquellos hechos que contradigan o dificulten el guion
previamente trazado. Lo que simultáneamente está ocurriendo en Siria, Ucrania y
Venezuela es la prueba más actual de esta “terapia” que hace pasar por
“revoluciones” lo que no son sino cruentos intentos de golpes de Estado.
Cuando Obama pide a Rusia que “deje de
hostigar” a Ucrania está mintiendo lisa y llanamente de cara a la galería. Él
sabe perfectamente que las operaciones de desestabilización llevadas a cabo en
Ucrania –como las de Siria y Venezuela, y antes Libia y Egipto– siguen un plan
perfectamente establecido, encaminado en el caso ucraniano a continuar el acoso
y cerco de Rusia, y dirigido por los servicios de inteligencia norteamericanos,
que aplican la estrategia de “dirección desde la retaguardia” para no verse
directamente implicados en el conflicto.
Sin embargo, y pese al silencio
informativo de los principales medios de comunicación, se sabe que EE.UU.
invirtió 5.000 millones de dólares en la preparación del golpe que ha derribado
al gobierno democráticamente elegido en Ucrania. Esto no lo digo yo, sino la
secretaria de Estado adjunta, Victoria Nuland, que así lo manifestó tanto en un
discurso de diciembre pasado, como en aquella grabación filtrada de su
conversación con el embajador de Estados Unidos en Kiev, que tanta polvareda
desató por mandar en ella literalmente “a tomar por culo” a la Unión Europea.
Como comprenderán, la palabra “golpe”
estaba proscrita de tales manifestaciones. El dinero era para suministrar bajo
cuerda el “apoyo externo” estadounidense a fin de favorecer las
“transformaciones democráticas” en Ucrania. La cínica cantinela ya suena antigua,
cómo si a los yanquis les importara que hubiese o no democracia en el mundo.
Ahí han dejado memoria, por poner algunos ejemplos, la “democracia amiga” de
Pinochet, en Chile; la de Batista, en Cuba; la de Noriega, en Panamá; la de
Somoza, en Nicaragua, o, ahora, la que ellos bendicen en Arabia Saudí, o la que
le permite tener en Polonia cárceles secretas para que los chicos de la CIA
puedan torturar impunemente sin violar –¡qué gentuza!– las leyes de EE.UU., o
la que le hace subvencionar y preparar militarmente facciones de Al Qaeda en
Siria, en su intento de derrocar al régimen de Bashar al Asad buscando aislar a
Irán, o, como ocurre en Ucrania, la que ha permitido que grupos neonazis hayan
tomado el poder en el autoproclamado gobierno ucraniano tras la defenestración
del gabinete de Víctor Yanukovich, quien, por cierto –y no es para echarlo a
olvido–, con todos los cargos que puedan imputársele, fue elegido
democráticamente en las urnas.
Cuando se observan las secuencias de los
disturbios de la plaza de Maidan, en Kiev, salta a la vista una evidencia
sumamente inquietante: el libreto es extremadamente parecido al de las
“primaveras” libia y siria, y el que se está viviendo ahora en Caracas; esto
es: protestas pacíficas que, de pronto, adquieren una virulencia extrema,
convirtiéndose en levantamientos armados que causan el caos y el terror,
brindando unas imágenes de violencia y anarquía que conduce nuestra imaginación
al umbral de una guerra civil. La respuesta de los gobiernos, calificados
previamente todos ellos de “dictatoriales”, degenera en “cruel” represión –no
más dura que otras que hemos vivido recientemente en Valencia, Madrid o
Barcelona a cargo de los agentes antidisturbios contra la pacífica indignación
ciudadana, y, por supuesto, menos represiva que la que suele ejercer la policía
yanqui contra sus manifestantes–, hasta que aparecen los disparos de
francotiradores y los muertos, que Falsimedia se encarga rápidamente de achacar
a los gobiernos a derrocar, como muestra de lo criminales que son y el poco respeto
que muestran por los intereses de la ciudadanía. Es el discurso de la
intoxicación estadounidense: acusar a los gobiernos de matar a sus ciudadanos,
tachar de “democráticos” a los opositores, adoptar sanciones contra los
“asesinos” y rematar la faena con un golpe de Estado en toda regla.
Abundando en el anterior paralelismo, los
métodos de los fascistas ucranianos se parecen cada vez más al de los
yihadistas “rebeldes” que operan en Siria y a los amotinados antichavistas que
actúan en Venezuela. En cada una de las tres revueltas, francotiradores bien
ubicados disparan al azar sobre la multitud, sean rebeldes o policías, buscando
sembrar el caos y propiciar el cruce de acusaciones que ya la prensa se encarga
de manejar en interés de sus amos.
Es estremecedoramente revelador que, al
practicarle la autopsia a dos de los muertos de los desórdenes de Caracas, uno
de un bando y otro del otro, el departamento de balística confirmara que ambos
habían sido asesinados con la misma arma. Y por si les parece cosa de ficción,
ahí tenemos la filtración de una conversación entre el ministro de asuntos
exteriores de Estonia, Umas Paet, y la jefa de la diplomacia europea Catherine
Ashton, en la que aquél le asegura, en contra de lo divulgado por Falsimedia,
que detrás de los francotiradores de Kiev no estaba el depuesto presidente
Yanukovish, sino gente al servicio de la oposición proeuropea y que, al igual
que ocurriera en Venezuela, habían sido los mismos los que habían disparado indiscriminadamente
sobre la policía y los manifestantes.
De todo esto nada dice la prensa o la
televisión occidental; como tampoco sus lectores o televidentes pasan de
tragarse lo que oyen o ven sin ejercitar en algún momento su capacidad de
reflexión; por ejemplo: preguntándose si es creíble que unos “revolucionarios”
de ONGs se jueguen el pellejo para entrar en una alianza económica en vez de en
otra; si una Unión Europea casi arruinada, infestada por millones de parados,
desahuciados y clases medias arrojadas a la pobreza, les parece a los
ucranianos un ambiente tan paradisiaco para dar la vida y por el que revolverse
contra su Gobierno por el hecho de cerrarles las puertas de entrada de tan
“prometedor edén”.
También habría que extrañarse de la
diligencia y la unanimidad con que los gobiernos y la prensa yanqui y europea
se han apresurado a reconocer y legitimar el autoproclamado Gobierno salido del
golpe; un gobierno formado por numerosos neonazis, como son Andrei Parubiy,
Secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, y uno de los fundadores
del partido Nacionalsocialista de Ucrania; Dimitri Yarosh, Secretario adjunto
del citado Consejo y líder de Stepan Bandera Treezoob, partido neonazi;
Alexander Sych, Primer ministro adjunto, miembro del partido ultraderechista “Svoboda”;
Igor Tenyuk, Ministro de Defensa, ligado al partido anterior, aunque no está
demostrada su pertenencia al mismo –su nombramiento como ministro de Defensa
del nuevo gobierno fue lo que determinó a la Marina de Guerra ucraniana a no
reconocer la autoridad de Kiev e izar la bandera rusa–; Serguei Kvit, Ministro
de Educación; Andrei Mojnyk, ministro de Ecología y Recursos Naturales; Igor
Chvaika, Ministro de Política Agrícola y Alimentación, como los dos anteriores
también miembro de “Svoboda”; Dimitri
Bulatov, Ministro de Juventud y Deportes, miembro de Autodefensa Ucraniana;
Oleg Maknitsky, Fiscal General de Ucrania y miembro de “Svoboda”; Tatiana
Chornovol, Presidenta de la Comisión Nacional Anticorrupción y Miembro de
Autodefensa Ucraniana. Un gobierno que lo primero que ha hecho es prohibir el
uso de la lengua rusa, proponer la ilegalización del Partido Comunista
ucraniano, perseguir y amenazar con expulsar a todos los judíos del país, y
manifestar su hostilidad hacia la población rusoucraniana, destruyendo el
monumento a los soldados soviéticos que echaron de Ucrania a las divisiones de
Hitler y el del mariscal ruso Kutuzov, vencedor de los ejércitos de Napoleón, a
los que persiguió hasta París; un gobierno manejado por gente, cuya radicalidad
y fanatismo ha dado como resultado que, en la última semana de febrero,
atravesaran la frontera rusa para pedir asilo huyendo de estos fascistas más de
143.000 ucranianos; un gobierno que se ha apresurado en sacar de la cárcel a la
millonaria y ex primera ministra Yulia Timoshenko –condenada a siete años de
prisión por malversación de fondos públicos–, muy “amiga” de EE.UU. y
declaradamente pro OTAN, para que juegue su papel de candidata, de cara a las
próximas elecciones de mayo, aunque –como el actual presidente interino Turchínov
lo es de ella– no pase de ser mera comparsa en manos de los verdaderos gestores
de la nueva situación: los neonazis y ultranacionalistas que han perpetrado el
golpe con el apoyo y beneplácito de EE.UU. y la UE., y cuyos grupos
paramilitares han venido imponiendo su “orden” de pogromos y agresiones
incontroladas, como el asalto llevado a cabo en la sede del Partido Comunista
en Kiev.
No es, por tanto, como afirma sin ningún
pudor Falsimedia, la sublevación de unos miles de opositores democráticos
buscando cumplir con sus ansias de libertad. En los disturbios de Maidan, han
intervenido unos cuantos proeuropeos sinceros rodeados por un montón de
fascistas y nazis, los mismos que se han hecho con las riendas del nuevo
Gobierno para imponer sus doctrinas inspiradas en el Tercer Reich. Nada tiene
de extraño que, ante esta situación, la península de Crimea –muy unida a Rusia
tanto por lazos étnicos, como culturales– haya tratado de defenderse pidiendo
la intervención de Moscú y desmarcándose totalmente del gobierno filonazi de
Kiev al punto de pedir unilateralmente su anexión a la Federación Rusa.
Sin embargo, quedan preguntas flotando en
el aire. ¿Qué interés puede tener EE.UU.
en una nación como Ucrania para subvencionar y dirigir desde la sombra un golpe
de Estado? ¿Y la Unión Europea? ¿Por qué la Duma rusa aprobó mandar un
contingente de tropas a Ucrania? Todo esto, amable lector, da materia para un
próximo artículo donde tales cuestiones serán debidamente esclarecidas.
Publicado 2 days ago por Duelista entre palabras
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