El Ministro perdió la cabeza

El Ministro perdió la cabeza

Un artículo de Jorge López Ave.


El Ministro perdió la cabeza. Un periodista se lo confirmó al que hace las veces de médico personal, con una llamada escueta y contundente. Cuando el doctor puso el celular en la mesa de su despacho, se dio cuenta que la noticia no le sorprendía en exceso, porque el ministro estaba consumiendo demasiado pragmatismo y eso en cualquier momento iba a dar la cara de un modo letal, incluso se apuró a recordar que él se lo había advertido en más de una ocasión. Ahora observa en el televisor de ese mismo despacho como los periodistas se agolpan a las puertas del domicilio del ministro, un edificio lujoso en una zona bacana, buscando una información imposible hasta que un compañero de partido baja como embestido portavoz de la familia y el gobierno a decir que, “en efecto, el ministro ha perdido la cabeza pero  tienen esperanzas que en las próximas 72 horas aparezca para que se le pueda reinstalar”. Todo el mundo sabe que pasado ese tiempo ya el problema sería irresoluble y estaríamos hablando de una defunción en toda regla. El estrenado vocero sólo admitió una pregunta y fue “¿Dónde pudo haber perdido la cabeza?” Pero la respuesta no resolvió la duda, “más que dónde, nos está preocupando cuándo”. Otro ministro consigue atravesar la trinchera periodística e ingresa en el edificio sin hacer declaraciones, sube al departamento flechado a la computadora del descabezado. Revisa y revisa buscando ciertos datos pero con el sudor brotando en cada uno de sus poros. Cuando se da por vencido va al salón de los allegados y pregunta qué opina el médico, “que es exceso de pragmatismo”, le dicen. El ministro hace un gesto de extrañeza y advierte que no cree, que si fuera eso le hubiera pasado a más miembros del ejecutivo. ¿Han pensado en alguna venganza? ¿Un accidente? ¿La acción de algún subversivo ultraizquierdista? ¿de algún grupo anarquista enloquecido? Pero por la reacción del resto se da cuenta que no, que por ahí no, por lo cual se estrecha el camino de las pesquisas y todo conduce a que, efectivamente, el pragmatismo está detrás del asunto. De todos modos no preguntó por el resto del cuerpo para no tener que entrar en la habitación a contemplarlo. A esas alturas ya la noticia había llegado a las agencias internacionales y el país volvía a ser portada. Agotado, el ministro se sentó al comprobar que varios mensajes de su celular confirmaban que otros tres colegas estaban camino del departamento, y en un gesto de rebeldía que no recordaba en años, tomó una birome y unas hojas del portafolio para hacer una defensa del pragmatismo, porque la crítica de buena parte de la población iba a ser contundente e inmerecida ya que el pragmatismo, la reconciliación de clases, había traído mucho bienestar. Y ahí, en medio del argumentario, cae en la cuenta del lugar donde puede estar la cabeza. Nervioso, agarra el celular y pulsa la letra “E”, la octava palabra del listado es “Embajada”, llama. No tiene que decir ni “buenas tardes” ni que es el ministro porque al otro lado le reconocen el número y alguien le dice en un castellano con acento sajón, que no cunda el pánico, que la cabeza la tienen ellos, que le están reajustando un par de cosas y que a medianoche la devuelven al tronco en un coche oficial a cargo del presupuesto de la propia embajada. Antes de preguntar siquiera por qué, la voz dice que, aunque el pragmatismo seguía en niveles aceptables, habían detectado que el ministro, ahora sin cabeza, dudó en dos ocasiones sobre temas que no tenían discusión posible, y que inclusive a una de sus hijas se le había visto en la Facultad escuchando en el ipod el conocido “Here´s to you”, el tema de Morricone en recuerdo de Sacco y Vanzetti, y eso no podía tolerarse, porque con el futuro del país no se  puede andar de joda.

Publicado originalmente en el diario uruguayo LA JUVENTUD

Tomado de inSurgente

Comentarios