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Según los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística, el Índice de Precios del Consumo (IPC) continúa su ascenso, situándose ya en un 7,4% en este mes de febrero, más de un punto por encima del anterior (6,1% en enero). Las predicciones que bancos centrales y gobiernos hicieron para 2022 han vuelto a fallar, como ha ocurrido con todas las anteriores, mientras los analistas que hablaban de una inflación en descenso para este año, con datos en torno al 3% de media, ya hablan de que esta no bajará seguramente del 6%. Y el ascenso seguramente será mayor.
La inflación, ese fantasma que en las últimas décadas parecía afectar sólo a los países de la periferia del sistema-mundo capitalista, ha vuelto al corazón de las principales potencias, lo ha hecho con fuerza y parece que para quedarse. Los efectos de la pandemia del COVID-19 y también la reciente escalada del conflicto en Ucrania (como publicábamos ayer) han ayudado, pero son numerosos los análisis y economistas que afirman que en realidad esta es estructural, y que tiene mucho que ver con las políticas monetarias que han venido aplicando los grandes bancos centrales (la Reserva Federal y el BCE) y con una crisis financiera de 2008 que, en realidad, nunca se superó.
No hace falta saber mucho de economía para entender que la inflación perjudica principalmente a los asalariados: esta siempre ha sido un mecanismo de desvalorización de la fuerza de trabajo, y se trata de una potente herramienta que el capital tiene a su disposición para someter a los trabajadores a las exigencias de la rentabilidad. Si bajar los salarios nominales para el gobierno y la patronal puede ser más complicado y puede generar un conflicto social directo, la inflación hace esta labor de manera indirecta, haciendo que las subidas de precios bajen de facto los salarios reales.
Una solución temporal a situaciones de alta inflación, aunque solo sea a modo de medida paliativa, es la indexación de salarios a la evolución del IPC. Pero el desarme que ha sufrido el movimiento obrero en las últimas décadas, junto a los ataques recibidos en forma de recortes y reformas laborales en todos estos años, han dejado en una situación de total indefensión a la clase obrera. Las cláusulas de revisión salarial en función de los precios se han ido retirando sistemáticamente de los convenios laborales, y si en el 2008 eran ocho millones de trabajadores y trabajadoras las que tenían este derecho laboral, hoy son tan sólo 1,2 millones.
En los últimos meses, organismos como el Banco de España o miembros del gobierno como Nadia Calviño han venido negando la posibilidad de subir los salarios, alegando que esto puede dañar más la economía y tranquilizando a los trabajadores con una supuesta “pronta” recuperación, que rápidamente iba a hacer bajar la inflación y devolver los precios a un estado de normalidad. Esto no va a ocurrir, y el empobrecimiento de cada vez más capas de la sociedad parece que será un hecho. Excepto que le pongamos remedio.
https://lanueve.info/la-inflacion-espanola-se-desboca-hasta-el-74-en-febrero-la-mas-alta-en-mas-de-tres-decadas/
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