Chalecos amarillos, "acto IV" el orden reina en Macronia. Rémy HERRERA ... y mas



"...En el mismo momento en que la  maquinaria de guerra social del poder estaba siendo frenada por la movilización masiva del pueblo, con cerca de un 80% de franceses apoyando la revuelta de los chalecos amarillos y cuando era más necesaria que nunca la huelga general de los trabajadores para amplificar y sobre todo organizar el movimiento, ¡los líderes sindicales frenan las luchas! Inmediatamente, federaciones de la CGT, en primera fila la de química, indignadas, hicieron un llamamiento a sus bases a movilizarse rápidamente, lo que hizo que sus responsables confederales reculasen difundiendo por la tarde un nuevo comunicado  que pretendía hacer olvidar, al mismo tiempo que su distanciamiento de los chalecos amarillos, su confusión total y su abdicación reformista. ¿Qué reformas se pueden esperar de un régimen ya sin aliento, en medio de un capitalismo en crisis sistémica, a no ser la prosecución de la destrucción de las conquistas sociales y las mentiras de un gobierno desacreditado?..."

 89000 miembros de las fuerzas del orden fueron desplegados en el conjunto del territorio francés para hacer frente al “Acto IV” de la movilización nacional de los “chalecos amarillos” prevista para ese día. 
En París eran 8000 los policías y gendarmes equipados de vehículos blindados dispuestos a proteger los “lugares del poder” y derribar las barricadas. Un dispositivo mayor que en los acontecimientos de mayo de 1968. La práctica totalidad de los escuadrones de la gendarmería del país (es decir, militares encargados de misiones policiales) y decenas de compañías de CRS (cuerpo especial de policía encargado del restablecimiento del orden público), apoyados por las brigadas de seguridad y de intervención de las Prefecturas de policía, estaban también presentes, mientras que efectivos fuera de servicio por descanso eran llamados, o “des-neutralizados” como se dice. La estrategia represiva, visiblemente ineficaz en los disturbios de los sábados anteriores, se modificaba: no se trataba ya para estos hombres de quedarse quietos sino de moverse y “buscar el contacto” con los manifestantes y “detener a los provocadores”. A lo largo de la semana pasada todo había sido organizado en la retórica de dramatización utilizada por el gobierno y la puesta en escena de la violencia por los medios de comunicación a sueldo del poder para hacer subir la tensión y el miedo y así disuadir a los chalecos amarillos de venir a manifestarse en la capital o en cualquier otro lugar de Francia.

Desde hace unos días, las fuerzas del orden habían sido enviadas a “calentar” en terrenos de entrenamiento puestos a su disposición antes del “partido” del sábado 8, en las inmediaciones de los institutos. Allí se emplearon a gusto, golpearon a mansalva, aquí y allá, indiscriminadamente. El jueves 6 de diciembre, no menos de 760 adolescentes de entre 12 y 18 años fueron detenidos en todo el territorio. En Mante–la–Jolie, una comuna popular de la región parisina, conocida por ser una de esas barriadas periférica donde la vida no es nada fácil, más de 150 jóvenes fueron filmados en la proximidad de sus centros de estudio, de rodillas y con las manos a la cabeza, llorando, acorralados por celosos CRS orgullosos sin duda de su hazaña. Decenas de ellos – casi todos menores traumatizados – tuvieron que pasar la noche del 6 al 7 bajo custodia policial amontonados en celdas. Hace una semana, los diputados del partido gubernamental, La République en marche, con mayoría en la Asamblea nacional, hacían adoptar una ley que prohibía azotar a los niños. Gracias al Presidente Macron, los padres ya no tienen pues necesidad de dar una bofetada a su prole rebelde, ¡de eso ya se encarga la policía! 
Ya se sabía que los chavales de esta “Francia que gana” (¿qué otra cosa más que la copa mundial de fútbol?) no tienen futuro; ¡ahora ya sabemos que su presente es ser  aporreados!

El 6 de diciembre, mientras el gobierno anunciaba una moratoria, seguida de la anulación del alza de la tasa sobre los carburantes (¡como si eso fuera suficiente!), los principales sindicatos de los trabajadores fueron llamados en auxilio “para salvar la República” por un Presidente, Macron, totalmente perdido, e incomprensiblemente mudo. ¿Qué hicieron nuestros dirigentes sindicales, incluidos los de la CGT? ¡En un comunicado conjunto, saludaron los “gestos” del gobierno en la línea del “diálogo social”! Condenaron las formas violentas de las reivindicaciones de los chalecos amarillos y ¡ni una palabra sobre la violencia policial! Y en cuanto a los que habían llamado a la huelga del transporte a partir del domingo 9 (CGT y FO), ¡anularon el preaviso de huelga y abandonaron las decisiones de bloqueo! ¿Razón? El primer ministro, Edouard Philippe, habría ya “satisfecho exonerando de cargas sociales el pago de las horas extra”. ¡Surrealista! En el mismo momento en que la  maquinaria de guerra social del poder estaba siendo frenada por la movilización masiva del pueblo, con cerca de un 80% de franceses apoyando la revuelta de los chalecos amarillos y cuando era más necesaria que nunca la huelga general de los trabajadores para amplificar y sobre todo organizar el movimiento, ¡los líderes sindicales frenan las luchas! Inmediatamente, federaciones de la CGT, en primera fila la de química, indignadas, hicieron un llamamiento a sus bases a movilizarse rápidamente, lo que hizo que sus responsables confederales reculasen difundiendo por la tarde un nuevo comunicado  que pretendía hacer olvidar, al mismo tiempo que su distanciamiento de los chalecos amarillos, su confusión total y su abdicación reformista. ¿Qué reformas se pueden esperar de un régimen ya sin aliento, en medio de un capitalismo en crisis sistémica, a no ser la prosecución de la destrucción de las conquistas sociales y las mentiras de un gobierno desacreditado?


El sábado 8, en todo el país, las detenciones policiales comenzaron muy temprano por la mañana. A las 7, alcanzaban ya las 200; a las 11 de la noche, se contabilizaban 1939 detenciones (de éstas, 1709 personas lo eran en detención preventiva y 278 comparecían ante el fiscal). Muchos de los detenidos en los 5000 controles efectuados por la policía antes incluso de la movilización,  fueron confinados en garajes u otros lugares públicos. Decenas de estaciones de metro parisino había sido cerradas, decenas de calles de la capital bloqueadas por CRS armados. A eso se le llama, según ellos, “prevención”. Pero lo que significa sobre todo es aterrorizar a la población y prohibir de facto a los chalecos amarillos ir a manifestarse en paz a los Campos Elíseos – cuando el mismo ministerio del Interior lo había explícitamente autorizado. La pregunta se impone: ¿Las libertades públicas son aun respetadas en Francia, el derecho a expresar la propia opinión libremente y de manifestarse en paz (que aquí tienen valor constitucional) siguen siendo garantizados en la “democracia” del Presidente Macron?

¿Es así como se calma a un pueblo en cólera, que grita contra la injusticia social y que tiene razón? ¿Bombardeándolo con 15 000 granadas lacrimógenas y empapándolo con metros y metros cúbicos de agua fría para que se calle? ¿Cargando contra él con brigadas de perros-policía, con policías a caballo, con vehículos blindados de la gendarmería móvil, como fue el caso este sábado 8 en París? 

Entusiasmados y excitados por la excepcional demostración de las fuerzas del orden, los “periodistas” de las cadenas de información en directo, atados con correa por los poderes del dinero y tranquilos al lado de oficiales uniformados y expertos en seguridad comentando los acontecimientos de ese día tan esperado en que los chalecos amarillos debían ser machacados, exclamaban. “¡Ah, fantástica la policía! ¡Todo va bien en Francia! ¡La situación está bajo control! »… Tenía que reinar el orden. 
La propaganda mediática nos hizo creer que el orden reinaba. Sí, sobre un fondo de hogueras y de arrestos callejeros. La alcaldía de París sin embargo difundía por la tarde un comunicado catastrófico indicando que “los desperfectos han sido mucho más importantes que los del sábado 1º de diciembre [en el Acto III de los chalecos amarillos]”.  
En varias ciudades de provincia, las manifestaciones degeneraron más aun que en la capital. En Burdeos, en Lyon, en Toulouse, en Saint-Étienne, en Nantes, en Marsella, etc. « ¡nunca se vio otra igual! ». Innumerables enfrentamientos con la policía, barricadas en las calles, quema de mobiliario urbano, saqueo de oficinas bancarias, rotura de escaparates, pillaje de comercios, todo bajo el eslogan recurrente, y al parecer unificador, de ¡Macron dimisión! ¡Y las “heridas de guerra” constatadas por los médicos de los hospitales!

Sábado 8 de diciembre.
Traducción de Red Roja

http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/noticias-cercanas/5078-chalecos-amarillos-qacto-ivq-el-orden-reina-en-macronia

 

¿Por qué los franceses se manifiestan con violencia? Por Frédéric Lordon ...y mas



 "...Los ofendidos han estado mucho tiempo sin decir una palabra, han soportado las  agresiones económicas,  el desprecio de las élites, las mentiras de los medios de comunicación, la brutalidad policial.

El genio “malvado” de la reciprocidad violenta  ha salido de la botella. Los primeros tweets de los primeros manifestantes relatan el asombro de quienes fueron apaleados sin justificación ninguna. Ese asombro inicial ahora se ha mutado en cólera..."

En estos días todas las instituciones de la violencia neoliberal se han exhibido desnudas. Basta conversar con los estudiantes que fueron gaseados con gas pimienta y rodeados por policías con perros. Ellos como el resto de los franceses no olvidarán esa imagen.

Ahora el cuerpo policial comienza a tener sudores fríos. Se sienten solos en sus cuarteles. Desde que se quemó la prefectura de Puy-en-Velay, saben de qué son capaces los “otros”.


¿Hacia una CONVERGENCIA de las LUCHAS? ¡Al lado de los « CHALECOS AMARILLOS », CHALECOS…ROJOS!
Sábado, 01 Diciembre 2018 
 

Las cadenas de televisión del mundo entero han tenido la gentileza de transmitir los acontecimientos que tuvieron lugar en París el sábado 24 de noviembre. Tal vez no todas se han cuidado de suministrar a los progresistas los elementos necesarios para ir más allá de una impresión de caos y comprender la situación actual. El 24, igual que la semana anterior, miles de “chalecos amarillos” desbordaron con facilidad los cordones policiales e invadieron los Campos Elíseos para gritar su hostilidad a la política emprendida por el Presidente Enmanuel Macron. Pero esta vez, las fuerzas del orden (unos 3000 hombres desplegados para la ocasión) consiguieron impedir la aproximación al Palacio presidencial.

Los sucesivos intentos de avanzar hacia los Campos Elíseos por parte de grupos de chalecos amarillos, implacablemente repelidos por una lluvia de granadas lacrimógenas y golpes de tolete, se produjeron, sin interrupción, desde las nueve y media de la mañana hasta las once y media de la noche. A lo largo de toda la jornada, decenas de barricadas fueron levantadas por los manifestantes e inmediatamente demolidas por los CRS; y las múltiples hogueras prendidas en la capital, apagadas una tras otra por los bomberos. Nuevos heridos de una y otra parte, nuevas numerosas detenciones. Y en la misma tarde, videos – que visiblemente no parecían ser fakes – circulaban por la red y se hacían virales: mostraban a policías encapuchados, agotados por los enfrentamientos y hartos de tener que reprimir “a un pueblo que lucha por [sus] mismas reivindicaciones” (el aumento del salario y la defensa de los servicios públicos entre otras), quejándose de no haber sido relevados y llamando a su colegas a… ¡unirse a la marcha de los chalecos amarillos! ¡Eso es Francia!

La estrategia de comunicación del Gobierno fue por su parte la de reducir la rebelión a un golpe de estado de la extrema derecha. Muy hábil. Es verdad que efectivamente la derecha extrema estaba allí, también ella, en el follón de los amotinados. Como también es verdad que Enmanuel Macron espera designar él mismo a su adversario (en la persona de Marine Le Pen) para las próximas elecciones, lo que le proporcionará una victoria confortable (pero sin legitimidad) como en 2017. Este Presidente que, como pretende, “no da marcha atrás”, sabe que los franceses no querrán racistas para dirigirles, y busca así encerrarlos en una trampa: o él, o la extrema derecha. Pero lo que pronto tendrá que aceptar, es la evidencia de que los chalecos amarillos juntan a más gente que esa. Se trata del hartazgo de todo un pueblo. Incluidas las clases empobrecidas.

El « movimiento » de los chalecos amarillos no tiene líderes, ni los quiere, aunque en el medio de la confusión “representantes” (designados no se sabe bien por quién) hayan sido recibidos de urgencia por el Ministro de la Ecología y la Energía para discutir, en un rincón de la mesa, cómo hacer la famosa transición ecológica “aceptable por los más pobres”… Una transición ecológica absolutamente fundamental e indispensable (¿quién lo duda aparte de Donald Trump y el príncipe de Arabia saudita?), pero eficazmente utilizada por el gobierno neoliberal de Édouard Philippe como pretexto al servicio de una máquina de guerra social: la continuación de una política de rigor salarial que nadie quiere.

Más allá de esto, por supuesto, se plantea a las organizaciones de izquierda, sobre todo a los sindicatos, el problema del liderazgo. Los dirigentes de los sindicatos reformistas – los de la CFDT a la cabeza – se han echado inmediatamente cuerpo a tierra ante el gobierno que les ha recompensado alabando su “sentido de la negociación” (traducido: sumisión). Mucho más importante es lo que le ha sucedido a la CGT. Una CGT a la que los resultados de las elecciones profesionales situaron, el 26 de noviembre, claramente a la cabeza de las organizaciones sindicales en la SNFC [Ferrocarriles]... ¡y tan contentos! En la base, y por dentro, voces cada vez más audibles habían expresado su amarga decepción al ver cómo se empleaban las instancias confederales de la CGT en ralentizar el impulso de las huelgas y manifestaciones de abril, mayo y junio, a la espera de una vuelta a la calma con las vacaciones de verano por delante. Pero las luchas de los trabajadores, aunque dispersas y menos publicitadas, nunca cesaron desde la primavera… Hoy, la decisión del secretario general de la CGT, Philippe Martínez (que había hecho un llamamiento en mayo de 2017 para que “Macron tenga el resultado más alto posible” para ganar a la candidata del Frente nacional), “de distanciarse” de la movilización de los “chalecos amarillos”, hace reaccionar a su gente.


A fecha de hoy, 29 de noviembre, la lista de camaradas que se han puesto en huelga y que están bloqueando sus unidades de trabajo en los sectores de la energía (depósitos de petróleo, nucleares,…), de la sanidad (ambulancias) o de las grandes distribuidoras (Carrefour), en solidaridad con los chalecos amarillos, es ya demasiado larga para poder detallarla en estas líneas. De modo que ahí están los “chalecos rojos” de la CGT anunciando que en adelante hay que contar con ellos: ellos apoyarán a los chalecos amarillos y responderán a la llamada de estos últimos a manifestarse de nuevo, en toda Francia, evidentemente también en la capital, el próximo sábado, 1 de diciembre.

El Presidente Macron y los poderes del dinero a los que sirve con celo, deberían estar intranquilos. Un movimiento popular de fondo, multiforme, obstinado, imparable, parece haberse lanzado. Y la “convergencia de las luchas”, tan buscada en la primavera, podría tal vez dibujarse antes del inicio del invierno.










Traducción de Red Roja






Y ahora los chavales de instituto…

Rémy HERRERA
(jeudi6décembre 2018)

Una escena ya ordinaria en Francia en estos tiempos tormentosos. Jueves, 6 de diciembre, al final de la mañana. Delante de las verjas de un IES, en un muy apacible barrio de la periferia parisina, un centenar de alumnos de 15, 16 y 17 años, empiezan a salir tranquilamente del instituto para ir a comer, discutiendo, bromeando, relajados porque terminaron ya las clases de la mañana. Extrañamente, delante de los edificios escolares, un grupo de policías bloquea el acceso a la calle que estos chavales suelen tomar para volver a casa. Cuando, sin plantearse mayor problema los chavales cogen por la otra calle, bruscamente irrumpe a toda marcha una compañía de unos veinte CRS, equipados con cascos, corazas y escudos. Ante los adolescentes atemorizados, aterrorizados, los CRS se paran y se ponen en posición de formación; tres de ellos salen de la fila, avanzan, arman sus cañones de gases lacrimógenos… Una chica chilla: “¡Larguémonos! ¡Van a disparar! ¡Van a disparar!”.....

Y efectivamente, disparan. Los chavales que no quedaron allí paralizados, atónitos y aterrorizados, escapan a toda carrera: los otros se encontraron de repente acorralados, golpeados salvajemente, insultados. Uno de ellos, caído en el suelo, es apaleado por dos CRS que le increpan: “¡Sucio bastardo!”; una chica, golpeada, sangrando por la boca, oye que otro CRS le grita: “¡Pequeña folladita!”. Al asalto de esos que se suelen llamar, incluso en casos parecidos, “guardianes de la paz”, los jóvenes logran escapar corriendo a refugiarse en el instituto, o se precipitan por las callejuelas adyacentes. Nada. No habían hecho absolutamente nada. Salían de las clases, volvían a casa y los CRS los brutalizaron. Sin razón alguna.


Incomprensible. Inaceptable. Inquietante. Acontecimientos así ha habido por decenas y decenas en Francia durante estos últimos días. En esta Francia que el Presidente Macron “reforma” a golpe de porras. El día anterior, el miércoles 5, varios alumnos de instituto habían resultado heridos por disparos de pelotas de goma; uno (de 16 años, alcanzado en la frente) en la región de los Pays de la Loire, otro de la misma edad (golpeado en la cara) en la Isla –de –Francia. Videos de los hechos fueron inmediatamente subidos a las redes sociales. En los dos establecimientos en cuestión, asambleas generales de profesores consensuaron sendos comunicados afirmando su solidaridad con sus alumnos con un llamamiento al cierre general de los institutos.


El 5 de diciembre, más de 200 institutos cerraron en todo el territorio nacional y en muchos otros hubo disturbios. La movilización de los “chalecos amarillos” se extiende como una mancha de aceite y la contestación gana hoy el mundo estudiantil. A la llamada de los sindicatos estudiantiles, o a veces espontáneamente, numerosos jóvenes se manifiestan contra la reforma neoliberal aplicada a la Educación pública con el fin de aumentar las tasas de escolaridad y endurecer la selectividad para entrar en la universidad y así expulsar a los hijos de las familias más empobrecidas. Respuesta del Gobierno: enviar la tropa a lanzar granadas lacrimógenas y pelotas de goma, indiscriminadamente al montón, en cuanto un simple contenedor arde… En todo el país, más de 150 arrestos de adolescentes tuvieron lugar solo la jornada del 5. Y en el departamento más popular de la región de París, en Seine-Saint Denis, la rabia se extiende ya a los colegios de niños y niñas de 11 a 14 años.


Este mismo día, se decidió igualmente y aplicó el cierre de varios centros de la Sorbona (campus de Tolviac a París I, de París III Censier…). El movimiento de contestación estudiantil, interrumpido el 20 de abril último por la irrupción de los CRS para evacuar la “Comuna libre de Tolbiac”, podría recomenzar en cualquier momento. Una cosa está clara: un régimen que maltrata de este modo a su juventud, ya atemorizada por los riesgos del paro, de la precariedad, de las múltiples y continuas dificultades socio-económicas, no tiene futuro. Está condenado. Pero mientras llega el cambio, va a utilizar los medios de violencia (¿hasta qué punto “legítima”?) que tiene a su disposición para intentar mantener su orden, inicuo, cínico, y al final insostenible.

Traducción de Red Roja



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