"¿No
veis acaso que lo que denominamos democracia no es más que un disfraz
bajo el que se esconden los responsables de este golpe de estado a
escala mundial con el que han revertido en unos pocos años lo que nos
había costado siglos construir? ¿No habéis leído u oído mil veces que el
verdadero poder, la dictadura que ya domina el mundo, no se pone jamás
al alcance de las urnas? Eso lo dejan para los políticos... ¿alguien en
su sano juicio puede creer que los hombres y mujeres que lucharon por
lograr el sufragio universal lo hicieron para que acabara convertido en
esta.
Vivimos malos tiempos. El cielo del presente condensa nubarrones y
augurios de tormentas que parecen de imposible soslayo. La actualidad acumula
noticias adversas que no hacen sino agudizar la involución en que estamos
inmersos. Al dejo amargo de mi pluma en silencio, amordazada por la terrible
certeza de su inutilidad, añado ahora este otro que palpita en cada frase, en
cada palabra, en cada letra, en cada símbolo de este escrito, buscando ser un
agónico aviso, una súplica de toma de conciencia, un rebato de campanas lanzado
impetuosamente al corazón mismo de cada lector, de cada ciudadano, de cada ser
pensante, para que se apreste a mirar frente a frente a la verdad de lo que
está ocurriendo y a correr en defensa de lo poco que ya nos va quedando antes
de que acaben con todo definitivamente.
Estamos aquejados de una astenia agudísima que nos hace comportarnos
como pasivos espectadores que creen asistir en calidad de convidados de piedra al
desarrollo de los acontecimientos, sin darse cuenta de que estamos dentro de la
pantalla y formamos parte viva y principal de la película. A nuestro alrededor
yacen los cadáveres de las cosas que amamos sin que nuestra indolencia alcance
siquiera a esbozar una queja. Son conceptos hermosos, luchados tenazmente por
hombres que consiguieron levantarlos para sí y para otros hombres. Y ahora, sobrevolados
por aves carroñeras, cercados por las hienas, podemos contemplar sus restos
yertos. ¡Miradlos a la cara! Ahí los tenéis, agotados, exangües, sin señales de
la vida que en otro tiempo alentó su pujanza. Pronunciad sus nombres en voz
alta: son la democracia, la tolerancia, la solidaridad, la justicia, la
dignidad, la libertad, la ética… Valores exclusivamente humanos, que no venían
inscritos en el genoma de nuestra especie, que no pertenecían a la animalidad
humana, sino al hombre como ser histórico y social. Valores arrancados a la
barbarie y levantados sobre la piel del tiempo a base de lucha, dolor, esfuerzo
y sacrificio.
¿Qué queda de ellos? ¿No veis acaso que lo que denominamos democracia no
es más que un disfraz bajo el que se esconden los responsables de este golpe de
estado a escala mundial con el que han revertido en unos pocos años lo que nos había
costado siglos construir? ¿No habéis leído u oído mil veces que el verdadero
poder, la dictadura que ya domina el mundo, no se pone jamás al alcance de las
urnas? Eso lo dejan para los políticos. ¿Nada habéis aprendido tampoco de lo
acaecido con el referéndum de Grecia? ¿Acaso no está claro lo que ocurre?...
Entonces, ¿a qué viene ese afán de prestarse a la mascarada electoral? Y no me
digan que el voto es un derecho que costó mucha sangre conseguir, porque,
¿alguien en su sano juicio puede creer que los hombres y mujeres que lucharon
por lograr el sufragio universal lo hicieron para que acabara convertido en
esta pantomima? Hoy, por más que lo repita un trilero del neoliberalismo como
es Felipe González, no hay votos útiles. Todos son inútiles en cuanto no se
plieguen a los dictados del poder real. Y así seguirá siendo, mientras sigamos
mirando las sombras de la caverna y no saquemos la cabeza para contemplar la
realidad; esto es: mientras continuemos participando en el carnavalesco juego
de elegir como representantes a los que luego no nos van a representar, incluso
aunque verdaderamente lo deseen.
Con la democracia han caído todos los valores que le dan sentido. ¿Qué
se hizo de la tolerancia?, porque sin ella, sin esa capacidad que nos permite
convivir con quien piensa diferente, sin otorgar ese derecho que tienen los
demás de abrigar otras creencias, otros gustos, otras formas de concebir el
mundo, la democracia es inviable. Estoy harto de escuchar esa muletilla de
“Tolerancia cero” que se abre paso por doquier contaminando de intransigencia
todo lo que toca, ya sea un fundamentalismo religioso –como el del yihadismo
asesino y decapitador del Estado Islámico, o el del dios cristiano en cuyo
nombre mandaba la Casa Blanca y el Pentágono bombardear y destruir Irak–, ya
sea el animalista que conduce a alcaldes y formaciones políticas a vulnerar la
legalidad postergando derechos humanos en nombre de unos inexistentes derechos
animales. No hay capacidad para el diálogo ni para el debate. Es la ley del “yo
impongo” que comienza a anidar y a ejercer su acción destructiva en algún
rincón de todos los cerebros, ya de por sí moldeados por las rigideces del
“pensamiento único”.
Así nos va con todo: el dogal de la seguridad estrangula las ansias de
libertad, y el miedo cotidiano nos oculta ese otro agazapado en las páginas más
negras de la historia, posibilitando el resurgimiento europeo del fascismo,
como ocurre en Polonia, en Ucrania, en Alemania, en España, en Grecia y sobre
todo en Francia, donde las huestes de Marine Le Pen amenazan con instalarse en
el mismísimo Elíseo después de haber ganado la primera vuelta de las elecciones
regionales. ¿Cuántas traiciones han debido perpetrarse en la patria de la
Libertad, Igualdad y Fraternidad, en el París de la Comuna, en el país de la
resistencia partisana al gobierno colaboracionista de Vichy, cuántas tropelías
y cuántas decepciones, para haber llegado a esta situación? ¿Cómo es posible
tanta desmemoria o tal ignorancia de la historia? ¿Cómo hemos podido llegar a
admitir en Internet discursos que tachan a Hitler de “gran hombre” o
descerebrados que relativizan su fanatismo criminal porque “a pesar de haber
hecho cosas horribles, era muy bueno con los animales”?
¿Y la Justicia? Desde que le quitaron la venda
de los ojos no ha querido volver a la ceguera dando lugar a fallos
verdaderamente escandalosos y actuaciones auténticamente taumatúrgicas capaces
de transformar un fiscal en abogado defensor o de expulsar de facto de la carrera judicial a un juez inhabilitándolo por más
de 17 años para ejercer su cargo, mientras estafadores de alcurnia siguen chapoteando
a sus anchas en las ciénagas de la impunidad y paseando por las calles como si
de honrados transeúntes se tratara. En cuanto a la solidaridad, entre la
insoslayable competitividad, la espada de Damocles de casi cinco millones de
parados y el cobarde egoísmo que nos atenaza, por ahí anda emputecida sufriendo
el bochorno de que todos le den de lado, en tanto que la caridad ocupa su
puesto.
De
la Ética mejor ni hablo. Avergonzada, abucharada por tanta corrupción y tanto
“pelotazo”, rechazada como una apestada, se habrá escondido en cualquier zulo a
la espera de que un alma heroica corra a liberarla y le restaure el sitio que
nunca debió perder junto a la dignidad del hombre. Pero en un país en el que los
Sanchos han ganado por goleada a los Quijotes y los cocineros han arrebatado la
fama a los toreros, pocas esperanzas hay de que eso ocurra. Mientras tanto, la
cizaña del escándalo prolifera en todas las instancias y raro es el cajón que
se mantiene a salvo de que le metan mano y lo despojen.
Corren malos tiempos. Es cierto. También por Latinoamérica. No me gustan
los últimos resultados electorales que se han dado en la zona, pues significan
que el imperialismo yanqui vuelve a colocar sus títeres allá donde triunfaba la
democratización y el socialismo participativo, mal llamado “populismo” por el
aparato de propaganda neoliberal instalado en televisiones, diarios, radios y
revistas. Lamento la pérdida de la presidencia argentina de Cristina Fernández
de Kirchner en manos del neoliberal Mauricio Macri, que al ganar las elecciones
lo primero que hizo fue prometer que echaría a Venezuela del Unasur; por lo
visto eso tenía prioridad sobre los “graves problemas” que acuciaban a
Argentina o éstos habían desaparecido milagrosamente con su elección. Veremos
qué queda de los tres ejes en los que Cristina Fernández basó su política: la
de derechos humanos, la de economía social y la de ampliación de derechos
ciudadanos. Con ellos consiguió (son datos tomados del periodista Mario
Wainfeld): Millones de puestos de trabajo. Millones
de nuevas jubilaciones, entre ellas muchas que no se hubieran otorgado con los
criterios vigentes hasta 2003. Moratorias generosas para los que quedaron
afuera por el desempleo o el incumplimiento patronal, de los que no fueron
responsables sino víctimas. Crecimiento del empleo formal y de la afiliación
sindical. Convenciones colectivas anuales, con aumentos de salarios siempre.
Creación de la paritaria docente. Recuperación de los derechos laborales de los
trabajadores en general. Nuevas reglas y leyes protectoras para colectivos
especialmente explotados: peones del campo, trabajadoras a domicilio y de casas
particulares. Asignación Universal por Hijo (AUH). Matrimonio igualitario.
Leyes antidiscriminatorias y de tutela de derechos de las mujeres. Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA). Relevo de la Corte menemista,
reemplazada por una independiente, de más que aceptable jerarquía que funcionó
bien más de diez años. Sistema público de jubilaciones, desendeudamiento del
Estado y de las empresas. Nacionalización de YPF y Aerolíneas. Derogación, por
parte de los tres poderes del estado, de las leyes que consagraban la impunidad
de los represores. La lista no es
exhaustiva, pero sí suficiente para ilustrar el talante de la legislatura
kirchneriana y aguardar a ver qué hace el nuevo inquilino de la Casa Rosada; no
obstante, mucho me temo que el camino propuesto va a ser tan distinto como del
gusto de los grandes poderes económicos.
También me parece una pérdida notable la
caída del chavismo en Venezuela dejando la Asamblea Nacional en manos de los
promotores del golpe de Estado continuo que ha venido sufriendo la nación,
impulsando la guerra económica, las manifestaciones, las guarimbas, la
especulación y el desabastecimiento. En contra de lo que opina la derecha, el
patético histrión Felipe González –que se pone medallas al respecto– y aquellos
que se creen informados por leer un diario con tantos intereses neoliberales en
la zona como El País, las últimas elecciones venezolanas no ha devuelto la
democracia a Venezuela, sino el triunfo de una contrarrevolución antipatriótica
dispuesta a derogar las leyes que fueron aprobadas por la Revolución en
beneficio del pueblo y promulgar una ley de amnistía que deje libre de cargos a
los dirigentes de derecha implicados directa o indirectamente en distintos
intentos de golpes de Estado o en manifestaciones violentas que costaron la
vida a decenas de venezolanos en 2014.
En Venezuela, en lugar de una oposición
realmente democrática, lo que ha existido hasta hoy es un golpismo obligado a
competir electoralmente, pero que no ha cejado en su empeño de acoso y derribo
a la Revolución Bolivariana. Puede que no me crean, pero eso sólo significa que
el triunfo de la guerra mediática contra la revolución chavista anula cualquier
disidencia. En la persiana de un comercio de Caracas había una pintada que
rezaba: “Nos mean y la prensa dice que llueve”. Y es así. Bien lo sabe EE.UU.,
principal valedor de la oposición y financiador y asesor político junto con la
fundación española FAES, de José María Aznar, El País y otros medios españoles.
No es un recurso de hostigamiento nuevo, se ha utilizado insistentemente contra
la Cuba, de Fidel, contra el régimen sandinista en Nicaragua, en la guerra de
Libia, en la de Siria, en el golpe de Estado de Ucrania, etc., etc. En este
caso, se trataba de devolver a Venezuela su condición de colonia petrolera
yanqui y revertir todos los logros populares que consiguió la Revolución para
los venezolanos de a pie. Y en ello están y tal vez lo logren. Ya he dicho que
corren malos tiempos, pero, al menos, seamos conscientes de que lo son. Hay una
frase del escritor Milan Kundera, que viene aquí como anillo al dedo: “La lucha
del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.” No
olvidemos pues que, aunque no sea oro todo lo que reluce, aunque la revolución
haya tenido sus errores y sus deficiencias, merece que recordemos sus
innegables logros: sanidad pública para todos; desaparición del analfabetismo;
enseñanza gratuita a todos los niveles; más de medio millón de viviendas
sociales entregadas; abastecimiento de agua potable a regiones que nunca la
habían tenido; grandes inversiones en transporte e infraestructuras; apoyo a
las comunas; espectacular aumento –más del 2000%– del salario básico; esto es:
de 100 bolívares (equivalentes a 16 dólares) en 1998 a 2047,52 bolívares (unos
330 dólares) en 2012.
Toda esta lucha, este proceso de
transición democrática a un socialismo bolivariano, corre peligro de perderse,
como nos hurtaron nuestra democracia, como en su día se perdió la movilización
ciudadana en contra del franquismo, como se han esfumado muchos de nuestros
derechos, como se perdió la vigilancia y el estar alerta de los procesos
involutivos. Ahora estamos sumergidos en uno que amenaza con tragarnos aún más.
El futuro parece haber cambiado de norte y nos conduce viento en popa hacia la
esclavitud, el caciquismo y la desigualdad social. No quiero repetirme, pero voy
a insistir una vez más: corren muy malos tiempos.
Que ustedes disfruten de las elecciones.
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NO, NO VIVIMOS EN DEMOCRACIA
("...
vivimos ahogados en un Golpe de Estado Financiero que ya muestras sus
garras, su poder, a nivel global. Un Poder Económico que ya se encuentra
fundido sutilmente (y no tan sutilmente) con el Poder Político... Son
organismos supranacionales, y absolutamente antidemocráticos, los que
deciden, ordenan, ejecutan esas medidas trascendentales... Y si alguien
insinúa querer salirse del redil, consultando a la ciudadanía, se le elimina... La prostitución del lenguaje como estrategia imprescindible para anular la consciencia colectiva")
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