Hay escritores que se admiran por su coherencia, otros son admirados por su oficio.
Es el caso de Rafael Narbona, a mí el tipo me parece que
tiene talento y palabras, a punta pala, como decimos en mi pueblo.
Le sucede, en mi opinión, que estas palabras, las utiliza
últimamente para dar pedradas,
incomprensibles, aunque argumentadas, delirantes aunque elocuentes, y aunque las disfraza de un pacifismo pueril, muy violentas.
incomprensibles, aunque argumentadas, delirantes aunque elocuentes, y aunque las disfraza de un pacifismo pueril, muy violentas.
Resulta que reniega ahora de opiniones vertidas no hace
tanto tiempo.
De repente da un giro, ahora los abertzales le parecemos
monstruos, el Che un asesino, y Cuba casi el infierno.
Da por sentado que celebramos la muerte como si fueran
partos y saca de la chistera experiencias personales, incontrastables de los
vascos que ha conocido y a los que considera casi bestias. Pero que no hace
mucho eran amigos, pero que no hace mucho eran gentes indómitas a las que
admirar.
Pienso que este laberinto en el que se ha metido lo ha
hecho sabiendo muy bien lo que deseaba conseguir. La mediocridad busca salidas
para destacar a veces muy equivocadas.
Porque querido Rafael Narbona, no somos tan importantes,
ni lo eres tú ni lo soy yo, tu opinión sobre nosotros no resta dignidad a este
pueblo, ni nos resta deseo de vivir en paz, ni nos detiene en mitad del camino,
ni nos ayuda a comprender los errores, ni nos ayuda a reconocer las victorias minúsculas
de este largo proceso en el que está
inmerso EH.
Estoy segura de que al otro lado, donde se acomodan los pacíficos
y los ciegos necesitan intelectuales de
tu valía. A nosotros, nos traes sin cuidado, tenemos un pueblo aún por
construir, aún por cantar, aún por celebrar.
Haz lo que sabes y siéntate a esperar el premio de tus
amos. Nos urgen pensadores libres, no gentes dispuestas a virar por vaya a
saber usted qué intereses.
Estos
son mis principios, si no le gustan tengo otros,¿te suena?
Las ganas
Viñeta de Kalvellido
No me quedo con las ganas de decir lo que yo pienso
en este lugar envejecido por mediocres y arribistas.
No me tiembla la mano izquierda,
ni me tiemblan las ideas:
los pueblos necesitan
herejías y blasfemias.
Que ya está bien de tanto hijo de la grandísima
con su decir a medias,
con su lenguaje mesurado,
con su pacífico don de contener la furia entera.
Que no,
que no me quedo con las ganas,
que estoy hasta los ovarios de las correcciones poéticas.
Que soy libre, soy poeta, soy vasca
y además vivo el horror de esta gran guerra.
Que no me vengan con cuentos los intelectuales progresistas
que los pueblos se desangran
mientras ellos titubean.
Que no,
que no,
que yo no me quedo con ganas
de decir que la violencia
cuando entra en mi casa,
es combatida con poemas y con el puño en alza,
con la rabia y el odio,
con el odio y la esperanza,
con el odio y la prisa por llegar a una paz sin rejas.
Que no jodan tanto los ilustres,
que los pueblos viven de rodillas
pero ellos sólo piensan
que lo correcto es
decir
que agachemos la cabeza.
Que no jodan tanto los intelectuales
con sus decires a medias,
que las calles se llenan de muerte
y las palomas blancas
bostezan.
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