Una visión aérea aunque sobradamente posicionada de las Marchas de la Dignidad y del 22M. x Marcos Luna
Al margen de lo policial, se encuentra la
causa, el grado de peligrosidad y riesgo que el estado le concede al
movimiento de oposición que se produzca en un momento dado.
A dos meses, han corrido ríos de tinta como se suele decir a raíz de
los enfrentamientos entre manifestantes y la UIP el pasado 22 de Marzo.
Es esto lo que eclipsa tanto los motivos y propuestas como el hecho en
si del 22M, llegando a copar todas las discusiones, no solo en el plano
mediático y por lo tanto de cara a la opinión pública, sino en el propio
movimiento generado antes y durante las Marchas de la Dignidad (MD) que
se ve obligado a abrir una línea de debate y de reflexión entre las
personas y las organizaciones que hicieron posible o que participaron de
algún modo en la convocatoria sobre las consecuencias y en algunos
casos sobre los objetivos del uso de la violencia y/o la autodefensa
frente a las cargas policiales con motivos políticos. Es esto último que
apuntamos (los antidisturbios también hacen política) un elemento que
queremos analizar con el texto que sigue, y que lejos de ser un
pretendido análisis minucioso sobre este o ese otro detalle que destacó
el 22M en televisión, o si se quiere una de esas tesis llamadas
conspiranoica, trata de poner sobre la mesa (en el sentido más literal)
una serie de circunstancias, evidencias e hipótesis respecto a lo
ocurrido policialmente y en lo que se refiere a los enfrentamientos, sin
más pretensión por si mismas que la de llevarnos a cotejarlas frente a
otras en el segundo apartado, estando éstas si dentro del orden del
análisis político con argumentos y opiniones, y que se refieren en
exclusiva a la idiosincrasia propia y adquirida de las MD traducidas en
el 22M.
Con la mesa llena entonces, se quiere mostrar una versión y
explicación, que en primer lugar es básica políticamente hablando, que
en segundo lugar es conocida ya con anterioridad (no es nueva) y por
último que forma parte de un discurso político posicionado: Las
Marchas de la Dignidad y el 22M representaron y representan una apuesta
política peligrosa de primer nivel (pese a su inestabilidad por su
novedad) para el orden estatal de hoy y la paz social que le sustenta, y
que en consecuencia los responsables de éste ponen en marcha los
mecanismos necesarios, también de primer nivel, para su neutralización e
intento de desarticulación, utilizando entre otros, el engranaje
represivo (policial, judicial y mediático) para su consecución. Nótese
las dos afirmaciones y quede a juicio del lector o lectora.
UIP, ¿ariete o sparring?
Si
mirásemos desde arriba la escena que se vivió en la plaza de Colón de
Madrid alrededor de las 20.30 horas del 22M, cuando una línea policial
avanza desde la calle Génova hasta la confluencia con la plaza donde se
agolpan en torno al acto final cientos de miles de manifestantes,
comenzando entonces algunos grupos de éstos a defenderse de la cargas,
al mismo tiempo que el coro de La SOLfónica entona entre otras piezas el
himno a la Alegría o el estruendo de las bocachas silencia los
esfuerzos de la megafonía por impedir que la UIP disuelva la
concentración, comprobaríamos que quizás se trate de un momento épico,
destacable si se quiere ser humilde, del último ciclo de movilización
popular que hemos vivido, tanto en el hecho político que acontece, como
en la imagen proyectada de una sociedad que se resiste a descomponerse y
acabar en el retrete que le corresponda según decida la élite.
De
la actuación policial nos fijaremos en concreto en dos momentos de esta
vista aérea. El primero es el inicio de las cargas en la calle Génova
con la calle Marques de Ensenada, uno de los lugares donde la UIP
suponemos tendría un puesto de mando esa noche si tenemos en cuenta la
importancia del punto en cuestión y el visible bloqueo total por
numerosas dotaciones que se encontraban en ese momento a una distancia
prudencial del desarrollo de la manifestación. Es aquí donde tras varios
lanzamientos de petardos hacía la línea policial que se encuentra tras
un perímetro vallado (como el que se instala en las inmediaciones del
parlamento) a la altura de la esquina con Monte Esquizna, se realizan
los primeros amagos de cargas e incluso una detención por parte de los
antidisturbios que se encontraban en la confluencia con Marques de
Ensenada y que se efectúa en un primer instante por dos policías de
paisano tal y como captan los medios que allí se encuentran. A partir de
este momento, la línea policial avanza calle Genova abajo encontrándose
con un numero cada vez mayor de personas que van encarando la misma
calle en sentido contrario llamados por el griterío y la indignación de
la manifestación que aun se desarrollaba. Hacía las 8.45 horas, a
escasos diez minutos de que se produjera los primeros lanzamientos de
petardos y de algunas botellas hacía el férreo vallado que guardaba la
sede del partido del gobierno, al menos un grupo al completo (50 aprox.)
de la UIP avanza a la carrera hasta la confluencia con Colón realizando
más detenciones y disparando salvas y pelotas hacía la gente que
entonces retrocede hasta la plaza, esquina con el bulevar de Recoletos. A
esa hora la megafonía de la tribuna instalada advierte a la policía de
que “está interfiriendo en un acto totalmente legalizado” que aun no ha
concluido y le pide que abandone la zona de la plaza que ya había
invadido. También a esa hora es cuando los manifestantes que repelen las
cargas iniciales son ya miles, algunos venían de Genova, pero el grueso
que se une a los enfrentamientos en ese punto se encontraba en las
inmediaciones y observó con estupor como los antidisturbios cargaban con
todo hacía la multitud que momentos antes habían realizado el recorrido
de la marcha sin ningún tipo de incidente. Es a la altura del conocido
Museo de Cera donde se recrudecen los enfrentamientos, consiguiendo los
antidisturbios penetrar en el bulevar ajardinado realizado cortas aunque
sucesivas cargas con la ayuda de numerosos disparos de pelotas, y
situándose así una línea policial en todo el ancho del Paseo de
Recoletos que es apoyado en la retaguardia por dos hileras de furgones
que habían hecho aparición minutos antes por ambos lados de la plaza y
que consiguieron aislar en dos grupos la manifestación.
De esta
primera fase de los enfrentamientos del 22M queremos apuntar que: la
rapidez y contundencia con la que comprobamos se realizan las primeras
cargas en la calle Genova, tanto los amagos y detenciones, como las
siguientes que hacen avanzar hasta la plaza al grupo de la UIP, no se
corresponden por la vía de los hechos con la versión tanto policial
(director general) como política (delegada del gobierno) que afirma que
la orden previa era de contención y mesura en este punto de la
manifestación, cuando los enfrentamientos más duros aun no se habían
producido y el acto se desarrollaba en la plaza. Es decir, resulta
evidente que el lanzamiento de objetos que se produjo en esos instantes
no parece lo suficientemente considerable como para que inevitablemente
los antidisturbios tuvieran que sobrepasar el vallado, reforzar la línea
policial y cargar con disparos de pelotas, mas si se atiende a la
supuesta orden de “paciencia policial” ante lo que era una manifestación
de dimensiones importantes.
Hay varios ejemplos en movilizaciones
similares anteriores, donde los antidisturbios parapetados tras un
vallado específico para la ocasión se han mantenido en su posición y aun
recibiendo lluvias de objetos y otros ataques, han esperando la ocasión
idónea para comenzar a disolver a la masa. Esta acción aparentemente
contradictoria es la que obliga a los manifestantes a disolverse unos y a
responder a las cargas otros, a la vez que se ve interrumpido e
invadido el acto final de la jornada. Y atendiendo a esto último hay
otra evidencia policial a tener en cuenta, las cargas se realizan en un
solo flanco de la plaza por varios subgrupos y no por una formación más
gruesa que siguiera la línea que venía avanzando por la calle Genova.
Nos remitimos a otros hechos parecidos e incluso sobre el mismo terreno,
el paseo de la Castellana, para comprobar como en el pasado las cargas
sobre una multitud de grandes dimensiones avanza a partes iguales
barriendo digamos el espacio a despejar, observándose en esta ocasión
del 22M que no hay grandes líneas policiales (de hasta 80 o 100
efectivos en el 25S o la Marcha Minera) y que por lo tanto hay una
división inevitable de la manifestación. A esto le ayuda las dos hileras
de furgones policiales que hacen aparición cuando los antidisturbios ya
están situados en el bulevar y que se encargan de separar físicamente a
los manifestantes que se van dispersando en una escena de caos
provocado. También corresponde a este tramo un asunto, el de los
policías infiltrados en las manifestaciones, un hecho que viene siendo
evidente en los últimos tiempos pero que a la vez es recurrente para
numerosas especulaciones y conspiraciones en torno a la tarea que
realizan. Por lo que únicamente vendríamos a afirmar que dado se ha
confirmado la presencia de infiltrados el 22M, en el caso de que
actuaran como provocadores en algún momento de los disturbios, labor que
no es compatible con la de vigilancia y marcado de posibles detenidos,
ese posible extremo se produjo en la calle Genova durante las primeras
cargas y enfrentamientos, cuando aun la manifestación se desarrollaba
pacífica y las personas que pretendían atacar a la policía eran unas
decenas. También en las últimas semanas se han publicado diversas
informaciones que apuntan a la presencia de grupos fascistas
provocadores en la manifestación, por lo que entendemos que si esto se
dio, fue de igual modo y significativamente en este punto. Y por último
un hecho que pudiera parecer banal pero que se demostró fundamental para
el éxito de los manifestantes en el ataque, que es la obra y el
material de la misma que se encontraba justo en la esquina por donde los
antidisturbios accedieron a la plaza. Parece inexplicable desde la
lógica de la estrategia policial no haber retirado el material pesado
(tampoco los contenedores de basura) que se encontraba a mano de los
manifestantes, como si se suele hacer en otras ocasiones si nos
remitimos también a movilizaciones parecidas sobre el mismo terreno.
En
segundo lugar queremos poner el foco sobre otra fase de los
enfrentamientos. Cuando la línea policial que se había situado en el
paseo de Recoletos consigue avanzar, tanto por el carril derecho y
central como por el bulevar ajardinado, la fuerza de los manifestantes
crece al mismo tiempo y a la misma velocidad que los antidisturbios se
emplean contra lo que ya es una multitud a lo largo del paseo.
Seguidamente lo que parecen los grupos de la UIP que venían desde Genova
y Colón se frenan en un punto, tanto los efectivos a pie como las
furgonas, quedando éstas a la altura de la Biblioteca Nacional, así como
varios subgrupos repartidos a la altura de la calle Barbara de Braganza
y la siguiente, calle Almirante. Mientras tanto y unos metros por
delante de la UIP, las unidades de antidisturbios de la Policía
Municipal de Madrid que estaban situadas a la altura de la calle Prim
alertadas por la incipiente acampada que se levantaba en los alrededores
de la estación de Recoletos, comienzan a cargar contra los
manifestantes que vienen retrocediendo desde Colón.
A consecuencia, los
ataques ahora son contra los grupos de antidisturbios y furgones de la
policía municipal, teniendo que sobrepasarlos en la calzada central lo
que parece uno de los grupos de la UIP que se mantenían unos metros
atrás. Este grupo digamos que toma las riendas de esa zona del paseo y
avanza cargando con disparos de pelotas y a la carrera, eso si, sin
ninguno de los furgones que justo antes les escoltaban. Es este grupo
igualmente el que ahora dividiéndose en subgrupos además de ocupar el
carril central, vuelve a acceder al bulevar ajardinado en un primer
momento para cargar duramente contra la acampada que aun resistía, y
para avanzar después hacía la glorieta de Cibeles, dándose entonces las
situaciones más tensas entre policías y manifestantes, cuando uno de
estos subgrupos se enzarza con algunos manifestantes rezagados y quedan
aislados del resto de sus compañeros, que a duras penas consiguen
reunirse para retroceder totalmente sobrepasados por el duro envite de
los manifestantes que se ceban con los antidisturbios durante algunos
minutos, hasta que otro grupo aparece por el lado derecho del paseo y
lanza varios botes de humo que consiguen disolver a la gente que
continua con los disturbios hasta varias horas después en las
inmediaciones de Atocha.
A tenor de esta versión apuntaremos que:
vuelve a resultar inexplicable desde la óptica policial que el avance de
ese grupo de la UIP (suponemos que el conocido como PUMA 70) se diera
en solitario, no solo en un primer momento, sino en los siguientes
minutos en los que avanza por el paseo, y sobre todo y más resaltable,
sin el apoyo de los furgones tanto de la policía nacional como municipal
que se encuentran a sus espaladas y que no se mueven pese a tener al
grupo en su línea de visión en todo momento. Algo que tampoco
corresponde con lo observado en otros hechos similares, donde las cargas
que los efectivos realizan a pie son siempre apoyadas por los furgones
que gracias a los arranques y frenazos consiguen hacer retroceder
notablemente a los manifestantes que resisten a las cargas, incluso en
terrenos más estrechos que el paseo del Prado. Al contrario que el tipo
de actuación de este grupo de antidisturbios en cuestión, que avanza sin
miramientos contra la masa golpeando a los que llegan a alcanzar, algo
que si hemos podido ver en incontables ocasiones, incluso ese “quedarse
aislados” uno o dos efectivos, pero que ha sido solventado rápidamente
con la llegada bien de más efectivos a pie o bien de furgones a todo
velocidad, algo que el 22M tardó más de lo habitual en ocurrir.
Corresponderían entonces a este tramo las comunicaciones de la emisora
de la UIP que han visto la luz, y en las que se ordena tanto a este
grupo como a los que están en las inmediaciones quedarse “estáticos” a
esta altura. Un extremo confirmado ampliamente por los sindicatos
policiales y por la investigación interna que le siguió, y que ha sido
puesto en cuestión con cierto énfasis en el debate público sobre los
enfrentamientos del 22M, quedando zanjado con la explicación de un
supuesto error de calculo y estratégico de la propia UIP. También aquí
tocaría apuntar algo sobre la actuación de la policía municipal, que se
ve rodeada por la masa que huye de la cargas de la UIP y que realiza
algunos movimientos extraños en este tramo, como por ejemplo el arranque
en solitario de uno de sus furgones hacía los manifestantes, que más
tarde es recibido por una lluvia de objetos provocando el pánico del
conductor que se echa mano del arma, o como las primeras cargas que
realizan son por cuenta propia y sin la ayuda de la UIP que se encuentra
a su espalda, observándose incluso algunos momentos más tarde como
efectivos de unos y otros tienen que actuar juntos.
Hasta aquí una
versión construida a partir de las circunstancias que se dieron y
apoyada en algunas evidencias que se desprenden de ella, y que es
gracias al ingente material audiovisual que se ha subido a la red, que
aunque se compone principalmente de vídeos editados es posible hacer un
visionado que conecte momentos y espacios dándonos una visión aérea de
lo ocurrido. Quedaría entonces lanzar una hipótesis al hilo de esta
versión: que los enfrentamientos del 22M se produjeron en un primer
instante gracias por una parte a la actitud de confrontación de unos
pocos manifestantes, y posiblemente de elementos externos provocadores
que los agudizaran, y por otra a la escasa contención de la policía en
lo que se refiere a como se despachan los primeros ataques que reciben
de poca consideración. Esto significa que la orden política de “mesura”
ante esta manifestación que supuestamente se lanza desde delegación de
gobierno, algo que se ha afirmado en numerosas ocasiones, o no existió o
el mando policial no la acató ordenando a sus grupos avanzar hacía la
plaza donde se realizaba el acto y usar el material antidisturbios. Y
que de igual modo, cuando los enfrentamientos ya se han desatado
contagiando a una parte importante de los manifestantes, que son
atacados mientras aun participaban en la protesta, es entonces cuando si
se asume la orden política de cargar solo contra los “violentos” y por
lo tanto no despejar la plaza al completo, así como de hacer “aguantar” a
los grupos de UIP ya desplegados a lo largo del paseo, un extremo que
el mando policial ordena por la emisora tal y como se ha publicado,
denegando así el auxilio al subgrupo más atacado en ese instante. En
conclusión, entendemos que ésta representa una posible estrategia
policial que se consumaría en la provocación de una situación doble en
la que la UIP hiciera de ariete, como en Genova, o de sparring, como en
Recoletos, según convendría en cada momento. De este modo se habría
logrado en un primer lugar reventar una jornada hasta ese momento
pacífica y obligando a la manifestación a dividirse en dos grupos, los
que se dispersan y los que se defienden de las cargas (o los violentos y
los pacíficos), así como en un momento posterior provocar una situación
de tensión contra la propia policía apoyándose en los grupos de
manifestantes que ante blancos fáciles y aislados descargan toda la
fuerza contra éstos. Parecería entonces, que los famosos observadores de
la OSCE o el material antidisturbios de menos que se había asignado a
los grupos de la UIP aquel día, resultara una buena excusa para el
debate público a la hora de fabricar una coartada ante la inacción de la
policía en uno de los tramos de los enfrentamientos. Por último,
entenderiamos que cupiera en esta versión alguna otra posibilidad, como
es la de un error policial en su comunicaciones y su coordinación, si no
fuera porque como hemos comprobado a lo largo del texto existen
demasiadas contradicciones y extrañezas en el total del operativo,
algunas demostrables y otras que se le suponen.
Y si es que esta
hipótesis fuera acertada o aproximada, se entendería el mecanismo
post-policial que se activa en torno al 22M en los medios de
comunicación y en la instancia judicial en los días y semanas
posteriores. Una vez los antidisturbios han traducido una orden política
sobre el terreno, corresponde a los medios oficiales y gracias a las
escenas vividas, orquestar una campaña de descrédito y silencio de los
motivos y propuestas políticas de las MD y del 22M, de criminalización
contra los manifestantes y de la forma de protesta de unos y otros y por
último de martirización y blindaje de la policía por las agresiones
recibidas. Durante más de cinco días consecutivos todos los telediarios y
toda la prensa nacional llevan titulares sobre estos hechos, todos
ellos sobre lo acontecido al final de la manifestación. Una semana
después, la físcalia apoyada en la versión policial difundida por los
medios abre una investigación, que continua a día de hoy en manos de la
Audiencia Nacional, y que tiene como primer resultado la detención de 11
personas a raíz de los disturbios del 22M, que se suman a los 24 de
aquella noche, pasando a prisión preventiva dos de ellos que continúan
encarcelados, Miguel e Ismael.
La dignidad de clase y anticapitalista cambia de bando el miedo
Al
margen de lo policial, de lo que en si fueron o pudieron ser las
decisiones políticas que influyeron en los enfrentamientos del 22M, se
encuentra la causa, de lo que al fin y al cabo solo es una consecuencia.
Ésta no es otra que el grado de peligrosidad y sentido del riesgo que
el estado le concede al movimiento de oposición que se produzca en un
momento dado. Se quiere decir entonces que el especial interés que el
ministerio de interior y la delegación de gobierno han mostrado en torno
a estos hechos, incluida una estrategia policial a medida, es
proporcional al nivel de alerta que las Marchas de la Dignidad (MD) y
sus características que ahora pasamos a analizar supusieron para los
garantes del orden del estado.
Solo con enumerar algunos de los
factores que propiciaron la culminación en Madrid de las MD se puede
observar que éstos son extraordinarios a la mayoría de movilizaciones y
luchas que han hecho aparición en los últimos cuatro años: que la
convocatoria parte de un sindicato, el SAT; que éste mismo invita y/o
solicita mediante actos de presentación y reuniones la implicación y la
participación activa en el 22M de toda la amalgama de organizaciones,
colectivos y asambleas en cada uno de los pueblos y barrios donde se
hacen eco; que la organización de las MD corre entonces a cargo del
trabajo militante, constituyéndose así comités de apoyo en cuantiosos
lugares y que son las organizaciones más asentadas, digamos formales,
del ámbito sindical y político quienes suponen el grueso de estos
comités; que no es impedimento para que colectivos y asambleas
populares, plataformas, redes o mareas ciudadanas aportaran al proceso
en igualdad de condiciones, sumándose así sectores sociales, feministas,
ecologistas, de inmigrantes, vecinales y juveniles a la convocatoria;
que la tarea unitaria que representan estos comités y en si las MD es
llevado a cabo en nombre de todos y de ninguno, es decir, todos estamos
pero ninguno tiene más poder decisorio o de exposición pública que otro;
que en consecuencia y por último, las reivindicaciones, los puntos de
oposición y choque contra las políticas del gobierno que se estaban
planteando, son amplios y asumibles a la vez que concretos y rupturistas
al discurso dominante, además de representar las principales
preocupaciones y necesidades de la clase trabajadora del momento,
incluido del sector de ella más movilizado que se encuentra en la
organización de la convocatoria en cuestión.
Pasamos a profundizar
y argumentar los enunciados anteriores. Era público y notorio ya a
principios de año que la convocatoria de las MD la abanderaba y
anunciaba el SAT, Diego Cañamero su portavoz, un sindicato que pese a
encontrarse en la órbita de CUT-IU ha dado suficientes muestras de
practicar un sindicalismo combativo, honesto y con aspiración de cambio
social en los últimos años, al menos en el terreno del campo andaluz
donde se mueve. Destacamos entonces la valentía política que supone
propulsar una iniciativa como ésta desde una organización limitada en
tamaño y ámbito como hasta ahora ha sido el SAT, y que ésta sea un
éxito. Igualmente, y al venir del ámbito sindical, la convocatoria de
las MD supone una determinación digna de atención, al realizarse no solo
sin el apoyo, ni el permiso, ni la consulta, sino al margen de la ruta
de CCOO y UGT, o lo que han venido denominando la Cumbre Social. Y
decimos que se trata de una característica en la que detenerse, pues el
no contar con los integrantes del pacto social ha sido determinante en
todos los casos donde el sindicalismo no oficial (revolucionario o
alternativo) se planteó en los últimos años convocatorias ya sean de
movilización o de huelga general, siendo el 22M una muestra de la
viabilidad de esta empresa que tantas veces se quedó en el tintero de
reuniones unitarias por miedo al fracaso u otros factores coyunturales A
consecuencia de las limitaciones de acción de los convocantes, no le
queda más remedio al SAT que impulsar una campaña de apoyo y adhesión a
las MD por todo el territorio, de manera que éstas pudieran realizarse
desde todos los puntos y no solo desde el sur del país. Esto en lo
estrictamente práctico, pero a la vez son los mismos convocantes
iniciales los que promocionan ampliamente el carácter unitario de su
propuesta y que por lo tanto tienden su mano a cualesquiera sean las
organizaciones y gentes que se sumen a ella. De esta premisa, que como
decimos se observa intencionada en el fondo y obligatoria en la forma,
destacamos el que, digamos los invitados, acogen la propuesta de buena
gana y se ponen manos a la obra consumando la unidad de acción no solo
sobre el papel, sino sobre la plataforma creada para tal evento. Son
estos comités de apoyo quienes asumiendo el plano básico trazado por la
convocatoria inicial, les corresponde hacer el esfuerzo de consensuar y
posteriormente trabajar en la dinamización de las MD desde su lugar de
origen, esto es, las labores habituales de propaganda y difusión local,
el soporte logístico y moral de las columnas en sus distintas etapas y
la preparación de la manifestación del 22M. Se aprecia entonces que si
en un principio el alma es el sindicato andaluz, son las organizaciones y
colectivos de mayor implantación estatal quienes recogen el testigo
haciendo suyas en el sentido más amplio de la expresión las MD, a la vez
que las de ámbito local ya sean agrupaciones, colectivos o asambleas
son quienes se encargan de actuar sobre el terreno, multiplicando en
definitiva el alma inicial por cientos y miles de almas que desde ese
momento consideran el 22M como una propuesta propia. Es el resultado del
entendimiento (y esto en lo político supone siempre ceder y exigir a
partes iguales) entre los distintos posicionamientos, tácticas y
estrategias, que bajo ciertas reivindicaciones y propuestas, son capaces
de trabajar en conjunto sobre una acción concreta y una finalidad
común. Y frente a lo que se pudiera deducir de esta heterogeneidad, es
decir, una posible disolución, desvirtuación o confusión de los
discursos políticos que convergen en ella, se evidencia la misma tarde
del 22M que las MD son un expositor común de los puntos del manifiesto, a
la vez que una lanzadera para las opiniones y posicionamientos propios
de cada una de las organizaciones y colectivos que ocupan un lugar en la
gran manifestación.
Hacemos un punto y a parte para finalizar
esta breve explicación en torno a las reivindicaciones que se plantean
desde las MD, que no es otra cosa que una protesta y una propuesta de
los que por la vía de la adhesión y la participación constituyen el
sentir general de la convocatoria. Respecto al apartado de “No al pago
de la deuda” y considerando que este extremo es apreciado por todo el
aparato estatal, incluido el parlamento actual, como una opción
inadmisible en la coyuntura de la UE y bajo la vigilancia permanente de
la Troika, que no cuenta por ahora con el apoyo ni el respaldo de
ninguna de las opciones políticas con posibilidad de gobernar, y que por
lo tanto supone un fuerte desafío al actual pensamiento único difundido
por el gobierno, podemos afirmar la importancia de éste como eje vital
de una movilización popular que se pretende anticapitalista. Siendo esto
lo que se deduce del segundo y tercer apartado “Ni un recorte más.
Fuera gobiernos de la troika”, entendiendo encarecidamente que la opción
anticapitalista en el mundo globalizado y en concreto la Europa de hoy
pasa obligatoriamente por la oposición de los pueblos a la actual
política económica, financiera y al fin y al cabo de gobernanza social a
través del consumismo y el despojo al mundo no occidental. Habiéndose
convertido algunos de estos pueblos a la larga en territorios igualmente
de tercera para las élites mundiales, y actuando sobre ellos como si de
peones se trataran en un tablero económico y político donde unos
aportan la mano de obra barata, el capital público y una deuda
generacional, para que otros más privilegiados se amolden cómodamente al
nuevo escenario capitalista. Es decir, la idea fuerza del 22M en este
caso no es solo la oposición a los recortes sociales, la merma de
derechos laborales o la venta de lo público por parte del gobierno, sino
que pone de manifiesto que sería imposible evitar esos propósitos sino
es con el derrocamiento de los gobiernos títeres de la Troika que en
conveniencia con el bipartidismo, no solo en el caso español, sino en el
griego o el portugués, ceden a pasos agigantados porciones de soberanía
popular en las ya deterioradas y retraídas democracias representativas
de nuestro entorno. Por último, el apartado que pudiera denotar más
significativamente el sentido de clase de las MD “Pan, Trabajo y Techo
para todos y todas”, una reivindicación que choca de frente con la idea
asociada a las sociedades modernas, del bienestar que tanto estuvo en
boga, de las oportunidades, los derechos y las libertades consagrados en
sendas constituciones, incluida la nuestra. Es de clase entonces porque
se pone de manifiesto que las consecuencias de lo que los capitalistas
han llamado crisis, comienzan a visibilizarse en amplias capas de la
sociedad que han visto empobrecer no solo sus economías familiares sino
un deterioro general de la condiciones de vida, quedando de esta manera
al descubierto, de nuevo y de forma evidente, las diferencias sociales
que dividen al explotador y al explotado, al trabajador y al que vive de
él, quien desde una posición de privilegio vive en la opulencia y quién
soporta la impronta de la economía en toda su virulencia. Esto es, lo
que se podría entender como una reubicación, aunque solo fuera
simbólica, de la clase trabajadora que durante las últimas décadas
olvidó a cambio de prebendas el lugar que el capitalismo y el estado le
reserva en la sociedad, que no es más que la de productor-consumidor de
usar y tirar. No podemos dejar de decir al respecto de este último
apartado, que funcionó de igual modo como eslogan o lema digamos más
carismático que el resto, y que es el que con mayor precisión pudiera
responder al concepto de Dignidad que los convocantes y organizadores
quisieron trasmitir al colocar tal titulo a la marcha y las columnas del
22M.
Terminamos con una breve apreciación sobre la implicación y
en consecuencia lógica, la búsqueda de un rédito político de algunas
plataformas electorales que se encontraban entre los impulsores primero y
entre los organizadores después. Vendríamos a engañarnos si no
apuntáramos aquí que el Frente Cívico de Julio Anguita o la reciente
iniciativa electoral de Podemos fueron agentes con los que se contó a la
hora de la planificación de las MD y de por donde podrían orbitar sus
objetivos. No es un secreto, tanto Anguita como Iglesias fueron
participes de la presentación de la convocatoria y de su difusión y
soporte público sumándose al llamamiento que hacía el SAT. Y en cuanto
al cometido, es notorio también que planea sobre el ambiente actual la
ambición de una izquierda parlamentaria o que aspira a ello de tratar de
aglutinar el descontento popular hacía un gobierno en este caso de
derechas que se presenta como el primer enemigo a batir si es que se
quiere la consecución de otros objetivos (lo que pudieran ser las
reivindicaciones emanadas de las MD) y en consecuencia un reforzamiento
de la izquierda (tradicional-institucional o de nuevo tipo) como
alternativa política, que por otra parte es plenamente consciente de que
una amplía movilización en la calle le vale como campaña electoral. Y
dado que tanto en el caso del Frente Cívico, como en el de Podemos y
como apuntamos al principio, en el del SAT a través de la CUT, es IU la
organización sino madre si hermana, se aprecia como esta fuerza
política, con más dificultades que facilidades, penetra desde un inicio
en la convocatoria de las MD, aunque lo hiciera discretamente y
aportando al cometido más su posición institucional que su trabajo
militante, tal y como se demostró en los comités de apoyo y en las
propias columnas. Apreciar esta circunstancia no implica una intención
de descrédito de la misma, sino tenerla en cuenta en el análisis
conjunto que venimos haciendo, pues solo le correspondería a las
organizaciones y colectivos que desechan la vía electoral como una
posibilidad de cambio en este momento o siempre, hacerle frente
políticamente en el debate y en la calle.
Sirvan entonces estas
amplías aunque generales pinceladas, para que a juicio del lector o
lectora se compruebe si el grado de riesgo que supone esta puesta en
escena teórica y práctica volcada en el 22M es lo suficientemente alto
como para confirmar las cuestiones e hipótesis que en el primer apartado
desarrollamos en cuanto a lo policial y represivo. Quedando eso si, un
sin fin aun de variantes y circunstancias por contemplar, como es el
desarrollo de los cuatro puntos en el Manifiesto, de como así se
impregna de una amplía gama de propuestas de lucha y esto se traduce en
la diversidad del movimiento, del bloqueo y silencio informativo tan
brutal que se impuso, o quizás una valoración de lo acertado o no que
supone la centralización de la protesta en la capital.
Primavera 2014
Primavera 2014
Comentarios
Publicar un comentario