'SEMANA SANTA, OTRA VEZ', por Luis Enrique Ibáñez

"Es como si la marca España se tradujera hábilmente en la visión de un pueblo condenado, que mientras cumple su penitencia se mira extasiado en el indecente oro de los tronos religiosos"

"No hay hoy en España ningún obispo inteligente; yo leo desde hace años sus pastorales y puedo asegurar que no he repasado nunca escritos tan vulgares, torpes, desmañados y antipáticos. ¡Son la ausencia total de arte y de fervor!"

(José Martínez Ruiz, Azorín)

Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría

SEMANA SANTA, OTRA VEZ

Ahora que la Semana Santa amenaza de nuevo, ahora que todos los ciudadanos de este país laico y aconfesional, todos, creyentes y no creyentes, vamos a ser ocupados, invadidos, por el ensordecedor ruido del rito para todos, aquí no se escapa ni Dios, por la imposición del bloqueo del espacio público, ahora es el momento de decir, otra vez, que millones de españoles que no comulgamos con la avasalladora exhibición de iconos, de olores, de músicas, de estandartes, de gritos, de ceras, de atropellos a la convivencia, de eliminación del pensamiento individual, de direcciones prohibidas, de quita tu mierda de coche de aquí que venimos nosotros, de no se te ocurra cruzar por medio, pedazo de irreverente antisistema, que te voy a dar, que millones de españoles, digo, queremos afirmar en voz alta que estamos hartos de la arrogancia oficial que entrega calles, tiempo y dineros al culto oficial.

Un culto cada vez más exhibicionista, cada vez más fundamentalista (qué perspicaces nos mostramos cuando hablamos del fundamentalismo en otras culturas, mientras aplaudimos hasta rabiar eso que aquí llamamos "tradición cultural"), un culto que parece llamar a la infinita oración para que aceptemos, sumisos, nuestra condición de seres resignados.

Es como si la marca España se tradujera hábilmente en la visión de un pueblo condenado, que mientras cumple su penitencia se mira extasiado en el indecente oro de los tronos religiosos.

Ya sé que lo que sigue va a ser calificado de demagógico (es la moda para intentar anular las justas denuncias) por las mentes biempensantes de esas personas conformadas. No obstante, lo voy a decir: me parece pornográfico que mientras tantos españoles pasan hambre, hacen excursiones nocturnas a los contenedores de basura, se arrastran en busca de un empleo que los convierta, con suerte, en esclavos callados, que mientras eso ocurre, se incrementen hasta el agotamiento los fastos y los gastos eclesiásticos. Y sí, también sé que esta semana fantástica genera esa cosa llamada riqueza en forma de bares, restaurantes, hoteles y demás, sé que habrá nuevas contrataciones temporales, sé que algunos parados podrán currar algo estos días, en las condiciones que todos sabemos, eso sí. Y también sé que puede que eso tranquilice a nuestros gobernantes, los de la mirada pequeña, los del recorrido limitado, los de los ojos cerrados y las manos abiertas.

Ahora que nos desayunamos con la noticia de que el increíble ministro Gallardón ha indultado al director de un banco que robó 30.000 euros a un cliente... ahora, ahora ya no sabemos qué cara poner. El indulto había sido solicitado por la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad de Valladolid. Tanto la Audiencia Provincial como el Supremo habían rechazado los recursos del condenado, exdirector de una oficina del Banco Santander. Pero no pasa nada. Aquí está el todopoderoso Gallardón para arreglar tanto desaguisado, ¡hombre ya!

A alguno este caso le puede parecer una mera anécdota, un asuntillo de importancia menor. Sin embargo, ese indulto se muestra como una sangrante y luminosa metáfora que explica de modo incontestable la estafa que estamos padeciendo: Banco estafa Pueblo, Banco culpable, Político perdona Banco, con la Bendición de la Institución Religiosa. Pueblo y Justicia a tomar por saco.

Y mientras, en los calabozos españoles se hallan detenidos, sin cargos, un día sí y otro también, personas que salen a la calle para pedir justicia, para denunciar la ignominia legal, el derrumbamiento obsceno de eso que llamaban Estado de Derecho.

Es legal, dirán algunos. Claro, ahí está el problema. También es legal, lo acaban de anunciar, que el Banco Santander fiche al exsecretario de Estado de Economía, del gobierno de Zapatero. José Manuel Campa será para el Santander el nuevo Director del Área de Relaciones con Inversores y Analistas. Mediten, sólo un par de minutos, sobre el significado profundo de esas palabras que titulan el cargo, y digan luego si les sigue pareciendo un disparate eso de que el Poder Político y el Poder Económico se han fundido en un solo cuerpo opresor para machacar con alevosía consentida (por nosotros) el estómago de todos los mortales.
Por cierto, la esclavitud también era legal, y lo que hizo Hitler, también.

También es legal que un representante de la Iglesia, el obispo de Málaga, mientras prepara con júbilo su santa semana, sus coronados días de aquí estamos nosotros y nos tenéis que aguantar, declare que "el matrimonio gay es como la unión de un hombre y un perro, o un bebé y un anciano". Ya hay que tener una mente sucia, una mente habitada por un inaccesible cuadro crónico de fantasías inconfesables. No pasa nada, ahora a rezar, que también es legal.

Y a tomar las calles, que se aparten todos.

Ahora soy yo el que bendice la santa idea de la sin par Ana Botella (se le ocurrió, a raíz del 22-M, crear un manifestódromo, para limitar el derecho y el efecto de las manifestaciones), y propongo la creación, en cada ciudad, de un semanasantódromo, para que el resto de ciudadanos, una gran mayoría silenciosa y silenciada, los que vagamos huérfanos de fervor, podamos hacer valer nuestro derecho de circulación por la vía pública. No entiendo por qué la gente dice que esa mujer, la alcaldesa del reino, tan preparada, tan brillante, esa mujer que lo ha conseguido todo a base de esfuerzo personal, desde abajo, sin ayuda, sin padrinos, sin compañía de nadie, sin mecenazgos extraños, por qué la gente dice que Ana Botella es tonta, que no sabe pensar, que nunca se le ha ocurrido ni una sola idea con interés.

Ahora que nos enteramos de que, gracias a la Iglesia, seis familias de Lanzarote van a ser desahuciadas, seis familias, de escasos recursos, que vivían desde los años 50 en unas casas construidas en unos terrenos donados a la Iglesia, y que ahora esta Iglesia ha vendido a una gran empresa, ahora nos preguntamos de qué color serán las palabras que el sacerdote del caso mencionado lanzará al aire en sus imperiales homilías de Semana Santa. ¿Cómo podrá travestirlas de caridad, misericordia, compasión y comunión con los que sufren? 

Uno de los ancianos que va a ser desahuciado ha declarado: "Cuando vengan a tumbar la casa que me lleven a mí también".

Ahora que millones de españoles van a inundar las calles para hacer visible su emoción religiosa, bajo la dirección de una jerarquía eclesiástica que todavía no ha abierto la boca para denunciar los salvajes desahucios, las preferentes, los desmanes de los bancos, la abdicación de los gobiernos, la expulsión de la democracia, la vida en los contenedores, ahora, pensamos en ellos, en esos españoles, y vemos que los necesitamos en las calles, sí, en las calles, pero ahora para defender la dignidad y la justicia ante este golpe de estado financiero que nos ha tomado, ante esta cada vez más insoportable dictadura de la indecencia.

Se me dirá que una cosa no quita la otra, pero uno tiene sus dudas. Sobre todo cuando uno sabe que una gran mayoría de esos españoles, emocionados ante los pasos, mira con desprecio y asombro a esos otros españoles que con tanta frecuencia salimos a las calles para protestar ante tanta injusticia social.

Y, sobre todo, uno duda cuando comprueba que la ministra encargada de acabar con el paro, Fátima Báñez, se encomienda a la Virgen del Rocío para salir de la crisis. O cuando el ministro de Interior, Fernández Díaz, el mismo que ha mostrado su indiferencia ante las muertes de los inmigrantes en la frontera, el mismo que justifica las devoluciones ilegales, las cuchillas asesinas, el mismo que lanza a los antidisturbios contra la población, ese señor, tan pío, nos ha regalado, para tranquilizarnos, su convencimiento de que Santa Teresa está intercediendo por nosotros para mejorar la situación del país, "en estos tiempos recios". Poco tardó TVE, evangelizada ahora por ellos, en aprender de la sabiduría de Fátima Báñez y recomendar a los parados rezar para calmar la ansiedad

Televisiones públicas que ahora en esta santísima semana nos saturarán a todos, queramos o no, con las retransmisiones en directo de todas las procesiones habidas y por haber.

Se me dirá, y con razón, que existen muchísimas personas humildes, sensatas, que viven su idea de la religión (y sus celebraciones de estos días) de un modo tranquilo, sin avasallamientos, sin altanería, y que deben ser respetados. Es verdad, y yo les respeto, ¿cómo no voy a respetar a mis mayores?

Lo que ocurre es que ellos, y sobre todo esa jerarquía a la que deben obediencia, tienen que empezar a pensar que también ellos deben respetarnos a los demás. Y esto no pasa.

Palabras de Rouco Varela, amenazantes, palabras del obispo de Málaga, obscenas, palabras mudas de la iglesia de Lanzarote, palabras trasnochadas, ridículas, insultantes, de esos ministros de misa y rosario diarios... palabras, palabras, palabras.

Vuelven ahora, estas sí lo hacen en nuestro auxilio, las palabras que Azorín (escritor creyente) escribió hace 112 años, a propósito de los jerarcas de la Iglesia de su época, comparándolos con los tiempos anteriores:

Amplios de espíritu, flexibles, comprensivos, eran Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, Melchor Cano. [...] El catolicismo de ahora es cosa muy distinta, está en oposición abierta con esta tradición simpática, que ya se ha perdido por completo entre las clases superiores. [...] ¡Las clases superiores!. No hay hoy en España ningún obispo inteligente; yo leo desde hace años sus pastorales y puedo asegurar que no he repasado nunca escritos tan vulgares, torpes, desmañados y antipáticos. ¡Son la ausencia total de arte y de fervor! [...]

Azorín se levanta de la mesa. «El catolicismo en España es pleito perdido: entre obispos cursis y clérigos patanes acabarán por matarlo en pocos años.»

(AZORÍN. La voluntad. 2ª. parte, cap. IV,1902)

¿Qué pensaría Azorín, ahora, de los dirigentes de esta Iglesia, cada vez más envalentonada, cada vez más aliada del poder que oprime, cada vez más presente en las instituciones públicas, en la Educación, en los Presupuestos del Estado, en los funerales de Estado... cada vez más insensible, cada vez más ausente de esos lugares malvividos por la gente que sufre? 

Y en cuanto al pueblo, así era como lo veía el gran escritor de la Generación del 98,

 «Este es un pueblo feliz -piensa Azorín-; tiene muchos clérigos, tiene muchos militares, van a misa, creen en el demonio, pagan sus contribuciones, se acuestan a las ocho... ¿Qué más pueden desear? Tienen la felicidad de la Fe, y como son católicos y tienen horror al infierno, encuentran doble voluptuosidad en los pecados que a los demás mortales, escépticos de las chamusquinas eternas, apenas nos enardecen.»

(Ídem)
¿En qué país vivimos? ¿Adónde hemos regresado?

¿O acaso siempre hemos estado aquí y no nos dábamos cuenta?


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