Cada día son más frecuentes las cacerías.
En universidades, en pueblos, en plazas, en fronteras, en
barrios.
La orden es clara: que se callen, se ahoguen o sangren.
Que que ni dios aúlle
porque le duela el hambre.
Huelen su sangre viva.
Su grito vivo.
Su ejemplo digno.
Las jaulas se llenarán
de humanidad.
Si no lo remediamos antes,
fuera quedarà sòlo mansedumbre y barbarie.
Viñeta de Kalvellido
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