Carlos Tena es como Mae West: cuando es bueno es muy bueno, pero
cuando es malo es todavía mejor; y al igual que Mae West y Groucho Marx
(los dos grandes filósofos estadounidenses del siglo XX), tiene la rara
habilidad...
... de decir mucho con pocas palabras y de dar en el blanco como quien no quiere la cosa.
En su esclarecedor artículo Évole y el
billar a tres bandas, Tena pone el dedo en una de las llagas más
purulentas de nuestra putrescente seudodemocracia: la de los periodistas
y/o tertulianos aparentemente críticos pero solapadamente legitimadores
del régimen.
Sobre la grotesca farsa montada por
Évole con motivo del aniversario del 23-F, dice Tena: “No se trataba de
un nuevo Orson Welles alucinando a la audiencia con un golpe de estado
terrícola a manos de extraterrestres, pero casi. Lo avalaban Gabilondos,
Ansones, Serras y Leguinas, y otras gentes cuasi alienígenas… Évole
optó por legitimar la versión monárquico-franquista, bromeando sobre una
intervención real en el golpe, ratificada por los informes derivados de
los cientos de horas de investigación que Grimaldos y otros admirables
autores han plasmado en sus obras… Évole ha hecho un estupendo regalo de
aniversario al monarca: un traje nuevo, color democrático, para que el
Borbón cubra sus vergüenzas”.
El engendro de Évole es un buen intento
de rizar el rizo para cerrar el círculo (vicioso) y volver al punto
(negro) de partida: presentar la realidad como si fuera una ficción que
se hace pasar por real; engañar con la verdad, como dice Benavente en La
malquerida. Si los marcianos hubieran invadido realmente la Tierra, el
famoso programa radiofónico de Orson Welles les habría sido de gran
ayuda (no en el momento de su emisión sino luego, al declararse
ficticio). Un buen intento, sí, sobre todo porque el impostor sabía de
antemano que contaría con numerosos apoyos.
Pues a los farsantes y bufones
mencionados en Évole y el billar a tres bandas, habría que añadir a Ana
Pastor, al Gran Wyoming (como señala Tena “en La Sexta se juega por la
izquierda mientras la pelota va hacia a la derecha”), a los gacetilleros
y gacetilleras de El País y a un largo y vergonzoso etcétera.
Afortunadamente, frente a esta “flor y nata de la impostura”, frente a
estos nuevos progres que son los mejores aliados de los viejos carcas,
hay excelentes periodistas e investigadores de la historia reciente que
no se rinden a las amenazas ni a los sobornos de las mafias
mediático-culturales, como Antonio Álvarez Solís, Alfredo Grimaldos,
Teresa Aranguren, Pascual Serrano, Iñaki Errazkin o el propio Carlos
Tena, por citar solo algunos ejemplos (aunque me temo que en realidad
los he citado a casi todos, al menos entre los profesionales de primera
fila).
Dice Umberto Eco que, mientras que de la
Edad Media tiene un conocimiento directo, el mundo actual solo lo
conoce por la televisión. Beato lui, como decimos los italianos, que al
menos conoce el pasado y se da cuenta de que el presente mostrado por
los medios es una ficción construida por y para el poder.
Gracias, en buena medida, a embaucadores
como los que han secundado la vergonzosa farsa de Évole, mucha gente no
tiene nada claro de dónde viene ni dónde está; y mientras no se aclare,
no irá a ninguna parte.
Comentarios
Publicar un comentario