Los
desórdenes en Bosnia-Herzegovina no son diferentes de lo que
está sucediendo en la vecina Ucrania. Como en Kiev, Estados Unidos está
detrás de los incidentes de Sarajevo. La diferencia es que en este
último caso el principal objetivo es acabar con una región autónoma:
la República Srpska.
Ha llegado la «revolución de color» [1]
que se esperaba en Bosnia desde hace un año. Pero lo más importante es
que, al contrario de lo que esperaban los analistas, el «cambio de régimen»
va más allá del componente serbio: la República Srpska. Se está
produciendo un putsch que se extiende a todo el país –la Federación de
Bosnia-Herzegovina– y que llegará finalmente a la República Srpska.
Se trata de un hecho muy importante ya que sugiere que los servicios
secretos occidentales –y, por supuesto, también sus Estados– quieren
limpiar el terreno político en todo el país. El plan consiste en
explotar la creciente insatisfacción social –más que justificada– para
provocar el caos total. Ese caos, así como la ilusión de «una vida mejor»,
que los medios occidentales y los centros de propaganda estimularán en
la conciencia de las masas populares, serán utilizados posteriormente
para poner en el poder un nuevo equipo de títeres, no sólo a nivel de
las autoridades regionales sino también en el poder central.
El objetivo principal sigue siendo deshacerse del presidente Milorad
Dodik y acabar con la política independiente de este dirigente en la Republika Srpska
para instalar en Banjaluka un equipo que permita la incorporación de la
entidad autónoma serbia al Estado bosnio centralizado. Los demás
objetivos son la incorporación de toda Bosnia-Herzegovina a la OTAN y su
adaptación total a las estructuras occidentales euro-atlantistas.
A la luz de la Constitución en vigor todo eso es imposible sin el consentimiento del gobierno de la Republika Srpska.
Es por esa razón que el primer paso tiene que ser instaurar un gobierno
que “coopere”. Muy rápidamente el actual protectorado –que goza de una
autonomía local muy limitada– se transformaría entonces en una colonia
de Occidente.
Al igual que los manifestantes de Kiev, los de Bosnia actúan movidos por la ilusión de que lo único que hace falta es «echar a los malos» para lograr «una vida mejor», de la que tienen una visión nebulosa y absolutamente indefinida. Pero esa «vida mejor» nunca se logrará si su obtención se pone en manos de los títeres que Occidente quiere instalar en el poder.
Como ya se ha visto en Ucrania, sólo Rusia tiene la capacidad
material necesaria para ayudar a mejorar la calidad de vida de ese país.
La Unión Europea ya ha dejado muy claro que carece de medios materiales
para contribuir a la reconstrucción de Ucrania, aunque sí tiene
suficiente dinero para pagar las proezas callejeras de los hooligans. Y
lo que es válido para Ucrania, también lo es para Bosnia y para la Republika Srpska.
Los motines registrados desde hace unos días en la Federación de
Bosnia-Herzegovina, inicialmente en Tuzla antes de extenderse a Sarajevo
y a otras ciudades de la región central de la Federación, se
caracterizaron desde el primer momento por la extrema violencia de los
manifestantes. Teniendo en cuenta el hecho que las operaciones de «cambio de régimen» generalmente se basan en el escenario de «resistencia no violenta» trazado por Gene Sharp, puede parecer extraño que en el caso de Bosnia se haya suprimido la fase no violenta.
La primera fase del esquema habitual –basado en una provocación
inicial que desencadena una explosión de desórdenes– prevé, por
el contrario, provocar un ataque del gobierno contra manifestantes
pacíficos que serán presentados por la prensa como víctimas inocentes.
Sin embargo, parece que los organizadores occidentales están impacientes
por liquidar el asunto lo más rápidamente posible, tanto en Ucrania
como en Bosnia-Herzegovina. Quizás sea por eso que han decidido acelerar
el proceso de instalación de sus títeres en el poder ahora que todavía
están a tiempo de mantener la ilusión de «una vida mejor»
apadrinada por Occidente y antes de que las malas noticias sobre la
crisis que afecta a los países occidentales lleguen a oídos de las masas
populares de los países del este.
La manera como se maneja la revuelta aparece brevemente reflejada en
la siguiente imagen, divulgada en uno de los sitios web que apoyan el
movimiento antigubernamental.
La primera es el nivel de agresividad callejera que practican los manifestantes y que incluye la quema de neumáticos.
La segunda es el conocido símbolo de Otpor!, el puño en alto, que ha caracterizado todas las operaciones similares desde la realización de la primera revolución de color exitosa organizada bajo control occidental en Belgrado, en octubre del año 2000, lo cual indica –por supuesto– de donde proviene la fuerza motriz de los acontecimientos que estamos viendo.
Finalmente, el texto en inglés, algo fuera de lugar en un movimiento supuestamente bosnio. Se trata evidentemente de un lapsus que seguramente se corregirá con el tiempo ya que indica claramente quién se encuentra detrás de toda esta farsa.
Además de los elementos que acabamos de señalar, también están
presentes los demás rasgos característicos de las operaciones
orquestadas alrededor de los principios trazados por Gene Sharp. La
infraestructura para el cambio de régimen –que los especialistas
occidentales han venido construyendo pacientemente en Bosnia durante
2 años– ha recibido finalmente la orden de activación. Lo que estamos
viendo es resultado de la actividad de redes muy organizadas y
vinculadas entre sí que cubren toda la Federación, incluyendo la Republika Srpska,
y que actúan de conjunto para alcanzar objetivos idénticos utilizando
para ello todos los medios de la tecnología moderna puestos a
su disposición. La demagogia, convenientemente nebulosa, menciona temas
no claramente definidos, como el «respeto de los derechos humanos» y «un mañana mejor»,
pero que obviamente garantizan un amplio respaldo en Bosnia
–la erradicación de los efectos de la radioactividad tendría el mismo
éxito en Fukushima. Pero, ¡oh sorpresa!, ninguno de los sublevados
propone medidas políticas concretas para la realización de tan nobles
ideales.
La idea de convidar a las fuerzas policiales a unirse a
los manifestantes también viene del método de Gene Sharp.
Los organizadores anónimos de los motines de Tuzla se presentan bajo el
acrónimo «Udar» [en español «golpe»], una manera muy transparente de referirse a la organización política del ucraniano Vitali Klitschko [2].
Es evidente que los gobiernos de las dos entidades que conforman
Bosnia-Herzegovina no están preparados para enfrentar el destino que se
les depara. En la Federación, los políticos musulmanes creyeron
tontamente que el apoyo táctico de Occidente era una garantía a largo
plazo, cometiendo así el mismo error que el presidente egipcio
Hosni Mubarak, quien también creyó que su posición era segura, mientras
que Estados Unidos entrenaba activistas del movimiento juvenil del 6 de
abril con intenciones de derrocarlo.
Y en la Republika Srpska, no es sólo la coalición que
actualmente ejerce el poder quien no ha tenido tiempo de evaluar la
situación para tomar medidas eficaces. Es posible que los líderes de la
oposición se despierten un día dándose cuenta de que sus mentores
occidentales los han engañado con el único interés de utilizarlos en
contra del presidente Dodik y que un nuevo equipo de protegidos,
discretamente formados por Occidente, se instalará en el poder dejando a
la oposición nacional fuera del juego.
[2] Vitali Klichko es un ex boxeador ucraniano que llegó al mundo de la política en 2006 bajo la etiqueta del partido Pora!, creado por los hombres de Gene Sharp como homólogo del movimiento serbio Otpor!.
En 2012, Klichko se puso a la cabeza de una coalición, la Alianza
Democrática Ucraniana para la Reforma, cuyo acrónimo en lengua
ucraniana, Udar, significa “el golpe”, lo que se presenta como un juego de palabras sobre la capacidad del boxeador y la toma del poder. NdlR.
Los artículos de esta autora o autor
Comentarios
Publicar un comentario