“El marxismo es mucho más que un método crítico”. Terry Eagleton. Entrevistaron: Alejandra Ríos y Ariane Díaz
18.Nov.13 :: Grandes debates. La Rosa Blindada
Presentamos
una entrevista exclusiva a Terry Eagleton, crítico literario marxista y
escritor, sobre uno de sus últimos libros, The event of literature.
Además de exponer algunas de las ideas centrales de este libro, el autor
nos remite a conceptos tratados ya en otros trabajos publicados en
castellano, como La estética como ideología, Después de la teoría o Por
qué Marx tenía razón.
IdZ: Su libro The event of literature plantea que la teoría literaria
ha estado en declinación durante los últimos 20 años, y que
históricamente existe una relación entre las vicisitudes de la teoría y
determinados momentos de conflictividad social. ¿Por qué cree que la
teoría se desarrolla y alcanza sus picos más altos en períodos en que la
conflictividad social es mayor?
En nuestra época, la teoría
literaria alcanzó su punto más álgido, a grandes rasgos, en un momento
en el cual la izquierda política se encontraba en ascenso. Hubo un auge
de dicha teoría en el período que abarca, aproximadamente, desde 1965
hasta mediados o finales de la década de 1970, lo que coincide más o
menos con el momento en el que la izquierda era mucho más militante, y
tenía mayor confianza en sí misma, que en la actualidad. De 1980 en
adelante, con el endurecido control del capitalismo postindustrial
avanzado, estas producciones teóricas empezaron a ceder lugar al
posmodernismo, que entre otras cosas es –como lo ha señalado Fredric
Jameson– la ideología del capitalismo tardío.
La teoría radical no
se ha desvanecido, es cierto, pero fue empujada hacia los márgenes, y
gradualmente se fue volviendo menos popular entre los estudiantes. Las
grandes excepciones a esto fueron el feminismo, que continuó atrayendo
una gran cantidad de interés, y el poscolonialismo, que se convirtió en
algo así como una industria en crecimiento, y aún sigue siéndolo. Uno no
debería concluir, de esto, que la teoría es inherentemente
radicalizada. Hay muchas formas de teoría literaria y cultural que no
son radicales.
Pero la teoría como tal plantea algunas cuestiones
fundamentales –más fundamentales que la crítica literaria de rutina–.
Donde la crítica se pregunta “¿Qué significa la novela?”, la teoría se
pregunta “¿Qué es una novela?”. Hace que la pregunta retroceda a un paso
previo. La teoría es también una reflexión sistemática sobre las
suposiciones, procedimientos y convenciones que gobiernan una práctica
social o intelectual. Es, para decirlo de algún modo, el punto en el
cual la práctica es empujada a una nueva forma de autorreflexividad,
tomándose a sí misma como objeto de su propia indagación. Esto no tiene
necesariamente efectos subversivos, pero puede significar que la
práctica esté obligada a transformarse, habiendo examinado algunas de
sus consideraciones subyacentes, en una nueva forma crítica.
IdZ:
En el mismo libro comenta que el concepto de “literatura” es
relativamente reciente, surgido durante un período de turbulencias
sociales, y que reemplazó a la religión como refugio de valores
estables. Pero también señala que la literatura puede ser vista como una
actividad capaz de desmitificar las ideas dominantes. En La estética
como ideología, planteaba también que la estética ha sido tanto una
forma de interiorización de valores sociales –y en este sentido un
elemento de disciplinamiento social–, así como también un vehículo de
utopías y cuestionamientos a la sociedad capitalista. ¿Sigue cumpliendo
el arte ese papel doble y contradictorio?
Desde un punto de vista
político, tanto el concepto de literatura como la idea de la estética
son, sin duda, conceptos de doble filo. Hay sentidos en los que se
ajustan a los poderes dominantes, y otras formas en las cuales los
desafían –una ambigüedad que es también verdad para muchas obras
artísticas individuales–. El concepto de literatura data de un período
en el cual había una sentida necesidad de proteger ciertos valores
creativos e imaginativos de una sociedad que era cada vez más filistea y
mecánica. Está relativamente hermanada con la llegada del capitalismo
industrial. Esto luego permitió que esos valores actúen como una crítica
poderosa a dicho orden social, pero al mismo tiempo los distanció de la
vida social cotidiana y algunas veces ofreció una compensación
imaginaria por ello. Lo que quiere decir que se ha comportado de una
manera ideológica. La estética encontró un destino similar.
Por un
lado, la así llamada autonomía del artefacto estético brindó una imagen
de autodeterminación y libertad en una forma autocrática, a la vez que
desafió su racionalidad abstracta con su naturaleza sensorial. En este
sentido puede ser utópica. Al mismo tiempo, sin embargo, esa
autodeterminación era, entre otras cosas, una imagen de un sujeto de
clase media, que no obedecía a la ley sino a sí mismo. Creo que esas
ambigüedades permanecen en la actualidad. En las sociedades capitalistas
avanzadas, donde la idea misma de las Humanidades está bajo amenaza, es
vital promover actividades como el estudio de las artes y la cultura
precisamente porque las mismas no tienen ningún propósito pragmático
inmediato, y en este punto cuestionan la racionalidad utilitaria e
instrumentalista de tales regímenes. Esta es la razón por la cual el
capitalismo en realidad no tiene tiempo para ellas, y por la cual las
universidades, actualmente, quieren desterrarlas. Por otra parte, todo
socialista tiene claro que el arte y la cultura no son, en última
instancia, los escenarios de lucha más importantes. Tienen su
importancia, en particular porque la cultura, en el sentido cotidiano de
la palabra, es el lugar donde el poder se sedimenta y reposa. Sin esto,
es muy difícil y abstracto ganar la lealtad popular. Sin embargo, el
culturalismo posmoderno está equivocado en creer que la cultura es lo
básico en los asuntos humanos. Los seres humanos son en primer lugar
naturales, animales materiales. Son el tipo de animal que necesita de la
cultura (en el sentido amplio del término) para sobrevivir; pero eso se
debe a su naturaleza material como especie –lo que Marx llama “ser
genérico”–.
IdZ: En el libro propone la noción del trabajo
literario como “estrategia”, esto es, una estructuración determinada por
una funcionalidad, propuesta como un especial tipo de “respuesta” a una
pregunta planteada en la realidad social. ¿Cómo se lleva esta
definición con la idea de autonomía de la obra, en tanto un fenómeno
autorregulado?
No creo que exista necesariamente una contradicción
entre estrategia y autonomía. Una estrategia puede en sí misma ser
autónoma, en el sentido que es una pieza distintiva de una actividad
cuyas reglas y procedimientos son peculiares e internos a sí misma. La
paradoja de la obra artística, al respecto, es que de hecho va a
trabajar en algo que está fuera de sí misma, concretamente, problemas en
la realidad social, pero esto lo hace “autónomamente”, en el sentido de
que “reprocesa” o “retraduce” estos problemas en sus propios y
sumamente peculiares términos. En este sentido, lo que empieza como algo
externo o heterónomo a la obra, termina como algo interno a la misma.
Una obra realista debe respetar la lógica heterónoma de su material (no
puede decidir que Nueva York esté en el Ártico, como una obra modernista
o posmodernista podría), pero al hacerlo simultáneamente arrastra este
hecho a su propia estructura autorregulada.
IdZ: Varias veces en
este libro señala que las teorías posmodernas y posestructuralistas
terminan en un fundamentalismo antiesencialista simétrico a aquellos
“fundamentalismos” que se pretendían minar. ¿Siguen siendo estas
definiciones posmodernas las dominantes en la discusión cultural e
ideológica, o la nueva situación de crisis capitalista y cierto
reemerger de la lucha de clases han dado pie a nuevos intentos teóricos
que no sean teórica y socialmente escépticos?
El posmodernismo es,
supuestamente, antifundamentalista, pero se podría afirmar que
simplemente sustituye ciertos fundamentos tradicionales por uno nuevo:
concretamente, la cultura. Para el posmodernismo, la cultura es la base
más allá de la cual no se puede excavar, dado que para ello se
necesitaría recurrir a la cultura (concepto, métodos y demás). En este
punto, cabría sostener entonces que este antifundamentalismo es bastante
falaz. En cualquier caso, todo depende de lo que se considere por
“fundamento”. No todos los fundamentos necesitan ser metafísicos.
Existe, por ejemplo, la posibilidad de un fundamento pragmático, como
podemos encontrar, pienso, en el último Wittgenstein. Respecto de la
cuestión de si el discurso posmoderno sigue siendo dominante o no en
nuestros días, me inclino a pensar que mucho menos. Desde el 11/9 hemos
presenciado el despliegue de una nueva –y bastante alarmante– gran
narrativa, justo en el momento en el que se decía con complacencia que
las grandes narrativas habían terminado. Una gran narrativa –la de la
Guerra Fría– se había de hecho acabado; pero, por razones relacionadas
sutilmente a la victoria de Occidente en dicha lucha, ni bien terminó
esa narrativa, se desató otra. El posmodernismo, que juzgaba la historia
como posmetafísica, posideológica, incluso en un sentido poshistórica,
fue tomado por sorpresa. Y no creo que se haya recuperado realmente.
Idz:
A lo largo del libro repasa, en lo que considera sus aportes y
debilidades, diversas teorías literarias desarrolladas en del siglo XX y
más contemporáneamente. La perspectiva marxista parece haber tenido en
esta historia un importante peso. ¿Cuáles son en la actualidad los
nuevos aportes que se ubican desde esta perspectiva? ¿Sigue siendo
fructífera hoy esta tradición en este terreno como lo es en otros, según
plantea por ejemplo en Por qué Marx tenía razón?
La respuesta
breve a la pregunta sobre cuáles son las nuevas contribuciones marxistas
críticas es: son casi inexistentes. Simplemente, el contexto histórico
no es el adecuado para este tipo de desarrollos. La obra de quien, desde
mi punto de vista, es el crítico más eminente del mundo –Fredric
Jameson– sigue en curso. Produce un libro brillante tras otro en una
época en la que muchos críticos muy reconocidos han caído en el
silencio. Pero no hay un nuevo cuerpo de crítica marxista, y dado que no
se dan las circunstancias históricas propicias, uno casi no esperaría
que lo haya. Al mismo tiempo, indudablemente el marxismo no ha
desaparecido, como sí ha ocurrido con el posestructuralismo (de manera
bastante misteriosa), e incluso quizá con el posmodernismo. Ello se debe
en gran medida a que el marxismo es mucho más que un método crítico. Es
una práctica política, y si lo que tenemos es una grave crisis del
capitalismo, es inevitable que de algún modo éste se encuentre en el
aire. Lo mismo puede afirmarse del feminismo, cuyo momento culminante
está unas décadas atrás, pero que ha sobrevivido de manera modificada,
porque las cuestiones políticas que plantea son vitales. Las teorías van
y vienen; lo que persiste es la injusticia. Y mientras esto sea así,
habrá siempre alguna forma de respuesta intelectual y artística a ello.
Entrevistaron: Alejandra Ríos y Ariane Díaz.
Traducción: Alejandra Ríos.
***
TERRY EAGLETON
Es
un destacado teórico marxista, crítico literario, escritor y Profesor
Distinguido de Literatura Inglesa en el Departamento de Literatura
Inglesa y Escritura Creativa de la Universidad de Lancaster, Inglaterra.
Nacido en una familia de clase obrera irlandesa de tradición católica y
republicana, y formado teóricamente con Raymond Williams, es en la
actualidad uno de los más destacados críticos literarios. Su perspectiva
marxista le ha valido una importante influencia en el panorama de
debate ideológico y político marxista, así como enconados ataques de
conservadores y liberales, entre ellos el mismo Príncipe Carlos, quien
ha recomendado evitar el “terrible Terry Eagleton”. Ha publicado
diversos artículos en la New Left Review desde la década de 1970 hasta
la actualidad.
Periódicamente también, publica artículos de
crítica cultural y política en The Guardian, periódico inglés de
tradición izquierdista. Entre sus más de cuatro decenas de libros
escritos sobre teoría marxista, crítica y teoría literaria, y abundantes
polémicas (es conocido por sus irónicos y fundamentados argumentos en
el debate ideológico), se encuentran algunos de los más influyentes en
el panorama marxista de las últimas décadas. Algunos de ellos,
publicados en castellano son: Walter Benjamin o hacia una crítica
revolucionaria, Las ilusiones del posmodernismo, La estética como
ideología, Después de la teoría, Por qué Marx tenía razón, Introducción a
la teoría literaria, y el reciente El marxismo y la crítica literaria
–que reseñamos en IdZ 1–. Ha publicado sus memorias con el título de El
portero.
Versión en PDFFuente: http://ideasdeizquierda.org/
Comentarios
Publicar un comentario