Las
jornadas del 25 y 26 de septiembre definen con claridad las condiciones
del inicio de las movilizaciones de este otoño que ha comenzado
caliente.
La
convocatoria del 25S “Ocupa el Congreso”, con sus sucesivas versiones y
manifiestos, ha hecho correr ríos de tinta entre las diversas
organizaciones de la izquierda y ha sido objeto de una criminalización
previa por parte del PP rayana en el delirio.
El
miedo jugó su papel e hizo que muchas personas se quedaran en casa; en
otras – entre ellas asambleas populares y organizaciones de diferente
perfil ideológico – la desconfianza acerca de los contenidos y las
formas de la convocatoria primó en la decisión de no asistir.
A pesar de
todo ello, no menos de 25.000 nos agolpamos en la Plaza de Neptuno y
aledaños, mostrando varias cosas con claridad:
El
acierto al identificar al poder político como responsable directo de
los ataques al pueblo. Hecho éste que, en sí mismo, deja reducido a
hojarasca el discurso“antiglobalizador” de la desaparición del Estado y
de lo innecesario de tomar el poder.
El
nivel de confrontación con el poder de sectores crecientes de la
población – incluyendo a personas desorganizadas y que han adquirido
conciencia en poco tiempo - es lo suficientemente grande como para irsuperando el temor a la represión.
Que la misma convocatoria.
realizada con mayor claridad política y con la participación de las
organizaciones y colectivos que hubieran compartido los contenidos, habría tenido mayor seguimiento.
El
Ministerio del Interior y la Delegación del Gobierno habían preparado
una inmensa encerrona y un montaje de provocación para “justificar” una
violencia policial propia de los años más duros de la Dictadura. La
brutalidad era parecida, pero se produjeron algunas novedades: por dos
veces, sendas filas de antidisturbios de a dos en fondo (no más de 30) y
con todos sus pertrechos, atravesaron por el medio de la plaza, entre
la multitud congregada que – atónita – se desgañitaba gritando: ¡Fuera,
fuera! La provocación no cuajó, nadie les tiró una botella, ni les
agredió, pese a que estaban literalmente rodeados. Esa vez falló, pero
había otras que no podían fracasar porque los provocadores y los
supuestos provocados eran todos policías.
Afortunadamente ahora hay
medios de comunicación en poder del pueblo que desenmascaran las burdas
farsas preparadas para desencadenar la represión. Algunas de las
manifestaciones del salvajismo de la policía pueden verse en este video http://www.youtube.com/watch?v=UDCRgqspmyU&feature=plcp, a
pesar de las inútiles maniobras policiales para evitar ser grabados en
situaciones“incómodas”, como sucedió cuando los antidisturbios llegaron a
los mismos andenes de la estación de Atocha para continuar su orgía de
golpes, pelotazos y salvas de pólvora apoyados por los “compañeros” de
la seguridad privada de la estación.
Entre
la multitud de escenas de solidaridad ante la barbarie prodigadas a lo
largo de la noche, una emergió del anonimato: la del dueño de un bar que
protegiendo con su cuerpo a las personas que allí se habían refugiado,
se enfrentó a la policía y les impidió la entrada[1].
Las
treinta y cinco personas detenidas y las 64 heridas dan cuenta de la
monumental masacre y, también, de la valentía y capacidad de resistencia
de sectores importantes de este pueblo.
El
balance en la calle es nítido. Es el de un Gobierno acorralado, un
Estado corrupto en descomposición, un Presidente que, mientras su país
se hunde, no tiene mejor ocurrencia que hablar en la Asamblea de la ONU
de Gibraltar, una oligarquía económica y financiera que, mientras protagoniza una gigantesca fuga de capitales,
impone a los gobiernos el mayor expolio a las clases populares, no
tiene más lenguaje que el del terror, ni más instrumento de gobierno que
la represión. Pero ni aún eso lo controla. El intento del Ministerio
del Interior de imputar a las personas detenidas por delitos contra
altos organismos del Estado – castigados con penas de entre tres y cinco
años de cárcel – ha sido rechazado por la propia Audiencia Nacional que a
través del juez Santiago Pedraz informa que no observa delito alguno
que sea de su competencia.
Todo
indica que al Gobierno le ha salido el tiro por la culata. La violencia
desmedida de la policía no ha servido para amedrentar, sino para hacer
subir varios grados la indignación popular. Las pruebas de la burda
provocación se han difundido masivamente y deben formar parte de las
denuncias que deben realizarse, junto con las de las personas masacradas
– asistentes o no a la concentración.
Al día siguiente empezaba la huelga general convocada por la mayoría sindical vasca (todos los sindicatos de clase y la ausencia de CC.OO.
y UGT). Los datos ofrecidos indican que ha sido todo un éxito y que las
manifestaciones convocadas han sido multitudinarias. Pero además se han
producido dos hechos de gran significación que, obviamente, no aparecen
en los medios de manipulación masiva:
-El
día 26 de septiembre también había convocatoria de huelga general en
Grecia – con un seguimiento masivo – que fue precedida por un importante
Comunicado conjunto del PAME y LAB. En él, junto al llamamiento a los
pueblos de Europa a la lucha, se destaca: “Es
necesario igualmente impulsar un sindicalismo de clase, que tenga en la
lucha su mayor seña de identidad, rechazando de plano el modelo
sindical pactista y claudicador que se ha dado de forma mayoritaria en
Europa durante los últimos años, desideologizando a amplios sectores de
la clase trabajadora, y que a través discurso sobre el “diálogo social”
ha intentado dar un “rostro humano”al capitalismo, algo que se ha
demostrado que es imposible”.
-Mientras
el descrédito de los partidos institucionales avanza imparable y el
Congreso de los Diputados era tratado de “Cueva de Alí Babá!” por las
personas concentradas a sus puertas, Sabino Cuadra, diputado de Amaiur,
era golpeado por la policía –a pesar de exhibir su credencial – mientras
participaba en un piquete de huelga junto a lxs trabajadorxs de su
pueblo. El poder sabe muy bien por qué centra sus mejores esfuerzos en
mantener separados al pueblo vasco del resto de los pueblos del Estado.
El Financial Times recogió la imagen[1].
En varios lugares del
Estado el sindicalismo de clase realizó de forma unitaria
manifestaciones en solidaridad con la huelga de la clase obrera vasca.
En Madrid la manifestación convocada conjuntamente por los sindicatos
del Bloque Unitario y la plataforma “Hay que pararles los pies” reunió
al menos 10.000 personas. En la marcha se unieron miles de jóvenes que
entendieron la necesidad de la unidad y la coincidencia de objetivos con
la convocatoria realizada en protesta por la brutalidad policial y
exigiendo la libertad de las personas detenidas la noche anterior. Se
producía, de forma espontánea, la unidad del movimiento obrero combativo
y el movimiento popular convocado a“rodear el Congreso” el 25 de
septiembre.
Pero
no todo fue confluencia y unidad. El intento del sindicalismo
alternativo de realizar el 26S huelgas parciales en el transporte
(metro, autobuses y RENFE) coincidiendo con la huelga vasca, se encontró
con la negativa absoluta de los sindicatos de CC.OO. y UGT presentes en
el sector, a que se produjera la coincidencia en las fechas.
Por
otra parte, se dio la paradoja de que, a la llegada de la manifestación
sindical a Neptuno, mientras una parte de lxs allí congregadxs –
convocadxs por el 25S – se unían de forma natural al cortejo y coreaban
las consignas, otra parte permanecía ajena y separada de la
manifestación. Este hecho insólito, por cuanto se compartían de forma
general los objetivos y los lemas, solamente puede explicarse desde las
posiciones de algunas organizaciones que, si bien convocaban a la
concentración del 25S, mantienen la defensa a ultranza de CC.OO. y
consideran al sindicalismo alternativo como un enemigo a batir.
Algunas conclusiones:
Las
movilizaciones del 25 y el 26 de septiembre marcan el ascenso de la
lucha de clases en el Estado español. La brutal represión no ha
conseguido su objetivo de sembrar el terror y acobardar a la gente.
La
identificación del Congreso de los Diputados con la usurpación de la
soberanía popular, debe conectarse con la ilegitimidad del sistema
político surgido de la Transición, heredero de la Dictadura, con el rey a
la cabeza. La respuesta a la crisis de una oligarquía corrupta y
parasitaria contra las clases populares pone en primer plano del
escenario político a las dos grandes tareas pendientes de los pueblos
del Estado español: la emancipación de clase y sus derechos nacionales.
Los
avances en la unidad de acción del sindicalismo de clase marcan un
proceso que debe profundizarse con mayor grado de coordinación en las
luchas. La coincidencia del sindicalismo de clase es necesaria pero no
suficiente para que la clase obrera recupere su independencia del poder,
secuestrada por las burocracias sindicales. El fortalecimiento de la
conciencia y la organización obrera exige potenciar las asambleas como
fuente del poder y la unidad de lxs trabajadorxs.
Tras
el tortuoso proceso seguido por la convocatoria del 25S, la importante
respuesta popular y la brutal (y previsible) represión policial, para
las organizaciones que sabemos que nos encaminamos a una lucha larga y
dura de confrontación política con el capitalismo aparece más necesario y
urgente que nunca caminar en un doble sentido:
-Redoblar las fuerzas para construir poder obrero y popular desde la base y ello supone promover formas
de organización que den respuesta a los problemas más acuciantes del
pueblo. Ante un poder político que se desmorona, a todos los niveles, es
preciso construir o reforzar experiencias organizativas en las que el
pueblo asuma soberanamente la necesidad de dar respuesta a su propia
supervivencia. Experiencias como la ocupación de tierras de Somonte o
las de edificios enteros como los de las Corralas “La Utopía” y la
“Alegría”en Sevilla, marcan el camino.
-Avanzar
decididamente en los esfuerzos dirigidos a la construcción de un
referente político, que necesariamente debe partir de cada pueblo, y que
partiendo de la negativa radical al pago de la deuda y de sus
intereses, defina el programa de ruptura con el régimen de la
Transición, la expropiación de la banca, las grandes empresas y sectores
privatizados, la planificación democrática de la economía con el
objetivo prioritario de satisfacer las necesidades sociales, la salida
de la OTAN y de la UE.
No
hay atajos. Las manifestaciones, por masivas que sean, son sólo un
termómetro del grado de indignación social. Avanzar en la construcción
de la Alternativa al sistema exige organizar la fuerza social. Y la
acumulación de fuerzas es imposible sin bases sólidas en cada centro de
trabajo, en cada barrio y en cada pueblo y sin un marco político capaz
de catalizar y articular ese poder.
28 de septiembre de 2012
Ángeles Maestro
Red Roja
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