Marxismo y Ciencia,

Marxismo y Ciencia,  

por Carlo Frabetti

Resumen de la ponencia presentada por Carlo Frabetti en el Primer Congreso Mundial de Excelencia Científica (México, mayo 2012).

Cuando Marx dijo que los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo pero de lo que se trata es de transformarlo, era plenamente consciente de que la filosofía natural, convertida en ciencia, llevaba varios siglos transformando el mundo a un ritmo acelerado; lo que en realidad quería decir era que la filosofía y la ciencia (o la filosofía-ciencia, pues, como señaló Engels, son inseparables) debían ponerse al servicio de la transformación radical de la sociedad. Por eso se planteó la batalla contra el capitalismo como una empresa científica, y por eso, hoy que el poder transformador de la ciencia puede ser la clave de nuestra supervivencia o de nuestra aniquilación, es urgente reconvertir el marxismo en el “socialismo científico” que nunca debió dejar de ser; es decir, en una corriente de pensamiento y acción que ponga la ciencia -y la cultura toda- al servicio de la revolución. En ese sentido, los marxistas -y los anticapitalistas en general- deberíamos hacernos algunas preguntas relativas a nuestro propio papel y a nuestras responsabilidades frente a la actual crisis económica y cultural.


1. El pensamiento posmoderno es -aunque no solo eso- un intento de acabar con el marxismo, impugnando sus supuestas pretensiones de interpretación global de la realidad, su supuesta condición de “metarrelato”. Y puesto que el marxismo se propone como “socialismo científico”, el posmodernismo pone en entredicho a la propia ciencia.


¿Es necesario articular un nuevo discurso marxista, que reivindique el pensamiento científico frente al relativismo posmoderno a la vez que se libera de toda pretensión o apariencia de “gran relato” mesiánico?


2. Algunos prestigiosos epistemólogos y filósofos de la ciencia, como Karl Popper o Mario Bunge, han calificado al marxismo de seudociencia.


¿En qué medida los propios marxistas hemos propiciado este equívoco y cómo podemos evitarlo?


3. El mayor peligro que amenaza al marxismo es de orden interno: su deriva dogmática, debida, en buena medida, a la propensión al inmovilismo de quienes alcanzan alguna forma de poder. Pero la tendencia al dogmatismo se debe también a la necesidad de apoyarse en convicciones firmes y permanentes: lo que podríamos denominar la “nostalgia de la religión”.


¿Cómo depurar el discurso marxista de contenidos irracionales, dogmáticos, idealistas y reduccionistas?


4. Intentar fundamentar el derecho y la ética en una supuesta “ley natural” es tan gratuito como atribuirles un fundamento divino, y así lo entendieron desde Rousseau hasta Wittgenstein, pasando por Hans Kelsen. Pero muchos marxistas argumentan y actúan como si hubiera valores absolutos e inmutables, a la vez que, paradójicamente, consideran que el marxismo es ajeno a todo planteamiento ético.


¿Cómo construir una teoría y una práctica revolucionarias que, aun reconociendo sus connotaciones éticas, no apelen a supuestos valores absolutos?


5. El marxismo no puede desarrollarse al margen de los análisis y las luchas de otros movimientos transformadores, como el feminismo, el ecologismo, el indigenismo y el nacionalismo emancipatorio; y tampoco puede ignorar los logros teóricos y prácticos de anarquistas, okupas, indignados, cristianos de base y otras organizaciones que no comparten los mismos presupuestos pero sí análogos objetivos.


¿Cómo construir un amplio frente anticapitalista en el que prevalezcan las afinidades sobre las diferencias y donde un marxismo genuinamente científico -y por ende antidogmático- no pretenda erigirse en ortodoxia revolucionaria ni en voz única?


6. Algunos conceptos básicos del marxismo han sido objeto de numerosos análisis -no siempre rigurosos pero a menudo reveladores- desde distintas perspectivas (pensemos, por ejemplo, en los trabajos de Freud y de Lévi-Strauss sobre el fetichismo).


¿Hay que redefinir conceptos como fetichismo, plusvalía o lucha de clases de una forma a la vez más amplia y más rigurosa?


7. La teoría de juegos, la teoría del caos y conceptos como fractal, meme, entropía, estructura disipativa o sistema complejo adaptativo (CAS), junto con el desarrollo de la informática, han abierto nuevas vías para la elaboración de simulaciones y modelos operativos en el campo de las ciencias sociales

¿Qué herramientas teóricas e informáticas ya existentes podemos utilizar, y de qué nuevas herramientas debemos dotarnos, para consolidar la base científica de la economía y la sociología?


8. Si no la comunidad científica en su totalidad, algunas de sus subcomunidades empiezan a funcionar como auténticas “inteligencias de enjambre”, en las que un continuo y casi instantáneo flujo de información propicia formas de colaboración y logros colectivos que hasta hace poco eran impensables.


¿Cómo podemos tejer una red de intercambio de ideas y experiencias que permita abordar colectivamente y con rigor científico los problemas básicos de la economía y la sociología, dando pleno sentido a la máxima de pensar globalmente y actuar localmente?


9. En los últimos siglos, la ciencia se ha preocupado de forma muy especial por dotarse de un lenguaje preciso, libre de ambigüedades y connotaciones, lo más próximo posible a la exactitud de las matemáticas. El discurso político, sin embargo, sigue utilizando un lenguaje más literario que literal, lleno de metáforas, metonimias, hipérboles y otras figuras retóricas destinadas a suscitar la emoción más que la reflexión y abiertas a la interpretación subjetiva.


¿Cómo articular un discurso revolucionario genuinamente científico, libre de los artificios y las ambigüedades del lenguaje político convencional?


10. La lógica capitalista del individualismo, el desarrollo ilimitado y la competitividad ha sido internalizada por amplios sectores de la izquierda, y se expresa en manifestaciones tan generalizadas e irracionales como el culto a la personalidad o el productivismo.


¿Es necesario redefinir conceptos como “individuo”, “desarrollo” o “competencia” desde una perspectiva científica e inequívocamente anticapitalista?


11. El desmembramiento de la Unión Soviética y el supuesto fracaso del llamado “socialismo real” siguen dando argumentos a los neoliberales y desmoralizando a muchos izquierdistas, y las recientes evoluciones de China y de Cuba presentan aspectos preocupantes.


¿En qué medida es el socialismo un CAS (sistema adaptativo complejo) en un entorno capitalista y cómo se desarrolla en estos momentos la interacción capitalismo-socialismo?


12. El discurso neoliberal es cada vez más explícito pero también más incoherente, y el mapping (cuadro estratégico) que se desprende de dicho discurso es cada vez más complejo y confuso.


¿Cómo podemos elaborar, desde la izquierda y desde la ciencia, un nuevo “mapamundi político” -es decir, un mapping económico, sociológico y estratégico- riguroso y operativo?


En los atlas geográficos figuran, a menudo en páginas contiguas, los mapas físicos y políticos de los distintos países y continentes. Y nuestra visión del mundo, nuestra Weltanschauung, también está formada por un mosaico (o más bien un caleidoscopio en continuo movimiento) de mapas físicos y políticos de los distintos aspectos de la realidad. Para movernos por el mundo, necesitamos ambos tipos de mapas: necesitamos saber cómo funciona la materia y cómo funciona la mente, tanto individual como colectiva (es decir, la cultura). Necesitamos controlar, en el plano físico, el espacio y el tiempo, así como la relación entre ambos, que es el movimiento; pero también tenemos que controlar el espacio mental-cultural y el tiempo histórico, así como la relación entre ambos, que es el devenir de la sociedad, el movimiento incesante de la cultura, la historia misma. Para saber en qué mundo vivimos, y para poder transformarlo, necesitamos las visiones complementarias de la física y la política.


Pero la física actual es sumamente compleja, y conocer tan siquiera los rudimentos de la relatividad y la mecánica cuántica requiere muchas horas de estudio y reflexión, así como el abandono de una serie de prejuicios derivados de una concepción idealista e ingenuamente intuitiva de la naturaleza. Puede que ya nadie crea que la Tierra es plana aunque nuestros sentidos así lo sugieran; pero para muchos la curvatura del espacio-tiempo o el indeterminismo cuántico no son más que oscuras elucubraciones que en nada afectan a su visión del mundo (en este sentido, es muy significativo que se siga hablando de la “teoría” de la relatividad cien años después de su constatación irrefutable).


Y la política actual no es menos compleja. Con el agravante de que con respecto a la física nadie -o casi nadie- miente, mientras que la información política más abundante, la que nos ofrecen los grandes medios de comunicación, es casi siempre falaz o tendenciosa. Y con la particularidad de que, así como a la mayoría de la gente no le importa reconocer su escasa formación científica, nadie admite su ignorancia política; todo el mundo opina sobre todo, como en las tertulias televisivas, y todos creen -o pretenden hacernos creer- que sus opiniones se basan en un conocimiento objetivo de la realidad.


Para colmo de males, las escasas personas que tienen una formación política mínimamente sólida tienden a aferrarse a los clásicos con un fervor que, en última instancia, no es sino nostalgia de la religión. Nadie cuestiona a Galileo y Newton como padres de la ciencia moderna, pero la gente instruida no ignora que sus formulaciones han sido superadas. Sin embargo, no es inusual que los marxistas sigan repitiendo como axiomas incuestionables afirmaciones que nunca fueron más que primeras aproximaciones a problemas sumamente complejos; seguir esgrimiendo, a estas alturas, simplificaciones tales como que la economía es el motor de todas las actividades humanas o que los obreros no tiene patria, o apelar a conceptos tan esquemáticos (aunque en su día iluminadores) como los de infraestructura y superestructura, es algo tan frecuente como preocupante.


Todo ello parece indicar que en política, como en física, no basta con afinar tal o cual concepto o ajustar tal o cual teoría: se impone un cambio de paradigma, así como una revolución pedagógica que difunda y consolide una nueva visión del mundo. Lo cual no significa romper con lo anterior, sino relativizarlo -sin caer en el relativismo- para revitalizarlo, valga el trabalenguas. La relatividad no acabó con la física newtoniana, como proclamó en su día la prensa sensacionalista, sino que la integró en un sistema más amplio: como dijo el lúcido escritor de ciencia ficción James Blish, Einstein se tragó vivo a Newton. Y, análogamente, los socialistas del siglo XXI tenemos que tragarnos vivo a Marx. Y a Engels, a Bakunin, a Lenin, a Trotski, a Rosa Luxemburgo, a Karl Krause, a Hans Kelsen, a Gramsci, a Mao, a Fidel Castro, a Kate Millett y a muchos y muchas más. Y tenemos que vaciar los armarios de reliquias y fetiches.


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Socialismo científico http://www.rebelion.org/docs/33771.pdf

Tomado de inSurgente

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