Como viene siendo costumbre, avanzamos el editorial del siguiente
número de la revista de Red Roja, el cual está cerrándose para salir a
finales de este mes.
No hay elección que nos valga para acabar con la política antirrecortes que no pase por insertarse en el objetivo estratégico de zafarse de la esclavitud de la UE comenzando por su Deuda odiosa.
¡Por fin ya estamos en el 2015! A tenor de tanta esperanza y de ilusión en él depositadas, y emulando la Revolución Francesa, se diría que entrásemos en el “año cero” del cambio radical en esta larga crisis de emergencia social que padecemos. No en vano, bastante ilusión de la actual es hija de aquella que dio en llamarse Spanish Revolution, aunque la guillotina nunca entró en los planes y ya todo se base en el resultado de la retahíla de citas electorales que están en juego. De todas maneras, el enconamiento de la crisis sistémico-institucional es tan agudo, que hasta el mero ilusionismo entre “los de abajo” pone nerviosos a “los de arriba”. Tal es la incertidumbre y la confusión que reinan -y nunca mejor dicho: mientras a unos los echan (de la realeza), otros batallan por entrar vía ADN- que hasta no hay seguridad electoral no sólo en sus resultados, sino en el mismo calendario. Así, la única cita que seguro ya tenemos es una a la que no le tocaba todavía: el adelanto electoral en Catalunya para el 27 de septiembre. Y no solo desde allí han querido contribuir con más “madera electoral”, sino que además nos sirven una avanzadilla de la indefinición y la desorientación mayúsculas que están marcando a todos los actores de la larga función teatral y de casting electoral que se abre. Definitivamente (?) CIU y Esquerra no irán juntos pero “casi”; suficientemente peleados por aquí, calculadamente bien avenidos por allá: una muestra también adelantada del cálculo politiquero desbordado que pringará al resto de las citas electorales. En esto de la politiquería, nos tememos que no habrá distingos entre “izquierdas”, derechas y hasta flamantes “centralidades de nuevo tipo”, viendo lo que algunos ya estamos viendo en los círculos (sic) que nos movemos en cuanto a “discusiones y cocinas de candidaturas”. En fin, lo que nos está deparando este principio de año no augura nada bueno en términos de respeto a un mínimo de principios por parte de la “clase política” (la habida… y por haber). Con razón, cada vez se escucha más en nuestros alrededores militantes: ¡vaya año nos espera!…
La verdad es que la cuestión político-electoral nos va a afectar a todos independientemente de que nos presentemos o no a las elecciones. En realidad, es la misma crisis sistémica (redoblada en el Estado español por su debilidad estructural e institucional por el enjuague forzado de una Transición que ahora da puntos cuestionar) la que acrecienta sobremanera la misma indefinición del calendario electoral así como la que hace que los diferentes actores se jueguen en ellas mucho más que en otros momentos. Se la juegan los protagonistas del bipartidismo que han venido co-liderando el régimen de la Transición. Empezaron por tener un serio aviso con las europeas. Ya decíamos tras el 25M que “el núcleo duro del régimen “siente” el peligro de que se cierre el largo periodo iniciado con la Transición. Y no controla qué pudiera ocurrir en los próximos meses”.Y es la misma crisis que “les supera” la que les ha impedido reaccionar con rapidez y eficacia a pesar de los meses que han pasado. Al contrario, han reflejado aún más su patetismo y podredumbre, sus debilidades. Mientras Rajoy, cercado por los estallidos de corrupción, ya hasta decreta a golpe de telediario que Alemania no es más el único motor de Europa (el otro… apuesten que han acertado), el sucesor de Rubalcaba (¿vale la pena recordar el nombre de este fantasma?) no se le ocurre otra cosa que pasearse por la tele haciendo payasadas para ver si pueden más que los de Podemos. Al que fuera representante del PSOE en la Comisión de Economía y Hacienda aquel 27 de septiembre (maldita la coincidencia) de 2011 en que nos “fusilaron” con la aprobación de la reforma del artículo 135 -que consagra el pago de la ilegítima y odiosa Deuda antes de cualquier gasto social- no le queda otra, por lo visto, que basar sus posibilidades de “salvarse” llamando al “Sálvame” y de seguir ganándose el derecho a trepar haciendo escala en “Planeta Callejas”.
¿Qué decir de IU? De aspirar a ganar peso en coaliciones con el PSOE ha pasado al desespero por desactivar la alarma de su extinción. Y aunque ha entrado en una carrera contrarreloj para hacer olvidar una trayectoria de “responsabilidad institucional” –con avales hasta del ABC incluidos-, no logra evitar que se piense que ha sido la irrupción de Podemos la que le obliga a darse golpes de pecho descamisado. El caso es que IU se divide a cuchilladas nada limpias entre aquellos que apuestan por no ser marginados de su cuota de poder, aunque IU termine marginal, y entre quienes ya ven que lo mejor es preparar futuras coaliciones con quienes de entre Podemos les han asegurado que contarán con ellos post-electoralmente. En cuanto a Podemos, hemos escrito suficientemente lo que para nosotros realmente significa de cara a la gente más allá de lo que realmente es. Podemos juega con una ventaja: mucha gente no le ha dado un crédito en base a lo que realmente dice y hace (que desconocen y hasta no quisieran conocer), sino en tanto que instrumento que acabe con lo “viejo” que les hace sufrir. Entretanto, su parto real es al mismo tiempo un aborto acelerado de aquello con lo que fecundó la ilusión. Todavía no ha terminado de nacer cuando ya es un “Podemos-pero-no-exactamente-como-dijimos-que-podíamos”. Y como los principios son cosa de “descentrados” (ya se sabe que la centralidad manda), en muy poco tiempo están reproduciendo una mala dosis de conspiraciones y de grupismos. No sólo desprograman y reprograman según conveniencia, siempre hacia atrás, sino que la famosa horizontalidad ha quedado en simple frase-pose y vaya cómo la peor verticalidad (necesaria para zanjar sus propias gaitas organizativas internas) se ha extendido como la pólvora a partir, eso sí, del imperativo legal que les “obligó” a convertirse en partido. Ahora bien, no hemos de olvidar que, más allá de empujes mediáticos que a una línea revolucionaria consecuente siempre se les negaría, la base real de Podemos está, por un lado, en el peso desmedido que han venido teniendo en el ciclo de movilizaciones anticrisis sectores populares que no terminan de romper con el clásico reformismo adobado ahora con el añadido nostálgico de una vuelta al “estado del bienestar” perdido y, en definitiva, con la ilusión de salvar al sistema con las propias herramientas del sistema. Y, por otro lado, ha jugado la propia crisis histórica de nuestro movimiento por el socialismo.
Como en la historia los ilusionismos terminan por pasar factura a todos -hasta a los que no lo han padecido y no entren en este circo electoral (caso nuestro)- no sólo no podremos sustraernos a lo que se avecina, sino que, desde posiciones revolucionarias, haremos bien por avanzar en nuestro mejoramiento militante para que precisamente no terminemos demasiado “sustraídos” en el sentido más matemático del término. Habremos de avanzar en cómo manejarnos en medio de tanta confusión y desorientación que pondrá en tensión nuestras líneas rojas (sí, rojas) sin menoscabar nuestra máxima capacidad de intervención. Pero además, como nadie, tendremos que tener en cuenta la gran contradicción de la relación de fuerzas actual: “los de arriba” no controlan como quisieran los propios movimientos populares –no hay base para conceder mínimas reformas y aún menos a todos los sectores en protesta- y los movimientos populares no se guían por una línea revolucionaria estratégica de conquista real del poder.
Estas situaciones de “no land” no pueden prolongarse mucho. Decíamos en nuestra declaración del 25M que “ante los mínimos síntomas de desbordamiento institucional, la burguesía monopolista y financiera del estado español en ligazón con el imperialismo euroalemán no dudará en crear situaciones de verdadero shock, (…) y alimentar su vertiente más ilegal (…). Esto enlaza con la advertencia que hemos de hacer acerca de la gravísima desestabilización internacional en curso, y que es utilizada por los estados que padecemos para ahondar en la organización de la contrarrevolución preventiva. Los recientes sucesos de Paris no son sino una confirmación cercana. Tal como afirmábamos en la declaración que al respecto sacamos, “estamos viviendo síntomas de una internacionalización de la desestabilización, del terror, del dolor de la que nadie puede creerse a salvo mientras se suceden masacres en tierras lejanas pero que en última instancia son instigadas bien cerca de nosotros mismos”. En definitiva, nos toca advertir muy especialmente que en ningún marco estatal podrá darse una vía de solución sólida en clave popular si no considera que tendrá que enfrentarse a factores oligárquicos internacionales que tenderán a tomar un mayor peso en la propia “vida nacional” según esos poderes constaten que flaquean y pierden margen de maniobra las propias oligarquías estatales. También aquí las concesiones que se hacen en el discurso, como las que niegan la lucha de clases para adaptarse a la búsqueda de la “mayoría social” en el propio país (buscando la “centralidad electoral”), terminan por pasar crueles facturas.
Somos conscientes de que asegurar el fortalecimiento de una línea revolucionaria no es tarea fácil en medio de la desorientación y el ilusionismo actuales y de los propios movimientos de represión del enemigo, donde el estado español es tan experto y provocador. Estamos obligados a realizar serios y rigurosos análisis de la evolución de la situación tanto estatal como internacional. Esto incluye huir de las teorías de la conspiración tan en boga que ridiculizarían nuestra posición. Y se nos exigirá que no olvidemos nunca lo que significa realmente mejorar la relación de fuerzas: reagrupar en el plano estrictamente revolucionario, saber rodearse de aliados que van y vienen, neutralizar a sectores que al menos no se alíen con los enemigos principales de clase y hasta también saber aprovecharse de la división entre estos. Todo ello requiere la formación estricta de cuadros revolucionarios. Y esta tarea principal, no por difícil es menos urgente. De ahí que nuestra organización haya elegido hacer de este año electoral un casi permanente período congresual que tendrá su hito más importante en una Asamblea General en junio, con la vista puesta en dar saltos adelante de índole político-organizativo para fortalecer al máximo nuestra contribución a la fundación e inserción en nuestra realidad (tal como es) de la línea de intervención revolucionaria. Aquí solo tenemos una candidatura que enfrentar: la de nosotros mismos.
La verdad es que la cuestión político-electoral nos va a afectar a todos independientemente de que nos presentemos o no a las elecciones. En realidad, es la misma crisis sistémica (redoblada en el Estado español por su debilidad estructural e institucional por el enjuague forzado de una Transición que ahora da puntos cuestionar) la que acrecienta sobremanera la misma indefinición del calendario electoral así como la que hace que los diferentes actores se jueguen en ellas mucho más que en otros momentos. Se la juegan los protagonistas del bipartidismo que han venido co-liderando el régimen de la Transición. Empezaron por tener un serio aviso con las europeas. Ya decíamos tras el 25M que “el núcleo duro del régimen “siente” el peligro de que se cierre el largo periodo iniciado con la Transición. Y no controla qué pudiera ocurrir en los próximos meses”.Y es la misma crisis que “les supera” la que les ha impedido reaccionar con rapidez y eficacia a pesar de los meses que han pasado. Al contrario, han reflejado aún más su patetismo y podredumbre, sus debilidades. Mientras Rajoy, cercado por los estallidos de corrupción, ya hasta decreta a golpe de telediario que Alemania no es más el único motor de Europa (el otro… apuesten que han acertado), el sucesor de Rubalcaba (¿vale la pena recordar el nombre de este fantasma?) no se le ocurre otra cosa que pasearse por la tele haciendo payasadas para ver si pueden más que los de Podemos. Al que fuera representante del PSOE en la Comisión de Economía y Hacienda aquel 27 de septiembre (maldita la coincidencia) de 2011 en que nos “fusilaron” con la aprobación de la reforma del artículo 135 -que consagra el pago de la ilegítima y odiosa Deuda antes de cualquier gasto social- no le queda otra, por lo visto, que basar sus posibilidades de “salvarse” llamando al “Sálvame” y de seguir ganándose el derecho a trepar haciendo escala en “Planeta Callejas”.
¿Qué decir de IU? De aspirar a ganar peso en coaliciones con el PSOE ha pasado al desespero por desactivar la alarma de su extinción. Y aunque ha entrado en una carrera contrarreloj para hacer olvidar una trayectoria de “responsabilidad institucional” –con avales hasta del ABC incluidos-, no logra evitar que se piense que ha sido la irrupción de Podemos la que le obliga a darse golpes de pecho descamisado. El caso es que IU se divide a cuchilladas nada limpias entre aquellos que apuestan por no ser marginados de su cuota de poder, aunque IU termine marginal, y entre quienes ya ven que lo mejor es preparar futuras coaliciones con quienes de entre Podemos les han asegurado que contarán con ellos post-electoralmente. En cuanto a Podemos, hemos escrito suficientemente lo que para nosotros realmente significa de cara a la gente más allá de lo que realmente es. Podemos juega con una ventaja: mucha gente no le ha dado un crédito en base a lo que realmente dice y hace (que desconocen y hasta no quisieran conocer), sino en tanto que instrumento que acabe con lo “viejo” que les hace sufrir. Entretanto, su parto real es al mismo tiempo un aborto acelerado de aquello con lo que fecundó la ilusión. Todavía no ha terminado de nacer cuando ya es un “Podemos-pero-no-exactamente-como-dijimos-que-podíamos”. Y como los principios son cosa de “descentrados” (ya se sabe que la centralidad manda), en muy poco tiempo están reproduciendo una mala dosis de conspiraciones y de grupismos. No sólo desprograman y reprograman según conveniencia, siempre hacia atrás, sino que la famosa horizontalidad ha quedado en simple frase-pose y vaya cómo la peor verticalidad (necesaria para zanjar sus propias gaitas organizativas internas) se ha extendido como la pólvora a partir, eso sí, del imperativo legal que les “obligó” a convertirse en partido. Ahora bien, no hemos de olvidar que, más allá de empujes mediáticos que a una línea revolucionaria consecuente siempre se les negaría, la base real de Podemos está, por un lado, en el peso desmedido que han venido teniendo en el ciclo de movilizaciones anticrisis sectores populares que no terminan de romper con el clásico reformismo adobado ahora con el añadido nostálgico de una vuelta al “estado del bienestar” perdido y, en definitiva, con la ilusión de salvar al sistema con las propias herramientas del sistema. Y, por otro lado, ha jugado la propia crisis histórica de nuestro movimiento por el socialismo.
Como en la historia los ilusionismos terminan por pasar factura a todos -hasta a los que no lo han padecido y no entren en este circo electoral (caso nuestro)- no sólo no podremos sustraernos a lo que se avecina, sino que, desde posiciones revolucionarias, haremos bien por avanzar en nuestro mejoramiento militante para que precisamente no terminemos demasiado “sustraídos” en el sentido más matemático del término. Habremos de avanzar en cómo manejarnos en medio de tanta confusión y desorientación que pondrá en tensión nuestras líneas rojas (sí, rojas) sin menoscabar nuestra máxima capacidad de intervención. Pero además, como nadie, tendremos que tener en cuenta la gran contradicción de la relación de fuerzas actual: “los de arriba” no controlan como quisieran los propios movimientos populares –no hay base para conceder mínimas reformas y aún menos a todos los sectores en protesta- y los movimientos populares no se guían por una línea revolucionaria estratégica de conquista real del poder.
Estas situaciones de “no land” no pueden prolongarse mucho. Decíamos en nuestra declaración del 25M que “ante los mínimos síntomas de desbordamiento institucional, la burguesía monopolista y financiera del estado español en ligazón con el imperialismo euroalemán no dudará en crear situaciones de verdadero shock, (…) y alimentar su vertiente más ilegal (…). Esto enlaza con la advertencia que hemos de hacer acerca de la gravísima desestabilización internacional en curso, y que es utilizada por los estados que padecemos para ahondar en la organización de la contrarrevolución preventiva. Los recientes sucesos de Paris no son sino una confirmación cercana. Tal como afirmábamos en la declaración que al respecto sacamos, “estamos viviendo síntomas de una internacionalización de la desestabilización, del terror, del dolor de la que nadie puede creerse a salvo mientras se suceden masacres en tierras lejanas pero que en última instancia son instigadas bien cerca de nosotros mismos”. En definitiva, nos toca advertir muy especialmente que en ningún marco estatal podrá darse una vía de solución sólida en clave popular si no considera que tendrá que enfrentarse a factores oligárquicos internacionales que tenderán a tomar un mayor peso en la propia “vida nacional” según esos poderes constaten que flaquean y pierden margen de maniobra las propias oligarquías estatales. También aquí las concesiones que se hacen en el discurso, como las que niegan la lucha de clases para adaptarse a la búsqueda de la “mayoría social” en el propio país (buscando la “centralidad electoral”), terminan por pasar crueles facturas.
Somos conscientes de que asegurar el fortalecimiento de una línea revolucionaria no es tarea fácil en medio de la desorientación y el ilusionismo actuales y de los propios movimientos de represión del enemigo, donde el estado español es tan experto y provocador. Estamos obligados a realizar serios y rigurosos análisis de la evolución de la situación tanto estatal como internacional. Esto incluye huir de las teorías de la conspiración tan en boga que ridiculizarían nuestra posición. Y se nos exigirá que no olvidemos nunca lo que significa realmente mejorar la relación de fuerzas: reagrupar en el plano estrictamente revolucionario, saber rodearse de aliados que van y vienen, neutralizar a sectores que al menos no se alíen con los enemigos principales de clase y hasta también saber aprovecharse de la división entre estos. Todo ello requiere la formación estricta de cuadros revolucionarios. Y esta tarea principal, no por difícil es menos urgente. De ahí que nuestra organización haya elegido hacer de este año electoral un casi permanente período congresual que tendrá su hito más importante en una Asamblea General en junio, con la vista puesta en dar saltos adelante de índole político-organizativo para fortalecer al máximo nuestra contribución a la fundación e inserción en nuestra realidad (tal como es) de la línea de intervención revolucionaria. Aquí solo tenemos una candidatura que enfrentar: la de nosotros mismos.
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