Durante el verano de 1932 los campesinos de la localidad
toledana protagonizaron una huelga contra los patronos que derivó en
choques armados entre los propietarios, la Guardia Civil y los
campesinos.
“De Castilblanco y Arnedo, de Zorita y Casas Viejas, de Villa de Don
Fadrique están las cárceles llenas. Pueblos enteros se mueren sin poder
labrar la tierra. Sus hombres los arrancaron, los tiraron como a
piedras, quemadas fueron sus casas, arrasada su miseria, y algunos, de
los balcones, colgados de las muñecas. Compañeros, camaradas, que España
entera lo sepa: norte, sur, este y oeste gimen llenos de cadenas”,
escribió el poeta Rafael Alberti dentro de la obra Amnistía de clase. A
lo largo del poema, el intelectual homenajea a todos los campesinos y
obreros “que sin vivir trabajan” y los anima a formar “un frente de
batalla, un frente unido de hierro que ni lo rompan las balas” con el
único fin abrir “las puertas de los penales de España” llenos de
“campesinos” y “obreros”, quienes forman “la luz revolucionaria”.
Entre los ejemplos que cita Rafael Alberti llama la atención el caso
de la Villa de Don Fadrique, un pequeño pueblo de Toledo, de apenas
5.000 habitantes, cuya lucha campesina por una vida más decente saltó a
las portadas de los principales diarios nacionales en el verano de 1932
para después desaparecer y pasar prácticamente desapercibido en las
páginas de historia de la lucha obrera y campesina. Sólo un sobrenombre,
adquirido durante la lucha de aquellos días y el arrojo de los
campesinos durante la Guerra Civil, sobrevivió al paso del tiempo. La
Villa de Don Fadrique pasó a ser conocida como la ‘pequeña Rusia’ de
Castilla La Mancha o la Villa de Lenin.
Todo comenzó el día 6 de julio de 1932. Apenas tres días después,
había muerto un guardia civil y cinco compañeros suyos habían resultado
heridos, así como también habían sido asesinados un propietario y dos
campesinos y otros veintiún heridos, y más de sesenta detenidos. Carmen
Torres, de 89 años de edad, tenía entonces ocho años. ”Los sucesos del
verano de 1932 no fueron ni más ni menos que producto del hambre y del
desprecio de los patronos a los trabajadores. Los jornaleros se morían
de hambre y entre morir de hambre y morir de un tiro eligieron la
segunda opción y lucharon por sus familias a sabiendas de que sólo
obtendrían una derrota”, explica a este medio Carmen Torres desde su
casa en la Villa de Don Fadrique.
Explota la tensión social
El día 6 de julio explotaron en este pueblo las tensiones acumuladas a
lo largo y ancho de un Estado donde la inmensa mayoría de las tierras
estaban acumuladas en manos de unos pocos y donde la ansiada Reforma
Agraria no terminaba de llegar, al menos, con el ímpetu deseado por los
sin tierra. La Villa de Don Fadrique no era una excepción. Sirva como
ejemplo el dato proporcionado por el investigador local Pedro
Organero. ”El 85% de las tierras de la localidad estaba en manos de 12
propietarios y más de dos tercios de la población dependían de la
contratación en el campo”, explica Organero, quien ha publicado
recientemente un libro sobre la Guerra Civil en esta pequeña localidad.
Aquel día gran parte de los jornaleros del pueblo decidieron ir a la
huelga. Nadie trabajaría hasta que los patronos aceptaran que los
trabajadores merecían un día de descanso cada quince días de
trabajo, aumentaran los salarios y no se buscaran jornaleros de fuera
del pueblo hasta que no estuvieran trabajando todos los locales, tal y
como marcaba la Ley de términos municipales, que había promulgado la
República en su primer mes de Gobierno.
Fue durante la madrugada del 7 al 8 cuando la tensión explotó. Quién
lanzó la primera piedra contra el enemigo es una información que todavía
hoy se desconoce. “En este sentido hay dos líneas contrapuestas. Por un
lado, la versión dada por la mayor parte de la prensa (El Castellano,
ABC, La Vanguardia…) culpa a los huelguistas de atacar primeroy, por
otro, los sucesos vistos por los defensores de los campesinos, que ha
salido publicada en obras de Mateos Manzanero y Gabriel Ramos y alguna
prensa obrera como podía ser La Tierra, culpa a los patronos de disparar
contra las mujeres”, explica a este medio Organero.
Los ricos dispararon primero
Carmen López, vecina del pueblo de 89 años, no tiene dudas. Para ello
el primer ataque fue el que realizaron los propietarios desde la torre
de la iglesia a las mujeres que protestaban en la plaza. ”Los ricos se
subieron a la torre de la iglesia y desde allí disparaban primero al
aire y después a las mujeres. Hirieron a Felipa ‘la sorda’. No les
convenía que hubiera tanto comunista”, cuenta Carmen. En la versión dada
por los medios de comunicación de entonces, la causa del origen es la
quema de numerosas eras, granjas y almacenes por parte de los
huelguistas. Carmen López, de hecho, no niega que se quemaran eras, ya
que asegura que ella misma “dio cerillas a una señora a través de la
ventana”, pero que la quema fue posterior.
Independientemente de quien comenzara la trifulca, durante la
madrugada del 7 al 8 y la mañana del 8 de julio, las calles de la Villa
de Don Fadrique vivieron un enfrentamiento abierto entre clases
sociales. Patronos contra jornaleros y jornaleros contra patronos.
Celestino Mendoza, de 90 años, recuerda cómo vivió aquel día del verano
de 1932. “Yo era muy pequeño, pero me acuerdo estar asomado a la ventana
y ver a la gente correr de un lado para otro. Sobre todos los hombres.
Gritaban sobre la cosa del trabajo.Unos se decían una cosa y otros se
decían otra. Hasta que terminaron a tiros y murieron varios”, narra a
este medio Celestino Mendoza, quien cree que la Guardia Civil tiene
parte de culpa en los acontecimientos.
Una de las primeras acciones que emprendieron los huelguistas fue
cortar las comunicaciones con el exterior. En una decisión que a
posteriori resultó ser un grave error, decidieron cortar el teléfono, el
telégrafo y las carreteras que salían de la localidad. El problema para
ellos fue que los patronos ya habían enviado dos telégrafos al
Gobernador Civil y la Guardia Civil ya estaba en camino. Los
huelguistas, en cambio, no esperaban refuerzos. “Recuerdo que ese
díasalí yo de mi casa con mi madre a la era de la Olaya y vi al llegar
al final de la calle a un obrero que se subió a un poste como un lagarto
y cortó los cables telefónicos con unas tijeras de podar”, cuenta a
este medio otro vecino de avanzada edad que prefiere mantener su nombre
en el anonimato.
Una represión “durísima”
El mismo día 8 llegaron al pueblo más de 150 guardias civiles de
Toledo y de los pueblos alrededores. El 9 y el 10 siguieron llegando
agentes de la Guardia Civil e incluso el director general Migel
Cabanellas, según cuenta el historiador Benito Díaz. Así, con la Guardia
Civil llegando en bloque, los huelguistas encendidos por el tiroteo de
los patronos y los patronos exaltados por la quema de tierras, comenzó
el día 8. La tragedia se mascaba.”Durante el día 8 murió un Guardia
Civil, un patrono y dos campesinos, entre ellos, el hermano del ex
alcalde comunista. Los patronos buscaban al ex alcalde pero como no lo
encontraba, mataron al hermano”, narra Díaz.
Con el pueblo cortado, y el los huelguistas prácticamente desarmados,
la Guardia Civil no tardó en imponer la calma. “La represión fue
durísima”, cuenta Pedro Organero. ”Las detenciones se prolongaron
durante días y días. Fue una manera de reprimir a los comunistas”,
asegura Organero. Ceslestino Mendoza también recuerda cómo los
siguientes días las detenciones continuaban, los controles en cualquier
esquina y el cierre de bares y establecimientos donde se reunían los
obreros.
Héroes sin posibilidades
Detenidos, amenazados y con el estómago y igual de vacío que cuando
comenzaron la huelga, los campesinos de la Villa de don Fadrique
tuvieron que poner fin a su lucha.Apenas hay información disponible para
juzgar si los enfrentamientos contra los patronos estaban previstos por
los jornaleros o, por el contrario, fue una huelga que derivó en unos
choques no previstos. Sin embargo, su lucha llegó hasta las Cortes donde
sirvió para que la derecha siguiera advirtiendo de la amenaza comunista
que se cernía sobre España. “Se le dio mucha comba a esta noticia
porque interesaba extender la sensación de que el comunismo se estaba
extendiendo y conllevaba un sinfín de violencia”, explica Díaz.
Ochenta y dos años después de los sucesos lo único que queda del
sueño por una vida más digna y un reparto de la tierra más justo es un
poema de Alberti y la memoria de los supervivientes, que siguen
recordando aquel día como si fuera ayer. Sobre todo, porquepara los
habitantes de la Villa la represión de las autoridades no finalizó aquel
día. El sobrenombre de la pequeña Rusia de Castilla La Mancha se
instaló sobre la Villa y, efectivamente, no era la mejor publicidad para
una localidad durante la dictadura de Franco.
“El que pasó por aquello no lo olvida. Fui a la mili en el año 46 y
desde el primer momento ser de la Villa fue un problema. ‘¡Anda, de la
pequeña Rusia!’, me decían muchos mandos militares. De hecho, un
sargento administrativo de mi escuadrón que unos años había estado en la
Guardia Civil se acordaba perfectamente de que en mi pueblo había
muerto un compañero suyo. Durante la primera semana de la mili me dio
tal paliza que me provocó un derrame en la pierna”, sentencia Celestino
Mendoza.
http://www.publico.es/http://lamanchaobrera.es
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