El
presente trabajo trata de aportar datos y razonamientos a ese debate
presente y futuro que la izquierda que se auto-sitúa
fuera de este sistema debiera tener en cuenta para posicionarse
debidamente ante los acontecimientos que están por llegar.
Este
documento estaba listo para publicarse justo el día en que el Rey
abdicó. Los acontecimientos, por tanto, nos han dado la razón de la
conveniencia y oportunidad de estas reflexiones que exponemos a
vuestra consideración.
En
un reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) otorgaban por segundo año consecutivo un bajo aprecio de la
población de este país hacia la institución monárquica. Estos
datos, que aun siendo contingentes, unidos a la edad considerable del
Borbón y su relevo en las funciones como Rey nos proporcionan la
certeza de que el debate respecto de la conveniencia de una tercera
república se ira imponiendo en la sociedad cada vez con más fuerza.
El
presente trabajo trata de aportar datos y razonamientos a ese debate
presente y futuro que la izquierda que se auto-sitúa
fuera de este sistema debiera tener en cuenta para posicionarse
debidamente ante los acontecimientos que están por llegar.
Desmitificación
de la IIª República
Es
indudable que la izquierda tradicional de este país ha asumido la
defensa de la II república como si fuese su abogado defensor en el
debate ideológico que mantiene frente a una derecha franquista y
post-franquista hasta el extremo de asumirla como si le perteneciera
su legado histórico.
Las
organizaciones políticas de la izquierda española provienen de la
lucha contra la dictadura franquista que, a su vez, tiene su origen
en el golpe de estado y posterior guerra civil contra la República y
los republicanos. Se entiende así por qué durante 40 años todo lo
que se identificara como republicano fuese demonizado y perseguido
por el régimen franquista que, para más inri, nos legó una
monarquía continuadora de aquel negro periodo. De esta manera es
como las organizaciones izquierdistas que se enfrentaron y lucharon
contra esa dictadura y su continuación monárquica, por
contraposición elevaran a la II República incluso a la categoría
de mito. Y, ¿Qué es un mito?. En el caso que nos ocupa resulta ser
una narración histórica falsa, pero verosímil protagonizada por
héroes que fueron apartados de su objetivo por fuerzas malignas que
provienen del lado oscuro del Imperio. Algo que a base de repetir se
ha convertido en un mantra sin discusión y que conduce a la
izquierda a enarbolar los signos de la II República como si le
fuesen propios.
En
realidad y de manera resumida la segunda República no fue mas que un
intento de puesta al día en el orden político y social de la
burguesía reformista en contra de una aristocracia decadente que
ocupaba el poder, mientras que la clase obrera y campesina se limitó
a servir de carne de cañón para las maniobras de dicha burguesía.
El
experimento resultó fallido, sí, pero eso no obsta como para
inducirnos a pensar que fuese un retroceso; al contrario, fue un paso
adelante respecto del atraso económico y el nepotismo político en
que la aristocracia mantenía al conjunto del país, de igual manera
la revolución burguesa de 1795 en Francia significó un avance
respecto del absolutismo, pero una cosa es observar esos
acontecimientos como un progreso histórico y otra muy distinta que
el proletariado de hoy en día enarbole la bandera tricolor de la
República francesa o de la segunda República española. La clase
obrera no puede ni debe sacar su poesía del pasado, mucho menos de
un pasado que no le pertenece, sino del futuro que debe construir.
Ante
esta verdad histórica se impone en primer lugar la necesidad de
desmitificar ese periodo de apenas ocho años, quizás los más
convulsos, del siglo XX de la historia del movimiento obrero español.
Una vez hecho esto y
seguidamente, se impone un debate serio, profundo, sincero y
desprejuiciado a fin de extraer las lecciones que se derivan de los
aciertos, errores y fracasos que la clase trabajadora y sus
organizaciones obtuvieron del mencionado periodo. De ahí que
seguidamente realicemos un somero repaso histórico para saber
exactamente de qué estamos hablando.
El
adagio que condena a los pueblos que no conocen su historia a
repetirla se puede cumplir en este caso no por desconocimiento, sino
por no haberla comprendido con sentido crítico, más concretamente
con
sentido
de clase llamada a superar el capitalismo a fin de adaptar nuestro
discurso y posicionamiento con perspectiva revolucionaria.
<
< ... las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se
critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en
su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para
comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y
cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la
mezquindad de los primeros intentos, parece que sólo derriban a su
adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva
a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden
constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios
fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás
y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de
hacer> >
(K. Marx: "El
18 Brumario de Luis Bonaparte"
Cap. I)
Antecedentes
históricos
En
la España del primer tercio del siglo XX la preponderancia de la
agricultura sobre la economía era total y absoluta. Más del 50% de
la renta nacional provenía de ese sector y 2/3 de las exportaciones
tenían en el campo su origen: aceite, vino, trigo, cítricos etc.
La
distribución de la propiedad era muy desigual en función de su
localización. Mientras en el norte predominaba el minifundio; en el
centro, cuenca del Ebro y Levante lo habitual era la aparcería, así
como los rabasaries en Catalunya; y, como contraste más lacerante,
en el sur de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía el
latifundio.
Lo
característico del minifundio es que está basado en una agricultura
primitiva más volcada en el autoconsumo y con una comercialización
primaria de los excedentes; por otro lado los aparceros de las dos
Castillas y el Levante vivían agobiados por la espada de Damocles de
las deudas, los desahucios y el escaso margen que una alta renta
territorial apenas les dejaba sobrevivir.
Pero
donde las contradicciones resultaban ser más agudas, sin duda, era
donde el régimen del latifundio imperaba. Cantidades inmensas de
tierras baldías destinadas como coto de caza para los señoritos o a
la crianza de toros de lidia o, en su lugar, a cultivos donde el
empleo de mano de obra era muy escasa y estacional. Todo ello
combinado con el absentismo de los propietarios de las tierras, que
vivían fundamentalmente en Madrid o Sevilla, y un mar de más de
2.000.000 de jornaleros en un desierto laboral que les condenaba a la
miseria o a la emigración explican por qué este era el nudo
gordiano con el que se tuvo que enfrentar II República.
Todo
ello en conjunto y con la problemática propia de cada uno de los
distintos regímenes de propiedad daba como resultado una práctica
agrícola con un carácter tradicional, muy atrasada tecnológicamente
y acompañada de una desidia inversora atroz, como ejemplo baste
tener en cuenta que en los años treinta tan sólo existían en
España 4000 tractores. Sin embargo, la tendencia al predominio de la
ciudad sobre el campo era manifiestamente visible, en el año 1920 el
peso económico que la agricultura representaba en el total del
Producto Interior Bruto (PIB) era del 57,3% mientras que en 1930 pasó
a ser de un 45,5%, cerca de un 12% menos en tan sólo una década. A
su vez el sector industrial pasó de representar un 22% del total del
PIB en el año 20 a un 26,5% en el año 30 y, a su vez, los servicios
pasaron de un 21% a un 28%.
Claramente
el peso económico de la burguesía era creciente y, por tanto,
creciente también su interés en disputarle el poder político a la
aristocracia y en desplazar al máximo exponente de esta en la
jefatura del Estado: la nobleza que coronaba la cúspide, es decir,
la monarquía.
No
obstante la burguesía no era una clase novedosa, innovadora y
uniforme, sino que en gran medida era la aristocracia misma
reconvertida en capitalista y que, por tanto, arrastraba los mismos
vicios que aquella. En vez de comportarse como una clase pujante,
inversora e interesada en impulsar el desarrollo de las fuerzas
productivas se mostraba más proclive al parasitismo copando las
concesiones estatales y las empresas monopólicas: Telefónica,
CAMPSA, Ferrocarriles,Tabacalera, Azucareras, Empresas constructoras
que vivían del presupuesto oficial, Navieras, Bancos etc. y, a su
vez, actuando como testaferros del capital internacional, este sí
más interesados en sectores con una composición orgánica del
capital más desarrollada: Comunicaciones con la Standard Electric a
la cabeza, minería, químicas generación y distribución eléctrica
etc.
Se
estima que en este país aproximadamente 100 familias de rancio
abolengo dominaban oligarquícamente, sustentando sus raíces en los
tres sectores fundamentales: el agrícola, el industrial y el
financiero.
En
definitiva y salvo excepciones tales como las pequeñas y medianas
burguesías locales radicadas en Catalunya y Euskadi, a la burguesía
de este país y de ese tiempo se la podría adjetivar con carácter
general de timorata, rentista y parasitaria.
Por
contra, las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y
demás clases desfavorecidas se desenvolvían de una manera terrible,
se producían un promedio de 250 muertes al año por inanición,
aparte de las que lo hacían como consecuencia directa de la
malnutrición. El proletariado se concentraba es los grandes núcleos
urbanos y en las cuencas mineras que en la década de los 20
experimentaron un gran crecimiento produciendo a su vez un
hacinamiento galopante agravando aún más las condiciones de vida de
estos.
Estas
circunstancias eran las que empujaban a la clase obrera a una
combatividad digna de tener en cuenta, pero signada por la
desorganización. Aparte de que la poca que tenía adolecía de un
carácter revolucionario efectivo moviéndose más en el
espontaneismo y la pura reivindicación inmediata: reducción de la
jornada de trabajo, aumentos salariales, libertades sindicales,
autodefensa contra el pistolerismo patronal etc. Los obreros que se
organizaban lo hacían fundamentalmente en organizaciones como el
PSOE, la UGT y la CNT.
No
como clase social propiamente dicha, pero sí como grupos especiales
dignos de mención por su importancia trascendental tenemos que
aludir aquí a la casta militar y la curia eclesiástica.
-
La primera repleta de privilegios al ser el garante de una sociedad
con grandes contrastes sociales e inflada numéricamente por encima
de las necesidades del momento como consecuencia del desastre
colonial en América y África.
- La segunda por su gran poder ideológico gracias al atraso y la ignorancia imperantes en la España del momento, pero también a su vez con un poder terrenal importante ya que eran propietarios de muchas fincas urbanas y rurales, así como los dueños casi monopólicos en la enseñanza privada y en la sanidad.
El
crac bursátil del 29 con la subsiguiente crisis económica
internacional más un déficit público consecuencia directa de las
grandes inversiones estatales que la dictadura de Primo de Rivera
hizo en obras públicas, añadiendo a esto una deuda pública
galopante y una fuerte depreciación de la peseta es lo que induce a
explicar el por qué la aristocracia instalada en el poder estuvo
dispuesta a sacrificar su cabeza política -la monarquía- con tal de
salvaguardar sus privilegios de clase. Es lo que Lampedusa resumió
en su celebre frase del Gatopardo “Hay
que cambiarlo todo para que, en esencia, todo siga igual”.
IIª
República
Las
elecciones municipales celebradas en abril del 31 dieron la victoria
en las grandes ciudades a los partidos republicanos propiciando una
atmósfera irrespirable para el monarca que partió hacia el
destierro proclamándose en ese instante la República de manera
oficial. Primero se nombró un gobierno provisional que convocó
elecciones a Cortes constituyentes para finales del mes de junio.
Hasta noviembre del 33 se sucedieron diferentes gobiernos de
coalición entre fuerzas republicanas y socialistas con un carácter
eminentemente reformista dando lugar a lo que se dio en llamar como
“bienio progresista”.
Primer
bienio:
La
acción de gobierno estuvo marcada por dos líneas maestras
fundamentales, una la
económica combatiendo los efectos de la crisis con eficacia luchando
contra el déficit público, el fortalecimiento de la moneda y la
gestión del nuevo estado de manera racionalmente burguesa.
La otra linea de acción estuvo marcada por un frenesí
legislativo y cultural para recuperar todo el tiempo perdido durante
el siglo XIX y homologar a España en un entorno europeo burgués
moderno.
Se
aprobaron las leyes de la patria potestad, del matrimonio civil, del
voto femenino, la del divorcio, de ordenes y congregaciones
religiosas donde se decretaba la laicidad del Estado, la ley del
ejercito etc. se creo el Ministerio de Instrucción Pública
multiplicando por cinco el presupuesto en educación trayendo consigo
un
avance significativo contra el analfabetismo que descendió de un 50%
en el año 30 a un 32% en el año 32. en el primer año se crearon
7.000 escuelas, se fomentaron las Misiones Pedagógicas que llevaron
la cultura a los más recónditos parajes de la geografía nacional,
se puso en práctica la Institución Libre de Enseñanza y se
promulgó la educación con carácter universal, gratuita, laica y
mixta.
También
se aprobó la controvertida como ineficaz Ley de Reforma Agraria y se
creo el Instituto de Reforma Agraria encargado de señalar cuales
eran las fincas expropiables, a su vez se fundó el Banco Agrario
Nacional dotado con un capital de 50 millones de pesetas
cooparticipados por el Banco de España, el Banco Exterior y el Banco
Hipotecario, bancos
copados en sus consejos de administración por los Grandes de España
e ilustres terratenientes,
más interesados en sabotear todo lo relativo a la expropiación de
fincas que en facilitar créditos a los campesinos. El objetivo que
se marcaron con esta ley era el de dar tierra a unos 60.000
campesinos al año, pero la realidad es que a
los dos años de su aprobación solo se le le había dado tierra a
2.500 familias y las tierras expropiadas eran en gran medida las
provenientes de la familia real que había huido del país sin poder
llevarse sus bienes raíces.
En
lo que sí destacaron
los sucesivos gobiernos del llamado bienio progresista fue en la
represión que ejercieron contra todos los que lucharon por un avance
social efectivo de clase dejando,
por tanto, lo de “progresista” en un adjetivo sin soporte real.
Se aprobó la Ley
de Defensa de la República
que se utilizó como Ley mordaza para la prensa, como una regulación
restrictiva del derecho a huelga de los trabajadores, dio soporte
legal para las deportaciones
masivas de anarquistas a los confines del Imperio
-a Guinea Ecuatorial tanto a Durruti como a los hermanos Ascaso por
ejemplo- así como posibilitó
a otros gobiernos condenar a penas de muerte a multitud de obreros
por los sucesos del Octubre del 1934.
También
se aprobó la Ley
de Vagos y Maleantes
continuadora de la Ley de Orden Público aprobada por la Dictadura de
Primo de Rivera, pero esta creada
con fines de persecución política ex profeso hacia la CNT.
A Durruti, Cipriano Mera y a multitud de anarquistas se les aplicó
la Ley de Vagos por hacer propaganda sindical ilegal.
La
utilización del aparato represor (ejercito, guardia civil, guardias
de asalto etc) aplicación del Estado de guerra, deportaciones,
puesta
en práctica de la “ley de fugas”,
prohibición
de manifestaciones como la del 1º de mayo del 32 a nivel nacional
y un largo etcétera de acciones en este sentido provocó alrededor
de 300
muertos entre los obreros, así como numerosos heridos, presos,
despidos y palizas.
La
respuesta a las tomas de tierras por parte de los jornaleros y
campesinos en la práctica siempre fue la misma: palo y tente tieso.
Es lo que ocurrió en Castilblanco (Badajoz), Arnedo (La Rioja),
Espera (Cádiz), Castellar de Santiago (Ciudad Real), Villa de Don
Fadrique (Toledo) etc. Pero donde se llego a rondar el colmo por el
ensañamiento en la represión fue en Casasviejas (Cádiz) que hasta
tuvieron que cambiarle el nombre al pueblo por el de Benalup para
intentar borrar el bochorno.
Todo
esto, más el escaso interés en reprimir a las clases poseedoras que
se dedicaron descaradamente a sabotear las disposiciones del gobierno
republicano, a organizar la fuga masiva de divisas, las corruptelas
como las de Juan March e incluso al intento de golpe de Estado como
el llevado a cabo por Sanjurjo, son las que explican el descrédito
del gobierno hasta un punto tal que provocó el triunfo de los
reaccionarios en las elecciones anticipadas que se celebraron en
noviembre del 33.
Segundo
bienio:
La
subida al poder de las derechas inauguran lo que se conoce como
“bienio
negro”.
Los sucesivos gobiernos que se formaron durante esos dos años se
dedicaron sistemáticamente a destejer lo que se había avanzado en
materia de reformas en el primer bienio,
llegando a rizar el rizo en la llamada Ley de Reforma de la Reforma
Agraria con el único interés de volver a la situación anterior a
la República. Se decretó la amnistía para los golpistas del 32
etc.
Los
gobiernos restauracionistas se sucedían unos a otros endureciendo su
respuesta a las luchas de los obreros, derechizándose cada vez más
hasta el punto de permitir la entrada en el gobierno de tres
ministros pertenecientes al partido de las derechas autónomas
(CEDA).
El
ambiente político se iba crispando más y más. En el orden
internacional Hitler había tomado el poder total en Alemania, en
Austria el triunfo de la derecha consolidó al Canciller Dollfuss en
el poder con el aplastamiento de los socialistas y su posterior
persecución, en Francia se produjo el fracasado motín fascista de
París, en Italia Mussolini campaba por sus respetos etc. En España
la impunidad con que actuaba Falange y otras formaciones
ultraderechistas hostigando a organizaciones, mitines y sedes de
izquierda provocando varias muertes, así como el acceso al gobierno
de la (CEDA) cuyo Jefe Gil Robles era aclamado por sus bases como el
“Duce” español a imagen y semejanza de Mussolini, llevaron a las
organizaciones obreras a la conclusión de que era preciso dar una
respuesta. De ahí que se empezase a organizar la huelga general para
el mes de octubre del 34.
La
huelga general resultó ser un éxito en todos los núcleos
industriales de las grandes ciudades y sus aledaños - Sevilla,
Córdoba, El Ferrol, Valencia, Málaga, Alicante, Vigo, Zaragoza etc.
En Madrid, Barcelona y Vizcaya la huelga se prolongó durante unos
días y tubo un carácter insurreccional, pero no pasó más allá de
la toma de determinadas empresas, la declaración por unas horas del
Estado catalán dentro de una República Federal y algunas refriegas
con el ejercito más el intento fallido de toma de cuarteles de la
guardia civil. Donde sí triunfó la huelga tomando un carácter
revolucionario fue en Asturias ya que contó con la voluntad unitaria
y decidida de unos mineros que, portando dinamita, posibilitó la
toma de cuarteles de la guardia civil y la fabrica de armas en
Trubia. Los obreros se hicieron dueños de la situación durante
cerca de dos semanas, organizaron la distribución de mercancías y
víveres, del transporte, del orden público, el mantenimiento de las
minas, hornos etc.
Cuando
el Gobierno en Madrid se recupero del shock y se hizo con la
situación en
las ciudades donde había triunfado la huelga general insurreccional
decretó el Estado de Guerra y concentró todo su poderío militar en
derrotar a los obreros asturianos, para lo cual no escatimó medios,
utilizó la flota naval, la aviación, la legión, los regulares, la
infantería y la artillería pesada.
El poder obrero se enfrentó con arrojo, pero sucumbió ante la
superioridad militar de la República que ocasionó alrededor de
2.000
muertos en el territorio nacional de los cuales 1.600 eran
asturianos, muchos de ellos asesinados después de caer prisioneros
por medio de ejecuciones sumarísimas.
Después la
represión y el terror se cebó en Asturias por medio de las tropas
africanas y jueces especiales que metieron en las cárceles alrededor
de 40.000 hombres y mujeres, muchos de ellos con condenas a muerte
aplicando para ello la Ley de Defensa de la República,
aunque, al final, el Gobierno no se atrevió a ejecutar las
sentencias por temor a las consecuencias negativas que ello le podía
acarrear.
Estos
acontecimientos unidos a los escándalos de corrupción en las altas
esferas del poder -el término “estraperlo” proviene de esa
época- provocaron la disolución de las Cortes y la convocatoria de
elecciones para febrero de 1936. Las fuerzas estaban polarizadas y se
nuclearon en torno a dos grandes bloques, por un lado el Frente
Nacional formado por las tendencias reaccionarias, monárquicas y
tradicionalistas, mientras por otro lado; el Frente Popular, amalgama
de burgueses reformistas y organizaciones de un amplio abanico de
izquierda que disputaron el gobierno a las derechas.
Frente
Popular:
En
realidad la idea de los Frentes Populares fue impulsada desde el VII
congreso de la Komintern donde se alentaba a los comunistas a su
unión con los socialistas y demás fuerzas democráticas para hacer
frente al fascismo creciente en Europa. El
problema consistió en la dejación de la independencia de clase que
debían de haber mantenido las organizaciones de composición
eminentemente obrera.
A
pesar de ser minoritarias, las organizaciones burguesas coparon los
mejores puestos en las listas electorales del Frente Popular e
impusieron las coordenadas fundamentales en el programa electoral.
Basten
como ejemplos lo que se dice textualmente en ese mismo programa en el
punto III <<Se
declara en todo su vigor el principio de autoridad...”
es decir, más de lo mismo, palo y tente tieso. En el punto IV “los
republicanos no aceptan el principio de la nacionalización de la
tierra y su entrega a los campesinos...”.
Punto VI “ No
aceptan los republicanos las medidas de nacionalización de la
Banca...”.
Punto VII “ La
República que conciben los partidos republicanos no es una República
dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen
de libertad democrática...>> (Lo
no en negrita nuestro)
Azaña,
líder indiscutible de la coalición electoral, viendo como estaba la
situación no deseaba ganar las elecciones, sino tan sólo obtener
una minoría lo suficientemente abultada como para que las derechas
les tuvieran en cuenta a la hora de llevar adelante las
contrareformas, pero el descrédito de la derecha más el ansia de
amnistía de las masas trabajadoras que figuraba en el punto I del
programa electoral dieron por sorpresa el triunfo al Frente Popular.
Una
vez ganadas las elecciones, las
organizaciones de izquierda volvieron a hacer dejación de su
responsabilidad histórica permitiendo
que los burgueses reformistas acapararan los cargos en todas las
instancias de poder: Presidencia de la República, Presidencia del
Gobierno, la mayoría de los ministerios, gobiernos civiles,
Diputaciones, cuerpo diplomático etc. todo con tal de aparentar ser
comedidos.
Pero
las masas estaban enfervorecidas, se sentían dueñas de la
situación, no esperaron a un largo proceso para la puesta en
libertad de los presos y asaltaron las cárceles liberando a los
reos. Los campesinos no estando dispuestos a seguir esperando una
expropiación de tierras que no llegaba nunca comenzaron con las
tomas de tierras a lo que el Gobierno reaccionó como su carácter de
clase burguesa le dictaba, es decir, vuelta a la represión pura y
dura, en Yeste (Albacete) provocaron 17 muertes entre los campesinos,
pero el movimiento ya no se podía parar y en tan sólo dos meses
80.000 jornaleros tomaron cerca de 3.000 fincas.
La
clase reaccionaria al comprobar que el Gobierno resultaba incapaz
para contener a las masas proletarias retomó con más impulso la
conspiración golpista, esta vez de manera descarada. Tarea, a su
vez, favorecida por el cretinismo político del que dieron muestra
los gobernantes del Frente Popular que hacían como que miraban para
otro lado, como ejemplo citar que la (UMRA) Unión Militar
Republicana Antifascista alertó al Presidente del Gobierno poniendo
en su mesa de despacho el organigrama exacto de quien estaba detrás
del futuro pronunciamiento militar, con fechas, lugares y demás
detalles, ante lo cual el Sr Casares Quiroga les espetó que todo eso
era una burda patraña urdida por ellos mismos a fin de que el
Gobierno destituyera a la cúpula militar y así ellos ascender en el
escalafón.
El
Golpe era ya vox
populi
por lo que las organizaciones obreras acometieron la defensa de sus
sedes y cuando el 17 de julio el golpe era ya un hecho y gran
cantidad de cuarteles se alzaron en armas el pueblo clamaba por la
obtención de las armas necesarias para organizar la autodefensa y
aplastar la asonada militar, pero otra vez el Gobierno abortó todas
las iniciativas en ese sentido, llegando a decir textualmente su
Presidente que “Quien facilite armas sin mi consentimiento será
inmediatamente fusilado”. Otra muestra más del carácter de clase
de ese Gobierno que temía más a los obreros en armas que a los
militares sublevados.
Las
masas en Madrid gritaban “traición”, pero para ser traidor
previamente había que haber sido amigo o compañero y la burguesía
se comportó en todo momento como enemigo. Los verdaderamente
traidores
fueron las organizaciones obreras que desde hacía mucho tiempo atrás
habían abandonado el campo de la revolución para pasarse con armas
y bagajes al campo del reformismo posibilista.
La
guerra:
Desde
el primer momento del golpe militar y la posterior guerra civil la
mayoría de la burguesía se apartó hacia un lado dejando a la clase
obrera al pie de los caballos del fascismo y el ejercito regular,
demostrando con los hechos la inutilidad de los Frentes Populares
para enfrentarse eficazmente contra el fascismo, que no es sino la
cara más brutal de esa misma burguesía con la que, en un principio,
uno se quiere aliar.
Las
indecisiones y torpeza con que el Gobierno de la República se movió
en los primeros momentos fueron decisivos para servir en bandeja a
los facciosos a una clase obrera descabezada y derrotada. Las cartas
ya estaban repartidas y marcadas a favor de los golpistas, la suerte
estaba echada. Tan sólo la resolución de los obreros puso freno al
alzamiento militar postergando el inevitable triunfo de estos,
convirtiendo el intento de golpe de Estado en una guerra civil que
duró cerca de tres años desangrando a lo mejor del movimiento
obrero de este país con la connivencia de la burguesía nacional e
internacional.
No
vamos a hacer un estudio pormenorizado de lo que aconteció a lo
largo de esos tres años de contienda porque, en sentido estricto, no
es más que la crónica del terror establecido por el fascismo en las
zonas donde, lenta, pero inexorablemente, se iban consolidando,
mientras en la zona republicana se improvisaba la defensa de una
legalidad burguesa que ni la propia burguesía reformista estaba
dispuesta a defender, más bien al contrario, allá donde pudieron
entorpecieron en lo posible la socialización de la producción o la
formación de milicias populares, y en el orden internacional
impulsaron el nefasto principio de la “No Intervención”.
La
huida en masa de los dueños y administradores de empresas y
haciendas al sector de los “nacionales” provocó un vacío de
poder que aprovecharon los trabajadores para colectivizar comercios,
fabricas, minas, comercios y tierras de éstos. A finales de
septiembre del 36 había alrededor de 20.000 empresas incautadas y en
las que no lo fueron se formaron comités de control obrero. Pero la
inestabilidad de la guerra, la práctica partición del país en dos
y la conversión de una economía capitalista en otra de guerra que
no socialista, hizo que la experiencia fracasara en la mayoría de
los sitios donde se puso en práctica.
Conclusiones:
- La burguesía no engaño más que a aquellos que quisieron engañarse con ella. Ya un año antes de la instauración de la II República, Azaña, en un mitín multitudinario en la plaza de toros de las Ventas (Madrid) donde participaron todas las fuerzas firmantes del pacto de San Sebastián defendió el programa de una “República burguesa y parlamentaria tan radical como los republicanos radicales podamos conseguir que sea” sic.
- El sentido de las reformas progresistas no eran sino las tareas pendientes que los liberales no fueron capaces de llevar a cabo en el siglo XIX para la puesta al día del país. Azaña, que podía ser cualquier cosa menos tonto y viendo que la intransigencia del Zar de Rusia a introducir cambios en la estructura económica y de poder había provocado una revolución socialista en el país más extenso del mundo, comentaba en petit comité que había que “poner a la sociedad española la vacuna de las reformas sociales que la librase, el día de mañana, de la peste negra”, o sea, de la revolución.
- Empujada por la historia la burguesía eligió un momento para empoderarse frente a la aristocracia en que ya el proletariado era una fuerza numerosa y capaz de disputarle el poder, por lo que, llegado el momento, demostró tenerle más miedo a la revolución social que al fascismo que, como tal, volvería a condenar a esa clase burguesa a ser una clase subalterna.
- La falta de organización y de un programa revolucionario fue la principal causa del fracaso de las insurrecciones obreras durante ese periodo. Para ilustrar esta descoordinación producto de una falta de mira revolucionaria baste citar lo acontecido en octubre del 34 en Barcelona por parte de la CNT que desconvocó la huelga general al tercer día de iniciada esta, al cabo del tiempo y a modo de autocrítica por el error cometido, se disculparon alegando que desconocían lo que estaba ocurriendo en el resto del país y, ni mucho menos, en Asturias.
- En todo momento la acción directa de los obreros y campesinos fue por delante, no ya de los burgueses reformistas gobernantes, sino de sus propias organizaciones y dirigentes, que se movieron siempre a la retranca, limitándose a aceptar la política de hechos consumados.
- La República como fórmula de Gobierno demostró que ya en ese momento y en sí misma no era el instrumento adecuado para avanzar hacia el socialismo si no se era capaz de trascender el concepto de democracia burguesa.
- Lo mismo aconteció con el concepto de Frente Popular como táctica para luchar contra el fascismo. Ayer como hoy la única receta capaz de detener a la burguesía cuando ha soltado a su perro de presa, el fascismo, es la marcha hacia adelante con decisión y un proyecto claro en la lucha por el socialismo.
Además,
la independencia política de una organización revolucionaria es
algo que nunca se debe subordinar a los beneficios que pueda
producir, en un momento dado, el pacto con otras organizaciones no
revolucionarias. Hoy día resulta menos justificable un Frente
Popular porque ahora el proletariado es la clase absolutamente
mayoritaria y la única capaz de organizar la producción, la
distribución y el consumo de todo lo que necesita la humanidad. La
revolución pasa por el arte de saber introyectar conciencia de clase
a todos los que no son explotadores de trabajo ajeno y no por aliarse
de manera dependiente a elementos ajenos a nuestra propia clase.
- Por tanto, la IIª República no es un baluarte a reivindicar, no es algo que nos pertenece como clase obrera, de igual manera que tampoco nos pertenecen la Revolución burguesa de 1798 ni los intentos de encumbrarse al poder por los liberales españoles en los años 12, 20, 31, 43 etc. del siglo XIX. Como dijera Marx en el Dieciocho Brumario:
<<La
revolución social....no puede sacar su poesía del pasado, sino
solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de
despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado>>
Tenemos
la obligación de estudiar, analizar, criticar ese importante periodo
histórico como lo que realmente fue, sin disfraces, extrayendo las
consecuencias y enseñanzas, tan sólo así se puede dar la vuelta en
un sentido positivo lo que a todas luces resultó todo un fracaso.
Ese es el sentido que la Memoria Histórica debe de tener para
cumplir la función que le corresponde.
Memoria
Histórica
Lenin
decía con toda razón que “no
existe práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria“.
De ahí que la guía para la acción o práctica política resida en
la práctica teórica o, mejor dicho, en el estudio de la teoría
revolucionaria y en el conocimiento de la Memoria Histórica. Pero
tanto la Teoría como la Memoria no pueden limitarse a un mero cúmulo
de datos inconexos, sino que hay que adaptarlos críticamente a una
realidad concreta y a un fin determinado sin desvirtuar su sentido.
Los
hechos son los hechos y, por tanto, incontrovertibles. No se puede
glorificar una derrota o fracaso como si fuese una victoria o un
acierto. La crítica o autocrítica sirve para analizar
desprejuiciadamente lo acontecido para identificar los errores, los
lados flojos y las analogías con el presente, en suma, para aprender
de todo ello. Hay que saber extraer las lecciones del acerbo de las
luchas del movimiento histórico.
<<¡Pero
la revolución es la única forma de “guerra” en que la victoria
final sólo puede estar preparada a través de una serie de
derrotas!...Todo el camino que conduce al socialismo -si se
consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes
derrotas.
Y,
sin embargo, ese mismo camino conduce, paso a paso, ineludiblemente,
a la victoria final!>> Rosa
Luxemburgo. “El Orden reina en Berlín”
Independientemente
del valor moral de nuestros mártires, que lo tienen, el valor
político que nos han legado es la enseñanza que podemos aprovechar
de sus fracasos. Nuestros predecesores en la lucha pudieron cometer
errores, fallar en sus objetivos, con consecuencias negativas en su
momento tanto para ellos como para el conjunto del movimiento obrero,
pero nos han legado una experiencia que tenemos el deber de
aprovechar en positivo.
Esa, y no otra, es la importancia que tiene la Memoria Histórica
para los interesados en trascender este caduco modo de producción.
Hoy
día, en este país, existe una operación para vendernos el
engaño de
que la Memoria Histórica consiste en rescatar del olvido y
homenajear a las víctimas de la brutalidad fascista o del
franquismo, -que en definitiva es lo mismo-, de sacar sus huesos de
las cunetas y erigir monumentos o poner sus nombres a edificios
institucionales. En realidad todo esto no es, sino, el
intento de normalizar dentro del sistema a los luchadores
antisistema, castrando, por tanto, el sentido de sus luchas.
Igualando
a las victimas con sus victimarios se rinde un flaco servicio a la
Memoria de los primeros.
El
capitalismo, como organismo vivo que es, tiene la capacidad de
fagocitar todo aquello que le sirve a sus intereses, ya sean las
manifestaciones, que un principio surgieron como contraculturales,
pero que, con el paso del tiempo, amainaron sus ansias de cambio, por
ejemplo: el rock, el punk, los graffiti, la imagen del Che etc., así
como la Memoria Histórica al servicio del sistema haciéndonos
pensar que las victimas lo fueron luchando por la defensa de una
legalidad determinada o por la traída a este país de las libertades
formales de la democracia burguesa.
Y resulta evidente que muchos entregaron su vida o parte de ella por
esos objetivos, pero lucharon por esos objetivos tácticamente para
alcanzar el objetivo estratégico del socialismo o un mundo
alternativo y superador del capitalismo. De ahí que el
mejor y más coherente homenaje que se les puede rendir a todos y
cada uno de nuestros antecesores en el camino de la emancipación es
luchar por sus objetivos últimos, reivindicando su memoria a la par
que sus anhelos políticos completos.
IIIª
República
Describimos
más arriba como, dadas las condiciones, la aristocracia consintió
en sacrificar a la corona con tal de salvar los muebles del edificio
que esta misma monarquía representaba y sostenía.
Hoy
día, en pleno siglo XXI, la monarquía resulta ser un anacronismo
mucho mayor que a principios de los años 30 del siglo pasado,
porque, en realidad, esa institución, por no tener, no tiene ni
clase social a la que representar y, en el plano económico, ocurre
otro tanto de lo mismo, la casa real en sí misma no tiene ningún
peso específico en una España donde impera un capitalismo
desarrollado. Tanto es así, que tiene que andar trapicheando a
escondidas haciendo uso del tráfico de influencias para asegurarse
un capitalito que les garantice a ellos y sus allegados un
confortable tren de vida tanto en el presente como para un incierto
mañana, por si acaso vienen mal dadas.
Esta
monarquía, como las del resto de Europa, juegan un papel de
estabilización política del sistema, intermediando entre las
distintas facciones de la burguesía y, entre esta y los diferentes
estamentos del Estado. Es como una presidencia decorativa de la
República con el añadido de ser vitalicia y, a su vez, garantizando
la continuidad en su propio linaje. Pero al mimo tiempo, ese juego de
malabares entre las distintas facciones burguesas provoca que la
institución monárquica sea algo voluble y contingente, es decir,
que tan pronto cumple su papel como puede dejar de cumplirlo.
En
esencia, el Estado es la máxima expresión de poder concentrado
de una determinada clase social, estableciendo al mismo tiempo las
condiciones para reproducir un día tras otro ese mismo poder, por
tanto, es el mejor instrumento por medio del cual el conjunto
de
la clase explotadora domina a sus subalternos.
Pues
bien, al señalar la palabra “conjunto” estamos poniendo de
relieve que la burguesía no es una clase social monolítica ni
uniforme, está formada por una serie de facciones con distintos
intereses, incluso a veces contrapuestos. Estos pueden ser
circunstanciales o perennes. La expresión en la sociedad civil de
esa división son los distintos partidos políticos institucionales
tanto de derecha como de centro, izquierda o nacionalistas.
Las
contradicciones entre esas camarillas son las que explican por qué,
llegado a un determinado punto, se saldan con cambios introducidos en
un Gobierno o incluso con la Presidencia de ese Gobierno. Siguiendo
este razonamiento por elevación, puede llegar a derrumbar la
Presidencia o Jefatura del Estado o con la forma
misma de esa Jefatura de Estado. Todos
estos cambios formales
se producen para que la esencia del sistema siga intangible o sin
cambios sustanciales.
Son los fusibles que saltan para proteger la instalación de un
edificio y el contenido que se guarda en él. En el mismo sentido y
siguiendo el símil, las reformas juegan el papel de las reparaciones
en los equipos de esa instalación para que no se produzcan averías
o, si surgen arreglarlas para conseguir así, que sigan funcionando
igual o mejor que antes.
Estos
cambios introducidos en la forma de la Jefatura de un Estado dado son
los que explican el por qué de las numeraciones de las distintas
Repúblicas al interior de un mismo país. Francia, por ejemplo, va
ya por la Quinta, mientras que en España se aspira a una Tercera. A
una dinastía monárquica le suele sobrevenir otra dinastía, una
República o una Dictadura militar. Cualquiera de estas tres formas
pueden ser sucedidas, a su vez, por cualquiera de esas tres mismas
formas y así, cambio tras cambio, se va inyectando oxigeno al
sistema, siguiendo este esencialmente incólume indefinidamente. En
esta maniobra o trampa, repetida una y mil veces, es algo que las
organizaciones revolucionarias, utilizando la Memoria Histórica, no
pueden volver a caer. No se pueden seguir malgastando energías
revolucionarias en procurar cambios en la cúpula del Estado si, a la
vez, no se destruye ese mismo Estado. Los
que piensan que la simple suplantación o cambio formal en la
Jefatura de Estado traerá cambios en el carácter burgués de ese
Estado pecan, en el mejor de los casos, de una enorme ingenuidad
política y; en el peor, de complicidad con los reformistas del
sistema.
Decía
Azaña que mientras las izquierdas embistieran al trapo del
anticlericalismo no lo harían contra el torero que, en este símil
representaba a las Cámaras de Comercio, Círculos de Empresarios y
Corporaciones Bancarias. La
monarquía acabará terminando al mismo tiempo con las
contradicciones de clase que hoy le dan sentido, es decir, eliminando
las clases. Luego nuestro objetivo principal no está en el trapo
monárquico, sino en el torero burgués que sujeta ese capote.
Por
otro lado, hay quien defiende que la mejor táctica es la de ir
tacita a tacita, por etapas, como si fueran fascículos de una novela
o peldaños de una escalera, conquistando una tercera república y
una vez alcanzada esta rellenarla de contenido social hasta conseguir
el socialismo. A estos sujetos hay que decirles primero: Que no
existe precedente histórico que avale dicha táctica, más bien al
contrario, la historia está plagada de ejemplos donde la burguesía
salva in
extremis
el sistema cambiando, como si de unos vulgares trileros se tratara,
una dictadura por una democracia formal, ya sea esta monárquica o
republicana, o viceversa.
Segundo:
Que la manera más eficaz de acabar con ese anacronismo feudal es la
superación del capitalismo luchando audaz y decididamente por el
socialismo. Una vez alcanzado este objetivo de seguro que la
monarquía quedará relegada a los libros de historia.
Propuestas
Evidentemente
no estamos interesados en que la monarquía siga existiendo ni un
sólo minuto más, entonces
¿Qué
hacer ante la disyuntiva entre, por un lado, derribar en lo inmediato
a la monarquía o, por otro lado; centrarnos en la lucha contra el
sistema?. Naturalmente lo primero es más fácil puesto que goza de
más amplio consenso social que lo segundo.
¿Por
qué?. Porque goza del favor de mucha más gente, es el resultado de
un consenso interclasista. Hoy día la burguesía considera la
República como un mal menor, incluso para algunos de ellos es algo
deseable, mientras que el socialismo representa su final como clase.
La
cuestión es que, cuando ese consenso adquiera carta de naturaleza
política con magnitud significativa, estará pilotada otra vez por
una burguesía reformista en una nueva reedición del Frente Popular.
¿Por qué?. Pues porque la clase obrera, en estos momentos, carece
de dirección y sentido revolucionarios, es más, carece, en general,
de identidad y conciencia de sí misma, está envenenada por una
falsa conciencia burguesa.
Por
tanto, desde ya la tarea ineludible de la vanguardia amplia del
movimiento obrero es la lucha ideológica para conseguir que los
explotados y desheredados del sistema adquieran conciencia de clase.
El poder de la burguesía, clase minoritaria y caduca desde hace
tiempo por parasitaria, no radica en su fuerza bruta, ni en su
capacidad de comandar el proceso productivo, sino en su capacidad de
introyectar su ideología en las mentes de los individuos por medio
de sus aparatos ideológicos. Es en ese terreno donde hay que
presentar la primera batalla, hay que destruir la posibilidad que
tiene la burguesía de seguir intoxicando la mente del conjunto de la
clase obrera.
Dentro
de esa lucha ideológica una tarea muy importante consiste en
devolver el prestigio al concepto mismo del socialismo como
alternativa superadora de un capitalismo que dejó hace tiempo de
proporcionar mejores condiciones de vida y de trabajo a la población
trabajadora.
Por
último, es importante revitalizar y fomentar el compromiso político
en aras de una mayor responsabilidad social por cada uno de nosotros,
pero a su vez revolucionando el concepto mismo de militancia
política, hay que desterrar la figura del militante práctico
tradicional, obediente y acrítico con la dirección fomentando para
ello la formación teórica e impulsando nuevas formas de
participación. Hay que recuperar la vocación de poder.
Como
dijimos más arriba hoy el proletariado es la clase absolutamente
mayoritaria dentro de este sistema, el problema es que la mayoría
de ese proletariado no sabe que lo es. Consiguiendo el objetivo de
conferir conciencia a esa gran masa humana no será necesario
supeditar la acción a intereses que no son los nuestros. Habrá
llegado el momento de no conformarnos con un mero cambio en la cúpula
del Estado, sino de cambiarlo todo y de verdad.
Si
las masas están en la calle reclamando el advenimiento de un tercera
República hay que está en la calle con ellas, pero siempre
denunciando la maniobra de distracción que esa misma lucha conlleva,
hay que mantener con claridad y firmeza nuestros principios y
nuestros fines. La verdad siempre es revolucionaria.
En
definitiva y resumiendo las propuestas: batalla ideológica para
extender la conciencia de clase a todos aquellos que formen parte de
la clase asalariada o aspirante a serlo. Lucha por dignificar el
socialismo. Vocación real de poder para no tener que seguir optando
por lo menos malo tan solo por que se nos presenta como más
inmediato.
Colectivo
Chispa.
La única lucha valida es la que persigue el cambio del sistema, la desaparición de cada uno de los pilares que sostienen el sistema capitalista, por ser este el camino de la solución de sus intereses y la satisfacción de sus metas...hacer caer el capitalismo requiere de una conciencia individual previa que independice las mentes y no las sujete a la persecución de un líder, o de un cambio aparente en el modo de continuar con mas de lo mismo aunque de manera diferente aplicado...
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