En tiempos de importancia trascendental para la
independencia de nuestros pueblos y de los procesos revolucionarios de
algunos de los mismos, así como para la profundización de programas
cuyos objetivos es el logro de un mucho mayor nivel de justicia social
popular de otros muchos gobiernos de nuestra región, comienza hoy en La
Habana la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
del Caribe (CELAC) a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno, muy a
propósito coincidiendo con la celebración del 161 Aniversario del
natalicio de José Martí, Héroe Nacional y Apóstol de la Independencia de
Cuba.
El Gobierno Revolucionario de Cuba ha desempeñado durante el año que ahora termina la presidencia pro témpore de la CELAC, cuya elección a ejercer ese importante puesto es una demostración de la determinación de los gobiernos latinoamericanos y caribeños de su unidad y de su decisión de determinar por sí mismos el curso a seguir en este difícil camino común.
Cuba revolucionaria ha sido la abanderada, por sus políticas, ejemplo y sacrificios, durante el último medio siglo, de las ansias de nuestros pueblos por alcanzar su plena independencia y un nivel equitativo de justicia social.
Tal parece un milagro el que se haya podido llegar tan lejos en estos empeños. Pero éstos no son resultado del romanticismo ni de la aventura. Sino son resultado de un continuado sistema de explotación y de dominio imperialista sobre nuestra región que han llevado a nuestras sociedades a situaciones económicas, sociales, políticas y culturales insostenibles, y de la decisión de los gobiernos de los mismos por conjurarla. Porque se ha hecho evidente a la inmensa mayoría o que nos unimos y encontramos con la fuerza conjunta de nuestros países nuestro propio integral y equitativo proceso de pleno desarrollo o dejamos de ser.
Digo a la inmensa mayoría, aunque no a todos, porque a pesar del cúmulo de lo ocurrido en Nuestra América producto de la explotación y el despotismo a que han sido sujetos nuestros pueblos desde que Martí escribiera las palabras citadas al comienzo de este artículo de su ensayo Nuestra América publicado por primera vez en una revista de Nueva York hace exactamente 123 años este mes, sigue habiendo sietemesinos en nuestros países.
Sigue habiendo sietemesinos que les falta el valor, que no tienen fe en su tierra, y lo que les importa son sus propios intereses, ajenos o en contra de los intereses de las inmensa mayoría de nuestros pueblos. Pero además, no sólo es que les falta el valor a ellos y se lo niegan a los demás, como escribiera el Apóstol hace 123 años, sino que conspiran y atentan en contra de lo que con el valor de los demás se sueña y se construye.
En Cuba también tenemos de esos sietemesinos que trabajan a la paga de sus dueños que los gobiernan desde Washington y Miami. Esos que por los billetes, la maldad y la notoriedad poco les importa vivir sumidos en la infamia y en el oprobio. Esos que a nombre de la democracia –la democracia que los gobiernos de Washington siempre han esgrimido para desvirtuar los procesos libertarios de nuestros pueblos— posan de víctimas ante gobiernos y la opinión pública de otros países. Opinión pública extranjera porque en Cuba a nadie engañan.
De los sietemesinos cubanos algunos también viven en el extranjero, de estos muchos entre nosotros, en Estados Unidos, especialmente en Miami, sirviendo a los enemigos de la Patria.
Por eso adquiere mayor importancia lo que los sectores más conscientes de la emigración cubana en todas partes del mundo hacen en defensa de la independencia del pueblo cubano y de los logros, tanto morales como materiales, que éste en 55 años de revolución se ha dado a sí mismo. Lo que estos sectores más conscientes de nuestra emigración hacen en defensa del derecho de nuestro pueblo por desarrollarse con equidad y en paz.
Y en este 28 de enero, en el 161 aniversario del nacimiento del Apóstol, nosotros los cubanos emigrados en Estados Unidos, herederos y continuadores de la obra martiana en la emigración en este país, porque cumplimos con nuestro deber con la Patria, con orgullo reiteramos lo escrito por él en Dos Ríos un día antes de caer en combate: “…Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David…”
http://www.telesurtv.net/articulos/2014/01/28/marti-nuestra-america-y-la-celac-9954.html
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