Lunes 9 de diciembre de 2013
por
CEPRID
michelcollon.info
Traducción: Collectif Investig’Action
Brazos armados en Libia y en Siria, socios políticos en
Túnez y en Egipto, aliados estratégicos en Arabia Saudí y en
Qatar.Occidente no vacila en utilizar las corrientes más reaccionarias
del islamismo radical cuando se trata de defender sus intereses.
Mohamed
Hassan, especialista del continente africano y autor de "La estrategia
del caos" (publicado por Investig’action), demuestra la hipocresía de
nuestros dirigentes cuando hablan de la "guerra contra el terrorismo" a
propósito de Afganistán o de Mali. Lo único que guía sus acciones son
los intereses. Segunda entrega de nuestra serie sobre "Las causas y
consecuencias de la guerra en Mali".
La propagación del integrismo islámico
La primavera árabe, presentada como una transformación
revolucionaria que iba a barrer todas las dictaduras del mundo árabe,
nunca existió como tal. Sin embargo, a principios de 2011, hubo dos
erupciones volcánicas verdaderas, en Egipto y en Túnez. Se trataba de
erupciones de ira popular porque la injusticia social se había
convertido en algo insoportable. Pero a esos movimientos les faltaba una
dirección y una orientación revolucionarias, de manera que fueron
recuperados rápidamente por partidos islámicos supuestamente moderados:
el partido Ennahda en Túnez y los Hermanos Musulmanes en Egipto.
Los partidos de ese tipo tienen dos características en
común: son partidarios del capitalismo y totalmente anticomunistas. Sin
embargo pueden tener ciertas contradicciones con el imperialismo, sobre
todo en los países donde los chiíes constituyen la mayoría, como en
Irán, en Irak o en Líbano. Pero allí donde los suníes son mayoritarios,
esa corriente islámica se presta a un rol de fuerzas de choque de los
Estados Unidos y de sus aliados europeos contra los gobiernos laicos que
han subsistido en el mundo árabe (Libia, Siria, Argelia). Eso ya empezó
en los años 80 con la guerra –patrocinada por los Estados Unidos- de
los muyahidines contra las tropas soviéticas en Afganistán. En aquella
ocasión, jóvenes provenientes de todo el mundo árabe se dieron cita en
Afganistán, donde fueron enrolados por los Estados Unidos en su lucha
contra el comunismo. Tras la retirada de las tropas soviéticas en 1989,
un gran número de esos jóvenes se dispersaron de nuevo en el mundo
árabe, llevándose con ellos una sólida experiencia de la guerra al igual
que una ideología sumamente reaccionaria.
Decepcionados por la falta de apoyo suplementario de los
Estados Unidos para materializar su ideal de un estado islámico
panárabe con la sharia por toda constitución, algunos yihadistas se
volvieron contra los Estados Unidos, como en los atentados de las torres
gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Pero cuando le
convenía estratégicamente, Washington tampoco dudó, incluso tras el 11
de septiembre, en sellar nuevamente alianzas con esos islamistas
radicales. Y así es como se explica el fenómeno de que esos mismos
combatientes, islamistas radicales, sean calificados unas veces de
“luchadores por la libertad” (en Bosnia, Chechenia, Libia y Siria) y
otras de “terroristas” (en Afganistán, Pakistán y en África).
Otro movimiento importante en el mundo árabe y que se
apoya en el islam es la Hermandad Musulmana, que tiene partidos en
numerosos países árabes, siendo originaria de Egipto. Al principio, su
estrategia consistió en oponerse a las dictaduras pro-occidentales en
Egipto y Túnez, pero tras algunas olas de represión severa en los años
80, los Hermanos Musulmanes ya no buscaron la confrontación con el
Estado, y se concentraron más bien en la creación de un tejido social y
en la colecta de riquezas. Se entregaron a un trabajo en las masas,
utilizando de hecho los métodos de trabajo propios del solidarismo,
creando una solidaridad más allá de las clases –como lo hace en Turquía
el AKP de Erdogan. Además, con esta forma de poder y una vez que las
dictaduras de Mubarak (en Egipto) y de Ben Ali (en Túnez), fueron
barridas por la ira popular espontánea y por el movimiento popular, los
Hermanos Musulmanes pudieron recuperar rápidamente la causa y ganar las
elecciones.
Las dos corrientes islámicas –los yihadistas integristas
y los Hermanos Musulmanes moderados- difieren entre sí en varios
aspectos, pero tienen una visión común de la economía y de la puesta en
marcha de la sociedad. El ideólogo principal es Sayid Qutb quien, en los
años 30 y 40, publicó numerosas obras y artículos sobre la
significación social y política del Corán. Le influyó sobremanera un
católico de derechas francés, Alexis Carrel, quien durante la Segunda
Guerra Mundial, se sumó al régimen colaboracionista de Vichy, y
preconizó el darwinismo social, incluida la eugenesia.
Por lo tanto no es sorprendente que haya similitudes
entre la ideología islamista radical y la ideología católica de extrema
derecha que, en la primera parte del siglo pasado, utilizó la religión
como un arma contra los bolcheviques y asumió la defensa del
capitalismo, del colonialismo e incluso del nazismo. En las dos
ideologías, lo esencial reside en la defensa de un orden feudal
“natural” contra todo lo que tiende a un mundo nuevo, socialmente más
justo. Pero en la corriente islamista hay más diferencias de
interpretación, al igual que una cierta resistencia al colonialismo y al
imperialismo. Sin embargo, esta resistencia pasa rápidamente a un
segundo plano cuando el imperialismo, en función de sus propios
intereses, apoya la corriente islamista.
La alianza entre los Estados Unidos, Arabia Saudí, Qatar y los Estados del Golfo
La guerra contra Libia no tenía nada que ver con el
estallido de ira popular masiva y espontánea, como la que hubo en Egipto
y Túnez. En Libia, el nivel de vida era mucho más alto que el del
egipcio o el tunecino medio. Una amenaza ampliamente exagerada de Gadafi
dirigida a los insurgentes en la ciudad de Benghazi fue suficiente para
que Occidente se lanzase en una guerra acompañada de bombardeos
intensivos y de una serie de linchamientos entre los cuales, finalmente,
el del mismo Gadafi, asesinado de forma execrable. Con la ayuda de las
milicias más reaccionarias, el Estado libio fue reducido a los
escombros. Una enorme cantidad de armas fueron a parar a las manos de
esas milicias. Unos meses después, las vemos aparecer en el norte de
Mali.
La guerra contra Libia fue dirigida por Francia, Gran
Bretaña y los Estados Unidos. Pero Washington recurrió a una estrategia
completamente diferente de la de París o Londres. En África, los Estados
Unidos anhelan sobre todo intervenir por mediación de terceros. Fue
entre bastidores como Africom, el mando unificado del ejército americano
en África, dirigió la guerra en Libia, mientras que fueron sobre todo
las fuerzas francesas y británicas quienes intervenían en un primer
plano con sus bombardeos. A continuación, los Estados Unidos trabajaron
en estrecha colaboración con Arabia Saudí y Qatar.
Un elemento sorprendente, en la guerra de Libia, fue la
actitud de Al Jazeera, la cadena de televisión del emir de Qatar.
Anteriormente, Al Jazeera se había dado a conocer por su posición
crítica hacia los Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán. En
esta ocasión, la misma cadena jugó un papel importante en la propaganda
de guerra contra Gadafi, al lado de los rebeldes que, tras el paso de
los bombardeos de la Otan, se apoderaron de las principales ciudades
libias.
La alianza entre los Estados Unidos, Francia y Gran
Bretaña por un lado, y países como Qatar, Arabia Saudí y los demás
Estados del Golfo por el otro, sin embargo no es nueva. Desde la subida
de los precios del petróleo en los años 70 y 80, esos países acumularon
cantidades enormes de dinero y se transformaron en prestamistas de
Estados Unidos. Políticamente, ya hubo una colaboración entre Arabia
Saudí y los Estados Unidos con el apoyo de los muyahidines en lucha
contra la ocupación soviética de Afganistán.
Hacia el final de la década precedente, esta alianza fue
reanimada con el objetivo de constituir un frente común contra Irán y
su influencia creciente en la región. Para los países ricos suníes como
Arabia Saudí, Qatar y los Estados del Golfo, un Irán poderoso, con sus
aliados chiíes en todo el Oriente Medio (Irak, Líbano) constituye una
amenaza. Para los Estados Unidos, Irán es un bocado demasiado grande que
no pueden abordar ellos solitos. Por supuesto, Washington no ha puesto
la mira en Irán debido a su régimen teocrático, sino porque es un
importante proveedor de petróleo para China e India.
Qatar y Arabia Saudí también tienen sus propios
objetivos e ideología, independientemente de lo que quieren los Estados
Unidos. Son estados dirigidos por familias inmensamente ricas, deseosas
de extender sus reinos para incrementar aún más sus riquezas. Sueñan con
un inmenso reino panislámico en que la sharia sustituya la
constitución. Respecto a los estados-nación modernos, los consideran
como obstáculos para ese objetivo. En sus propios países, ni siquiera
existe constitución, y los ciudadanos no tienen ningún derecho.
Extracto de “Causas y consecuencias de
la guerra de Mali”, artículo publicado en HYPERLINK
"http://www.marx.be/fr/content/%C3%A9tudes-marxistes-no-101" Études
marxistes, n°101.
Mohamed Hassan es especialista del Oriente Medio y de Africa. Es el
autor, con David Pestieau, de “L’Irak face à l’occupation (EPO, 2004) y,
con Grégoire Lalieu y Michel Collon, de HYPERLINK
"http://www.michelcollon.info/spip.php?page=produit&ref=chaos&id_rubrique_thelia="
La stratégie du chaos, Investig’Action/Couleur Livres, 2012.
Véanse también: “Occidente a la
reconquista de África” y “Del colonialismo francés a la intervención
francesa de Mali” (Primera y tercera parte del articulo)
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