"...¿Acaso cabe sorprenderse, ante las terribles experiencias de las dos
guerras mundiales, que la actual crisis sistémica –que desde Red Roja
mantenemos que viene incubándose desde mucho antes de su estallido
oficial- alimente cada vez más situaciones de guerra internacional que
terminarán por sernos más cercanas de lo que imaginamos si no se
desarrolla un movimiento popular que lo impida?..."
Red Roja se suma a los llamamientos a la movilización en contra de
las amenazas de inminentes ataques imperialistas directos contra Siria
que se están sucediendo en los últimos días.
Decimos directos porque Siria sufre desde hace ya demasiado tiempo
una brutal y criminal intervención extranjera de intereses cruzados
protagonizada por potencias occidentales (principalmente EEUU, Gran
Bretaña, Francia) junto al estado sionista de Israel y una serie de
estados títeres y ultrarreaccionarios (Arabia Saudita, Catar,
Turquía,…). Todos ellos están promoviendo y fortaleciendo la penetración
de grupos mercenarios que están literalmente destrozando y
aterrorizando un país donde, una vez más, lo que menos interesa es que
resuelva sus problemáticas político-sociales en clave de los intereses
supremos del pueblo sirio. Tal como ya declarábamos en Como en
Afganistán, Iraq y Libia, ¡no a la desestabilización imperialista y a la
guerra contra Siria! [1], el imperialismo occidental está
“sencillamente” aprovechando lo que sea para continuar una agenda
siniestra que ni comenzó ni concluye con Siria.
A estas alturas no cabe dar ningún tipo de credibilidad a las
patrañas e intoxicaciones informativas empleadas por determinadas
potencias occidentales para justificar sus criminales e inconfesables
designios. Que no quepa dudas de que son capaces de todo ante las
derrotas sufridas por sus mercenarios en suelo sirio; derrotas en las
que, por cierto, ha jugado un papel destacable y ejemplar la heroica
actuación de las milicias antisionistas libanesas de Hezbollah.
A los imperialistas y sus lacayos en la región les urge una
“intervención compensatoria”, que ya no puede ser más que directa si
quieren que no se les vayan al garete sus planes guerreros en la región.
Por eso decimos que son capaces de todo en la búsqueda de “argumentos
(¡¿cómo no?!) humanitarios”. La experiencia nos dice que llegan a
organizar burdos montajes mediáticos de masacres que sólo luego se
demostrarán que no lo eran (como en la Timisoara rumana cuando había
que cargarse todo al “Este del Muro” o los falsos bombardeos de Gadafi a
la población civil). Contamos también con el más reciente ejemplo de la
fabricación de pruebas para invadir Irak. Y precisamente porque ya su
credibilidad está por los suelos, son capaces de hasta la más refinada
infiltración de los servicios secretos para montar operaciones donde
incluso, concretamente en el caso sirio, pudieran hasta aparecer
elementos formalmente pertenecientes al campo gubernamental de Damasco
pero, en realidad, a sueldo del enemigo.
Prácticamente nadie negaba ya que el gobierno sirio venía retomando
cada vez más la iniciativa en la “guerra civil” que han impuesto en su
tierra, por lo que, en toda lógica, no necesitaba implicarse en nada de
lo que se le está acusando. Sea como fuere, los imperialistas necesitan
actuar en el estrecho margen temporal que va de su “mediáticamente
creíble mentira del momento” hasta que la innegable y masiva verdad de
sus montajes termina por imponerse. No les importa tanto que se sepa
que mintieron como con cuánto tiempo de engaño cuentan. En este caso,
sus prisas por actuar (casi alocadamente) resultan más que sospechosas
hasta para muchas personas entre el común de la gente.
En fin, si no fuera por lo que está en juego, cansaría tener que
estar recordando que se repite el mismo escenario de las dos guerras de
Iraq, de Yugoslavia, de Somalia, de Afganistán, del sur del Líbano, de
Libia, de las amenazas constantes a Irán, país que ya vivió una parecida
alerta de agresión inminente en 2006. Políticamente hablando, lo
terrible no es ver lo que ocurre sino que ocurre exactamente lo que se
previó. Y esto debe ser motivo de seria reflexión ante los evidentes
retos incumplidos que persisten en el movimiento antiimperialista en el
campo de países precisamente imperialistas en el que nos encontramos. La
importancia de estos retos que nos atañen se deriva de la convicción de
que el imperialismo de EE.UU. el de la UE y el estado de Israel son los
primeros responsables de la situación de continua desestabilización
internacional y de guerra que vivimos desde aquella primera del Golfo…
poco después del tan “celebrado” término de la Guerra Fría que iba a
traernos un paz sin fin como premio del advenimiento del “fin de la
historia”.
Lo venimos señalando desde nuestra declaración de principios
antiimperialistas Desinoculándonos la parálisis antiimperialista. [2]
Hay que romper con esa pasividad que nos atenaza, a la que contribuyen
falsos debates alimentados desde gente que, reclamándose de la izquierda
más radical, inventan revoluciones a muchos kilómetros de aquí. Y que,
en definitiva, se centran en el “lejano” examen de la calidad del
agredido mientras eluden y obstaculizan nuestra primera y más cercana
responsabilidad: hacer todo lo posible por impedir que nuestros estados
“tan democráticos” sigan masacrando impunemente con su maquinaria de
guerra infernal.
Como se había previsto, el caso particular de Siria se ha revelado
para los imperialistas mucho más complicado que otros como, por ejemplo,
el caso libio. Y por eso, la prolongación de la cruel guerra civil allí
inducida ha permitido visualizar mucho más el descaro con el que los
“rebeldes” han sido instrumentalizados y armados por potencias
reaccionarias y extranjeras sin prácticamente guardar las formas. Pero
la guerra promovida en Siria por los imperialistas occidentales y sus
aliados títeres en la región va más allá.
En términos más generales, la agresión a Siria no puede
desvincularse de la persistente y creciente militarización de la escena
internacional ante la necesidad de mantener un estado de guerra por
parte de un Occidente capitalista que se encuentra en medio de una
crisis sistémica que viene de lejos. En estrecha relación con esto, ese
Occidente capitalista antagoniza contradicciones con potencias como
Rusia y China, quienes, desde luego, son los objetivos reales a
corto-medio plazo. Tal como pudo verse en los años del gobierno ruso de
Boris Yeltsin, las viejas potencias capitalistas rebosantes de
imperialismo persiguen despedazar aquellas otras potencias que surgieron
de la mano del socialismo. Buscan eso antes que acogerlas como iguales
en un “capitalismo globalizado y multilateral”. Pero las contradicciones
entre potencias no se limitan a las que las viejas potencias
capitalistas desarrollan con Rusia y China. También surgen en el seno
mismo del propio campo occidental capitalista, por ejemplo, entre las
agendas y prioridades imperialistas de EEUU y Alemania, por más que
estas diferencias todavía se mantengan diplomáticamente encubiertas.
¿Acaso cabe sorprenderse, ante las terribles experiencias de las dos
guerras mundiales, que la actual crisis sistémica –que desde Red Roja
mantenemos que viene incubándose desde mucho antes de su estallido
oficial- alimente cada vez más situaciones de guerra internacional que
terminarán por sernos más cercanas de lo que imaginamos si no se
desarrolla un movimiento popular que lo impida? De ahí que defendamos
que la lucha antiimperialista debe crecientemente vincularse al viejo
lema (tan viejo como el imperialismo capitalista) de “socialismo o
barbarie”. Que hoy, efectivamente, las condiciones de enfrentamiento
directo entre potencias resulten más difíciles no debe llevarnos a
ilusiones; han de convencernos, no de que esas condiciones desaparecen,
sino de que precisamente las diferencias interimperialistas se están
dirimiendo, por el momento, mediante conflictos regionales interpuestos.
En todo lo anterior hay que incluir un factor específico que explica
aún más de primera mano la naturaleza y forma que están tomando los
conflictos bélicos desde hace dos décadas. Y es el declive relativo de
la hegemonía de EEUU; un declive, incluso, en el seno mismo del campo de
los aliados capitalistas que se forjó durante la guerra fría. Esto
explicaría que los EEUU estén instalados desde hace tiempo en una
verdadera opción de desestabilización militar de determinadas regiones. Y
ello, a fin de compensar su incapacidad para “(re)estabilizar” política
y económicamente a su favor países y mercados que pudieran ser mucho
mejor aprovechados por otras potencias, incluso dentro de su mismo campo
aliado.
En este sentido, no es verdad que las potencias occidentales, y
particularmente EEUU, estén controlando todo lo que está pasando en
Siria. Como en otros casos, ya no tienen ese poder de control sobre los
actores en liza, tal como ha pasado, por ejemplo, en Irak y Afganistán.
Pero es algo con lo que, perversamente, cuentan principalmente los EEUU.
Al fin y al cabo, no se exigen los mismos requerimientos de control
cuando se está en una expansión clásica colonial -correspondiente a un
capitalismo en fase “sana” de expansión- a cuando lo que se pretende es
que “si no controlo yo como quisiera, no controle nadie”. La condición
de bombero internacional de los EEUU –acompañados por estrechos aliados
como Gran Bretaña- que justifique el parasitismo que les caracteriza
desde hace décadas, en tanto que primera potencia internacional
capitalista, ya sólo va ligada a su capacidad (que aún la tiene) para
provocar tales fuegos que hasta sus eventuales competidores “aliados”
tengan que requerir sus servicios por falta… de medios propios. No
tienen base político-económica para prolongar su unilateralismo
(incluso, como decimos, dentro del propio campo de países capitalistas)
pero sí tienen aún sobrada capacidad militar para cuestionar cualquier
“multilateralismo” que, a su vez, cuestione su hegemonía. En ese estado
de, efectivamente, perversidad geoestratégica está instalada la
situación internacional.
Por ello, el llamamiento a obstaculizar por todos los medios la
intervención imperialista en Siria no es un simple acto de
responsabilidad antiimperialista de primer orden para nosotros. Debe
contextuarse en la necesidad de desarrollar un amplio movimiento contra
la guerra imperialista en general. Nada más inteligente y urgente, pues,
para nuestros pueblos que unir la resistencia a la “guerra social” que
el capitalismo nos ha declarado aquí mismo con la resistencia al
militarismo y a las “guerras sin fin” que ese mismo capitalismo podrido
está provocando en el plano internacional.
¡Alto a la intervención imperialista en Siria!
Fortalezcamos las Plataformas contra la Guerra Imperialista
Unamos las resistencias contra la guerra social aquí y la guerra imperialista
Salida de la OTAN. Desmantelamiento de las bases militares y el escudo antimisiles
Fortalezcamos las Plataformas contra la Guerra Imperialista
Unamos las resistencias contra la guerra social aquí y la guerra imperialista
Salida de la OTAN. Desmantelamiento de las bases militares y el escudo antimisiles
02.Sep.13 :: Batalla de ideas LaRosa Blindad
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