Ada Colau: "Tenemos una democracia secuestrada"
¿Cómo se para un desahucio?
El valor sale del apoyo mutuo. Tienes angustia, nervios terribles. Es
pegarte un madrugón. La mayor parte de los desahucios los hemos
detenido, pero nunca tienes la certeza. La persona afectada tiene que
estar preparada. Todas sus cosas, recogidas. Y cuando se logra parar,
esa tensión se desencadena y es un grito de júbilo. Y luego no es solo
que te atrevas con otro, sino que es una de las cosas más gratificantes.
Te das cuenta de que eres capaz de mucho más.
¿Qué desalojo ha marcado tu memoria?
Todos. Es uno de los actos más violentos que hay. Y lo increíble, que
una de las cosas más terribles se haya normalizado. No debería
normalizarse un acto tan violento como es poner todos los recursos del
Estado y su violencia, la Policía, los juzgados, etc., al servicio de
unos intereses privados para dejar a alguien en la calle sin realojo
alguno. Es imposible no implicarse. Es brutal.
Un desalojo es uno de los actos más violentos que hay pero habrá uno paradigmático...
Te puedo hablar del primero. Parecía impensable. Lo paramos en la
Bisbal del Penedés. Que hubiera una persona dispuesta a salir
públicamente diciendo: "Me está pasando esto", con la estigmatización
que hay de la pobreza... Superamos un abismo. Lo dio Lluís. Y me parece
significativo porque era una de esas personas que cuando llegó a la
asamblea de la Plataforma nos asustó. Hablaba como un loco, y decía que
iba a meter bombas. Cosas que dice mucha gente. Cuando llega alguien
así, te dices: "Uy, este está fatal, la va liar"... y no. Es una persona
dulcísima, tiernísima, es un padrazo. Le habían dicho en servicios
sociales que le podían quitar la custodia de sus hijos. De loco no tenía
nada, al contrario, lo que estaba diciendo es que iba a defender a sus
hijos por encima de todo. Es muy simbólico, porque lo hemos parado hasta
en cuatro o cinco ocasiones. He perdido la cuenta. Y ahora sigue
viviendo en su casa, porque el banco no se atreve con él. También te
puedo hablar del último... Lola es madre de una hija y un hijo. Su hija
estaba casada con un hombre adorable, que toda la familia quería. Eran
una familia superfeliz, de clase media que se ganaban bien la vida, que
no les faltó nunca de nada, con una casa en el Paralelo (Barcelona). De
repente él se pone enfermo de esclerosis múltiple en plena crisis, y
acaba muriendo. A lo que es una tragedia durísima, se suma que descubren
que, quizás por la enfermedad, había dejado de pagar la hipoteca.
Entonces ellos intentan hablar con el banco porque quieren pagar, pero
no les ofrecen ninguna vía de solución ni de negociación. Se aprovechan
de la muerte de un enfermo de esclerosis múltiple para intentar quedarse
con la casa. ¡Es que estamos teniendo una paciencia!
¿Se sabe cuántas personas están en la misma situación que Lluís o Lola?
Los datos son deficitarios. Pero aunque dispusiéramos de datos
cualitativos, hay un montón de información que no se está transmitiendo,
y que si se conociera creo que daría pie a una sublevación. Las
entidades que más están ejecutando son las que más dinero público están
recibiendo. Te hierve la sangre, ¿no? O que en el 80% de los desahucios
hay niños menores de edad. ¿Te imaginas todo el drama que eso supone?
¿Debemos deducir que en España la vivienda no es un derecho real a
pesar de que el artículo 47 de Constitución lo garantiza y emplaza al
Ejecutivo a evitar la especulación inmobiliaria...?
Lo emplaza literalmente. Es un artículo precioso. El derecho a la
vivienda es real. Totalmente real. El derecho no depende de que una
Constitución lo recoja o no lo recoja. Los derechos humanos están
recogidos en la declaración de derechos fundamentales, están en los
tratados internacionales que el Estado español ha ratificado. Otra cosa
es que el Estado, a pesar de tener un mandato muy claro, no haya
cumplido. Han mercantilizado la vivienda. Y lo han utilizado como un
activo para un crecimiento a corto plazo que ha derivado en la burbuja
inmobiliaria.
¿Compartes que la burbuja fue una locura colectiva?
Sí que hay una parte de locura colectiva, pero fue una locura
inducida. No fue por arte de magia. Esto ha sido una política pública
orquestada que viene desde el final del franquismo, donde literalmente
se dijo que íbamos a convertir a este país de proletarios en una país de
propietarios. Una sociedad de propietarios es una sociedad más
conservadora, más domesticada, más individualista.
Pero la burbuja explotó en democracia...
Lo increíble es que cuando llegó la democracia se profundizó y amplió
en lugar de rectificar esta política, y con gobiernos de distinto
color, tanto del PSOE como del PP. Nadie informó sobre lo que podía
pasar si no se pagaban estas hipotecas.
¿El usuario de la banca suele estar en posición contractual de desventaja?
Nadie era consciente de estar asumiendo el mayor riesgo de su vida.
Era lo que el Estado te incentivaba a hacer con políticas concretas: un
alquiler que no era una alternativa real, una política fiscal que
desgrava la compra y no el alquiler, y además, la liberalización del
crédito, que hacía que los bancos pudieran prestar todo lo que quisieran
sin ningún control. No quedaba otra opción. Una locura colectiva sí,
habrá que hacer una reflexión colectiva para que esto no nos vuelva a
pasar. Pero claro, aquí había unos que eran mucho más responsables que
otros. Y sobre todo unos que han hecho grandes beneficios mientras que
otros lo han perdido todo.
La vicepresidenta del Gobierno defendió el derecho a fracasar de los ciudadanos...
Es una forma perversa de explicar esta historia. No era que la gente
quería arriesgarse y ha fracasado. No. La gente tenía una necesidad
básica. Todo el mundo sobreentendió, porque la entidad financiera así lo
hizo creer, que si no podías pagar vendías la vivienda y ya está.
Imagínate el impacto cuando pierdes el empleo, pierdes tu capacidad
económica, pierdes tu estatus social, puedes perder la vivienda, y
encima descubres algo que no sabías, que te quedas con una deuda de por
vida.
Una ejecución civil...
Esto no pasa en ningún país de nuestro alrededor. Es una anomalía.
Quedarse con una deuda de por vida significa ser un proscrito. La muerte
civil de las personas. No es solo que te pueden embargar una parte de
tu nómina, cuenta corriente, herencias, es que no puedes contratar una
línea telefónica, no puedes comprar una lavadora a plazos. Y el mensaje
del Estado es que, hagas lo que hagas, no te vas a poder recuperar. O te
toca la lotería o el sistema no te da ninguna salida. Porque una vez
firmaste una hipoteca para acceder a un bien de primera necesidad, ahora
vas a ser un condenado y un proscrito, un moroso de por vida. La gente
se hunde.
¿Qué se ha roto en España?
La democracia. Tenemos una democracia totalmente descafeinada y
superficial y hay que reformarla. Tenemos un sistema de partidos que
está encorsetado en el poder, y al que es muy difícil acceder desde la
ciudadanía. Y este sistema tiene una relación de dependencia obscena con
el poder económico en general, y concretamente con el financiero. Ha
habido una cesión de soberanía a poderes no democráticos, y hay que
recuperarla. Tenemos la democracia secuestrada.
Los banqueros han pasado de ser una institución básica, basada en la confianza, a que los tildéis de criminales...
Tienes toda la razón. Eran una institución de referencia. Yo me
acuerdo de mi abuelo, que está muerto, y que lo engañaron. Le habían
vendido productos de ahorro que eran una auténtica estafa. Era alguien
humilde y sencillo que había trabajado toda la vida y confiaba en el
director de su oficina. Esa imagen se ha roto. ¿Por qué? A un negocio
especulativo, transnacional y comercial lo único que le interesa son los
números. Ahí hemos descubierto que efectivamente no son de fiar.
¿Pero son realmente unos criminales?
Yo no criminalizaría a los empleados de banca. Hablamos del poder. Y
de los directivos que hunden entidades y luego se jubilan con pensiones
millonarias. ¿Pero cómo puede ser? Es perverso. Con esto hay que acabar.
Hay personas que están robando de forma sistemática, que se está
llevando el dinero público, hundiendo la economía, y luego se jubilan
con millones y millones.
Y por eso estáis subiendo el nivel de la protesta...
Es que no podemos más. Las acciones nunca las hemos hecho por
capricho. Al contrario. Todos nosotros tenemos ganas de vivir
tranquilos. Cuando llegamos a hacer acciones es que no nos queda más
remedio. Hemos agotado todas las vías. Quienes tienen en su mano acabar
con esto, si no lo hacen son directamente responsables. No queremos
lágrimas ni caridad. Queremos justicia. No vamos a ejercer nunca la
violencia, pero no vamos a dejar que vivan tan tranquilos en impunidad.
Que se sepa que son responsables del sufrimiento.
¿Fue la estafa a tu abuelo lo que te motivó?
Fue una de tantas. Soy una persona sencilla, provengo de familia
humilde, de gente trabajadora, nunca he tenido la vida resuelta, al
contrario. En mi casa he pasado el miedo del desahucio, de alquiler, no
de hipoteca. Incluso de no poder comer.
Conoces lo que sienten los afectados en tus propias carnes.
Repetir macarrones con tomate muchos días porque solo había eso. No
creo que sea de las peores en absoluto, hay gente que lo ha pasado peor.
Yo empecé mi proceso de activismo de joven, siempre he tenido la
inquietud de luchar. Me ha parecido que resignarse era una mala vida. Me
fui metiendo en el activismo social, especialmente con la
antiglobalización en el 2001. Y de ese activismo, con la gente que ya
estábamos metida en los temas de vivienda, vimos que había un problema
de sobreendeudamiento, que había un burbuja aunque el Estado lo negaba, y
ahí empezamos a trabajar la idea de la Plataforma, en 2008, y la
creamos en 2009.
Has estudiado Filosofía. Te habrá ayudado...
Seguro que ayuda. Pero llegué a Filosofía porque tenía este carácter.
Yo creo que te ayuda a cuestionarte las cosas. Que es lo que más falta
nos hace hoy en día. Porque al final, el tema de la vivienda como muchos
otros es eso: una falta de democracia, una falta de debate colectivo,
de búsqueda de alternativas, de imaginar otras cosas posibles. Y es muy
sintomático que en nuestro sistema actual la Filosofía esté relegada a
asignatura maría y cada vez más discriminada.
También eres madre, ¿no?
Exacto. De un niño pequeño.
¿Has sentido que estás luchando por encima de tus posibilidades?
¡Pues algunos días, la verdad es que sí! De hecho, en casa hay una
reflexión colectiva sobre este tema (ríe). Todo esto es posible porque
mi pareja está igual de convencida que yo. Nos enamoramos dentro del
activismo. No concibo la maternidad como una cosa separada. Tener un
niño requiere sus momentos y su dedicación. Y algunas veces se está
resintiendo. Lo bueno es que creo que va a llegar el equilibrio, el
movimiento se está consolidando, por lo tanto habrá más caras visibles.
No soy nadie imprescindible, y voy a poder dedicarme más a mi niño,
seguro.
¿Te sientes parte del nuevo mundo que quiere nacer del viejo?
Totalmente. Es una imagen muy bonita, y más para una madre reciente;
todavía es más inspirador. Sí, las imágenes de maternidad y embarazo las
secundo y las aplaudo en este contexto.
Bertolt Brecht decía que cuando el viejo mundo muere, surgen los monstruos...
Es que por definición el poder jamás quiere renunciar a sus
privilegios y lo intenta exprimir hasta el último momento, y en esos
momentos de cambio importante se producen momentos durísimos y de
tensión máxima. Vivimos un momento histórico.
¿Te gustaría ser islandesa?
¡Pues no, me parece que hace mucho frío! (ríe). Prefiero vivir bien
aquí, y cambiar las cosas aquí. Pero desde luego Islandia es un modelo.
Un modelo de muchas cosas. Y del "Sí, se puede": se puede procesar a los
banqueros, no pagar la deuda ilegítima y condonar las deudas
hipotecarias infladas. Y además, está demostrando que es mentira que se
hunda el sistema por tomar esas medidas, sino que permite que se pueda
resetear la sociedad y volver a empezar.
¿Por qué no quieres entrar en política?
Me lo propusieron dos formaciones y les dije que no. No creo que la
política actual se vaya a resolver con ningún fichaje individual.
Estamos diciendo que hace faltan amplios procesos colectivos. Estoy
segura de que no me escogieron por ser una gran persona, sino por ser la
cara visible de algo más amplio. Cuando el movimiento valore que
alguien tiene que ir, ya lo decidirá. No tomaré yo esa decisión.
Vuestro lenguaje se ha caracterizado por ser duro y directo contras
las élites: "criminales", "mafiosos", "estafa planificada", "genocidio
financiero"...
¡Pero es que lo que está pasando es más gordo de lo que nosotros
estamos diciendo! Es la realidad la que es contundente y radical. Y hace
falta verbalizarla. Si no, es control social. Hay gente que está
muriendo, nosotros creemos que asesinada, porque estas muertes se
podrían estar evitando, y se están produciendo solo por el afán de lucro
incontrolado de unos pocos. Eso es un genocidio. No tiene otro nombre.
¿Tenéis la sensación de ir ganando?
Bueno, es relativo. No podemos decir que vamos ganando cuando no
dejan de crecer cada año las ejecuciones y los desahucios, cuando aún
más gente está sufriendo, cuando los bancos cada vez reciben más dinero y
todavía no se ha cambiado la ley. Pero están las pequeñas grandes
victorias, estamos cambiando el imaginario, estamos haciendo que mucha
gente que estaba al borde del suicidio se haya empoderado y esté
luchando junto con los demás. Estas redes de solidaridad tienen una
fuerza imparable. Así que, pase lo que pase, sí, ya hemos ganado.
20minutos
Tomado de inSurgente
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