Desde Red Roja saludamos las protestas que de forma inmediata ha desencadenado la última y brutal andanada de recortes sociales que el gobierno ha lanzado. Muy especialmente queremos unir este saludo a la celebración por la enorme acogida brindada a la Marcha Minera con su epílogo de decenas de miles de personas inundando las calles de Madrid para fundirse en un mismo torrente de indignación y voluntad de lucha obrera y popular. Hacemos estos saludos desde la convicción de que sólo cabe llamar a la rebelión ante el estado de “shock social” que se está provocando. Asimismo expresamos nuestra solidaridad con las personas que fueron brutalmente agredidas por unos cuerpos represivos lanzados en tromba por un gobierno que se sabe ilegítimo y que ya sólo confía en que la actual indignación se esterilice en la desmoralización, en el terror, en el sentimiento de impotencia.
Estas manifestaciones son reflejo de una indignación social que se extiende hasta por sectores que no imaginaban que serían llevados al precipicio. En este sentido, la certeza de que la hora que vivimos es grave hace algún tiempo que ha saltado de los panfletos para cobrar progresivamente un verdadero carácter de masas. Y en realidad, hoy entramos en un período de urgencia histórica donde el elemento central no estriba en simplemente sumar más indignación a la indignación –para que “nuestros gobernantes no tengan más remedio que cambiar ante el clamor de la calle”-, sino obrar para que la indignación que ya existe tome la fuerza para imponerles nuestra solución; a saber, que la crisis capitalista la paguen los únicos que la han provocado, principalmente, magnates, banqueros, incluyendo en la lista de culpables a esa “clase política” mercenaria a la que sólo cabe botarla.
Pues bien, conscientes de que la tarea que urge es la de acumular fuerzas para sumar victorias y hacer fracasar la esperanza criminal de “nuestras autoridades” en que se diluya nuestra indignación, desde Red Roja nos vemos obligados a remarcar una serie de puntualizaciones de orden político y sindical al calor de las últimas manifestaciones que se han venido sucediendo y con especial referencia a cómo se ha desarrollado la protesta minera.
No podemos dejar de comenzar estas consideraciones con un recordatorio de política general más que corroborado históricamente. No habrá éxito posible para el movimiento obrero y popular si este no emprende la doble tarea de enfrentarse a las medidas del gobierno del PP y sustraerse al control ideológico y discursivo de la supuesta "oposición" del PSOE. Toda la historia desde los Pactos de la Moncloa, las reconversiones salvajes de los 80, y la más cercana “gloria” zapaterista de haber iniciado los recortes tras su reunión con los Botines y Cía –escenificada sin el menor escrúpulo- muestran que psoistas y pepistas sólo se oponen en cuanto a quién pilota los dictados de la oligarquía financiera española y europea para a su vez llevarse la jugosas prebendas mercenarias.
Por lo demás, ¿acaso el hecho de que las medidas adoptadas por el gobierno hayan sido exigidas por Europa y su "objetivo de déficit" no prueba la falacia argumental que implica culpar de estos hechos exclusivamente al PP? Cualquiera puede recordar que fue un acuerdo conjunto de PSOE y PP el que modificó la Constitución Española para establecer el objetivo del déficit público, además de que ambos partidos (junto a CC OO y UGT) pidieron el voto favorable a la Constitución Europea. No hay, pues, que ser condescendientes con ese criminal estúpido juego de estos “profesionales de la política” que se dedican a echar la culpa a una instancia superior (Bruselas para el PP; y al gobierno central del PP, allí donde gobiernan PSOE e IU). En el contexto de expropiación social brutal a favor de banqueros y otros magnates, no hay político que tome medidas antisociales que no esté anteponiendo primero su salida individual. Y en tiempos de crisis, esto se hace de forma convulsiva y sin compostura.
Consecuentemente, nuestra salida política –en línea con el grito “no nos representan”- no podrá forjarse sino desde fuera de (y contra) un sistema político del que sólo cabe aprovechar sus diferencias intestinas para debilitarlo conjuntamente huyendo de cualquier tutela política que salga de “ahí dentro”.
Con respeto al “papelón” jugado por las direcciones y estructuras burocráticas del sindicalismo más oficial en la (no) resolución popular de esta crisis, tenemos una muestra cercana y representativa de su reiterada acción histórica en lo que acaba de acaecer con las movilizaciones mineras. Y ya no sólo por las perspectivas concretas para ese sector: la enorme acogida brindada a la Marcha Minera no puede ser entendida en clave de simple solidaridad con un sector más que entra en crisis, sino con un llamado casi desesperado de la población a esas columnas mineras para que se constituyeran en cabecera y ariete a fin de hacer frente a las medidas que se sabía que el Gobierno iba a decretar.
La enorme fuerza de decenas de miles de personas en la calle hubiera sido determinante para forzar unos acuerdos en un sector cuyas demandas de unos cientos de millones de euros –sin entrar ahora en los intereses de patronales locales– no resisten comparación posible con los miles y miles de millones que se están trasvasando para “salvar” la banca. Al tiempo, las columnas mineras habrían favorecido sobremanera las movilizaciones que ahora están teniendo lugar contra las medidas del Gobierno. Por eso, para much@s resulta incomprensible que los mineros se marcharan de Madrid tras la manifestación del Ministerio de Industria cuando se había hablado de acampar como se hizo con SINTEL. Claro que entonces, al menos, las decisiones se tomaban todavía en asambleas.
Surge la evidencia de que las direcciones de CCOO y UGT querían impedir que la Marcha Minera se encontrara con el movimiento popular de Madrid que les desbordaba, secuestrándola como ya hicieron en Burgos y en Valladolid, donde les esperaba un recibimiento organizado por colectivos populares y sindicales que no controlaban. Por su parte, para las clases dominantes era vital anular rápidamente un referente de lucha obrera, firme y a por todas, como representaban los mineros. Efectivamente, en la lucha de clases frontal como la que viene, a esas clases dominantes les resulta vital aniquilar símbolos, resistencia y la menor victoria popular. Planteadas así las cosas, una vez más, la negociación a espaldas de l@s trabajadr@s entre el sindicalismo más oficial y el gobierno estaba servida
Estas manifestaciones son reflejo de una indignación social que se extiende hasta por sectores que no imaginaban que serían llevados al precipicio. En este sentido, la certeza de que la hora que vivimos es grave hace algún tiempo que ha saltado de los panfletos para cobrar progresivamente un verdadero carácter de masas. Y en realidad, hoy entramos en un período de urgencia histórica donde el elemento central no estriba en simplemente sumar más indignación a la indignación –para que “nuestros gobernantes no tengan más remedio que cambiar ante el clamor de la calle”-, sino obrar para que la indignación que ya existe tome la fuerza para imponerles nuestra solución; a saber, que la crisis capitalista la paguen los únicos que la han provocado, principalmente, magnates, banqueros, incluyendo en la lista de culpables a esa “clase política” mercenaria a la que sólo cabe botarla.
Pues bien, conscientes de que la tarea que urge es la de acumular fuerzas para sumar victorias y hacer fracasar la esperanza criminal de “nuestras autoridades” en que se diluya nuestra indignación, desde Red Roja nos vemos obligados a remarcar una serie de puntualizaciones de orden político y sindical al calor de las últimas manifestaciones que se han venido sucediendo y con especial referencia a cómo se ha desarrollado la protesta minera.
No podemos dejar de comenzar estas consideraciones con un recordatorio de política general más que corroborado históricamente. No habrá éxito posible para el movimiento obrero y popular si este no emprende la doble tarea de enfrentarse a las medidas del gobierno del PP y sustraerse al control ideológico y discursivo de la supuesta "oposición" del PSOE. Toda la historia desde los Pactos de la Moncloa, las reconversiones salvajes de los 80, y la más cercana “gloria” zapaterista de haber iniciado los recortes tras su reunión con los Botines y Cía –escenificada sin el menor escrúpulo- muestran que psoistas y pepistas sólo se oponen en cuanto a quién pilota los dictados de la oligarquía financiera española y europea para a su vez llevarse la jugosas prebendas mercenarias.
Por lo demás, ¿acaso el hecho de que las medidas adoptadas por el gobierno hayan sido exigidas por Europa y su "objetivo de déficit" no prueba la falacia argumental que implica culpar de estos hechos exclusivamente al PP? Cualquiera puede recordar que fue un acuerdo conjunto de PSOE y PP el que modificó la Constitución Española para establecer el objetivo del déficit público, además de que ambos partidos (junto a CC OO y UGT) pidieron el voto favorable a la Constitución Europea. No hay, pues, que ser condescendientes con ese criminal estúpido juego de estos “profesionales de la política” que se dedican a echar la culpa a una instancia superior (Bruselas para el PP; y al gobierno central del PP, allí donde gobiernan PSOE e IU). En el contexto de expropiación social brutal a favor de banqueros y otros magnates, no hay político que tome medidas antisociales que no esté anteponiendo primero su salida individual. Y en tiempos de crisis, esto se hace de forma convulsiva y sin compostura.
Consecuentemente, nuestra salida política –en línea con el grito “no nos representan”- no podrá forjarse sino desde fuera de (y contra) un sistema político del que sólo cabe aprovechar sus diferencias intestinas para debilitarlo conjuntamente huyendo de cualquier tutela política que salga de “ahí dentro”.
Con respeto al “papelón” jugado por las direcciones y estructuras burocráticas del sindicalismo más oficial en la (no) resolución popular de esta crisis, tenemos una muestra cercana y representativa de su reiterada acción histórica en lo que acaba de acaecer con las movilizaciones mineras. Y ya no sólo por las perspectivas concretas para ese sector: la enorme acogida brindada a la Marcha Minera no puede ser entendida en clave de simple solidaridad con un sector más que entra en crisis, sino con un llamado casi desesperado de la población a esas columnas mineras para que se constituyeran en cabecera y ariete a fin de hacer frente a las medidas que se sabía que el Gobierno iba a decretar.
La enorme fuerza de decenas de miles de personas en la calle hubiera sido determinante para forzar unos acuerdos en un sector cuyas demandas de unos cientos de millones de euros –sin entrar ahora en los intereses de patronales locales– no resisten comparación posible con los miles y miles de millones que se están trasvasando para “salvar” la banca. Al tiempo, las columnas mineras habrían favorecido sobremanera las movilizaciones que ahora están teniendo lugar contra las medidas del Gobierno. Por eso, para much@s resulta incomprensible que los mineros se marcharan de Madrid tras la manifestación del Ministerio de Industria cuando se había hablado de acampar como se hizo con SINTEL. Claro que entonces, al menos, las decisiones se tomaban todavía en asambleas.
Surge la evidencia de que las direcciones de CCOO y UGT querían impedir que la Marcha Minera se encontrara con el movimiento popular de Madrid que les desbordaba, secuestrándola como ya hicieron en Burgos y en Valladolid, donde les esperaba un recibimiento organizado por colectivos populares y sindicales que no controlaban. Por su parte, para las clases dominantes era vital anular rápidamente un referente de lucha obrera, firme y a por todas, como representaban los mineros. Efectivamente, en la lucha de clases frontal como la que viene, a esas clases dominantes les resulta vital aniquilar símbolos, resistencia y la menor victoria popular. Planteadas así las cosas, una vez más, la negociación a espaldas de l@s trabajadr@s entre el sindicalismo más oficial y el gobierno estaba servida
Y es que la lucha de clases no sólo entra en contradicción natural con las clases dominantes, sino también con el interés de unas direcciones y unas estructuras burocratizadas sindicales en utilizar las movilizaciones para (re)fortalecer su “trabajo” de estabilizadores sociales dentro del sistema político del que parasitan; un “trabajo” que, ciertamente, la profundidad de la crisis capitalista hace tambalear. Precisamente, a l@s trabajador@s sólo nos puede interesar desbordar las convocatorias que el sindicalismo oficial se ve obligado a realizar a fin de superarlos definitivamente. Y ello, en la medida en que no terminemos de forjar con fuerza un sindicalismo de clase y combativo.
Con la vista puesta en asegurar movilizaciones victoriosas, y en línea con lo expresado en nuestra reciente declaración, “¿Qué hacer ante un sistema que agoniza?” (http://www.redroja.net/index.php/comunicados/990-declaracion-politica-de-la-coordinadora-estatal-que-hacer-ante-un-sistema-que-agoniza), destacamos ahora la necesidad de expresar en la calle la solidaridad de tod@s con cada uno de los sectores que van entrando en lucha. Al tiempo, es imprescindible que cada sector ligue sus reivindicaciones con la movilización general y, sobre todo, muestre su preocupación por no dejar en la estacada a los segmentos de la población trabajadora más débiles por sus posibilidades organizativas y que están cayendo en la exclusión más odiosa e indignante: mujeres, inmigrantes, jóvenes. Sólo cuando esta profunda solidaridad ocurra, el gobierno sentirá perdida la partida.
Dentro de las organizaciones del sindicalismo de clase habría que incidir para impulsar y fortalecer los planteamientos unitarios y de coordinación con el movimiento de asambleas populares. Por lo demás, para sortear el capricho de cálculos electoralistas o intereses estrechos del sindicalismo más oficial, sería preciso fomentar, allí donde fuera posible, la creación de agrupaciones o comités populares de base contra la crisis en centros de trabajo, estudio, de barrio,…como estructura de poder embrionario popular que asegure la continuidad y la máxima eficacia en las movilizaciones populares y el propio asamblearismo.
Todo lo anterior, como venimos planteando reiteradamente desde Red Roja, con el objetivo de desarrollar un potente movimiento político y social de resistencia que se plantee como puntos mínimos programáticos de urgencia, entre otros, la expropiación de la banca, el no pago de la DEUDA (por ilegítima) y sus intereses, y la salida del euro y de la propia UE.
La crisis es de ellos; la solución es exclusivamente nuestra
CONSTRUYAMOS PODER POPULAR
Red Roja
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