Elecciones, un terreno hostil
Lo
ocurrido en Grecia, donde su particular PP/PSOE ha obtenido votos
suficientes para que los agentes financieros europeos puedan seguir
gobernando, debería provocar algunas reflexiones y actualizar respuestas
a viejas preguntas.
Los
resultados confirman que el miedo inyectado en la columna vertebral de
la sociedad, lo fue con dosis enorme de obediencia. A la gente se le
permite reconocer, incluso admitir, que está mal, pero se le recuerda
que sin el amo le puede ir peor, puede llegar a pasar hambre como su
vecino de la puerta de enfrente, así que ya sabe lo que toca:
obediencia. En situaciones extremas (y Grecia lo está) esto funciona a
la perfección: que el verdugo se apiade es la consigna, que si hace
falta votarlo para que siga de largo con su guadaña y no se pare en mi
casa, sin problema.
De
este modo, las elecciones vuelven a demostrar que no son un escenario
adecuado, ni siquiera para medir fuerzas o expresión de las luchas
populares como se ha teorizado siempre desde las organizaciones
revolucionarias. Estamos ante la constatación de que se trata de una
mera herramienta de los poderosos, de la derecha, para perpetuarse en el
poder por siglos y que nadie pueda cuestionarlos porque detrás tienen
los dichosos votos, granjeados en años de miedos e ignorancias. Todo
esto es tan sabido como que no se conoce caso alguno en Europa de un
triunfo electoral de la izquierda, excluimos aquí, claro está, a los que
sólo aspiran a administrar el capitalismo, es decir, a lo que se
denominan socialdemócratas, centro-izquierda, o reformismos de
izquierdas y que las más de las veces aparecen ante el electorado con el
pomposo nombre de “Partidos Socialistas”, o coaliciones cuya vocación y
destino final es darle los votos a los anteriores, pero tanto unos como
otros jamás estarán dispuestos a la construcción del socialismo, es
decir, a ejercer de izquierda. Ellos sí, mil veces han gobernado
regiones y países europeos sin que se haya visto tras su paso otra cosa
que capitalismo. Por eso el tema electoral ni se lo cuestionan, forma
parte intrínseca y necesaria de su naturaleza.
Caben
pues algunas preguntas que no son novedosas pero sí necesarias, ¿no se
pierden muchas fuerzas y mucho tiempo en diseñar tácticas y estrategias
electorales, que a la postre lo único que hacen es servir para que lo
más reaccionario de la sociedad justifique su democracia y su posterior
triunfo? ¿Qué pasaría si la izquierda deslegitimase con su ausencia todo
el proceso tal como ha hecho desde siempre el anarquismo?¿No se ha
elaborado demasiada literatura y dado una importancia que no tiene al
hecho de tener algún diputado que diga verdades en las instituciones,
pero que pierda siempre las votaciones porque no va a pasar nunca de ser
minoría? ¿La idea de cambio total en un país pasa por que en cada
elección vaya aumentando el número de diputados revolucionarios o por ir
sumando gente en las movilizaciones contra el capitalismo? ¿Serán ambas
herramientas definitivamente incompatibles? ¿Las millones de personas
que engrosan la abstención desde los barrios obreros y periféricos, son
sólo desclasados e ignorantes por no sumarse al cuerpo de la revolución
proletaria o están queriendo decir algo más?
Tenemos respuestas a todo lo anterior, pero quizás la
realidad ha cambiado de un modo tan rápido y contundente que no sería
malo revisarlas. No nos podemos permitir el lujo de seguir perdiendo
elecciones hasta la victoria final, mientras la burguesía sonríe por la
eficacia de sus inventos para controlar masas y convertir a heroicos
pueblos en apenas consumidores/electores.
De inSurgente
De inSurgente
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