EL ASESINATO DE ROSA, ESA MANCHA IMBORRABLE
"Su
energía impetuosa y siempre en vilo aguijoneaba a los que estaban
cansados y abatidos, su audacia intrépida y su entrega hacían sonrojar a
los timoratos y a los miedosos. El espíritu atrevido, el corazón
ardiente y la firme voluntad de la "pequeña" Rosa eran el motor de la
rebelión. "
Clara Zetkin
El 9 de noviembre de 1918 (un año
después del levantamiento bolchevique de Rusia) comenzó la revolución
alemana. Fueron dos meses de agitación ininterrumpida. Luego de una
huelga general, los trabajadores insurrectos -dirigidos por la Liga
Espartaco- proclamaron la República y se constituyeron consejos
revolucionarios de obreros y soldados. Mientras Kautsky y otros
socialistas se mostraron vacilantes, el grupo mayoritario en la
socialdemocracia alemana (comandado por Friedrich Ebert [1870-1925] Y
Philipp Schleidemann [1865-1939]) enfrentó con vehemencia y sin
miramientos a los revolucionarios.
Tal es así que Gustav Noske [1868-1947],
miembro de este grupo (el SPD), asumió como Ministro de Guerra. Desde
ese puesto y con ayuda de los oficiales del antiguo régimen monárquico
alemán, organizó la represión de los insurrectos espartaquistas.
Mientras tanto, el diario socialdemócrata Vorwarts [Adelante] publicaba
avisos llamando a los Freikorps -"cuerpos libres", nombre de los
comandos terroristas de derecha- para que combatieran a los
espartaquistas, ofreciéndoles "sueldo móvil, techo, comida y cinco
marcos extra".
EI 15 de enero de 1919 Carlos Liebknecht
y Rosa Luxemburgo fueron capturados en Berlín por la enfervorizada
tropa de soldados. Horas más tarde son salvajemente asesinados. Poco
después, León Jogiches (1867-1919), compañero de amor y militancia de
Rosa Luxemburgo durante muchos años, es igualmente asesinado. El cuerpo
de Rosa, ya sin vida, es arrojado por la soldadesca a un río. Su cadáver
recién se encontró en mayo, cinco meses después.
La responsabilidad política que la
socialdemocracia reformista tuvo en el cobarde asesinato de Rosa
Luxemburgo y sus compañeros ya ningún historiador la discute. Ese acto
de barbarie ha quedado en esa tradición como una mancha moral que
difícilmente se borre con el tiempo.
Pero la memoria de Rosa, su pensamiento
marxista, su ética revolucionaria y su indoblegable ejemplo de vida,
continúan vivos. Entrañablemente vivos. En el puente donde sus asesinos
arrojaron su cuerpo al agua siguen apareciendo, periódicamente, flores
rojas. Las nuevas generaciones no la olvidan.
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