El sistema oprime, despoja, inmoviliza, aprieta, asesina, empobrece, margina, no es ninguna panacea, es un infierno.: La madre de todas las fosas.

México.Opinión/ Resumen Latinoamericano/ Por Roberto Ignacio Herrera Macique/25/10/2014.-
La madre de todas las fosas ha quedado pues, al descubierto. En ella
no aparecen restos humanos. Lo que habita en esa y en todas las fosas,
son los restos putrefactos del sistema.
La desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal
Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa y la muerte de seis de sus compañeros y
otros civiles por mano de las fuerzas encargadas de la protección
ciudadana, ha puesto en evidencia lo que a gritos y desde hace décadas
se ha venido denunciando: el Estado no sirve al pueblo, sirve a los
intereses de sus enemigos de clase.
El neoliberalismo no es un concepto inventado para denostar
al poder, es la filosofía y el principio que sustentan al modelo
económico prevaleciente. Es la forma más acabada de la justificación del
capitalismo salvaje que sostiene que las fuerzas del mercado son el
eje, motor y guía que fundamenta la vida económica, política y social de
los pueblos. A partir de tal sustento, cualquier otra postura que lo
desconozca o pretenda socavarlo, es considerada subversiva, criminal,
inaceptable.
En México, los dueños del poder institucional y del dinero
–que son los mismos- le han declarado la guerra al hartazgo, a la
denuncia y a la inteligencia. Sólo basta no caer en el garlito que el
Estado y sus testaferros mediáticos han elaborado para sostener lo
insostenible, para entonces convertirse en enemigo del sistema. Hoy –y
siempre- resulta peligroso pensar diferente, proponer alternativas,
pensar en mundos distintos que son posibles pero que no encajan en la
concepción que desde arriba se quiere imponer a toda costa. Y mientras
la desesperación, la pobreza, la castración de futuro para el grueso de
la población y la injusticia crecen, la respuesta del pequeño grupo en
el poder institucional recrudece su respuesta con represión y campañas
mediáticas de descalificación para todo aquello que les huela a
disidencia.
Pero la fuerza del libre mercado ya no da más. Está en una
clara fase terminal que no le permite sostenerse en pié. Las cifras
elaboradas por los mismos organismos que desde el poder dictan las
reglas y las políticas públicas, ya no pueden ser maquilladas. Los
resultados de sus líneas de acción son contundentes y no precisamente
alentadoras para sus propios intereses. Ni siquiera la labor
persistente de los medios de comunicación a su servicio son ya capaces
de disfrazar la realidad opresiva y lacerante que vive la mayoría de la
población.
La historia es una herramienta que ejercita la memoria. Y
la memoria es un instrumento que permite desagregar la realidad para
comprender nuestro presente y delinear la acción necesaria para
cambiarla. El futuro entonces no tiene dueños por dedazo como nos
quieren hacer creer, ni estrategias mágicas salidas de escritorios
institucionales, por más “democrácticas” y bondadosas que la quieran
pintar. La historia y la memoria colectiva han sido siempre cooptadas
desde el poder, en armonía y contubernio con la invaluable intervención
del aparato ideológico dominante, y ha sido efectiva, no se puede
negar, ¿cómo explicar, sin esa efectividad, el regreso del Partido
Revolucionario Institucional al poder?
Pero paradójicamente, olvidan los poderosos que la memoria
no se impone con mensajes a modo ni desinformación pagada, ni mucho
menos con la fuerza violenta de la represión artera; la memoria es el
resultado de la vida cotidiana que nos llena de preguntas a las que la
historia, en gran medida, nos responde. Dicen por ahí, que alguien dijo
algo así como: “loco es aquel que haciendo lo mismo pretende conseguir
resultados diferentes” y tienen razón para decirlo los que lo dicen.
¿Hasta cuándo pretende el sistema, haciendo lo mismo, que
nos comamos sus mentiras cuando la realidad exige cotidianamente un
cambio radical?
Aprendamos pues, de la historia. Desde el poder
institucional nos han querido vender un sistema depredador como si fuera
una panacea. Se han cansado de prometernos un mundo feliz que no llega
nunca y que, por el contrario, cada día está más lejano. Nos han
vendido la idea de que “tener” es lo que da sentido al “ser” y que es
más importante que compartir. Se nos ha inculcado la idea que el
individuo “por sí solo” tiene la capacidad de cambiar “su” realidad,
ajena a, y en disputa con, la de “los otros”. La “competencia” se nos
plantea como el motor para el “progreso”, aunque implique luchar entre
nosotros mismos para arrebatarnos lo poco que nos dejan,
convirtiéndonos así en rapiñeros que orgullosamente elevan un canto de
victoria al quitarle a su igual un pedazo de futuro, haciéndonos
“mejores” que “el otro”. Nos quieren hacer pensar que un crimen de
Estado es obra de la mente perversa de “un par de individuos” en
colusión con “el crimen organizado”, aun cuando la realidad innegable
evidencia que esos individuos forman parte de su “honorable” membresía y
que el crimen organizado es creatura simbiótica del propio Estado.
La estrategia es la misma, una y otra vez. Pero la realidad
grita la verdad sin tapujos y los pone en evidencia. El sistema
oprime, despoja, inmoviliza, aprieta, asesina, empobrece, margina, no
es ninguna panacea, es un infierno. Conceptos como “tener”, “poseer”,
“acumular”, “único”, “propietario”, “mío”, “tuyo”, nos desmantelan como
sociedad, y no nos une -como nos quieren hacer pensar- mas allá de una
idea pervertida del ser. Es en “compartir”, “distribuir”, “común”,
“colectivo”, “nuestro”, “todos” en donde se encuentra nuestra fuerza y
nuestro cuerpo social. No es la competencia rapiñera motor alguno para
mejorar la realidad, es en la emulación de lo más constructivo, digno y
noble, de los enormes ejemplos de humanismo y acción colectiva que han
transformado la vida, en donde se nutre la energía del cambio. Y eso
les da pavor a los poderosos, porque lo saben. Y también se saben
simuladores, mentirosos, incontenibles en su ambición, por eso no
cambian su estrategia, la recrudecen una y otra vez.
El sistema está podrido, no hay duda pues, ¿entonces?
Propongo que comencemos por retomar la historia refrescando nuestra
memoria colectiva. Hablemos de ello, compartamos, marchemos, discutamos,
reelaboremos, cuestionemos. No es verdad que seamos incapaces de
construir nuestra propia historia, eso es otra de las mentiras que el
sistema nos quiere endilgar, y es por ello que cuando la realidad los
evidencia, utilizan el miedo, el terror, para que aun con la consciencia
de que son nuestros enemigos los que no permiten cambio alguno, nos
quedemos pasmados e inmovilizados. Frente al miedo, la acción colectiva.
La historia nos habla del poder inconmensurable de la unión. Solos,
como el sistema nos ha querido siempre, no podremos ser más que
individuos arrinconados presas del miedo. Juntos, tendremos el futuro en
nuestras manos, porque no hay terror que pueda detener a un colectivo
con la razón y la verdadera justicia como bandera.
Es evidente que hoy no se puede buscar justicia en las
instituciones que supuestamente están creadas para ello, mucho menos
seguridad, trabajo digno, acceso a la salud, educación, derechos
humanos, dignidad. Los poderosos se han apropiado de todas ellas, las
dominan y utilizan para sí. Es entonces necesario buscar otra forma de
gobierno, porque éste, ya no le sirve al pueblo. Es momento entonces de
reaccionar, de plantearnos las vías necesarias para cambiar esta
realidad insostenible. Y no van a ser las instituciones “constituídas”
en lo que ellos llaman “estado de derecho” las que den espacios para el
cambio, porque ese concepto sólo funciona para recrearse a sí mismos, a
costa de los que sí tenemos el poder real. Debemos ir juntos, partir
de las coincidencias, caminar codo a codo, compartir experiencias,
romper los cercos mediáticos del poder, generar nuestros propios
espacios alternativos.
Una guerra sorda y encubierta nos ha estado soterrando como
colectividad desde hace décadas –centurias-, y en el ejercicio de esa
guerra nos despojan, nos reprimen, nos manejan como si fuéramos hojas
movidas por el viento, nos utilizan para su beneficio a costa del
nuestro y a costa de nuestras propias vidas.
Esa guerra ya salió de lo
oculto para mostrarse con toda su violencia y descarnado poderío de
fuego. Ya no se contiene a sí misma con el velo de los medios de
comunicación, ya no puede esconderse con discursos retóricos y demagogos
perfectamente estructurados, o con democracias de pacotilla
legitimadas con fraudulentas elecciones. En nuestras manos, y no en las
de esos miserables explotadores, está nuestro destino.
La madre de todas las fosas ha quedado pues, al descubierto. En ella
no aparecen restos humanos. Lo que habita en esa y en todas las fosas,
son los restos putrefactos del sistema.
México.Opinión/ Resumen Latinoamericano/ Por Roberto Ignacio Herrera Macique/25/10/2014.-
oct 27th, 2014 | By Boltxe kolektiboa
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