Las practicas de DD.HH de los EE.UU - 13ª invasion de Panama, 19 de dic de 1985- Otro crimen impune contra la humanidad...y mas

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Panamá abre diálogo con familiares de víctimas de invasión de Estados Unidos (La Jornada, 21/12/14)

Leer Mas domingo, diciembre 21st, 2014
La presidenta de la Asociación de los Familiares y Amigos de los Caídos del 20 de Diciembre, Trinidad de Ayola, consideró “positivo” el nombramiento de la comisión. “Es como que si nos devolviera ese pedazo de vida que ese día se nos fue, esa justicia es como retornarnos ese pedazo”. Las demandas incluyen que el Estado panameño apoye los esfuerzos para interponer nuevamente una demanda contra Estados Unidos, ante organismos internacionales de derechos humanos, la cual cómo mínimo exija “una disculpa” por parte de Washington.

Discurso del FER-29 ante la embajada norteamericana a 25 años de la Invasión Yankee a Panamá
A 25 años de Invasión militar estadounidese a Panamá, la juventud revolucionaria del FER-29 se pronuncia junto a FRENADESO y el Movimiento social 
 "...Al cumplirse 25 años de este genocidio cometido contra los panameños, debemos crear conciencia de una cosa: el Imperialismo estadounidense crea sus propios monstruos para luego colocarlos en naciones débiles como grandes Tiranos y luego tener una excusa para arrasar sus pueblos y sus recursos...."

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En horas de la tarde noche del 19 de diciembre de 1989, comenzó la décima tercera invasión de los Estados Unidos a Panamá, una de las más ensayadas desde 1855, cuando comenzaron a invadir al país istmeño.
Daba inicio la Operación Justa Causa (Just Cause ) con el supuesto objetivo de sacar del poder al general Manuel Antonio Noriega, sindicado de ser narcotraficante, quien había asumido la conducción del país el 16 de diciembre.

Al terminarse el día 19 y dar inicio al nuevo día el entonces presidente George H.W. Bush, anunciaba al mundo desde la Casa Blanca, que había dado inicio a esa nueva operación quirúrgica contra un pueblo hermano, que había derramado su sangre en varias ocasiones en contra de la presencia militar norteamericana en su territorio, instalada durante décadas por medio de más de una docena de bases militares dislocadas a las puertas de su capital en el océano Pacífico y otras en el Caribe.

Bastaba cruzar el Puente de las Américas, para encontrar las bases navales, aéreas y de todo uso, desde donde en esa década habían partido miles de operaciones de espionaje contra países de la región y participado activamente en la guerra sucia contra Nicaragua y los movimientos insurgentes en Honduras, Guatemala y El Salvador.

Desde las bases Rodman, Koobe, Howard, Albrook Field, partían las incursiones de militares norteamericanos en los meses precedentes a la invasión, en un ensayo permanente, también la provocación contra el cuartel central de las Fuerzas de Defensa panameñas, que ocasionó la muerte de un militar estadounidense, hecho que tensó aún más la situación y creó las condiciones para la ocupación.

El recinto militar estaba ubicado en el humilde barrio de El Chorrillo, arrasado después por las devastadoras armas norteamericanas que se estrenaron en ese escenario bélico y que causó miles de víctimas colaterales. También la ciudad de Colón y sus pobladores, sufrió el ataque de los invasores.

En la base militar norteamericana, Fort Clayton tomó posesión la troika , que había concurrido a las urnas en las elecciones y de esa forma espuria se hicieron del poder bajo la fuerza y el terror de los soldados de la 82 División Aerotransportada y de 193 Brigada de Infantería con asiento en ese enclave castrense, así como otras fuerzas de varias armas que ocuparon el país en toda su extensión, para someterlo y cambiar su rumbo político, dejando a su paso la destrucción de instalaciones, la muerte de ciudadanos y causando secuelas indelebles en muchos panameños.

En los días inmediatos a la invasión, el mando militar norteamericano y en particular en general de brigada Marc Anthony Cisneros , había expresado con sorna y desprecio por el enemigo, que al comenzar el ataque estaría tomando una cerveza y al terminar su punitiva labor regresaría tan rápido, que aún estaría fría. Pero los cálculos del estratega norteño se enfrentaron a la resistencia nacional, que dio muestras de coraje y valentía a pesar de la superioridad numérica y en armas. Los aviones fantasmas Stealth , irrumpieron en el espacio aéreo panameño causando pavor, armas de exterminio masivo fueron ensayadas, era un laboratorio que ponía a prueba los adelantos para producir la muerte. Dos años después lo harían con letal eficacia en Irak.

Las fuerzas norteamericanas durante días dejaron que el pillaje promoviera el caos en la ciudad, el saqueo de los almacenes de la Vía España, de las áreas comerciales de El Dorado y otros puntos, fueron objetos del vandalismo, que pretendía inmovilizar y desviar la firmeza de los opositores.

Desde marzo y octubre de 1988 cuando habían gestado intentos de golpes de Estado, para sacar del poder a los militares panameños y a los presidentes legítimamente elegidos, que fracasaron por la intervención de fuerzas leales, comenzó una invasión silenciosa de militares norteamericanos, que se posesionaron en viviendas y desarrollaron un vasto plan de búsqueda de información sobre la capacidad defensiva de las Fuerzas de Defensa, estudio del teatro de operaciones futuro, también se puso en marcha una verdadera cacería contra el general Noriega y los principales jefes militares. Fueron sobornados hombres muy cercanos a él.

Los blancos a atacar fueron cuidadosamente seleccionados, no solo militares, sino también civiles como el mencionado barrio, que devino en mártir y fue virtualmente desaparecido como lo fue el Centro Recreativo Militar, CEREMI, instalado cerca del aeropuerto internacional de Tocumen, llevado a escombros por la aviación invasora por suponer que Noriega se había refugiado ahí; o la base aérea de Río Hato, que recibió un impacto desproporcionado de los agresores.

El barrio trabajador de San Miguelito, opuso tenaz resistencia al ocupante desde el inicio de la invasión, en otros puntos de la capital y el país los focos populares causaron bajas a los intervencionistas, que habían sido persuadidos por sus jefes de que sería un episodio de puro trámite donde los pobladores los recibirían con banderitas y flores.

El asedió a las Embajadas y Organismos Internacionales acreditados fue intenso para evitar que seguidores del gobierno depuesto o simplemente el pueblo recibieran refugio. Las sedes de Cuba, Nicaragua, Perú y Venezuela, entre otras, fueron hostigadas, colocados los famosos Check Point , que intentaban violar las más elementales normas del derecho internacional, que protegían a los funcionarios diplomáticos y sus familiares.
Especialistas del “proyecto golpe”, grupo ínter agencias norteamericano compuesto por experimentados gestores de golpes de Estado, como John Maisto , quien en los primeros días de la invasión abandonó el país invadido, después de haber creado la llamada Cruzada Civilista Nacional, que jugó un rol decisivo en los preparativos previos, inspirada y creada a semejanza con el llamado Namfrel , Movimiento Nacional por unas Elecciones Libres, que tomaron experiencias en el derrocamiento de Ferdinando Marcos, en Filipinas en 1986 donde Maisto, también incursionó, primero lo había hecho en Chile, durante el gobierno de la Unidad Popular y después fue embajador en Nicaragua, Venezuela y ante la OEA, para redondear su currículo intervencionista.

Veinte años después las amenazas se ciernen nuevamente con el “regreso a casa” del “poder inteligente” del nuevo inquilino de la Casa Blanca a América Latina, con la instalación de nuevas y renovadas bases militares, puntas de lanza para desestabilizar la región. En Panamá, los acuerdos Torrijos Carter restituyeron a la nación istmeña el control de esas instalaciones militares norteamericanas, pero aún algunas estarán hasta el 2015 y tal vez más allá, si los gobiernos de turno acuerdan con el Imperio, con el gastado pretexto de enfrentar al terrorismo y al narcotráfico, la permanencia más allá de las caducidades como garras del águila usurpadora.

Como dijera ese grande del periodismo internacional Julius Fucik en líneas de su reportaje al pie de la horca: “Hombres, os he amado. ¡Estad alerta!”

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Invasión yanqui a Panamá. Operativo militar realizado en Panamá por el ejército de Estados Unidos de América en el año 1989, que representó una de las mayores infamias de las muchas perpetradas por el imperio en América Latina y el Caribe.

Un poco de historia

En 1903, Panamá surge como república catapultada por la expansión geopolítica del pujante imperialismo de Estados Unidos. Eran entonces los tiempos del presidente Theodor Roosevelt.
La necesidad de este país, de expandir sus mercados y controlar la ruta de los mismos determinó el apoyo que le dió el gobierno norteamericano a los panameños, que deseaban la separación de Colombia.

Canal de Panamá
Así, en la independencia de Panamá de Colombia el 3 de noviembre de 1903, los beneficiados directamente de este hecho fueron el gobierno estadounidense y la naciente burguesía panameña. El gobierno norteamericano reanudó la construcción del canal, que había iniciado en el siglo anterior el francés Ferdinand de Lesseps (el mismo del Canal de Suez) y después fue abandonado por dificultades en la construcción y epidemias que segaron la vida de cientos de trabajadores. La independencia de Panamá estuvo condicionada a la firma del Tratado Hay-Buneau Varilla, que le garantizó al gobierno norteamericano la construcción, uso y control del Canal de Panamá a perpetuidad. Obviamente la construcción del canal y la dinámica comercial de la ruta benefició enormemente a la burguesía panameña, quien vió en este proceso una forma rápida de invertir y recuperar sus capitales. Sin embargo, esto trajo consigo que la presencia militar y la intervención en los asuntos internos del país por parte del gobierno estadounidense se hiciera notoria desde ese entonces.
Desde la primera hora el gobierno estadounidense se había asegurado los derechos a perpetuidad sobre la vía fluvial, sus aledaños y sus accesos sobre los dos océanos. Allí montaron su red de bases militares y sus centros de instrucción, donde adoctrinaron a cientos de oficiales de las fuerzas armadas latinoamericanas en la nefasta doctrina de la seguridad nacional y en la práctica de torturas. Allí se formaron los dictadores y golpistas militares que sembraron el terror en América Latina a lo largo del siglo pasado. Hoy esas edificaciones están destinadas a usos civiles.

Esclusas del Canal de Panamá
El Canal de Panamá y la presencia militar estadounidense en este territorio, se convierten en la piedra angular de todo el desarrollo histórico de la república. A raíz de esto muchos sectores de la sociedad panameña se percataron de que el enclave colonial en el centro de su territorio, además de la humillación que representaba, se convertía en el obstáculo más importante para el desarrollo económico y cultural independiente de la nación. Desde esta perspectiva empezaron los conflictos. A pesar de que los sectores patrióticos de la sociedad, exigían por lo menos la revisión del tratado de 1903; las clases dominantes (burguesía oligárquica) que se beneficiaban de la presencia norteamericana, maniobraban y manipulaban a la opinión pública y a los sectores populares, en primera instancia, para justificar la presencia estadounidense en el territorio. Dentro de este aspecto general se desenvolvió la vida política y social de Panamá.
El gobierno norteamericano prácticamente determinaba quién o quienes gobernaban a Panamá. A pesar de eso, la presión de los sectores populares y patrióticos hizo que se lograra revisar diversos aspectos de los tratados. Esta situación también produjo, que aparecieran en Panamá agrupaciones nacionalistas e ideológicas cuyos basamentos se fundamentaron en la recuperación de la soberanía en la zona del canal.
La situación de reclamos por parte del movimiento popular, de los derechos soberanos condujo al enfrentamiento entre estudiantes y el pueblo en general contra los militares yanquis en la zona del Canal de Panamá, ocurriendo hechos como los conocidos mundialmente como La Jornada del 9 de enero de 1964. Este hecho crucial en la historia evidencia claramente que la solución al conflicto canalero, no puede dar cabida a meras revisiones de los tratados, sino a la anulación definitiva del enclave colonial.
La corrupción y la completa sumisión de la oligarquía panameña a los intereses norteamericanos, contribuyeron a la crisis de poder que estalló a finales de la década de 1960. El 11 de octubre de 1968 se da un golpe de estado militar derrumbando del poder al entonces recién nombrado presidente Arnulfo Arias Madrid. Este hecho hizo cambiar la historia de Panamá durante más de dos décadas.
El contragolpe de estado de 1969 cambió el escenario político. Este golpe dirigido por el general Omar Torrijos, paulatinamente se va alejando de los intereses oligárquicos y busca el apoyo, en primera instancia, de la burguesía nacionalista y los profesionales; para después subir a otras esferas con alianzas con sectores intelectuales, obreros y campesinos.

Tratados Torrijos-Carter
El gobierno de Torrijos se encargó de un nuevo objetivo, poner fin a la presencia norteamericana en el país. Es por ello que con el apoyo internacional prácticamente unánime, a pesar de una oposición interna abanicada por el gobierno estadounidense en contra de los tratados; en 1977 se logra la firma de los tratados Torrijos-Carter, que señala una fecha de entrega del canal a manos panameñas y programa la salida sistemática del ejército de Estados Unidos de la zona del canal. La muerte de Torrijos en 1981, cambió totalmente el rumbo del país. El proceso revolucionario fue degenerando rápidamente y la lucha por el poder dentro de las Fuerzas de Defensa, aumenta los niveles de conspiración y corrupción a tal grado, que fue imposible sostenerla o justificarla. Esto hizo crisis y su protagonista Manuel Antonio Noriega fue creando el camino que llevaría al país a la hora más trágica y oscura de su historia: la invasión a Panamá.

Invasión

Tanque norteamericano invadiendo las calles de Panamá

La invasión estadounidense a Panamá, fue uno de los episodios más desgarradores y traumáticos de toda la historia panameña; sólo comparada con los horrores de la conquista hispana, la Guerra de los Mil Días entre los conservadores y liberales a fines e inicios de los siglos XIX y XX y la matanza de estudiantes por policías y soldados estadounidenses acantonados en la zona del Canal de Panamá el 9 de enero de 1964. La situación del país, fue el preámbulo para que el gobierno de los Estados Unidos montara una estrategia para cambiar de raíz el proceso político del país. Para ello el general Manuel Antonio Noriega le había proporcionado elementos justificadores para una intervención en el territorio panameño.
Poco a poco Noriega se había convertido en un dictador sumamente astuto, gozaba de un arte muy fino para la conspiración; además de acumular una enorme riqueza producto del negocio ilícito de las drogas. De esta forma Noriega, antiguo amigo del gobierno norteamericano y agente de la CIA, cae víctima de sus propias conspiraciones y se hace enemigo número uno del gobierno de Estados Unidos.
El gobierno norteamericano, preparó entonces el camino para derrocar a Noriega y desmantelar a las Fuerzas de Defensa. Para ello contó con el descontento popular y el apoyo de las agrupaciones y partidos políticos oligárquicos y de la alta burguesía. Fueron los grupos económicos dominantes quienes abanderaron las luchas civilistas en contra del régimen de Noriega.
Por sí solos estos grupos no tenían la credibilidad necesaria entre las masas para acabar con Noriega, pero una campaña bien dirigida por los medios de comunicación estadounidenses, la ayuda financiera que recibieron y el sectarismo de los grupos más allegados al régimen hizo que precipitadamente la oposición se fortaleciera y la estructura sólida de las Fuerzas de Defensa poco a poco se fuera resquebrajando.
Las actividades militares estadounidenses se intensificaron. Las constantes violaciones del espacio aéreo panameño no eran anunciadas a las autoridades panameñas, por lo que éstas no podían advertir a los norteamericanos sobre los peligros posibles en relación con la aeronavegación civil.



George H. W. Bush
Los incidentes militares eran deliberadamente provocados, George H. W. Bush (padre), en una conferencia de prensa de mediados de mayo, instó a las Fuerzas de Defensa a destituir a Noriega. Y a mediado del mes de junio fuerzas norteamericanas bloquearon el paso en una carretera de uso conjunto, a más de cien parlamentarios, dirigentes políticos y partidarios latinoamericanos. Para la segunda semana de agosto los incidentes iban en incremento. En esta oportunidad el ejército yanqui detuvo a 29 personas, entre las que se encontraban tres oficiales de las Fuerzas de Defensa, una autoridad civil y cinco periodistas. Las razones dadas por George H. W. Bush para justificar la invasión fueron, proteger la vida de los ciudadanos norteamericanos que residían en Panamá, defender la democracia y los derechos humanos de los panameños, detener a Noriega para combatir el tráfico de drogas, y defender el tratado Torrijos-Carter sobre el canal.

El preludio

Helicóptero sobrevolando las calles de Panamá

Ya no sólo aumentaban las provocaciones del ejército norteamericano, sino además la oposición civilista aumentaba sus manifestaciones y provocaciones con la inevitable represión militar por parte del régimen. Todo esto exasperaba los ánimos de parte y parte creando un clima de tensión. El fracaso de la asonada militar del 3 de octubre, apoyada sin mayor convicción por Estados Unidos, hacía prever que éste tomaría una decisión a corto plazo. El 16 de noviembre el general Noriega se hizo nombrar jefe de gobierno, con los poderes
que un día tuvo el general Omar Torrijos. Se esperaba entonces que se desatara una operación comando sobre Noriega y su Estado Mayor que dejara desvertebradas las Fuerzas de Defensa.

Soldado norteamericano en la invasión
El sábado 16 de diciembre un soldado norteamericano muere en un incidente con los miembros de las Fuerzas de Defensa y el día 19 George H. W. Bush declara ominosamente que revisa sus opciones (lo que en Panamá no se hizo público). Un policía panameño ya había sido herido de bala por un teniente del comando sur. La Alerta Delta, la inmediatamente anterior a la que significa combate, es trasmitida por la TV que opera en las bases militares yanquis. Panamá responde con su alerta Cutarra, su homóloga. La opinión pública norteamericana había sido lo suficiente moldeada para aprobar la invasión. El embajador de Panamá en Washington, había declarado que era el momento de las decisiones; había que actuar. Por su parte el director de la Cruzada Civilista en Miami, y dirigente democristiano, aclaraba que el caso escapaba a la posibilidad de los panameños para pasar a ser de importancia internacional.
En la revisión de sus opciones George H. W. Bush decidió por la más sanguinaria, la que inevitablemente conducía al genocidio: la invasión y ocupación del territorio nacional.

Desarrollo de los hechos

No hubo ninguna declaración de guerra y la acción fue condenada por la Asamblea General de la ONU y por la Organización de Estados Americanos (OEA). La resistencia popular obligó a la prolongación de las operaciones militares, que fueron particularmente sangrientas.
Soldados norteamericanos masacran civiles en la invasión
La operación Causa Justa  se inició la madrugada del 20 de diciembre de 1989, y tuvo como preámbulo un bombardeo masivo que implicó el lanzamiento de 417 bombas en el plazo de horas, según el control sismológico de la Universidad de Panamá. Hubo bombas de 1000 y 2000 libras, por lo cual se logró detectar como una especie de temblor de tierra con un grado de intensidad de 5 en la escala Ritchter. La aguja del sismógrafo del instituto de Geociencias de la Universidad de Panamá, registró la explosión de la primera bomba a las 12 horas, 46 minutos y 40,3 segundos. Cuatro minutos después, las explosiones registradas ascendían a 68.
Trece horas estuvo funcionando el sismógrafo desde el inicio de la agresión hasta que, debido a la violencia de ésta, se hubo averiado. En todo ese tiempo, sólo en la capital panameña, llegaron a caer 422 bombas, lo que equivale a una por cada dos minutos.

Marines yanquis en la invasión
Esta ofensiva comprendió el ataque de 27 objetivos al mismo tiempo en el país, incluyendo la base militar de Rio Hato a 75 kilómetros de la capital y a Colón, a una hora de distancia en bus de la ciudad de Panamá. El objetivo no era otro que el de anular la posible respuesta del ejército panameño; luego llegaría la invasión por parte de unos 26,000 soldados de infantería. El bombardeo destruiría aeropuertos y bases militares como el Aeropuerto de Punta Paitilla, el Cuartel Central, en el barrio de El Chorrillo, el Cuartel de Tinajitas, el Cuartel de Panamá Viejo, el Cuartel de Los Pumas, la base militar de Río Hato (donde funcionaba el Instituto Militar Tomás Herrera, que no era en realidad una escuela de formación castrense) o la Base Naval de Coco Solo. El gobierno norteamericano utilizó un armamento de última generación, como los aviones Stealth F-117 o los helicópteros Apache, contra un ejército muy poco equipado. A pesar de la alta tecnología del armamento norteamericano, se produjeron numerosas muertes civiles al ser alcanzados muchos edificios no militares. La maniobra duró pocos días ante la superioridad del ejército ocupante y la poca resistencia encontrada.
El barrio trabajador de San Miguelito, opuso tenaz resistencia al ocupante desde el inicio de la invasión, en otros puntos de la capital y el país los focos populares causaron bajas a los intervencionistas, que habían sido persuadidos por sus jefes de que sería un episodio de puro trámite donde los pobladores los recibirían con banderitas y flores. El asedio a las embajadas y organismos internacionales acreditados fue intenso para evitar que seguidores del gobierno depuesto o simplemente el pueblo recibieran refugio. Las sedes de Cuba, Nicaragua, Perú y Venezuela, entre otras, fueron hostigadas, colocados los famosos check point, que intentaban violar las más elementales normas del derecho internacional, que protegían a los funcionarios diplomáticos y sus familiares.

Mapa de la Operación Causa Justa
La aprensión de Noriega, que era la causa de la invasión, no se cumplió, pero se logró el objetivo de destruir los cuarteles más importantes, reduciéndolos a cenizas con saña desproporcionada y sin precedentes. Este era el objetivo político – militar fundamental, eliminar totalmente el ejército panameño que se haría cargo de la vigilancia del canal, a partir del año 2000, ya que hasta el momento lo hacía parcialmente, en conjunto con las fuerzas armadas norteamericanas. Noriega logró escapar y buscó asilo en la Nunciatura Apostólica; posteriormente se entregaría a las fuerzas de ocupación, siendo llevado a Estados Unidos y condenado a 40 años de prisión. En su lugar Guillermo Endara (ganador de las elecciones anuladas de mayo 1989) prestó juramento en una base militar estadounidense en la zona del canal como presidente en un país con presencia temporal de tropas de ocupación.

Causas de la invasión

Armamento utilizado en la invasión

La invasión estadounidense a Panamá bajo el nombre de "Causa Justa", tuvo como pretexto sacar del poder al gobierno del general Manuel Antonio Noriega y preservar la vida de los norteamericanos en el país. Significó, según expertos, un ensayo para el modelo de guerra total, sin importar el alcance del experimento. Para muchos panameños la verdadera causa de la intervención fue que este general se había convertido en un “estorbo” para los planes políticos estadounidenses. El interés estadounidense en Panamá siempre se ha enfocado hacia una cosa: la importancia estratégica del canal. Ha sido crucial para sus operaciones globales, como la penetración capitalista de Latinoamérica y Asia, y su capacidad de desplazar fuerzas militares agresivamente por todas partes del mundo.
Es bien sabido que el gobierno de Estados Unidos le arrebató Panamá a Colombia en 1903. Colonizó la zona del canal y llenó esa área de bases militares para que nadie, ni siquiera el pueblo panameño, pudiera sacarlo; y después de la Segunda Guerra Mundial instaló SOUTHCOM, el centro de comando de espionaje y contrainsurgencia para todo Latinoamérica.
Ante la derrota en Vietnam y la rivalidad con la Unión Soviética, la clase dominante estadounidense decidió cambiar de un control colonial directo del canal a un control neocolonial, a través del gobierno panameño. Pero ya no tenía confianza de que Noriega pudiera seguir siendo el capataz. Apenas diez días antes del traspaso del canal (programado para el 1 de enero de 1990), Estados Unidos invadió y lo sacó.
Los estudios muestran que la administración del entonces presidente George H. W. Bush desplegó para la agresión unos 26 mil efectivos de unidades élite, entre ellas la 82 División Aerotransportada. Otros 12 mil hombres se encontraban dislocados en la extensa red de bases que disponía Washington en territorio panameño, a fin de enfrentar a las Fuerzas de Defensa y los llamados Batallones de la Dignidad. Como complemento, Panamá sirvió de laboratorio para el empleo de armamentos sofisticados del tipo del bombardero “invisible” Stealth F-117, helicópteros del tipo Blackhawk, Apache y Cobra, además de misiles, cañones blindados de fuego rápido.
La mal llamada operación "Causa Justa", con una elevada cuota de víctimas civiles, evidenció que las acciones tuvieron un objetivo más amplio que el de actuar contra Noriega. Varios analistas sospechan que las verdaderas motivaciones del gobierno estadounidense eran distintas a las proclamadas. Fue manipulada para que apareciera como una gran victoria de la Casa Blanca sobre un peligroso enemigo. Incluso, la analista Jane Cramer consideró que esa acción se concibió y ejecutó por razones de política interna en Estados Unidos.
El Partido Alternativa Popular afirmó que a dos décadas del genocidio: “Se ha caído la máscara de supuesta liberación con que los medios de comunicación al servicio del imperialismo han querido cubrir la salvaje y cruenta agresión militar”.
El gobierno de Estados Unidos podría haber eliminado o secuestrado a Noriega, pero la invasión permitió a Bush (padre): “Estar las 24 horas del día en la televisión para demostrar que él era un hombre fuerte y decidido, que era capaz de tomar decisiones”, y de paso Estados Unidos se presentaba al mundo como la primera potencia tras la caída del Muro de Berlín, ocurrida pocas semanas antes.

Participantes y recursos de la invasión
Imégenes de la invasión

Participaron en la invasión, bajo las órdenes del Comando Sur, la 7ma división de infantería procedente de Fort Ord (California), un batallón mecanizado de la 5ta división de infantería acantonada en Fort Polk (Loussiana), una brigada de la 82a. División Aerotransportada de Fort Bragg (Carolina del Norte) y dos batallones Rangers. El sofisticado armamento del ejército estadounidense utilizado en la invasión a Panamá incluyó los últimos adelantos tecnológicos alcanzados por ese país en el «arte de hacer la guerra», y que luego fueron usados masivamente en la guerra del Golfo Pérsico:

  • Bombarderos Stealth F-117.
  • Bombas de 2,000 libras.
  • Misiles Hell Five.
  • Helicópteros y lanzamisiles Blackhawk, Apache AH-64 y Cobra.
  • Aviones de aslato A-37.
  • Cañones de fuego rápido de 30 mm.
  • Vehículos HMMWV (Hummer) con ametralladoras de alto calibre.
  • Fusiles M-16 con mirilla infrarroja.
Diversos organismos como la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (ALDHU) consideraron que tal despliegue de capacidad bélica, muy superior al armamento de las Fuerzas de Defensa panameñas, no sólo era injustificado, sino que era violatorio de la Convención de Ginebra (Protocolo I, título III, sección I); la cual prohíbe expresamente el empleo de armas, proyectiles, materias y métodos de hacer la guerra que causen males superfluos o sufrimientos innecesarios.

Consecuencias de la invasión

La invasión perpetrada por el ejército de Estados Unidos contra Panamá, el 20 de diciembre de 1989, fue un acto de extremada e injustificada violencia. Esta acción bélica, realizada contra una población completamente desprevenida, contó con los más sofisticados armamentos y con un elevado contingente de tropas.
Civiles muertos en las calles de Panamá por la invasión
Los bombardeos indiscriminados en los barrios más populosos provocaron un número indeterminado de muertos, presumiblemente varios miles, y cinco mil detenidos, sin hablar de 2 mil millones de dólares de pérdidas. El popular barrio El Chorrillo fue prácticamente destruido por los ataques estadounidenses, con un estimado de cuatro mil viviendas dañadas. Tras este acto, Manuel Antonio Noriega fue extraditado a Estados Unidos y Guillermo Endara (títere del imperio) juró como presidente en Fort Clayton, una de las bases militares norteamericanas implantadas sobre el canal. En la invasión de Panamá fue asesinado el fotógrafo del diario español El País, Juantxo Rodríguez. Un soldado norteamericano le disparó cuando se disponía a hacer una instantánea. La administración del gobierno de los Estados Unidos sigue sin aceptar responsabilidad alguna y se niega a que los autores de los crímenes sean perseguidos judicialmente.
Muchos jóvenes delincuentes, siendo niños vivieron la barbarie de la intervención armada estadounidenses en sus barrios, casi como reflejo de la experiencia centroamericana que tras los acuerdos de paz; experimentaron la aparición de pandillas o bandas juveniles que incrementaron la violencia en el país con el uso de armas de guerra, crueldades y ejecuciones. Este tipo de prácticas y violencia extrema, son hijas de la guerra, la miseria y las heridas del pasado.
Además de la destrucción de la mayor parte de la estructura militar de las Fuerzas de Defensa de Panamá, el daño material a la economía panameña fue incalculable. El barrio de El Chorrillo fue destruido prácticamente en su totalidad. El saqueo en la Avenida Central y otras áreas produjo pérdidas millonarias. Aeropuertos, escuelas, edificios públicos y viviendas fueron destruidos o dañados. El país quedó en bancarrota y en los meses siguientes no se hizo esperar los despidos masivos de empleados públicos y trabajadores de empresas privadas.
En los días siguientes a la intervención, debido a la ausencia de policía y ante la pasividad de las tropas norteamericanas, se produjeron en varias ciudades saqueos y actos de vandalismo, aumentando las pérdidas materiales. El congreso norteamericano no compensó a Panamá por los daños causados. Por el contrario tiró un manto de olvido con la intención de borrar la tragedia de la invasión, dejando a las víctimas sin posibilidad de confrontar lo ocurrido y superar mediante la verdad sus traumas (pérdida de familiares, esposos, hijos, padres, abuelos, amigos, hogares, profesiones, negocios, relaciones sociales, forma de vida, sus barrios, su vecindad).

Alto saldo de civiles muertos por la invasión
En términos políticos la invasión convirtió a Panamá en un país ocupado y sometido a la tutela yanqui. El gobierno de Estados Unidos hizo todo lo posible por minimizar los efectos de la invasión, presentando ésta como una causa justa para imponer la democracia. Sin embargo, en el ámbito mundial, cada vez más crecían las críticas a la intervención del ejército norteamericano en Panamá y el gobierno panameño era presentado como un gobierno títere. El pueblo panameño, además, fue víctima de la manipulación más bochornosa y sistemática por parte de los grandes medios de comunicación y de todo el aparato ideológico estadounidense, nunca se podía determinar con certeza qué era una verdad y que era una mentira. La oligarquía panameña mintió hasta la saciedad y se vendió al invasor sin el menor escrúpulo. Quienes ostentaban el poder, se vanagloriaban de su corrupción y de su capacidad de comprar conciencias; la prepotencia,
la demagogia y el falso patriotismo se conjugaron para conducir a un pueblo hacia el calvario.

Muertos y desaparecidos

Esta negligencia del ejército norteamericano respecto a la población civil y sus bienes se manifestó con especial dramatismo en las cifras de muertos y heridos. Sin que se haya llegado a una estimación oficial respecto a este punto, los datos recabados por diversos organismos confirman el alto número de víctimas civiles producidas por la llamada operación Causa Justa. En esta intervención militar, como en tantas otras, los civiles fueron los más afectados y los verdugos señalan a las víctimas como culpables.
Algunas fuentes estiman que la sangrienta intervención dejó como resultado un saldo entre 3.000 y 5.000 muertos como consecuencia de los bombardeos de El Chorrillo, y que aproximadamente 20 mil personas perdieron sus hogares y nunca fueron compensadas.

Cadáveres de civiles rescatados

La iglesia católica panameña ha estimado que en la invasión se produjeron 655 muertes por el lado panameño, de los cuales 314 eran militares y 341 eran civiles. Ellos estiman los heridos en 2,007, de los cuales tan sólo 124 eran militares panameños. Sin embargo, los datos recabados por el Instituto de Medicina Legal de Panamá registraron 255 muertos y 93 desaparecidos. De los desaparecidos, 39 corresponden a militares y el resto son civiles. Por su parte, el Comité Panameño de Derechos Humanos contabilizó 556 muertos y 93 desaparecidos. Otros organismos, como la Asociación de Familiares de los Caídos el 20 de diciembre de 1989, consideran que las víctimas deben ser alrededor de 4,000.
Muchos de los muertos fueron incinerados, sepultados en fosas comunes en Panamá y probablemente en bases militares estadounidenses en Centroamérica, sin registros, sin controles, sin humanidad, sin una oración. Las víctimas de esta ofensiva fueron denominadas por el gobierno estadounidense como "daños colaterales" para evitar que la opinión pública del país se volviera en su contra.
Dieciocho años después de haber ocurrido este hecho trascendental de la historia latinoamericana, aún sus consecuencias son manifiestas en la sociedad panameña, sobre todo entre los miles de afectados por las heridas psicológicas y físicas de la guerra. La cifra real de los muertos tal vez nunca se llegue a saber mientras a nivel oficial y gubernamental no se realice una investigación al respecto.

Pérdidas materiales

Una evidencia de la acción destructora de la invasión norteamericana sobre la población civil es el alto número de personas que perdieron sus hogares y que han pasado a considerarse damnificados o refugiados de la invasión. De acuerdo a testigos presenciales, el combate más duro se produjo en la zona residencial de El Chorrillo, comprendida entre las calles 25, 26 y 27, en las que habitaban más de 30,000 personas en un área que no excede de 20 hectáreas.

En encuestas realizadas a refugiados en la Escuela Secundaria de Balboa, a donde fueron llevados inicialmente los chorrilleros evacuados, se contabilizaron 18,000 personas agrupadas en 2,800 familias que perdieron sus hogares en El Chorrillo. Allí fueron destruidos también 123 comercios de diversa índole. A las familias refugiadas de El Chorrillo, hay que agregar otras 48 familias que perdieron sus hogares por la invasión en la ciudad de Colón y un número no precisado de casas que fueron afectadas por los combates en San Miguelito.
El elevado número de hogares y edificaciones afectadas por la invasión demuestra que las tropas norteamericanas no hicieron el menor intento por limitarse a blancos militares, evitando daños a las vidas y bienes de la población civil panameña.

Daños económicos

Dentro de las pérdidas sufridas en la propia invasión hay que considerar los daños directos causados por el enfrentamiento militar, sobre todo en las instalaciones públicas, y los daños directos causados a propiedades privadas por la invasión y el saqueo.

Daños económicos
Como una muestra de las millonarias pérdidas sufridas por entidades del estado, basta mencionar que la Dirección de Correos y Telégrafos del Ministerio de Gobierno y Justicia estimó daños en 386,000 balboas. En el plano fiscal el estado dejó de percibir por lo menos 4 millones de dólares debido a la invasión.
En el sector privado, en un primer momento estimó las pérdidas ocasionadas por la invasión en 1,500 millones de dólares, posteriormente el Centro de Estudios Económicos de la Cámara de Comercio de Panamá (CEECAM) ha dado cifras más pequeñas pero confiables. Esta información, que fue obtenida por el CEECAM a través de una encuesta aplicada a 1,147 empresas comerciales e industriales, estimó que se había perdido durante la invasión el 90% de los inventarios y un 10% de los activos fijos.
Los comercios mayormente afectados por el saqueo producido durante la invasión – ocupación, fueron las ciudades de Panamá y Colón, en las que las tropas norteamericanas aniquilaron a las Fuerzas de Defensa panameñas. El interior de la república, donde casi no hubo combates, no se registraron saqueos. O sea, el saqueo se produce en las áreas que sufren directamente la invasión; estas áreas más afectadas por el saqueo fueron, en ese orden: los barrios de Calidonia, Bethania, Bella Vista, San Miguelito, Santa Ana y Juan Díaz. Las áreas más alejadas fueron las que menos sufrieron daños materiales. En cuanto a las áreas rurales, las mismas no sufrieron destrozo alguno.
Los daños económicos a las empresas comerciales e industriales de las ciudades de Panamá y Colón fueron estimados por CEECAM en 432.1 millones de dólares. De los cuales 334.8 millones corresponden a mercancías perdidas, 67.2 millones a instalaciones físicas perdidas, 8.7 millones a materias primas, 21.4 millones se estiman en la categoría no especificada de otros.

Daños a entidades del estado
En cuanto a rubros específicos, los datos de CEECAM señalan que se perdieron 58.7 millones de dólares en alimentos, 44 millones en el área de transporte, 11.9 millones de dólares en medicinas y productos químicos y 14.9 millones se perdieron en el área de la construcción. Tan sólo en la ciudad de Colón se contabilizan pérdidas por un monto de 68 millones de dólares.
La invasión produjo además, la pérdida directa de 15 mil empleos, los que se deben agregar a los 60 mil empleos perdidos en 1988 con las sanciones económicas. Esta situación elevó el índice de desempleo en el país a más del 30 por ciento de la población económicamente activa, lo que agravó las condiciones de miseria socioeconómica de cientos de miles de panameños. El Ministerio de Planificación calculó que la población que subsiste con ingresos inferiores al mínimo necesario para vivir sobrepasa el 40 por ciento de los panameños.

Daños psicológicos en los panameños

El impacto psicológico que la invasión produjo en decenas de miles de panameños, sobre todo entre los que vivieron directamente el escenario del combate armado, como los chorrilleros y los habitantes de los barrios aledaños a los cuarteles; es la causa objetiva de muchos comportamientos anormales y de extremada violencia que vivieron los panameños los días y semanas posteriores a la invasión.

Civiles detenidos durante la invasión
La invasión norteamericana, con su lógica de muerte y destrucción, produjo un trauma en la mente de miles de panameños. El hecho de enfrentarse a la destrucción repentina de las instituciones sociales que le daban solidez a su existencia, desde las instituciones más íntimas como la familia y el hogar, hasta las instituciones públicas, son parte del impacto psicológico de la invasión.
El sentimiento de temor, y muchas veces de pánico, a perder la vida, posibilidad auténticamente real; la ansiedad producida por no saber de la suerte corrida por familiares y amigos; la inseguridad respecto al futuro del núcleo familiar, si contará con medios para alimentarse, si será destruida su vivienda, si sus bienes y sus vidas están o no en riesgo; todos estos aspectos combinados, y que sufrieron en carne propia decenas de miles de panameños, conforman lo que podemos llamar el trauma de la invasión.
Este trauma afectó no sólo a aquellas personas que estuvieron directamente presentes en las áreas de combate, como los habitantes de El Chorrillo , sino que, por la intensidad del bombardeo y la dispersión y diversidad de las áreas de combate dentro de las ciudades de Panamá y Colón, este trauma es extensivo a grandes sectores de la población. Por supuesto, para las víctimas directas el daño psicológico es mayor y más duradero que para aquellos que fueron impresionados desde cierta distancia por el ruido del bombardeo, los disparos y las llamas, a los que no estaban acostumbrados.

Represalias contra el pueblo panameño
El factor sorpresivo de la invasión aumentó el efecto del trauma que ya de por sí representaba la acción militar. De haberse advertido a la población no sólo se habría evitado un mayor número de víctimas, sino que el impacto sicológico de la invasión hubiera sido menor. El gobierno de Estados Unidos es responsable, no sólo por los daños directos a la vida y bienes de los panameños, sino también es responsable por los daños psíquicos causados a la población, y por los daños materiales ocasionados por personas emocionalmente afectadas.
La combinación de los efectos sicológicos de la invasión con los efectos económicos es la raíz en la que hay que buscar la explicación de la elevada criminalidad aparecida con posterioridad al 20 de diciembre de 1989 en Panamá. Las cifras de crímenes ocurridos entre los meses de enero y febrero de 1990 revelan que se había producido un acontecimiento tan traumático que había alterado significativamente el comportamiento social.
La invasión de Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989 dejó una marca profunda en las entrañas de esa nación. Aún los panameños no conocen la verdad sobre la invasión, y son precisamente los culpables y cómplices de los responsables quienes la ocultan, y paradójicamente señalan a las victimas como responsables de este genocidio. Sin embargo, estas personas son heroínas y héroes. Cada año que pasen sin justicia y sin decoro se multiplica su vitalidad.

Áreas más afectadas por la invasión

Los primeros objetivos militares de la invasión que fueron los principales cuarteles de las Fuerzas de Defensa de Panamá y las áreas civiles aledañas. Dentro de las áreas más afectadas tanto por la acción directa de las tropas norteamericanas como por el saqueo posterior se encuentran:
  • El Chorrillo, donde estaba el Cuartel Central.
  • San Miguelito, cuarteles de Tinajita y de la XI Zona Militar.
  • Panamá Viejo, cuartel del escuadrón UESAT.
  • Fuerte Amador, en el área revertida.
  • Aeropuertos de Tocumen y Paitilla.
  • Batallón 2,000 en Pacora.
  • Río Hato.
  • Fuerte José Domingo Espinar.
La Comisión Especial enviada por la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU) a Panamá, entre el 21 y el 25 de febrero de 1990, y que estuvo conformada por prestantes figuras del continente, encabezadas por el jurista norteamericano Robert White afirmó que el bombardeo del Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa provocó el incendio generalizado y la destrucción de los barrios de San Miguelito y El Chorrillo.
El incendio iniciado la mañana del 20 de diciembre fue provocado consciente y meticulosamente por las tropas norteamericanas, con el evidente objetivo de controlar la zona aledaña al Cuartel Central y eliminar los últimos focos de resistencia que aún quedaban. En este acto, el cura católico Javier Arteta, de la iglesia de Fátima (Chorrillo), jugó un papel nefasto, ya que se prestó para encubrir a las tropas yanquis, acusando falsamente a los Batallones de la Dignidad de ser los causantes del incendio del Chorrillo.

Testimonios

Ricaurte Soler escribió en su obra La invasión estadounidense aPanamá que:
“...Durante 72 horas El Chorrillo permaneció incomunicado. Los norteamericanos pagaban 6 dólares por cadáver entregado. Un testigo dice haber acarreado 200 para que le pagaran. En bolsas de plásticas fueron lanzados cadáveres al mar con bombas de inmersión. Tres camiones refrigerados de 40 pies entraron a El Chorrillo para recoger cadáveres...”
Cirilo Castillo, un panameño de 38 años de edad relató:
“Yo vi con mis propios ojos cómo soldados estadounidenses ejecutaron a 26 prisioneros”... “Al parecer, la matanza ocurrió en el camino entre El Chorrillo y Balboa, poco después de las siete de la mañana del 20 de diciembrede 1989, el primer día de la invasión”
En el libro Panamá, 20 de diciembre de 1989: ¿Liberación... O crimen de guerra? Roberto N. Méndez sentenció:         
"Fosas comunes, fusilamientos, campos de concentración y refugiados, retenes militares, toques de queda, ocupación, todos estos conceptos de guerra y destrucción desconocidos para la población, de un día para otro fueron el común denominador. Los recuerdos, memorias y heridas aun persisten. En silencio cada víctima, testigo y protagonista se enfrentan con su verdad, amordazados y sin escape, mujeres en espera de sus maridos, padres en espera de sus hijos... para abrazarlos, para besarlos... o sepultarlos dignamente... cristianamente... pero aun a dieciocho años lloran por su ausencia, por su partida intempestuosa... llanto...y más llanto sin lagrimas, se han acabado de tanto sufrimiento...llanto árido, por su huida, secuestro, desintegración o quien sabe qué..... Miles también perdieron sus hogares, familias completas aplastadas por tanques en su escape raudo del epicentro de fuego y muerte, ametrallados en retenes militares.... El Chorrillo en llamas..."

La poetiza Amelia Denis de Icaza, en 1906, henchida de amor patriótico exclamó profetizando la tragedia ochentitres años atrás:
“¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente al pisarla un extraño se secó? Su cristalina, bienhechora fuente en el abismo del no ser se hundió”… hasta las ruinas de Panamá la Vieja fueron ultrajadas...tiendas de campañas y arreos de combate camuflados fueron instalados en ella por gente extraña... "

Pedrarias Dávila protestó:
"Sin respuesta...la dominación imperial era la prioridad. Ante ese manto de oscuridad e intento de borrar los hechos y las consecuencias de la Invasión a Panamá, queda un solo camino, la búsqueda de la verdad"
La invasión a Panamá fue una de las más de cien intervenciones armadas que el imperialismo yanqui ha llevado a cabo en América Latina y el Caribe, siempre con el perverso propósito de instalar gobiernos títeres que les faciliten el saqueo de los recursos nacionales.

Véase también

Enlaces externos

Fuentes



Panama Deception Completo Español Latinoamericano

DISCURSO DE OMAR TORRIJOS HERRERA 11-10-1971


1981. Panamá: Muere Omar Torrijos, asesinado en un complot de la CIA 


Omar Torrijos, artífice de la devolución del control y soberanía del Canal a Panamá, que fue administrado por Estados Unidos entre 1914 y 1999, y del fin de la presencia militar estadounidense de casi un siglo en el país centroamericano, falleció un 31 de julio de 1981.

Su muerte generó cargos de magnicidio. John Perkins relató en su libro Confesiones de un sicario económico que la muerte de Torrijos no fue accidental.

Según Perkins, Torrijos fue asesinado por miembros de la política estadounidense, quienes se oponían a las negociaciones entre Torrijos y un grupo de empresarios japoneses, liderado por Shigeo Nagano, que proponía la construcción de un canal a nivel por Panamá.


El 20-D se cumplen 25 años de la criminal invasión Yanqui de los Estados Unidos a Panamá

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