Integrantes de los Caballeros Templarios, el cártel que surgió en el seno de La Familia Michoacana en mayo de 2006, fueron capacitados por los gobiernos de Estados Unidos, Israel y Egipto en el arte de la guerra y de la inteligencia que utilizan como estrategia para el trasiego de drogas, lavado de dinero, infiltración de las estructuras militares y gubernamentales y realizar operativos de asalto. Se trata de un cuerpo de elite que incluso cuenta con un tipo de armas a las que no tienen acceso los militares mexicanos. Un expediente abierto en la PGR –al que Contralínea tuvo acceso– da cuenta de la historia y estructura de La Familia Michoacana y los Caballeros Templarios. Martín Rosales Magaña y el testigo protegido Emilio, dos de los fundadores de esas organizaciones delictivas, revelan en sus respectivas declaraciones ministeriales de 2011 la composición de ambos cárteles de la droga
Integrantes del cártel de los Caballeros
Templarios cuentan con el adiestramiento necesario para realizar
“despliegues rápidos por tierra, mar y aire; de hacer operaciones de
emboscada, de realizar incursiones, de organizar patrullas. Son
francotiradores especializados. Pueden asaltar edificios y realizar
operaciones aeromóviles y de búsqueda y de rescate de rehenes; poseen
armas del uso exclusivo de las Fuerzas Especiales que ninguna otra
unidad militar posee, como las pistolas HKP-7 y los fusiles G-3 a los
que se les puede incorporar granadas .203”, revela la documentación del
proceso penal 121/2011, en contra de Martín Rosales Magaña o Juan
Cervantes Espinoza, alias el Terry o la Borrega, a la que Contralínea tuvo acceso.
Según el expediente, algunos miembros de
la organización sucesora de La Familia Michoacana recibieron
entrenamiento militar y capacitación en operaciones especiales de los
gobiernos de Estados Unidos, Israel y Egipto, cuando eran parte de las
Fuerzas Armadas. De ello se desprende que el cártel sea en la actualidad
un grupo de elite que ha puesto en jaque a los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, y al del actual presidente, Enrique Peña Nieto.
La formación de los líderes, sicarios y
operadores de los Caballeros Templarios fue similar a la que obtuvieron
los miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes) del
Ejército Mexicano, quienes pasaron a formar parte del Cártel del Golfo,
de Osiel Cárdenas Guillén, y después se independizaron para constituir
el cártel de Los Zetas.
De acuerdo con el análisis de la agente
ministerial Rubí Esbeidit Anduaga Goicochea, contenido en el proceso
penal 121/2011 instaurado en contra de Martín Rosales Magaña (brazo derecho de Jesús Méndez Vargas, el Chango Méndez,
uno de los fundadores de La Familia Michoacana), los miembros de la
organización delictiva destacan por su alta capacidad de entrenamiento
militar y de técnicas de inteligencia.
Al solicitar el arraigo de Martín Rosales
Magaña y coacusados, la agente ministerial Anduaga Goicochea consideró a
la entonces Familia Michoacana y a los Caballeros Templarios como
grupos delictivos “de alta capacidad de entrenamiento militar en
operaciones de logística, [que cuentan con] armamento sofisticado,
tecnología, y cuyos líderes recibieron entrenamiento de gobiernos de
Estados Unidos, Israel y Egipto”, según se asienta en la foja 560, tomo
III del proceso penal 121/2011.
“Los cabecillas, sicarios, operadores financieros, halcones
y escoltas del cártel poseen ametralladoras M-16, fusiles MGL,
ametralladoras M249, calibre 5.56, las cuales fueron usadas por primera
vez por elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) en
1994, en Chiapas, en contra del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional.
“Cada uno de ellos lleva una
miniametralladora SAW 5.5 con capacidad de 700 tiros, un fusil Rémington
700 para franco-tirador y una M72 LAW, bazuca sudafricana que usa el
tubo antitanque, entre otras armas, toda vez que se actualizan con armas
más potentes cada día.
“Esta organización criminal –prosigue– es un grupo radical que actúa a través de la violencia como su carta de presentación.
Este grupo es el encargado de ejecutar los trabajos que le son
encomendados, y que notoriamente lo hace de forma muy violenta. Entre
sus múltiples operaciones destacan las siguientes:
“De protección y extorsión como
principal actividad de lucro; ejecución de enemigos y asesinatos de
políticos; custodia y traslado de drogas; operaciones de seguridad para
sus miembros; secuestros y ejecuciones, algunas en plena vía
pública y otras mediante el plagio y posteriormente, desmembramiento de
sus cuerpos en ácidos para desintegrarlos, a lo cual le denominan
‘cocinar’, es decir, los meten a un tambo desmembrados y los
desintegran.”
La Familia Michoacana, cuyo poder casi
absoluto en el estado heredó a fuerza de guerras intermitentes a los
Caballeros Templarios dominó en forma total amplias regiones de
Michoacán, Guerrero, Guanajuato, Estado de México, Morelos, en donde
amedrentaron a los funcionarios de las procuradurías de justicia,
corrompieron a los cuerpos de seguridad pública, a empresas de seguridad
privada, presidentes municipales y lograron un sinfín de renuncias de
todos los mandos, tanto bajos, medios, altos e incluso pertenecientes a
los tres Poderes de la Unión en dichos estados.
De igual manera, los aspirantes a un
cargo público han renunciado a dichas nominaciones por temor a ser
heridos de muerte por estas células de la organización criminal.
La representante social Rubí Esbeideit
dice en la foja 261 de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/435/2011
que miembros de La Familia Michoacana han ejecutado a modo de
venganza a diversos elementos policiacos de seguridad pública,
presidentes municipales, síndicos procuradores y los señala de haber
sido los responsables de lanzar contra civiles las granadas de
fragmentación el 15 de septiembre de 2008 frente al Palacio de Gobierno
de Michoacán, cuando se llevaba a cabo una verbena popular previa a la
ceremonia del Grito de Independencia.
Cita como miembros de la organización
delictiva, entre otros, a Saúl Solís Solís, Hilario López Morales,
Martín Rosales Magaña, Santiago Geovani Equihua Peñaloza, Jaime Ulises
Fernández Alarcón, quienes supuestamente se dedican como su principal
actividad al tráfico de drogas como mariguana, cocaína y metanfetaminas,
además de secuestrar a empresarios y de contar con gente encargada de
vigilar las operaciones, denominados halcones, y con sicarios para asesinar a miembros de organizaciones contrarias.
La representante social argumenta al juez
de la causa que, con base en las indagatorias realizadas por los
agentes investigadores, “se puede establecer que Martín Rosales Magaña y
sus cómplices José Chávez Moreno, Santiago Geovani Equihua Peñaloza y
Jaime Ulises Fernández Alarcón, de manera dolosa forman parte de una
organización criminal con la finalidad de introducir narcóticos en el
estado de Michoacán, a otros estados de la República y a Estados Unidos.
“Los indiciados cuentan con una
estructura de células o de grupos para la administración, dirección,
supervisión, así como la fuerza de trabajo para transportar, extraer,
comercializar y elaborar narcóticos, así como para la introducción o
extracción del país de estupefacientes o sicotrópicos que comercializa
el grupo delictivo en el extranjero y en México.”
Señala que los principales líderes de La Familia Michoacana, comandada entonces por Nazario Moreno González, el Chayo, eran: Jesús Méndez Vargas, el Chango Méndez; Nicandro Barrera Medrano, el Nica; Servando Gómez Martínez, la Tuta; Dionisio Loya Plancarte, el Tío; Saúl Solís Solís, el Lince; y los jefes de plaza como Hilario López Morales, el Gato; el Arqui; Jorge Luis Valencia Arzate, el Chuky; Pablo Magaña, la Morsa; y el Toni Montana, entre otros.
Los acusa de haber cometido delitos del
orden federal, “incluso han logrado infiltrarse en esferas de poder
donde les proporcionan información, corrompiendo a servidores públicos
de los tres niveles de gobierno, para el control del tráfico de drogas,
secuestrar empresarios, vigilar en los estados donde operan, utilizar
sicarios para matar a la gente contraria a la organización y acciones de
custodia y vigilancia”. Además, dice, cuenta con sujetos que realizan
operaciones bursátiles sospechosas.
Por ello, la agente ministerial solicitó
(en octubre de 2011) al juez la medida cautelar de arraigo por 40 días,
en tanto la entonces Subprocuraduría de Investigación Especializada en
Delincuencia Organizada (SIEDO) integraba la averiguación previa
PGR/SIEDO/UEIDCS/435/2011 en contra de Rosales Magaña, Equihua Peñaloza y
Fernández Alarcón por los delitos de delincuencia organizada, contra la
salud, portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército.
Testimonio de Rosales Magaña
A petición de Arcos Martínez, Martín
Rosales preparó una comilona con barbacoa en su casa de Pizándaro,
Michoacán, donde recibió a Jesús Méndez Vargas, a su escolta el Toñón y a ocho lugartenientes más. “El Chango Méndez me preguntó si podría con la plaza de Buena Vista. Así fue como empecé a trabajar. El Chango
me envío a 14 hombres para que me apoyaran a cuidar que no se metieran
los contras, y vigilar que no hubiera presencia de ningún tipo de
autoridades.
“Duré 2 años como responsable de la plaza de Buena Vista. Durante ese periodo mataron a un hermano de Jesús Méndez. Fue Nemesio Farías Oseguera, el Mencho, quien lo mató. A raíz de su muerte, el Chango Méndez se fue para Apatzingán y luego a Jalisco en busca de apoyo del Cártel del Milenio, comandado en ese tiempo por el Lobo Miranda”, dice Martín Morales.
En su declaración ministerial del 15 de octubre de 2011, Rosales dijo que el Chango Méndez les propuso a los líderes del Cártel del Milenio trabajar juntos y les pidió apoyo para tomar la plaza
de Apatzingán. Fue esa acción lo que desató el rompimiento de la
Familia Michoacana y dio paso al surgimiento del cártel de los
Caballeros Templarios, encabezados por Kike Plancarte.
“Otro motivo fue que la gente de Nazario
Moreno Hernández se dedicaba a la extorsión, secuestro y cobro de piso
en los negocios, tiendas de abarrotes, ferreterías, tortillerías,
etcétera, con lo que Jesús Méndez y yo no estábamos de acuerdo”, refiere
Martín Rosales.
Fue en mayo de 2006 cuando
definitivamente se formaron los Caballeros Templarios, quienes le
declararon la guerra a La Familia Michoacana. Repartieron volantes y
pegaron mantas con amenazas de aplicar la pena capital a quienes
apoyaran a los miembros de La Familia Michoacana, quienes eran acusados
de “traidores a la patria”.
Rosales asegura que fue en este periodo cuando supuestamente se produjo la muerte de Nazario Moreno, el Chayo, en un enfrentamiento con la Policía Federal, y cuando Kike
Plancarte convocó a una reunión para exponerle al Chango Méndez que
iban a cambiar de nombre a la organización, llevando ya consigo sellos,
pancartas y emblemas de los Caballeros Templarios.
“La mayoría de los jefes de plaza
–prosigue Martín Rosales– se pasaron al bando de los Caballeros
Templarios, y los que quedamos de La Familia Michoacana, al mando del Chango Méndez y yo como segundo de abordo,
nos retiramos a nuestras plazas a resguardarnos”. En junio de 2006,
Jesús Méndez Vargas fue detenido por policías federales en la ciudad de
Aguascalientes.
Fue una encarnizada guerra de 2 años
entre los dos bandos. Dos de las más cuentas batallas entre ambas
organizaciones se produjeron en Vicente Guerrero, y en el Puente del
Terreno, Michoacán.
“Fui jefe regional de plaza de
los municipios de Buena Vista, Apatzingán, Tancítaro, Los Reyes, Zamora,
Paracho, La Piedad, precisamente 3 meses antes de que se diera la
división entre ambas organizaciones”, destaca.
La estructura
La organización de los Caballeros Templarios quedó conformada, dice Martín Rosales, por Nazario Moreno Hernández, el Chayo, como jefe de la organización; Enrique Plancarte, Kike o la Chiva, segundo; y, como tercero al mando, Servando Gómez Martínez, la Tuta. Como cuarto al mando quedó la Matraca.
En Morelia, Jorge Luis Valencia Arzate; en Los Reyes, el Chiguán; en Zamora, el Pinto; en Zicuirán, Miguel Ángel Gallegos Godoy, el Migueladas, productor de Ice, “mueve cocaína y es uno de los principales operadores financieros de los Caballeros Templarios”.
En Lázaro Cárdenas, Julio Omar Tafolla Sánchez, el Tío; en Coacolman, el Flaco; en Tepalcatepec, el Toro; en Antúnez y el Estado de México, el Gallito, primo del Chayo; en La Huacana, Saúl Solís Solís, el Lince, Miguel Ángel Jiménez Tinoco, el Cepillo y el Pony.
En Arteaga, Timbuscatío, La Presa e Infiernillo, Servando Gómez, la Tuta, responsable también de la plaza de Guerrero, que abarca La Unión, Petacalco, Zihuatanejo, Petatlán, donde controlaba la región junto con Gabino Santana, el Inge, y el Gavilán.
Otros miembros de los Caballeros
Templarios que fungían como operadores financieros y productores de
droga Ice son: Samer José Servín; Rafael Sánchez Moreno, el Pollo,
y Jesús Torres. Todos ellos, pertenecientes a La Ruana, Michoacán, que
tienen sus laboratorios en la línea del Río Grande que divide a
Michoacán y Jalisco.
El centro de reunión de los Caballeros Templarios está en San Fernando, La Cofradía y Holanda, municipio de Apatzingán.
Testigo protegido Emilio
Exmiembro de La Familia Michoacana a la
que perteneció desde febrero de 2007 a diciembre de 2008, cuando se
acogió al programa de testigos protegidos de la Procuraduría General de
la República (PGR), Emilio testificó ante el Ministerio Público
el 15 de noviembre de 2011 en el proceso instaurado en contra de Rosales
Magaña y coacusados por delitos de delincuencia organizada y otros.
“Pertenecí a la organización criminal
conocida como La Familia Michoacana desde febrero de 2007 hasta
diciembre de 2008, para la que trabajé en los estados de Michoacán,
Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí, Chiapas, Estado de México,
Guerrero, Tamaulipas, Jalisco, Zacatecas, y en Tijuana y Ciudad Juárez.”
En su declaración ministerial (PGR/ SIEDO/UEIDCS/AP/435/2011), de la que Contralínea tiene copia, el testigo protegido con clave de identificación Emilio
dijo conocer las entrañas y la estructura de La Familia Michoacana, de
acuerdo con lo asentado en la foja 203, Tomo I, del proceso penal
121/2011, a cargo del juez federal Roberto Hoyos Alponte.
Emilio declaró que la organización
delictiva se dedica a la elaboración y tráfico de drogas como el
cristal, la cocaína, las metanfetaminas, la heroína y la marihuana;
también se dedica al secuestro de personas, extorsiones, al cobro de
plazas y a la venta de droga al menudeo en tienditas, protegidas por
distintas autoridades de los tres niveles de gobierno en dichas
entidades, las cuales están comprometidas desde sus campañas
electorales, ya que los apoyaron con varios millones de dólares.
Al mando de la Familia Michoacana, dice, estaban Jesús Méndez Vargas, el Chango Méndez y Nazario Moreno González, el Chayo.
El primero ejercía su poder en los municipios de Buena Vista, Los
Reyes, Zamora, Tepalcatepec, El Ahuaje, La Ruana, Felipe Carrillo
Puerto, Ejido de Holanda en Michoacán, y en todo el Estado de México;
mientras que al Chayo le correspondían Apatzingán, Parácuaro, Nueva
Italia, Lázaro Cárdenas, Arteaga, Aquila, Lombardía, Uruapan, Pátzcuaro y
Morelia.
El Oriente de Michoacán estaba a cargo de
Hilario López Morales, el Gato, responsable de las plazas de Zitácuaro,
Benito Juárez, Jungapeo, Angangeo, Tuxpan, Ciudad Hidalgo, Maravatío,
Susupuato, Tuzantla, Tiquicheo, Limón de Papatzingán.
Los tres grupos contaban cada uno con una
estructura piramidal y su respectiva división del trabajo delictivo
como la venta de drogas, la producción de cristal; sicarios para levantar a miembros de otros grupos criminales, para llevar a cabo las ejecuciones y los cobros de piso; halcones
que hacían trabajo de inteligencia para ubicar a los contras dentro de
las distintas plazas y monitorear los movimientos de las autoridades, de
la Policía Federal, de los militares y los marinos; y personal de
administración, que llevaba el control del dinero de las plazas para
reportar a sus respectivos jefes.
Emilio formó parte de la escolta
de Jesús Méndez Vargas y, según su relato, acudió a dos cumbres
nacionales –en mayo y junio de 2007– de jefes de plazas y altos mandos
de la organización criminal celebradas en un centro de convenciones
ubicado en Arteaga, Michoacán.
Fue en esa época cuando conoció a Martín Rosales Magaña en el rancho las Palmas, propiedad de Nazario Moreno González, el Chayo, uno de los líderes fundadores de La Familia Michoacana.
“Lo conocí cuando el Chango Méndez
me ordenó que tendría que acompañar y apoyar a Martín Rosales en una
reunión en un rancho de la sierra ubicado entre los poblados de
Tejupilco y Luvianos, en el Estado de México, para organizarnos y salir
rumbo a Metepec y Toluca a levantar a los que vendían droga en
las tienditas, a los que se les decomisaba la droga y el dinero para
dejarlos con vida y tenían que trabajar para La Familia Michoacana.”
En esa ocasión, Emilio salió en
caravana por la ruta de Zitácuaro a Huetamo, y de ahí al rancho del
Estado de México, en la zona que se conoce como el “triángulo dorado del
Sur”, junto con Michoacán y Guerrero por su similitud por el trasiego y
producción de drogas con el triángulo dorado del Norte, ubicado en los
límites de Sinaloa, Coahuila y Chihuahua.
Emilio y Rosales Magaña iban al mando de cuatro grupos de quince sicarios cada uno encabezados por el Pantera; Saúl Solís Solís, el Lince; el Himan
y Héctor. Todos juntos entraron al rancho mexiquense por la Cuesta del
Venado, a través de un camino de terracería. En el rancho fueron
recibidos por el Conta y/o el Gazca, quien resguardaba el
cargamento de armas que serían utilizadas en las operaciones contra los
enemigos de la organización.
Los detenidos en las plazas de Metepec y Toluca eran entregados en Zitácuaro al jefe de la plaza Oriente de la organización, Hilario López Morales, el Gato, quien decidía si los ejecutaban o los dejaban en libertad.
Emilio dijo reconocer a Rosales
Magaña porque éste “le entregaba personalmente a Héctor, jefe de plaza
de Chalco, Estado de México, siete kilogramos de cocaína a la semana
para su venta al menudeo por órdenes directas de Jesús Méndez Vargas”.
José Réyez, @reyez_contra
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Contralínea 405 / del 28 de Septiembre al 04 de Octubre 2014
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