El hijo político de Franco se va, su nieto queda. . . ¡Y nosotros mirando las mariposas!. Por la República ¡NO AL REFERÉNDUM!. Maité Campillo
"...El
régimen lava una vez más la cara monárquica, los obispos airean la
sábana del “salvador”, la banca amortiza; la transfusión en honor al
sistema cumple nuevo ciclo, y en las ventanas de las cortes se asoma la
pezuña mugrienta..."
"Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de su excelencia el
jefe del estado y generalísimo Franco, la legitimidad política surgida
el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificos, de tantos
sufrimientos, tristes pero necesarios, para que nuestra patria encauzase
de nuevo su destino..."
¡POR LA REPÚBLICA!, latido del mar en mi garganta.
No
somos los herederos de la corona, ni vieja ni nueva; no hemos vuelto
para compartir la miseria que reporta el hedor marginal de la historia
de la corona, odio que desterró a los nuestros. Pedazo de las 'almas'
dispersadas, la ilusión de sus vidas, años la raíz atravesando
fronteras, mares y guitarras; nuestras vidas representan un pasado,
olvidar nunca! Somos parte del viento de fronda, el bosquejo de su
silueta altiva. Una vez más viento a favor, colectivo, unidad
antifascista que transita entre trincheras: cultura, creatividad,
ilusión avivando esperanza, legado indiscutible ganado pulso a pulso a
través de la historia.
Años
oscuros de terror monárquico, democracia? Asesinatos en cadena atajaron
la vida de obreros y estudiantes, los guerrilleros (asesinos) de cristo
rey acamparon a sus anchas en la estrenada “democracia”, junto a un
corrupto ejército y una iglesia implicada, hasta la sotana, en el
crimen. Se tortura en las universidades tatuando a estudiantes a
cuchilla emblemas nazis, tras ellos se crearon los GAL. Llegó la
reconversión industrial, la corrupción más amplia en todo tipo de
instituciones centralistas y autonómicas; sistema coordinado
incondicional firmemente instalado en torno a la figura del rey, les
reafirma como sistema, asientan nuevas investidas. Paso descomunal a una
nueva reconversión, pero ya no quedan industrias en cadena donde miles
de trabajadores luchaban codo a codo por mejoras sociales y económicas.
Se clasifican por gremios los pequeños conatos (la solidaridad de clase
deja de tener sentido), reafirmando el carácter gremialista, y
el concepto individualista se impone; la burguesía apuntala nuevos
intereses, el capitalismo vuelve a triunfar sobre los nadie. El acoso se
amplia, cabalgan sus jinetes a forma de crisis, la carencia de derechos
se ceba contra el que menos tiene. Técnicos y licenciados asientan sus
bases ramificadas dentro de la pequeña burguesía pro-sistema, sus miras
se amplían dentro de las clases privilegiadas; sindicatos, partidos y
organizaciones políticas les apuntalan. Se trata de doblegarse, el
sistema “democrático es generoso”, les favorece, les acaricia. La gran
banca provoca enseñando mas visibles sus colmillos, la llaman crisis a
su nueva reconversión económica que les perpetúa como sistema
capitalista; se avecina un desmantelamiento en cadena de intereses y los
desahucios fomentan su propiedad e identidad como poder absoluto. La
marginación se amplía, los pobres cada vez más pobres; imponenen como
diluvio el declive de derechos históricos conquistados en un combate a
muerte contra la dictadura. Han vuelto a cercarnos, el terror de otros
tiempos se impone, se palpa, se visualiza. . .
Llegan
del mar de fondo; la muerte y exilio político de republicanos, su
lucha, sigue siendo nuestra lucha. La raíz se estrecha contra la
monarquía que no cesa de patentizar sello ideológico. El mar alcanza
mayores niveles, es su oleaje, las crudas consecuencias de los años de
terror y persecución sufridos; sus banderas de unidad popular vuelven a
tomar las calles una vez más. Toma vigencia el drama polémico en todos
los campos a nivel de Estado e internacional. La lucha de la raíz su
heroicidad, lo mejor de su descendencia desde todos los puntos del
exilio donde sufrieron el golpe de Estado más ruin de la historia,
combate dando paso a la historia, la memoria colectiva prevalece. Su
historia contemporánea de independencia aflora ante la actual corrupción, sinónimo del franquismo más puro:
<<.
. . un día volveremos, más veloces/ sobre la densa y poderosa espada/
de este mar, con los brazos ondeantes/ y el latido del mar en la
garganta. . .>>
Versos de Pedro Garfias. . .
Su
vivencia, la de miles por el mundo desterrados, impuso mestizaje,
mezcla de impotencia, amargura y esperanza, dieron paso a las grandes
obras desarrolladas en los países donde fueron acogidos, países hermanos
de América y Unión Soviética. . . países como México acogiendo a 'los
trasterrados', palabra en la que Lola Gaos sintetizara la hospitalidad
de todo un pueblo de forma magistral; militante por lo humano, reconocer
su valía, su aportación a la ciencia, a las letras, a la filosofía de
la vida, a la Libertad. Lo mostraron en Francia (pese al trato
antagónico a México), combatiendo contra el fascismo, la ocupación nazi
en ese país en la II Guerra Mundial; después de combatir en campo
propio, después de sufrir la “acogida” del gobierno francés, ajena al
derecho a exilio, integrándolos en campos de trabajo y exterminio
hacinados entre alambradas, hambrientos de hambre y amor, abandonados de
todo, torturados hasta la extenuación marginado su amor ineludible.
Nunca la abversidad pudo contra su voluntad, perfil de hierro su
militancia ante el ideal, apasionada conciencia. Fuertes lazos en lo
cultural, pueblos entrelazados de todo el Estado contra el fascismo más
crudo, pretendió doblegar la frondosa cascada, efervescencia de lo más
diversa que otros pueblos del mundo pudieron compartir. El exilio unió
cultural y humanamente, a los supervivientes, con los sueños a flote y
grandes obras por todo el mundo. Clave de nuestra historia más
contemporánea. A los que el fascismo internacional obligó a cruzar
fronteras; mantuvieron intacta su identidad cultural, sus ideas, su
trabajo, sus obras gracias a libertadores como el presidente de México
Lázaro Cárdenas, que el poeta Pablo Neruda, recogió de esta manera:
<<México, has abierto tus puertas y tus/ manos al errante, al herido/ al desterrado, al héroe>>
¿Podríamos alcanzar mayores niveles de oleaje entre mareas?
El hijo político de Franco se va, su nieto queda. . . ¡Y nosotros mirando las mariposas!. . . El
régimen lava una vez más la cara monárquica, los obispos airean la
sábana del “salvador”, la banca amortiza; la transfusión en honor al
sistema cumple nuevo ciclo, y en las ventanas de las cortes se asoma la
pezuña mugrienta. . .
Presidente de las cortes:
<<En
nombre de dios y sobre los santos evangelios, ¿juráis lealtad a su
excelencia el jefe del estado, fidelidad a los principios del movimiento
nacional y demás leyes fundamentales del reino?>>
Príncipe don Juan Carlos:
<<Sí,
juro lealtad a su excelencia el jefe del estado y fidelidad a los
principios fundamentales del movimiento y demás leyes fundamentales del
reino>>
Presidente de las cortes:
<<Si así lo hicierais que dios os lo premie y si no que os lo demande>>
Vuelve a tomar la palabra el príncipe y lee un discurso para la historia:
i<<Mi
general, señores ministros, señores procuradores: plenamente consciente
de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como sucesor a título
de rey, lealtad a su excelencia el jefe del estado y fidelidad a los
principios del movimiento nacional y demás leyes fundamentales del
reino. Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de su excelencia el
jefe del estado y generalísimo Franco, la legitimidad política surgida
el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificos, de tantos
sufrimientos, tristes pero necesarios, para que nuestra patria encauzase
de nuevo su destino. . . Mi general: desde que comencé el aprendizaje
de servicio a la patria me he comprometido a hacer del cumplimiento del
deber una exigencia imperativa de conciencia. A pesar de los grandes
sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro que mi
pulso no temblara para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los
principios y leyes que acabo de jurar>>
Murió el dictador
Y el príncipe volvió a jurar para poder ser rey, tampoco dudó. . .
El
presidente de las cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, ante el
pleno de las cortes, puso el evangelio delante y dirigiéndose a él, le
dijo:
<<Señor,
juráis por dios y sobre los santos evangelios cumplir las leyes
fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios que informan
el movimiento nacional?>>
Juan Carlos respondió:
<<Juro
por dios y sobre los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las
leyes fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios del
movimiento nacional>>
El presidente de las cortes volvió a repetir cantar evangélico:
<<Si así lo hicierais que dios os lo premie y si no que os lo demande>>
Y añadió más:
<<En
nombre de las cortes españolas y del consejo del reino manifestamos a
la nación española que queda proclamado rey de España don Juan Carlos de
Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I. Señores
procuradores, señores consejeros, desde la emoción en el recuerdo a
Franco. . . ¡Viva el rey¡. . . ¡Viva España¡>>
Ala, ahí queda eso, la historia es la historia. . . 40 años de dictadura, y otros 40 de dictamierda-democrático-franquista.
NO AL REFERÉNDUM
¿Por qué se pide un referéndum para elegir entre monarquía y república?
Nos
planteamos legitimar la institución monárquica?, pretendemos darla el
status de demócrata? Pregunto, ¿desde cuando las monarquías son parte de
la democracia? Por esa regla de tres, y si así es, pedir podemos pedir
un referéndum sobre la forma de estado u organización en que queremos
vivir, por ejemplo: ¿capitalista o comunista?, ¿capitalista o
anarquista? Pedir podemos. Por poder, se puede pedir un sistema comunero
o un sistema feudal con inquisición incluida. Pero, en 1931. . . ¿No se
hizo ya un referéndum dónde se legitimó la República? ¿Por qué pedir la
3ª República, si la 2ª sigue vigente de hecho, quién la avala el
derecho?, el sufragio universal!. . . ilegitimado por un golpe de estado
del imperio fascista internacional. Por lo tanto, al pedir la 3ª. . .
No estamos legitimando el golpe de estado, los 40 años de dictadura, y
otros 40 de monarquía impuesta? Y, a quién se la pedimos, ¿a los
monárquicos-fascistas del PPSOE? Como descendiente de represaliados me
uno a los que luchan, para forzar la balanza del abordaje hacia la
conquista de los derechos robados además de violados. Me reafirmo en su
historia, en sus frentes de defensa y proclamo su anhelo colectivo, en
el que incluyo sus sueños e ideales que son los míos en esencia: La
República no se pide se exige, se conquista en los frentes de batalla
como en el 31, y en el 36.
Por otro lado. . .
¿No
deben de ser los pueblos, que conforman el Estado Español, los que
pidan sus respectivas repúblicas, su derecho a ser, su forma de
organizarse como sociedades independientes, con derecho a ser libres en
sus decisiones sin que ello implique nuestro respeto, si con el sistema
de explotación y marginación social quieren seguir gobernando, o sea,
sin que tengan que decidir otros pueblos por ellos? Esto es
básico, determinante, pienso, lo demás, sigue siendo la España una
grande y libre, con monarquía o sin ella, y ahí pueda que estén
implicados los nuevecitos y viejitos de una “izquierda” pro- sistema
antagónico.
Se avecinan cambios que. . .
Sólo nos corresponden a los de abajo por ser y en tanto seamos. . .
Una
amnistía general; instituciones para la vida (su integración), y no
para morir en ella de asco. Proceso constituyente con representantes de
todos los ciudadanos del Estado para que los pueblos puedan decidir por
ellos. Derogacion de la constitución. Anulación de las actuales cortes y
de todos los estamentos judiciales, militares, policiales,
eclesiásticos. . . Que cada cual decida lo que mejor se ajuste a sus
intereses territoriales.
Por
cierto, que desilusión, la abdicación del Borbón conlleva el que se
acabó la “diversión”?, que no tendremos bufón de quién reír? El nuevo es
más joven, oh!, más sibilino, quizá menos “campechano”?, ay, ay, ay!!!
Además, es amigo de Sabina y de actores políticamente correctos, ay, ay!
De escritores, tecnócratas. . . ay, ay, ay. . . “el graciosillo”, eh, o
sea, más campechano que el rey del cuento de Poe!!! Y, ese pedazo de
reinabarbi, oiga, más lista que el hambre, ni tiempo pierde la plebeya
entre risas guiadas por los mejores diseñadores de alta casta,
trajecitos entre ejército, dentaduras nuevas entre premios Casa Blanca,
dentablandas y zapatitos filete cocodrilo visitando poblados de los
hijos del vientre hinchado por el dolor del hambre que mata, ay, ay, ay,
cara nos ha salido la asalariada de televisión!!! Y, las tonterías que
están escribiendo unos y otros de la llamada “nueva izquierda”?. . .
¡¡¡Pueblo dónde estás, asomate al balcón y vomita sobre el sistema!!!
¿Dónde
los millones, de millones de parados, desahuciados, rejodidos
marginad@s, juventudes comunistas, anarquistas, republican@s,
independentistas, estudiantes altiv@s. . . ay, ay, ay!!! Y, Susanita, la
de la virgen y la legión, que va para jefa del PSOE, dijo:
<<Defiendo el imperio de la ley ante referendus sobre la monarquía>>
Ala,
se acabó, ya no quiero escribir mas de borbones ni bobones *Dejo este
cuento de Poe, para el que quiera seguir leyendo, no viene mal recordar,
cuando el régimen de los malos gobiernos, bombardean sobre las
cualidades y bonanzas de la monarquía. A leer pues, siempre se aprende
algo.
“Hop-Frog”
[Cuento. Texto completo]
[Cuento. Texto completo]
Edgar Allan Poe
Jamás
he conocido a nadie tan dispuesto a celebrar una broma como el rey.
Parecía vivir tan sólo para las bromas. La manera más segura de ganar
sus favores consistía en narrarle un cuento donde abundaran las
chuscadas, y narrárselo bien. Ocurría así que sus siete ministros
descollaban por su excelencia como bromistas. Todos ellos se parecían al
rey por ser corpulentos, robustos y sudorosos, así como bromistas
inimitables. Nunca he podido determinar si la gente engorda cuando se
dedica a hacer bromas, o si hay algo en la grasa que predispone a las
chanzas; pero la verdad es que un bromista flaco resulta una rara avis
in terris.
Por
lo que se refiere a los refinamientos -o, como él los denominaba, los
«espíritus» del ingenio-, el rey se preocupaba muy poco. Sentía especial
admiración por el volumen de una chanza, y con frecuencia era capaz de
agregarle gran amplitud para completarla. Las delicadezas lo
fastidiaban. Hubiera preferido el Gargantúa de Rabelais al Zadig de
Voltaire; de manera general, las bromas de hecho se adaptaban mejor a
sus gustos que las verbales.
En
los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las
cortes. Varias «potencias» continentales conservaban aún sus «locos»
profesionales, que vestían traje abigarrado y gorro de cascabeles, y
que, a cambio de las migajas de la mesa real, debían mantenerse alerta
para prodigar su agudo ingenio.
Nuestro
rey tenía también su bufón. Le hacía falta una cierta dosis de locura,
aunque más no fuera, para contrabalancear la pesada sabiduría de los
siete sabios que formaban su ministerio. . . y la suya propia.
Su «loco», o bufón profesional, no era tan sólo un loco.
Su
valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano
y cojo. En aquella época los enanos abundaban en las cortes tanto como
los bufones, y muchos monarcas no hubieran sabido cómo pasar los días
(los días son más largos en la corte que en cualquier otra parte) sin un
bufón con el cual reírse y un enano de quien reírse. Pero, como ya lo
he hecho notar, en el noventa y nueve por ciento de los casos los
bufones son gordos, redondeados y de movimientos torpes, por lo cual
nuestro rey se congratulaba de tener en Hop-Frog (que así se llamaba su
bufón) un triple tesoro en una sola persona.
Creo
que el nombre de Hop-Frog no le fue dado al enano por sus padrinos en
el momento del bautismo, sino que recayó en su persona por concurso
general de los siete ministros, dado que le era imposible caminar como
el resto de los mortales. En efecto, Hop-Frog sólo podía avanzar
mediante un movimiento convulsivo -algo entre un brinco y un culebreo-,
movimiento que divertía interminablemente al rey y a la vez, claro está,
le servía de consuelo, aunque la corte, a pesar del vientre
protuberante y el enorme tamaño de la cabeza del rey, lo consideraba un
dechado de perfección.
Pero
si la deformación de las piernas sólo permitía a Hop-Frog moverse con
gran dolor y dificultad en un camino o un salón, la naturaleza parecía
haber querido compensar aquella deficiencia de sus miembros inferiores
concediéndole una prodigiosa fuerza en los brazos, que le permitía
efectuar diversas hazañas de maravillosa destreza, siempre que se
tratara de trepar por cuerdas o árboles. Y mientras cumplía tales
ejercicios se parecía mucho más a una ardilla o a un mono que a una
rana.
No
puedo afirmar con precisión de qué país había venido Hop-frog. Se
trataba, sin embargo, de una región bárbara de la que nadie había oído
hablar, situada a mucha distancia de la corte de nuestro rey. Tanto
Hop-Frog como una jovencita apenas menos enana que él (pero de
exquisitas proporciones y admirable bailarina) habían sido arrancados
por la fuerza de sus respectivos hogares, situados en provincias
adyacentes, y enviados como regalo al rey por uno de sus siempre
victoriosos generales.
No
hay que sorprenderse, pues, de que en tales circunstancias se creara
una gran intimidad entre los dos pequeños cautivos. Muy pronto llegaron a
ser amigos entrañables. Hop-Frog, a pesar de sus continuas
exhibiciones, no era nada popular, y no podía, por tanto, prestar
mayores servicios a Trippetta; pero ésta, con su gracia y exquisita
belleza -pese a ser una enana-, era admirada y mimada por todos, lo cual
le daba mucha influencia y le permitía ejercerla en favor de Hop-Frog,
cosa que jamás dejaba de hacer.
En
ocasión de una gran solemnidad oficial (no recuerdo cuál) el rey
resolvió celebrar un baile de máscaras. Ahora bien, toda vez que en la
corte se trataba de mascaradas o fiestas semejantes, se acudía sin falta
a Hop-Frog y a Trippetta, para que desplegaran sus habilidades.
Hop-Frog, sobre todo, tenía tanta inventiva para montar espectáculos,
sugerir nuevos personajes y preparar máscaras para los bailes de
disfraz, que se hubiera dicho que nada podía hacerse sin su asistencia.
Llegó la noche de la gran fiesta. Bajo la dirección de Trippetta habíase preparado un resplandeciente salón, ornándolo con
todo aquello que pudiera agregar éclat a una mascarada. La corte ardía
con la fiebre de la expectativa. Por lo que respecta a los trajes y los
personajes a representar, es de imaginarse que cada uno se había
aprontado convenientemente. Los había que desde semanas antes preparaban
sus rôles, y nadie mostraba la menor señal de indecisión. . . salvo el
rey y sus siete ministros. Me es imposible explicar por qué precisamente
ellos vacilaban, salvo que lo hicieran con ánimo de broma. Lo más
probable es que, dada su gordura, les resultara difícil decidirse. A
todo esto el tiempo transcurría; entonces, como postrer recurso,
mandaron llamar a Trippetta y a Hop-Frog.
Cuando
los dos pequeños amigos obedecieron al llamado del rey, lo encontraron
bebiendo vino con los siete miembros de su Consejo; el monarca, sin
embargo, parecía de muy mal humor. No ignoraba que a Hop-Frog le
desagradaba el vino, pues producía en el pobre lisiado una especie de
locura, y la locura no es una sensación agradable. Pero el rey amaba sus
bromas y le pareció divertido obligar a Hop-Frog a beber y (como él
decía) «a estar alegre».
-Ven
aquí, Hop-Frog -mandó, cuando el bufón y su amiga entraron en la sala-.
Bébete esta copa a la salud de tus amigos ausentes. . . (Hop-Frog
suspiró). . . y veamos si eres capaz de inventar algo.
Necesitamos
personajes. . . personajes, ¿entiendes? Algo fuera de lo común, algo
raro. Estamos cansados de hacer siempre lo mismo. ¡Ven, bebe! El vino te
avivará el ingenio.
Como
de costumbre, Hop-Frog trató de contestar con una chanza a las palabras
del rey, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Sucedió que aquel día era
el cumpleaños del pobre enano, y la orden de beber a la salud de «sus
amigos ausentes» hizo acudir las lágrimas a sus ojos. Grandes y amargas
gotas cayeron en la copa mientras la tomaba, humildemente, de manos del
tirano.
-¡Ja, ja, ja! -rió éste con todas sus fuerzas-. ¡Ved lo que puede un vaso de buen vino! ¡Si ya le brillan los ojos!
¡Pobre
infeliz! Sus grandes ojos fulguraban en vez de brillar, pues el efecto
del vino en su excitable cerebro era tan potente como instantáneo.
Dejando la copa en la mesa con un movimiento nervioso, Hop-Frog
contempló a sus amos con una mirada casi insana. Todos ellos parecían
divertirse muchísimo con la «broma» del rey.
-Y ahora, ocupémonos de cosas serias -dijo el primer ministro, que era un hombre muy gordo.
-Sí
-aprobó el rey-. Ven aquí, Hop-Frog, y ayúdanos. Personajes, querido
muchacho. Personajes es lo que necesitamos. . . ¡Ja, ja, ja!
Y como sus palabras pretendían ser una nueva chanza, los siete las celebraron a coro.
También rió Hop-Frog, aunque débilmente y como si estuviera distraído.
-Vamos, vamos -dijo impaciente el rey-. ¿No tienes nada que sugerirnos?
-Estoy tratando de pensar algo nuevo -repuso vagamente el enano, a quien el vino había confundido por completo.
-¡Tratando!
-gritó furioso el tirano-. ¿Qué quieres decir con eso? ¡Ah, ya
entiendo! Estás melancólico y te hace falta más vino. ¡Toma, bebe esto!
-y llenando otra copa la alcanzó al lisiado, que no hizo más que
mirarla, tratando de recobrar el aliento-. ¡Bebe, te digo -aulló el
monstruo-, o por todos los diablos que. . .!
El
enano vaciló, mientras el rey se ponía púrpura de rabia. Los cortesanos
sonreían bobamente. Pálida como un cadáver, Trippetta avanzó hasta el
sitial del monarca y, cayendo de rodillas, le imploró que dejara en paz a
su amigo.
Durante
unos instantes el tirano la miró lleno de asombro ante tal audacia.
Parecía incapaz de decir o de hacer algo. . . de expresar adecuadamente
su indignación. Por fin, sin pronunciar una sílaba, la rechazó con
violencia y le tiró a la cara el contenido de la copa.
La pobre niña se levantó como pudo y, sin atreverse a suspirar siquiera, volvió a su sitio a los pies de la mesa.
Durante
casi un minuto reinó un silencio tan mortal que se hubiera escuchado
caer una hoja o una pluma. Aquel silencio fue interrumpido por un áspero
y prolongado rechinar, que parecía venir de todos los ángulos de la
sala al mismo tiempo.
-¿Qué. . . qué es ese ruido que estás haciendo? -preguntó el rey, volviéndose furioso hacia el enano.
Este
último parecía haberse recobrado en gran medida de su embriaguez y,
mientras miraba fija y tranquilamente al tirano en los ojos, respondió:
-¿Yo? Yo no hago ningún ruido.
-Parecía
como si el sonido viniera de afuera -observó uno de los cortesanos-. Se
me ocurre que es el loro de la ventana, que se frotaba el pico contra
los barrotes de la jaula.
-Eso
ha de ser -afirmó el monarca, como si la sugestión lo aliviara
grandemente-. Pero hubiera jurado por el honor de un caballero que el
ruido lo hacía este imbécil con los dientes.
Al
oír tales palabras el enano se echó a reír (y el rey era un bromista
demasiado empedernido para oponerse a la risa ajena), mientras dejaba
ver unos enormes, poderosos y repulsivos dientes. Lo que es más, declaró
que estaba dispuesto a beber todo el vino que quisiera su majestad, con
lo cual éste se calmó en seguida. Y luego de apurar otra copa sin
efectos demasiado perceptibles, Hop-Frog comenzó a exponer vivamente sus
planes para la mascarada.
-No
puedo explicarme la asociación de ideas -dijo tranquilamente y como si
jamás en su vida hubiese bebido vino-, pero apenas vuestra majestad
empujó a esa niña y le arrojó el vino a la cara, apenas hubo hecho eso, y
en momentos en que el loro producía ese extraño ruido en la ventana, se
me ocurrió una diversión extraordinaria. . . una de las extravagancias
que se hacen en mi país, y que con frecuencia se llevan a cabo en
nuestras mascaradas. Aquí será completamente nuevo. Lo malo es que hace
falta un grupo de ocho personas, y. . .
-¡Pues
aquí estamos! -exclamó el rey, riendo ante su agudo descubrimiento de
la coincidencia-. ¡Justamente ocho: yo y mis ministros! ¡Veamos! ¿En qué
consiste esa diversión?
-La llamamos -repuso el enano- los Ocho Orangutanes Encadenados, y si se la representa bien, resulta extraordinaria.
-Nosotros la representaremos bien -observó el rey, enderezándose y alzando las cejas.
-Lo divertido de la cosa -continuó Hop-Frog- está en el espanto que produce entre las mujeres.
-¡Magnífico! -gritaron a coro el monarca y su Consejo.
-Yo
os disfrazaré de orangutanes -continuó el enano-. Dejadlo todo por mi
cuenta. El parecido será tan grande, que los asistentes a la mascarada
os tomarán por bestias de verdad. . . y, como es natural, sentirán tanto
terror como asombro.
-¡Exquisito! -exclamó el rey-. ¡Hop-Frog, yo haré un hombre de ti!
-Usaremos cadenas para que su ruido aumente la confusión. Haremos correr el rumor de que os habéis escapado en masse de
vuestras jaulas. Vuestra majestad no puede imaginar el efecto que en un
baile de máscaras causan ocho orangutanes encadenados, los que todos
toman por verdaderos, y que se lanzan con gritos salvajes entre damas y
caballeros delicada y lujosamente ataviados. El contraste es inimitable.
-¡Así
debe ser! -declaró el rey, mientras el Consejo se levantaba
precipitadamente (se hacía tarde) para poner en ejecución el plan de
Hop-Frog.
La
forma en que procedió éste a fin de convertir a sus amos en orangutanes
era muy sencilla, pero suficientemente eficaz para lo que se proponía.
En la época en que se desarrolla mi relato los orangutanes eran poco
conocidos en el mundo civilizado, y como las imitaciones preparadas por
el enano resultaban suficientemente bestiales y más que suficientemente
horrorosas, nadie pondría en duda que se trataba de una exacta
reproducción de la naturaleza.
Ante
todo, el rey y sus ministros vistieron ropa interior de tejido elástico
y sumamente ajustado. Se procedió inmediatamente a untarlos con brea.
Alguien del grupo sugirió cubrirse de plumas, pero esta idea fue
rechazada al punto por el enano, quien no tardó en convencer a los ocho
bromistas, mediante demostración práctica, que el pelo de orangután
puede imitarse mucho mejor con lino. Una espesa capa de este último fue
por tanto aplicada sobre la brea.
Buscóse luego una larga cadena. . .
Hop-Frog
la pasó por la cintura del rey y la aseguró; en seguida hizo lo propio
con otro del grupo, y luego con el resto. Completados los preparativos,
los integrantes se apartaron lo más posible unos de otros, hasta formar
un círculo, y, para dar a la cosa su apariencia más natural, Hop-Frog
tendió el sobrante de la cadena formando dos diámetros en el círculo,
cruzados en ángulo recto, tal como lo hacen en la actualidad los
cazadores de chimpancés y otros grandes monos en Borneo.
El
vasto salón donde iba a celebrarse el baile de máscaras era una
estancia circular, de techo muy elevado y que sólo recibía luz del sol a
través de una claraboya situada en su punto más alto. De noche (momento
para el cual había sido especialmente concebido dicho salón) se lo
iluminaba por medio de un gran lustro que colgaba de una cadena
procedente del centro del tragaluz, y que se hacía subir y bajar por
medio de un contrapeso, según el sistema corriente; sólo que, para que
dicho contrapeso no se viera, hallábase instalado del otro lado de la
cúpula, sobre el techo.
El
arreglo del salón había sido confiado a la dirección de Trippetta;
pero, por lo visto, ésta se había dejado guiar en ciertos detalles por
el más sereno discernimiento de su amigo el enano. De acuerdo con sus
indicaciones, el lustro fue retirado. Las gotas de cera de las bujías
(que en esos días calurosos resultaba imposible evitar) hubiera
estropeado las ricas vestiduras de los invitados, quienes, debido a la
multitud que llenaría el salón, no podrían mantenerse alejados del
centro, o sea debajo del lustro. En su reemplazo se instalaron
candelabros adicionales en diversas partes del salón, de modo que no
molestaran, a la vez que se fijaban antorchas que despedían agradable
perfume en la mano derecha de cada una de las cariátides que se erguían
contra las paredes, y que sumaban entre cincuenta y sesenta.
Siguiendo el consejo de Hop-Frog. . .
Los
ocho orangutanes esperaron pacientemente hasta medianoche, hora en que
el salón estaba repleto de máscaras, para hacer su entrada. Tan pronto
se hubo apagado la última campanada del reloj, precipitáronse -o, mejor,
rodaron juntos, ya que la cadena que trababa sus movimientos hacía caer
a la mayoría y trastrabillar a todos mientras entraban en el salón.
El
revuelo producido en la asistencia fue prodigioso y llenó de júbilo el
corazón del rey. . . Tal como se había anticipado, no pocos invitados
creyeron que aquellas criaturas de feroz aspecto eran, si no
orangutanes, por lo menos verdaderas bestias de alguna otra especie.
Muchas damas se desmayaron de terror, y si el rey no hubiera tenido la
precaución de prohibir toda portación de armas en la sala, la alegre
banda no habría tardado en expiar sangrientamente su extravagancia. A
falta de medios de defensa, produjese una carrera general hacia las
puertas; pero el rey había ordenado que fueran cerradas inmediatamente
después de su entrada, y, siguiendo una sugestión del enano, las llaves
le habían sido confiadas a él.
Mientras
el tumulto llegaba a su apogeo y cada máscara se ocupaba tan sólo de su
seguridad personal (pues ahora había verdadero peligro a causa del
apretujamiento de la excitada multitud), hubiera podido advertirse que
la cadena de la cual colgaba habitualmente el lustro, y que había sido
remontada al prescindirse de aquél, descendía gradualmente hasta que el
gancho de su extremidad quedó a unos tres pies del suelo.
Poco
después el rey y sus siete amigos, que habían recorrido haciendo eses
todo el salón, terminaron por encontrarse en su centro y, como es
natural, en contacto con la cadena. Mientras se hallaban allí, el enano,
que no se apartaba de ellos y los incitaba a continuar la broma, se
apoderó de la cadena de los orangutanes en el punto de intersección de
los dos diámetros que cruzaban el círculo en ángulo recto. Con la
rapidez del rayo insertó allí el gancho del cual colgaba antes el
lustro; en un instante, y por obra de una intervención desconocida, la
cadena del lustro subió lo bastante para dejar el gancho fuera del
alcance de toda mano y, como consecuencia inevitable, arrastró a los
orangutanes unos contra otros y cara a cara.
A
esta altura, los invitados iban recobrándose en parte de su alarma y
comenzaban a considerar todo aquello como una estupenda broma, por lo
cual estallaron risas estentóreas al ver la desgarbada situación en que
se encontraban los monos.
-¡Dejádmelos
a mi! -gritó entonces Hop-Frog, cuya voz penetrante se hacía escuchar
fácilmente en medio del estrépito-, ¡Dejádmelos a mí! ¡ Me parece que los
conozco! ¡Si solamente pudiera mirarlos más de cerca, pronto podría
deciros quiénes son!
Trepando
por sobre las cabezas de la multitud, consiguió llegar hasta la pared,
donde se apoderó de una de las antorchas que empuñaban las cariátides.
En un instante estuvo de vuelta en el centro del salón y, saltando con
agilidad de simio sobre la cabeza del rey, encaramóse unos cuantos pies
por la cadena, mientras bajaba la antorcha para examinar el grupo de
orangutanes y gritaba una vez más:
-¡Pronto podré deciros quiénes son!
Y
entonces, mientras todos los presentes (incluidos los monos) se
retorcían de risa, el bufón lanzó un agudo silbido; instantáneamente, la
cadena remontó con violencia a una altura de treinta pies, arrastrando
consigo a los aterrados orangutanes, que luchaban por soltarse, y los
dejó suspendidos en el aire, a media altura entre la claraboya y el
suelo. Aferrado a la cadena, Hop-Frog seguía en la misma posición, por
encima de los ocho disfrazados, y, como si nada hubiese ocurrido,
continuaba acercando su antorcha fingiendo averiguar de quiénes se
trataba.
Tan
estupefacta quedó la asamblea ante esta ascensión, que se produjo un
profundo silencio. Duraba ya un minuto, cuando fue roto por un áspero y
profundo rechinar, semejante al que había llamado la atención del rey y
sus consejeros después que aquél hubo arrojado el vino a la cara de
Trippetta. Pero en esta ocasión no cabía dudar de dónde procedía el
sonido. Venía de los dientes del enano, semejantes a colmillos de fiera;
rechinaban, mientras de su boca brotaba la espuma, y sus ojos, como los
de un loco furioso, se clavaban en los rostros del rey y sus siete
compañeros.
-¡Ah, ya veo! -gritó, por fin, el enfurecido bufón-. ¡Ya veo quiénes son!
Y
entonces, fingiendo mirar más de cerca al rey, aplicó la antorcha a la
capa de lino que lo envolvía y que instantáneamente se llenó de lívidas
llamaradas. En menos de medio minuto los ocho orangutanes ardían
horriblemente entre los alaridos de la multitud, que los miraba desde
abajo, aterrada, y que nada podía hacer para prestarles ayuda.
Por
fin, creciendo en su violencia, las llamas obligaron al bufón a
encaramarse por la cadena para escapar a su alcance; al ver sus
movimientos, la multitud volvió a guardar silencio. El enano aprovechó
la oportunidad para hablar una vez más:
-Ahora
veo claramente quiénes son esos hombres -dijo-. Son un gran rey y sus
siete consejeros privados. Un rey que no tiene escrúpulos en golpear a
una niña indefensa, y sus siete consejeros, que consienten ese ultraje.
En cuanto a mí, no soy nada más que Hop-Frog, el bufón. . . y ésta es mi
última bufonada.
A
causa de la alta combustibilidad del lino y la brea, la obra de
venganza quedó cumplida apenas el enano hubo terminado de pronunciar
estas palabras. Los ocho cadáveres colgaban de sus cadenas en una masa
irreconocible, fétida, negruzca, repugnante. El bufón arrojó su antorcha
sobre ellos y luego, trepando tranquilamente hasta el techo,
desapareció a través de la claraboya.
Se
supone que Trippetta, instalada en el tejado del salón, fue cómplice de
su amigo en su ígnea venganza, y que ambos escaparon juntamente a su
país, ya que jamás se los volvió a ver.
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)
http://www.insurgente.org/index.php/mas-noticias/ultimas-noticias/item/11500-por-la-rep%C3%BAblica-%C2%A1no-al-refer%C3%A9ndum
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