Ahora que ya tenemos nuestra particular Syriza sería importante fraguar un bloque revolucionario. Editorial inSurgente
"...Hay algo maravilloso, sin embargo, y es que la lucha de
clases continúa, que no se detiene ni en los procesos electorales
ni en la parada obligada de los análisis, y que los que hoy
son figuras importantes son devorados por el propio sistema en cuanto
son amortizados. El célebre eslogan de que el capitalismo no se
reforma, se destruye, debería ser cabecera de todos y todas. La
unidad sin sectarismos es un valor revolucionario cuando la ejercitan
revolucionarios. Las pachangas electorales son harina de otro costal."
El
nacimiento de PODEMOS trajo consigo una reunión inmediata con IU
para explorar la posibilidad de ir juntos a las europeas. En el
encuentro quedó claro que no había diferencias sustanciales en lo
programático y que ambas formaciones se integrarían en el Partido
de la Izquierda Europea (PIE) que llevaba a Alexis Tsipras, el líder
de la griega Syriza, como candidato genérico. Esa reunión la encaró
IU desde la fuerza de una organización al alza, recordemos que las
encuestas le daban por esos días hasta 13 europarlamentarios, es
decir, que recogería –decían- todo el voto de las protestas a los
recortes, del desencanto y de las mareas. PODEMOS fue a la cita con
una expectativa de obtener apenas 1 representante al decir de algunos
sondeos, otros ni eso. No hubo acuerdo porque la forma de elegir a
los candidatos les separaba, los unos apostaban por lo que
estableciese la dirección y los otros por el voto en internet (a
falta de tener articulada a la organización) de sus bases. IU lo
quiso engullir y la gente de Pablo Iglesias no se dejó.
Apenas
horas después de conocerse los resultados de las elecciones europeas
desde ambas organizaciones se ha hablado de unidad, de tender puentes
de colaboración, de unificar criterios contra el enemigo neoliberal
común, etc. La experiencia en Grecia de Syriza seduce a ambas, el
ocupar el espacio político que la socialdemocracia ha abandonado y
satisfacer al electorado con un programa transversal e interclasista
que traiga la transparencia y la ética a la política saben que es
atractivo, que se vende sin mucho esfuerzo con el trabajo de una
militancia que ha hecho suya como herramienta las redes sociales. Sin
embargo, a poco que se ahonda en el programa del objeto a imitar, a
poco que nos acercamos al programa de Syriza, vemos que queda lejos
de una izquierda revolucionaria, incluso de una izquierda
anticapitalista. No hay que olvidar aquí que uno de los motores
fundamentales del nacimiento de Syriza es el trabajo político de los
eurocomunistas del PC del interior, hoy rebautizado como Synaspismos.
Es obvio que tienen todo el derecho del mundo a presentarse con el
ideario que crean oportuno, pero si alguien cree que el programa pone
en jaque el capitalismo se equivoca. Hace dos años, un excelente
artículo de Alberto Herbera titulado Syriza,
socialdemocracia y Unión Europea
(1) desmenuzaba la propuesta de Syriza y con ella la de los partidos
y coaliciones que forman parte del PIE, esto es, su concepción
reformista y socialdemócrata de ver e interpretar la realidad.
Auditar la deuda para ver qué parte de ella es asumible, seguir en
la UE y el euro, el keynesianismo como propuesta económica y el
ninismo ante los bombardeos de la OTAN en Libia o el ataque a Siria,
resultan ejes básicos junto a la crítica a la clase política que
hasta ahora ha sustentado el poder. Reformar y reformar para ir
transformando, siempre al lado de las urnas y denunciando cualquier
otra forma de lucha, ése es el ABC.
Syriza
ya existe, ya está aquí. Es cuestión de tiempo que IU, PODEMOS,
incluso con lo que va quedando del PSOE, trabajen juntos en no pocos
temas. La suma de las tres fuerzas echaría del gobierno municipal y
autonómico al PP en la próxima cita electoral y ese cambio de
poltronas les excita sobremanera, pero, ¿qué hay de la revolución?
Ni está ni se le espera. Avanzar dentro del marco institucional sin
cuestionar siquiera su razón de existir es un discurso mayoritario,
mayoritario porque es el de la clase dominante y lo pueden transmitir
sin pudor, incluso desde canales de televisión afamados de programas
y tertulias con participantes syrizos.
Todo
esto no es óbice para recordar la deuda de los dirigentes y
militantes de las organizaciones revolucionarias para con la gente,
para con la clase obrera. Una vez más se ha sido incapaz de
presentar a las elecciones –para siquiera medir el trabajo
realizado- un Frente Revolucionario tejido en las mil luchas y
movilizaciones, dejando al reformismo el beneficio electoral de las
mismas. Hay algo maravilloso, sin embargo, y es que la lucha de
clases continúa, que no se detiene ni en los procesos electorales
ni en la parada obligada de los análisis, y que los que hoy
son figuras importantes son devorados por el propio sistema en cuanto
son amortizados. El célebre eslogan de que el capitalismo no se
reforma, se destruye, debería ser cabecera de todos y todas. La
unidad sin sectarismos es un valor revolucionario cuando la ejercitan
revolucionarios. Las pachangas electorales son harina de otro costal.
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