El
pasado domingo miles de personas concentradas desde muy temprano en
las inmediaciones de la Puerta de Frankfurt, participaron en la
manifestación que, como homenaje a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht,
recorrió una gran parte del Berlín oriental camino del «cementerio de
los socialistas».
Es por este multitudinario
acontecimiento social, tradicional en la Alemania Oriental, que el mes
de enero suele ser una de las fechas más esperanzadoras para todos
aquellos alemanes que aún creen en una alternativa izquierdista al
actual sistema neoliberal.
Mucha gente sigue la tradición de la
Alemania oriental de asistir a la manifestación para recordar el
asesinato de luchadora social alemana, Rosa Luxemburgo, y su camarada
Karl Liebknecht, tras los acontecimientos de la fracasada revolución
alemana. Muestran su respeto depositando claveles rojos sobre la tumba
de la «Rosa Roja» y ante el memorial del cementerio berlinés que
recuerda a los Luchadores por el Socialismo muertos en la revolución
alemana y tras la República de los Consejos de Obreros y Soldados de
Alemania de 1918, a las víctimas de la represión en la República de
Weichmar y a los brigadistas internacionales muertos en nuestra Guerra
Civil.
Es un momento de intensa emoción que mucha gente vive de forma íntima a pesar de la multitud que le rodea. Fuera del cementerio las bandas de música alternan la Internacional con canciones revolucionarías alemanas, mientras las barracas de bratwurst y vino caliente conviven con los puestos de material de los diferentes grupos políticos. En la marcha, dominada por partidos socialistas y comunistas, destacaron también los bloques de los antifascistas, de los inmigrantes turcos y algunas banderas de los grandes sindicatos, mayoritariamente socialdemócratas.
El día antes, el diario izquierdista Jungel Welt organizó la Conferencia Internacional «Rosa Luxemburg», este año centrada en la aparición del partido La Izquierda (Die Linke) surgido de la unión del oriental Partido de la Democracia Socialista (PDS) y la escisión de los socialdemócratas de Oskar Lafontaine. El inaudito éxito electoral de La Izquierda (Die Linke) ha obligado a replantear las posturas a muchos movimientos sociales y otras formaciones marxistas alemanas.
Esta manifestación junto con la Conferencia Internacional, se celebra cada año con motivo del asesinato, el 15 enero de 1919, de la luchadora social alemana, de origen polaco, Rosa Luxemburgo, figura central del socialismo internacional revolucionario y fundadora del Partido Comunista Alemán (KPD), partido político ilegalizado por el gobierno alemán y prohibido en la actualidad en ese país. Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht.
Es un momento de intensa emoción que mucha gente vive de forma íntima a pesar de la multitud que le rodea. Fuera del cementerio las bandas de música alternan la Internacional con canciones revolucionarías alemanas, mientras las barracas de bratwurst y vino caliente conviven con los puestos de material de los diferentes grupos políticos. En la marcha, dominada por partidos socialistas y comunistas, destacaron también los bloques de los antifascistas, de los inmigrantes turcos y algunas banderas de los grandes sindicatos, mayoritariamente socialdemócratas.
El día antes, el diario izquierdista Jungel Welt organizó la Conferencia Internacional «Rosa Luxemburg», este año centrada en la aparición del partido La Izquierda (Die Linke) surgido de la unión del oriental Partido de la Democracia Socialista (PDS) y la escisión de los socialdemócratas de Oskar Lafontaine. El inaudito éxito electoral de La Izquierda (Die Linke) ha obligado a replantear las posturas a muchos movimientos sociales y otras formaciones marxistas alemanas.
Esta manifestación junto con la Conferencia Internacional, se celebra cada año con motivo del asesinato, el 15 enero de 1919, de la luchadora social alemana, de origen polaco, Rosa Luxemburgo, figura central del socialismo internacional revolucionario y fundadora del Partido Comunista Alemán (KPD), partido político ilegalizado por el gobierno alemán y prohibido en la actualidad en ese país. Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht.
Fuente de la crónica: El Tribuno del Pueblo
EL ORDEN REINA EN BERLIN
(14 de enero de 1919)
Escrito en alemán por Rosa Luxemburgo el 14 de enero de 1919, la víspera de ser asesinada por los soldados de la Caballería de la Guardia del Gobierno del SPD. Editado digitalmente para la Red Vasca Roja, con cuyo permiso aparece aquí, por Justo de la Cueva en mayo de 1997. Formato recodificado para el MIA por Juan R. Fajardo en octubre de 1999.
"El orden reina en Varsovia", anunció el
ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de
haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca
de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a
su trabajo de verdugos contra los insurgentes.
"¡El orden reina en Berlín!", proclama
triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los
oficiales de las "tropas victoriosas2 a las que la chusma
pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y
lanzando sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han
salvado ante la historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y
de las Ardenas han restablecido su renombre con una brillante victoria
sobre...los 300 "espartaquistas" del Vorwärts. Las gestas del
primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las
gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las
hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts
asesinados, destrozados a golpes de culata por la soldadesca
gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran completamente
irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de tal
forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién
piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas
derrotas ante franceses, ingleses y americanos? "Espartaco" se llama el
enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de
vencer. Noske, el "obrero", se llama el general que sabe organizar
victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de
victoria de la jauría que impuso el "orden" en París, en la bacanal de
la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa
misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los
prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para
poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a
los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e
hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los
hijitos de la burguesía, de la "juventud dorada", de los oficiales!
¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes
ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente
crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos!
"¡El orden reina en Varsovia!", "¡El
orden reina en París!", "¡El orden reina en Berlín!", esto es lo que
proclaman los guardianes del "orden" cada medio siglo de un centro a
otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos "vencedores" no se
percatan de que un "orden" que periódicamente ha de ser mantenido con
esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué
ha sido esta última "Semana de Espartaco" en Berlín, qué hatraído
consigo, qué enseñanzas nos aporta? Aun en medio de la lucha, en medio
del clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los
proletarios revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir
los acontecimientos y sus resultados según la gran medida de la
historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue
avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas,
por encima de las "victorias" y de las "derrotas". La primera tarea de
los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez
sus líneas de fuerza, sus caminos.
¿Podía esperarse una victoria definitiva
del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía
esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la
dictadura socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la
totalidad de los elementos que deciden sobre la cuestión. La herida
abierta de la causa revolucionaria en el momento actual, la inmadurez
política de la masa de los soldados, que todavía se dejan manipular por
sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya
una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una
victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta
inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez
general de la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede un
gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado
por la revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente
asilado del resto del país. Es cierto que en provincias los centros
revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig, Sajonia,
Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de
Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia
adelante, la acción común directa que le daría una eficacia
incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización
de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la
verdadera fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases
revolucionaria, están todavía -lo que no deja de tener profundas
relaciones con las insuficiencias políticas de la revolución apuntadas-
en su estadio inicial.
De todo esto se desprende que en este
momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha
sido por ello un "error" la lucha de la última semana? Sí, si se hubiera
tratado meramente de una "ofensiva " intencionada, de lo que se llama
un "putsch". Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última
semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual
que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del
gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos
manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería
de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de
Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La
revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto,
según un plan inteligentemente concebido por los "estrategas". Sus
enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.
Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor
dar inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que
la contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las
filas revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la
revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes pérdidas.
Por lo demás, la inmediata resistencia
que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de una
energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer
momento de parte de la "calle".
Pero hay una ley vital interna de la
revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción,
en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor
defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre
todos los pasos de la revolución. Era evidente -y haberlo comprendido
así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre dispuesta
del proletariado berlinés- que no podía darse por satisfecho con reponer
a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de
otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las
agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas
surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la
contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota
sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.
Aquí también nos encontramos ante una de
las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se
estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños
"revolucionarios" al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se
afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el
problema fundamental de una revolución ha sido planteado con total
claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento
del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la
victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y
otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural;
todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas
sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle
solución, por poco madura que sea todavía la situación. "¡Abajo
Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece inevitablemente a cada
crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los
conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no,
empuja todo episodio de lucha a su mas extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el carácter
extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones
previas para su solución en la fase inicial del desarrollo
revolucionario resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota.
¡Pero la revolución es la única forma de "guerra" -también es ésta una
ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser
preparada a través de una serie de "derrotas"!
¿Qué nos enseña toda la historia de las
revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha
de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon
en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en
Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del
proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una
derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota.
Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas
revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.
Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin
esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza,
idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la
batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos
directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de
ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto
a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son justo lo
opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo
largo de cuatro decenios, sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos
precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue,
cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de
agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio
inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el
contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero
esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria
garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.
¡Pero con una condición! Es
necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las
derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las
masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones
históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la
debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?
Ejemplos clásicos de ambas posibilidades
son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la
revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París
en 1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el
proletariado internacional. por el contrario las miserias de la
revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el
moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies.
Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de
la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir en
los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en
la dramática crisis que acabamos de vivir.
¿Qué podemos decir de la derrota sufrida
en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones
históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el
ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la
situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra
acción?
¡Las dos cosas a la vez! El
carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención
ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masa berlinesas y la
indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de
los datos peculiares del más reciente episodio.
La dirección ha fracasado. Pero la
dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de
las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se
basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la
altura, ellas han hecho de esta "derrota" una pieza más de esa serie de
derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del
socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta "derrota"
florecerá la victoria futura.
"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros
estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución,
mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y
proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:
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