Paco Ignacio Taibo II acaba de publicar una nueva versión de 'Asturias. Octubre 1934', una obra que analiza la revolución obrera a través de los testimonios de cerca de 400 supervivientes.
En 1934, la palabra que mejor definía el estado de ánimo de
la inmensa mayoría de los españoles era el "desencanto", argumenta Paco
Ignacio Taibo en la nueva versión de su obra 'Asturias. Octubre 1934'.
"La República festiva, el cuento de hadas, la inyección de optimismo que
se había producido colectivamente en la mayoría de los españoles el 14
de abril de 1931, había dejado en su lugar una turbia nube de desesperanza. La República de 1934 era la República del desencanto para millares de españoles", argumenta Taibo.
En
noviembre de 1933, la coalición republicano-socialista se había
desintegrado cayendo en pedazos del Gobierno para, "tras unas elecciones
teñidas por el desencanto" y por "los colchones y los chorizos"
repartidos por la derecha para ganar votos, ceder el lugar a una
coalición de partido de centro derecha apoyados por los diputados de la
derecha clerical más reacciones, la CEDA: Confederación Española de
Derechas Autónomas.
El líder de la CEDA, José María Gil Robles,
no había dejado dudas en su campaña electoral de su escasa simpatía por
la democracia: "La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio
para ir a la conquista de un Estado. Llegado el momento, el Parlamento
se somete o le hacemos desaparecer", declaró Gil Robles en un mitin,
añadiendo: "Si vamos a labrar un mundo nuevo no es mucho pedir que se
desangre esta sociedad, si es que de ella ha de salir la salvación de la
generación futura".
Es en esta España desencantada donde Taibo
inicia su relato sobre la Revolución de 1934. No obstante, su obra se
centra en la región que más cerca estuvo de conseguir la victoria aquel
mes de octubre: Asturias. Y es que, según argumenta el escritor, Asturias era una excepción en España.
"El movimiento obrero había conseguido una unidad histórica y el nivel
de respuesta social era altísimo. Asturias era una región donde en
respuesta a la represión del levantamiento socialista de Viena, se había
convocado una huelga general a la que respondieron 9.000 mineros el 19
de febrero de 1934", escribe.
La revisión incluye nuevos datos y testimonios de los quince días que duró la revolución
De
esta Asturias revolucionaria, obrera y soñadora trata la obra Asturias,
octubre 1934, de Paco Ignacio Taibo II, que ya fue editada en los años
70 y que vuelve a ver la luz con más datos, más testimonios y más
detalles de una investigación que llega a la minucia, al detalle
extremo, a reconstruir las sensaciones de la calle, de las fábricas, de
las minas y a reproducir los diálogos de lo que fueron quince días de
revolución. Quince días en los que cientos de miles de trabajadores
creyeron encontrarse a las puertas de un mundo diferente y no dudaron en
ofrecer cualquier sacrifico personal para avanzar en el "inevitable
destino de clase obrera".
La investigación de Taibo crea una historia coral desde el punto de vista de los revolucionarios.
Una historia que recupera la épica revolucionaria y que llena las
páginas de la experiencia y de las ilusiones, en primera persona, de
mineros, metalúrgicos, ferroviarios, albañiles, portuarios, taxistas,
limpiabotas, costureras, marinos, vidrieros, panaderos, ceramistas,
electricistas y periodistas. Una clase obrera desencantada con el giro
reaccionario de la República y que aún creía que el futuro era para
ellos.
Sin embargo, ¿era posible creer en un triunfo de la
Revolución a nivel estatal o la Revolución se estaba lanzando al vacío
hacia una muerte segura? El escritor Taibo analiza en diez
circunstancias las posibilidades de éxito de una Revolución en el
octubre de 1934 tratando de hacer un balance con los elementos con los
que se contaba en aquellos días y no con la información actual. Su
conclusión: "Todo es posible. Pero era difícil, muy difícil".
1.- No hay vacío de poder.
No existe una crisis revolucionaria en el sentido de que no hay un vacío de poder.
No hay tampoco una profunda descomposición del Gobierno aunada a una
incapacidad para mantener las riendas del Estado. Es más, se puede decir
que el desgaste sufrido por la coalición de partidos de derecha no ha
sido excesivo en un año de gobierno e incluso la coalición está ahora
más unida que antes debido a los choques contra el movimiento obrero.
Además, "el Gobierno no está aislado y tiene una base social real en
amplios sectores de la clase media católica".
2.- El aparato represor está casi intacto.
La
primera línea del aparato represivo-militar del Estado, la Guardia
Civil-Guardia de Asalto, "se ha fogueado en su pequeña guerra civil
cotidiana" contra los movimientos obreros, campesinos y mineros que se
desarrollan en todo el Estado. "Se han aislado del pueblo creando un mar
de odio como frontera". El ejército, asimismo, no está influenciado por
la propaganda revolucionaria. "Aún es pronto para que repercuta sobre
los reclutas la experiencia represiva sufrida en sus pueblos y ciudades,
por su padres y sus hermanos". Además, insiste el autor, "puede que
este Ejército sea endeble desde el punto de vista represivo, soldados
indecisos, mandos mediocres; pero cuenta con la reserva de los oficiales
y las fuerzas de África, los profesionales de la guerra".
3.- La clase trabajadora no está unificada.
La
Alianza Obrera ha fracasado como proyecto. Con la excepción de
Asturias, no se ha logrado unificar todas las fuerzas obreras en ninguna
otra parte de España. Incluso las Alianzas, donde integran al PSOE-UGT
junto con fuerzas minoritarias: BOC, IC, sindicalistas escindidos de la
CNT, no son verdaderos aparatos de coordinación. La insurrección a
escala nacional depende del PSOE marginando a la CNT y al PC.
4.- Dentro del PSOE reina la ambigüedad
El
ala izquierda del Partido Socialista, liderado por Francisco Largo
Caballero, no rompe definitivamente los lazos con la posición intermedia
que representa Prieto, que defiende utilizar la revolución como un
instrumento de presión en el juego político parlamentario de la
democracia burguesa. "A pesar de que se habla claramente de revolución
social, por ahí se oyen voces de huelga general limitada", agrega el
autor, que señala que los cuadros no lo tienen claro, tienen dudas y
algunas piensan que no se han quemado todos los cartuchos antes de
protagonizar una revolución.
5.- El ideario revolucionario no tiene un proyecto claro
"Ante
las grandes masas de muchas regiones de España, el proyecto
revolucionario no tiene credibilidad o no tiene imagen clara", escribe
Taibo. En los sectores influidos por el anarcosindicalismo se piensa que
los socialistas no se lanzarán a una Revolución y en otras muchas
provincias "no está claro el objetivo de una movimiento revolucionario:
¿detener el fascismo? ¿Salvar la República? ¿Hacer la revolución
social?". El contenido del programa de octubre no es explícito. El
propio aparato socialista no lo ha definido.
6.- El campo no está organizado
"Si
bien el movimiento obrero se ha movilizado, ha calentado el suelo bajo
sus pies y ha fortalecido su organización, en el campo reina la
desorganización y el caos", opina el autor. La derrota de la huelga
campesina de junio, la ausencia de una posterior agitación
revolucionaria, mantiene a los trabajadores agrícolas a la defensiva.
Orgánicamente la FNTT (Federación Nacional de Trabajadores de la
Tierra-UGT) ha quedado seriamente dañada. "Si bien los millares de
campesinos que combatieron en junio se han radicalizado, si bien la
situación general es explosiva, el movimiento se encuentra en reflujo",
apunta Taibo.
7.- No hay una violencia creciente
Para
iniciar la revolución se ha elegido como primera acción de choque un
enfrentamiento militar, sin desarrollar una graduación de acciones que
fuera incorporando a cada vez más trabajadores y más capas de la
población. De hecho, la táctica dominante en el movimiento obrero ha
sido sostenido por Largo Caballero y el equipo madrileño del PSOE, que
trataba de limitar las luchas parciales buscando no desgastar al
movimiento en enfrentamientos inútiles contra 'el enemigo' que solo
podía causar bajas. La única excepción a esta estrategia fue Asturias,
que en apenas unos meses de 1934, los trabajadores habían convocado
hasta seis huelgas generales. Esta movilización ha consolidado las
fuerzas obreras, ha fortalecido los vínculos entre las diferentes
organizaciones y ha generado, hasta ciertos límites, un cierto sistema
de comunicación y complicidades.
8.- No hay un proyecto insurreccional
La
revolución no tiene un plan definido de cómo debe ser la insurrección
armada. Se depende del éxito de Madrid para la futura coordinación de
los sectores donde la insurrección haya triunfado. No se han creado
planes específicos para impedir el acceso a la Península del ejército
del África. No hay coordinación entre las regiones y los planes
actuación aprobados son "parciales". El supuesto mando militar, el
llamado Comité Revolucionario, no tiene experiencia militar, ni siquiera
una mínima experiencia conspirativa formada en la clandestinidad.
Tampoco se dispone de un análisis riguroso sobre cual sería la respuesta
europea al movimiento revolucionario.
9.- Las armas son escasas
Hay
provincias donde el armamento se reduce a cien pistolas y un montón de
viejas escopetas. La ofensivas del ministro de Gobernación (1934) Rafael
Salazar Alonso del Partido Radical de Lerroux ha logrado privar al
movimiento de dos depósitos importantes de armas. Exceptuando Madrid y
Asturias, en ningún otro lugar de España hay fusiles suficientes para
poder plantearse combates contra el Ejército en condiciones de triunfo.
"Se depende por tanto del triunfo del golpe de mano, de la victoria
sorpresiva en el asalto a los cuarteles", añade el autor.
10.- No hay factor sorpresa
La
fecha que se fijan los revolucionarios para iniciar la revolución la
marca el 'propio enemigo'. La revolución debe comenzar en el mismo
momento en el que la CEDA ingrese en el Gobierno. Por tanto, el Estado,
que preveía una huelga general para ese día, tenía en vigilancia al
aparato represor.
Conclusión
"Éste
es el estado físico del fantasma revolucionario que recorre España: en
estas diez debilidades reside su posibilidad de muerte. Pareciera como
si la Revolución estuviera dependiendo para triunfar de un centenar de
situaciones afortunadas que tendrían que darse en un breve espacio de
tiempo, un día, unas horas. Parece que la Revolución tan anunciada, tan
esperada, no logra librarse de los lastres que el PSOE ha heredado de su
pasado", argumenta Taibo, que añade que, sin embargo, decenas de
millares de trabajadores esperaban la orden, querían la orden y
permanecían ocupando sus horas de insomnio esperando la orden que
vendrá.
"Si la insurrección triunfa en Madrid... Si los
suboficiales se suman en algunos puntos de España... Si la base aérea de
León... Si el ejército se desmorona ante la participación masiva de los
trabajadores... Si la CNT se suma decididamente desde el primer
momento... Si se crean algunos focos de poder sólidos en zonas de fuerte
concentración industrial como Asturias o el País Vascos... Si se
levantan los campesinos en una inmensa guerra de clases... Todo es
posible. El que no lo crea, basta que se detenga un instante en la
puerta de esas casas que albergan a las sociedades obreras, que observe
fijamente las caras enfebrecidas, la fe que desborda, que inunda, que
llena el aire. Todo es posible. Pero es difícil, muy difícil", concluye
el autor su reflexión.
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