Investig’Action
Traducción: Collectif Investig’Action
« La guerra de Mali tiene por objetivo deshacerse de los
islamistas radicales», se nos dice. Sin embargo, esos mismos islamistas
combaten a «nuestro» lado en Libia y en Siria. Y están financiados por
«nuestros amigos »: Arabia Saudí y Qatar. Especialista del continente
africano y autor en Investig’Action de « La stratégie du chaos »,
Mohamed Hassan desvela los entresijos de una guerra demasiado
simplificada por los medios de comunicación. Tercera y ultima entrega de
nuestra serie «Causas y consecuencias de la guerra en Mali».
El conflicto en Mali se inscribe en un amplio contexto y
conlleva una larga historia detrás. Por un lado tenemos a los
yihadistas que dejaron Libia para dirigirse al Norte de Mali, armados
por Qatar y Arabia Saudí. Y por el otro están los militares franceses,
belgas y otros, occidentales y africanos, quienes han intervenido en
Mali. Para situar correctamente esta intervención francesa, es necesaria
una mirada retrospectiva sobre el colonialismo francés en Mali.
Cuando los colonialistas franceses conquistaron Mali, el
territorio formaba parte de una vasta zona económica que se extendía a
lo largo y ancho del Sahel. Las caravanas partían de una ciudad oasis
hacia otra, en línea recta a través del desierto. En aquella economía
original reinaba una armonía entre los campesinos y los nómadas. Los
campesinos necesitaban a los nómadas para poder comprarles mercancías
provenientes de otras regiones, y constituían de ese modo su clientela.
Toda la población de esa región era musulmana.
Esa zona económica era muy próspera en aquella época. El
año pasado, la página de Internet celebrity networth.com clasificó a un
maliense en la primera posición de la clasificación de los veinticinco
individuos más ricos que jamás hayan pisado la tierra. Eso fue posible
al convertir los bienes, teniendo en cuenta el precio actual del oro y
la inflación a lo largo de los siglos, del rey Mansa Moussa I, que
dirigió de 1312 a 1337 un reino situado en el interior del Mali de
nuestros días. Ese hombre, hoy en día, valdría unos 400 mil millones de
dólares. La región disfrutaba además de una vida intelectual riquísima:
se llegó a conocer a Tombuctú como a uno de los primeros y principales
centros intelectuales del mundo. En su apogeo, el reino maliense se
extendía hasta la costa de Senegal. El árabe era la lengua vehicular.
Pero el colonialismo francés destruyó por completo ese
sistema. Para eliminar toda capacidad intelectual, fueron asesinados
miles de profesores. Al igual que sucede con la casi totalidad de los
países africanos, las fronteras del Mali que conocemos hoy son
artificiales. La región formaba parte de lo que por aquel entonces se
llamaba el Sudán francés. En 1960, se volvió independiente, primero a
través de una federación con Senegal, pero, tras un lapso de apenas dos
meses, Senegal abandonó aquella federación. El Mali actual es el cuarto
país africano por su superficie. Después del golpe de estado contra el
primer presidente nacionalista de Mali, Modibo Keita (1960-1968), el
país se convirtió en un estado neocolonial.
Un estado semejante no puede constituir una nación ni
puede desarrollarse de manera autónoma. El Norte, una región desértica,
está abandonada a su suerte y sus habitantes están discriminados.
Existen tensiones étnicas entre los tuaregs (nómadas) y los demás grupos
de la población. El comercio a gran escala de antaño ha conocido un
total declive. ¿Qué les queda al gran número de nómadas que surcan la
región con sus caravanas? Contrabando, raptos a cambio de un rescate,
tráfico de personas...
Una parte importante de esos tuaregs se convirtieron en
soldados en Libia, en el ejército de Gadafi. Tras su vuelta al Norte de
Mali, iniciaron una guerra por la independencia de lo que ellos llaman
Azawad –una lucha que, desde algunas décadas, se anima de manera brusca y
luego se calma nuevamente. El 24 de enero de 2012, se apoderaron de la
ciudad de Aguelhok y mataron a un centenar de soldados del ejército
maliense. En el transcurso de los meses que siguieron, continuaron
atacando otras ciudades del Norte.
La masacre de Aguelhok suscitó un enorme descontento en
el seno del ejército y en las familias de los soldados, pues éstos,
armados de manera muy precaria, tuvieron que combatir a insurgentes bien
equipados y entrenados. El 22 de marzo, el presidente maliense Amadou
Toumani Touré (apodado « ATT ») fue derrocado por un golpe de estado de
militares descontentos y de oficiales subalternos, bajo la dirección de
Amadou Sanogo.
Para los países vecinos de Mali que, tras el
derrocamiento del presidente marfileño Gbagbo, sufren intensamente la
influencia de Francia, aquello fue un pretexto para anunciar un embargo
de armas contra el ejército maliense quien, de esa forma, no tenía
ninguna probabilidad de hacer frente a los insurgentes que acudían de
forma masiva. Los meses siguientes, el MNLA (Movimiento Nacional de
Liberación de Azawad) se apoderó de todo el Norte del país. A
continuación, el MNLA fue expulsado a su vez por tres grupos yihadistas:
Ansar Dine, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y MUJAO- grupos que
reciben armas y dinero de Qatar y de Arabia Saudí- y así se rizó el
rizo.
Cuando parecía entonces que aquellos yihadistas iban a
precipitarse hacia la capital maliense Bamako, el presidente en
funciones Dioncounda Traoré habría pedido intervenir militarmente al
presidente francés François Hollande (PS).Lo que imposibilitaba
definitivamente el plan elaborado con dificultad y esmero por Naciones
Unidas y la Unión Africana.
Conclusión
¿Cómo debería evolucionar la situación? A cualquier solución para el conflicto de Mali se le oponen tres problemas importantes.
Primo: nadie está permitiendo a los malienses que
resuelvan ellos mismos sus diferencias y problemas mutuos. La injerencia
extranjera lo convierte en algo imposible. La guerra sólo exacerbará
las tensiones mutuas en todo el país. Si usted tiene la piel más clara
que el resto y se le confunde con alguien del Norte, se arriesga hoy en
día a no poder atravesar fácilmente las calles de Bamako.
Secundo: los estados africanos son muy débiles,
especialmente cuando vemos que un país como Mali no puede ni tan
siquiera acabar con una rebelión bien organizada de unos 500 yihadistas.
La Unión Africana (UA) también es débil. Los países de la SADC
(Southern African Development Community) intentan cambiar el curso de
las cosas y estaban en el primer plano de la oposición de la UA a la
guerra de Libia. Pero todavía hay demasiados jefes de estado africanos
que piensan antes en sus propios intereses, y en las órdenes que reciben
de sus amos en Europa y en los Estados Unidos, que en la unidad
africana.
Tertio: si, desde el 2008, año en que se agravó la
crisis del capitalismo mundial, Francia no quiere convertirse en una
nueva España, Italia o Grecia, va a tener que defender su hegemonía en
« Françafrique » y alrededor del Mediterráneo. Pero las cosas no se
anuncian muy bien para Francia, ya que en África las contradicciones con
los Estados Unidos se incrementan. En Costa de Marfil, el ejército
francés intervino para instalar a Ouatarra en el poder; ahora bien, en
realidad éste último es sobre todo un peón de los Estados Unidos. Y los
Estados Unidos han sacado partido de la guerra en Mali para instalar una
base para sus drones en el país vecino, Nigeria. En otras palabras,
podemos prepararnos a un periodo durante el cual Mali y toda la región
que le rodea van a encontrarse en un conflicto permanente, como aquel
que conoció Somalia en el transcurso de los años 90.
Mohamed Hassan es especialista del
Oriente Medio y de África. Es el autor, con David Pestieau, de “L’Irak
face à l’occupation (EPO, 2004) y, con Grégoire Lalieu y Michel Collon,
de La stratégie du chaos, Investig’Action/Couleur Livres, 2012.
Extracto de “Causas y consecuencias de la guerra de Mali”, artículo publicado en Etudes marxistes, n°101.
Véanse también: Occidente a la reconquista de África (Primera parte del artículo)
Lunes 18 de noviembre de 2013 por CEPRID
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