Se celebró en Madrid el acto contra la iglesia golpista. Video y La Iglesia fue verdugo, no víctima, por Vicenç Navarro
"...se presenta a la Iglesia y a sus mártires como víctimas, cuando en realidad la Iglesia fue la que agredió la vida y el bienestar de la mayoría de la población de los distintos pueblos y naciones que constituyen España, causando más de un millón de muertos y miles de desaparecidos, muertes de personas asesinadas por las fuerzas de represión, incluidas las de la Iglesia, y cuyos familiares no saben el paradero de sus cuerpos..."
Video:
Concentración en contra de la Iglesia golpista nacional-católica franquista, y reivindicando
la III República
Puerta del Sol Madrid 9-10-2013
La Iglesia fue verdugo, no víctima
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra
Estos días ha sido noticia la beatificación de
522 personas,
referidas en la narrativa de la Iglesia Católica como mártires de la
Guerra Civil española (1936-1939), individuos considerados inocentes de
cualquier mal que dieron su vida “en defensa de la fe católica y del
mensaje de Cristo”. Las autoridades eclesiásticas católicas se han
movilizado para señalar que en ningún momento debe interpretarse esta
beatificación –que es un homenaje a tales personas y reconocimiento del
valor de su sacrificio- como un acto político. Tanto Monseñor Angelo
Amato, cardenal prefecto de la Congregación para las Causas de los
Santos, como Monseñor Josep M. Soler, Abad de Montserrat, subrayan este
hecho en La Vanguardia (06.10.13, páginas 50 y 51).
Ahora bien, es difícil aceptar que, incluso en el caso de que
no fuera la intención de estas autoridades (incluyendo el Vaticano,
liderado por el nuevo Papa, que escogió llamarse Francisco y que
Monseñor Amato representa) realizar un acto político, el hecho es que
tal acto es un acto profundamente político que contribuye a la
tergiversación de la historia que se ha escrito en este país, subrayando
que la Iglesia fue víctima de una intolerancia y persecución religiosa
por parte de las fuerzas republicanas. Se acentúa y se presenta a la
Iglesia y a sus mártires como víctimas, cuando en realidad la Iglesia
fue la que agredió la vida y el bienestar de la mayoría de la población
de los distintos pueblos y naciones que constituyen España, causando más
de un millón de muertos y miles de desaparecidos, muertes de personas
asesinadas por las fuerzas de represión, incluidas las de la Iglesia, y
cuyos familiares no saben el paradero de sus cuerpos. Según las
estimaciones de la única investigación sobre los desaparecidos que ha
realizado el Estado español (consecuencia de las gestiones del juez
Baltasar Garzón, miembro de la Audiencia Nacional antes de que se le
expulsara de dicho tribunal precisamente por su investigación sobre los
asesinatos por parte del régimen, del cual la Iglesia Católica fue el
eje central), el número de desaparecidos es de más de 114.000 personas,
que fueron asesinadas por defender al gobierno democráticamente elegido.
La Iglesia no solo no ha hecho nada para encontrarlos, sino que se ha
opuesto a que se recuperara su memoria mediante la Ley de la Memoria
Histórica. Mientras que homenajea a sus muertos, se opone y dificulta el
encontrar a los muertos, de los cuales dicha institución es
responsable.
Es más, es difícil creer que la Iglesia no sea consciente de la
falta de veracidad de sus acusaciones frente a la República. No es
cierto que hubiera en España persecución religiosa en tiempos de la
República. Las iglesias protestantes y la religión judía continuaron sin
ninguna intervención por parte del Estado y/o por movimientos sociales o
fuerzas políticas afines a la República. No fue la religión el sujeto
de animosidad, sino la Iglesia Católica, hecho que a la Iglesia Católica
todavía le cuesta aceptar, ya que si lo acepta, tendría que contestar
por qué la Iglesia Católica y no las otras religiones fue sujeto del
enfado popular. No es cierto que los sacerdotes y los monjes fueran
asesinados por sus ideas religiosas, tal como Monseñor Soler escribe en
su artículo “Montserrat y los beatos en Tarragona” en La Vanguardia.
Fueron asesinados por su pertenencia a una institución que había pedido
que el Ejército se sublevara, conociéndose su animosidad a la República.
En realidad, el Monasterio de Montserrat, supongo que en nota de
agradecimiento, hizo un monumento, más tarde, a los “caídos por Dios y
por la Patria”, que estaba en la entrada del Monasterio hasta que más
tarde fue desplazado a la parte trasera, con un monumento a los requetés
carlistas de la Virgen de Montserrat.
La historia, marginada y ocultada por la propia Iglesia,
muestra claramente el porqué de esta hostilidad, hostilidad que fue
iniciada por la Iglesia. Fue la Iglesia Católica la que celebró y apoyó
la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Y fue la Iglesia la que se
opuso por todos los medios al establecimiento de la República, alentando
a los católicos a rebelarse frente a esta. Las pastorales de la
jerarquía católica explícitamente llamaban a tal rebelión; documentos
(firmados por el cardenal Segura y por su sucesor, el cardenal Gomà) son
muy representativos, y seguro que la jerarquía actual de la Iglesia y
el Vaticano los conocen. ¿Cómo puede afirmar la jerarquía católica que
la Iglesia era apolítica, cuando animó a los católicos a que se
rebelaran, pidiendo explícitamente que el Ejército se levantara en
contra del gobierno democráticamente elegido?
Era predecible que la gran mayoría de la ciudadanía, que apoyó
el establecimiento de la República, primero, y la elección del gobierno
del Frente Popular, después, tuvieran animosidad hacia la Iglesia
Católica, pues esta, abiertamente, alentaba al Ejército a que hiciera un
golpe militar frente a ese Estado y frente a ese gobierno. De ahí que
es comprensible y predecible que cuando ocurrió el golpe militar, que la
Iglesia Católica inmediatamente apoyó (definiéndolo más tarde como una
Cruzada Nacional), grandes sectores de las clases populares expresaran
su hostilidad hacia tal institución. La quema de iglesias (no hubo
ninguna iglesia protestante o ninguna mezquita o ninguna sinagoga
quemadas) y el asesinato de clérigos y personas identificadas con la
Iglesia Católica eran la respuesta popular que ocurrió en los primeros
tres meses cuando el golpe creó un vacío de poder. No fue una represión
guiada por el Estado republicano. En realidad, una vez recuperado el
control, en las zonas que continuaban bajo el gobierno republicano se
interrumpieron estos actos.
Por el contrario, los asesinatos, mucho más numerosos, llevados
a cabo en el lado golpista, fueron cometidos por los aparatos
represivos del Estado fascista, que contó con la entusiasta
colaboración, en su represión, de la Iglesia Católica. ¿No creen las
jerarquías católicas españolas que esta actitud enormemente represiva
iba en contra del mensaje de Jesús? ¿Creen, en realidad, que Jesús, que
es, en teoría, su supuesta inspiración, hubiera apoyado tanto asesinato,
premeditado y programado, para eliminar a personas cuyo único delito
era haber apoyado a un Estado y a un gobierno democráticamente elegidos?
¿No creen que es de una crueldad suprema que los familiares de los
muertos republicanos todavía hoy no sepan dónde están enterrados? ¿No
creen que es profundamente injusto que ellos puedan homenajear a sus
muertos cuando los vencidos todavía no saben dónde están los suyos? Y si
en verdad los sacerdotes asesinados eran inocentes, ¿no cree la Iglesia
Católica que deberían pedir perdón a los familiares de sus propios
muertos, pues el comportamiento golpista de su jerarquía católica fue el
responsable de que el enfado popular se canalizara en ellos,
precisamente por su identificación con la Iglesia?
La respuesta descontrolada en contra de la Iglesia era lógica,
pues la Iglesia era culpable de un comportamiento que podía predecirse
que causaría miles de muertes. Debe condenarse tal expresión de enfado
popular, pero su comportamiento no puede homologarse al del lado
golpista, que fue una represión metódica de todos los aparatos del
Estado, con el apoyo activo de la Iglesia. Acentuar el victimismo de la
Iglesia como hacen las beatificaciones es, además de una tergiversación
de la historia que todavía se reproduce en España, una ofensa a los
perdedores de la Guerra Civil, que eran los que defendieron la
democracia, y que debería crear incomodidad a toda persona con
sensibilidad democrática. Mi esperanza es que el Papa Francisco lo vea
así y que, en nombre de la Iglesia, pida perdón, no solo a su Dios, sino
al pueblo español, al que hizo tanto daño.
10 de octubre de 2013
Hoy, mientras la Iglesia y las derechas homenajean a sus
muertos, la ONU acaba de enviar una delegación denunciando al Estado
español por no estar haciendo nada para encontrar a los desaparecidos
republicanos. Y el mismo Estado, sin lugar a dudas, estará representado
en los actos homenajeando a los “mártires de la Iglesia”. ¿No se
avergüenzan de su comportamiento los representantes de un Estado que se
presenta como democrático? ¿No se da cuenta la Iglesia de su
incoherencia? ¿No ven la falsedad de su llamada a la reconciliación?
Está claro que no se dan cuenta. Y que no se den cuenta es un indicador
de que continúan siendo reacios a reconocer que la Iglesia Católica no
fue víctima sino verdugo en aquel periodo de nuestra historia.
10 de octubre de 2014.
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