(Terrorismo OTAN en Europa ) Andreas Kramer: "He golpeado un nido de avispas"

Entrevista con el testigo que denuncia a su padre como autor del atentado de la Oktoberfest de Munich en 1980, la peor masacre terrorista de la Alemania de posguerra

Andreas Kramer: "He golpeado un nido de avispas"

"Me entrenaba. No confiaba en nadie pero en mí sí, e hizo algo a lo que no tenía derecho: rompió el secreto de Gladio con su hijo" | "El día del atentado, cuando salió la noticia por la tele, mi padre estaba ante el televisor con nosotros y dijo, 'yo no quería eso'" | "En Europa la mayoría de los gobiernos de nuestro entorno eran socialistas y subvertidos por los comunistas, la meta era eliminar a esos gobiernos"

Andreas Kramer: Internacional | 27/04/2013

El historiador Andreas Kramer explica la relación con su padre como algo digno de Dostoyevski, que pasa de la adoración adolescente al rechazo, como resultado de un gran crimen Rafael Poch 
 Duisburg. Corresponsal
 
Estación central de Duisburg, a cuatro horas de tren de Berlín. Si no fuera porque su realidad supera toda ficción, Andreas Kramer podría ser un personaje de John le Carré. Este hombre de 48 años, sensible, historiador interesado en Bizancio y de hablar un tanto atropellado, ha jurado este mes ante un tribunal de Luxemburgo que su padre, Johannes Kramer, un oficial de los servicios secretos alemanes (BND) que trabajaba para los grupos terroristas de la OTAN (Gladio-stay Behind), fue el autor no solo de la mayoría de los 24 atentados con bomba registrados en el Gran Ducado entre 1984 y 1985, sino también del más mortífero atentado terrorista de la Alemania de posguerra: el de la Oktoberfest de Munich, el 26 de septiembre de 1980, con 13 muertos y 213 heridos, una carnicería nunca aclarada con niños entre las víctimas y muchos miembros amputados.


     Esta información ha causado revuelo en Luxemburgo, en lo que se conoce como el “juicio del siglo”, pero no en Alemania. Ningún juez alemán se ha interesado por el asunto, ni ha llamado a declarar a Kramer. Nadie le ha acusado de mentir, ni de ser un charlatán. Ningún medio de comunicación importante se ha hecho eco. Silencio. 

Ese silencio es lo que me lleva a Duisburg. Kramer me recibe en la estación de esa ciudad del Ruhr y me conduce a una cafetería, donde espera Giselle, su compañera, postrada en una silla de ruedas. Ambos son seres frágiles, pero determinados. Dos individuos se sientan en la mesa de al lado y nos cambiamos de sitio.


 ¿Le vigila la policía?
Nadie me ha denunciado, no hay ningún proceso judicial contra mí.


¿Controlan su teléfono, su correo electrónico?Eso sí. Hace dos semanas mi ordenador fue intervenido. Especialistas detectaron que habían instalado en él un programa de espionaje.


¿Cómo es que su padre le contaba sus secretos?Quería que entrara en Gladio-Stay Behind (la red terrorista de la OTAN, reconocida en resoluciones del Parlamento Europeo y del Senado Italiano) y que fuera director de operaciones. Me entrenaba. No confiaba en nadie pero en mí sí, e hizo algo a lo que no tenía derecho: rompió el secreto de Gladio con su hijo.


¿Acaso era Gladio un asunto familiar?Claro que no. No era normal reclutar a parientes. Mi madre no sabía nada. Yo era su único hijo varón y confiaba.


¿Cómo era la relación entre ustedes?Complicada y difícil de resumir. Una relación de confianza basada en mi admiración y respeto. Eso cambió después del atentado de Munich. Para mí fue un punto de inflexión porque me di cuenta de que era un asesino.


Usted tenía 16 años entonces, ¿qué papel tuvo su padre en aquello?Era oficial de coordinación de Gladio-Stay Behind y tenía el encargo de la ACC (Allied Clandestine Commission) de la OTAN de preparar un atentado. Para eso necesitaba utilizar a otros, gente a la que embarcar como autores. Mi padre los llamaba “tontos útiles”. Mi padre tenía contacto con círculos de extrema derecha e implicó al “Grupo deportivo militar Hoffmann” (la banda neonazi Wehrsportgruppe Hoffmann) en el asunto. Mi padre contactó con Karl-Heinz Hoffmann como camarada, los dos eran de 1937, y se ofreció a ayudarle en su guerra contra la República Federal Alemana. El grupo de Hoffmann estaba a punto de ser ilegalizado. También conocía a Gundolf Köhler (autor del atentado de Munich y único culpable indentificado, fallecido al estallar la bomba) desde la época del Das Kommando, un periódico que editaba el grupo. En una edición de los setenta se ve a Köhler con un casco nazi. Mi padre decía que Köhler era el tipo ideal y que daba igual si moría. No se identificó como agente de la OTAN porque si Hoffmann lo hubiera sabido le habría mandado a sus matones contra él.

"Mi padre creó un equipo con dos oficiales del BND, cuyos nombres no voy a dar, además de Köhler y Naumann, y confeccionaron la bomba en un garaje de Donaueschingen. Mi padre era el principal porque era especialista en explosivos. La bomba tenía que ser fácilmente manipulable y verosímil, en el sentido de que se creyese que gente como Köhler la hubiese podido fabricar. Construyeron varias, hicieron pruebas. Tardaron año y medio. El detonador vino de Uelzen, el explosivo de la Naval Weapons Station de Den Helder (Holanda) y fue entregado por el servicio secreto holandés, donde mi padre tenía contactos con oficiales del Gladio-Stay Behind. Ellos trajeron el explosivo junto con el extintor que se usó. El extintor venía de Inglaterra, era material del MI-6 de los años cincuenta. El explosivo fue transportado en coches particulares, incluido el de mi familia, matrícula BN-AE 500, hasta Donauschingen. Mi padre me informó a lo largo de año y medio de los preparativos. El día del atentado, cuando salió la noticia por la tele, mi padre estaba ante el televisor con nosotros y dijo, “yo no quería eso”. Salimos de la sala, fuimos a otra habitación a hablar, le dije, “¿por qué lo hiciste?”. “Déjame en paz”, me respondió. Estuvo dos días sin hablar."


¿Estaba deprimido?


¿O sea que no deseaba aquel baño de sangre?En aquel momento se dio cuenta de que era un vulgar asesino, de que ya no podía volver atrás. Ya no tenía nada que ver con ser soldado, con matar con cierta legitimación en acciones dirigidas contra los rusos enemigos, sino liquidar civiles, contra el propio pueblo. Algunos de los muertos eran jóvenes de mi edad, “has matado a gente como yo”, le dije.


¿Y qué contestó?“Calla, eso no es asunto tuyo”.


Un año después del atentado de Munich se detuvo a un guardabosques de extrema derecha llamado Heinz Lembke que había dado explosivos al grupo de Hoffmann, pero el día antes de que declarara ante el juez fue encontrado ahorcado en su celda…

Mi padre me dijo que la víspera de aquel 1 de noviembre de 1981, Lembke fue visitado por gente del BND de su equipo en la cárcel y que no había muerto de muerte natural.


En Munich hay un grupo de abogados y de familiares de víctimas que sigue buscando, sin ningún éxito, explicaciones a aquel atentado, ¿se han puesto en contacto con usted tras su declaración en Luxemburgo?

No. Tampoco yo me he puesto en contacto con ellos: cuanta más gente meta en esto, más peligro para mí….


Pero la publicidad es la mejor protección…Esa gente tiene derechos como víctimas, pero hasta el día de hoy, la fiscalía de Munich ha impedido cualquier clarificación, denegando las reclamaciones de abogados y familiares. Igual que en Luxemburgo (más de 80 documentos) en el caso de Munich se han destruido pruebas, en mi opinión por obra del BND. De lo contrario no es posible destruir pruebas de un caso tan importante.


En Luxemburgo usted dijo que no habló antes de todo esto porque su padre, fallecido en noviembre, le había amenazado.Sí, pero ya antes de que muriera contacté con Daniele Ganser (el profesor suizo, autor de la gran investigación sobre este tema, Los ejércitos secretos de la OTAN”, 2005). Mi padre me advirtió expresamente contra cualquier contacto con Ganser. “Se ha acercado demasiado a nuestros secretos y tu sabes demasiado sobre ellos, si contactas con él, me encargaré de que os liquiden a los dos”, me dijo. Eso me animó a contactar con Ganser. Me encontré con él en algún lugar de Europa. Lo importante es que aparezcan los documentos secretos, que el adversario los ponga en circulación. ¿Cómo? Muy simple: yo he golpeado un nido de avispas, les he puesto la trampa de la miel poniendo las cosas encima de la mesa, ahora tienen que venir las moscas. Es un nido de avispas porque Gladio no es un problema alemán, sino internacional. En los años ochenta todos los estados miembros de la OTAN tenían sus grupos Gladio-Stay Behind. Todos. En Italia se investigó, hubo una comisión de investigación en Bélgica, y ahora en Luxemburgo, pero en Alemania no se aclara nada. La justicia alemana está ciega del ojo derecho. Me podrían haber abierto un proceso por difamación desde el BND o el BfV (la policía política), pero no han hecho nada. Algunos periodistas de grandes medios me han llamado pero no han escrito nada. El segundo canal (ZDF) me grabó una entrevista, pero no la ha emitido.


Además de su participación en Munich y Luxemburgo, usted afirma que su padre también estuvo implicado en las llamadas “masacres de Brabante” en Bélgica…

En Luxemburgo no hubo víctimas, en Bélgica 28, que se suman a los 13 muertos de Munich…


¿Cómo justificaba su padre toda esa locura?Se trataba de quitarse de en medio a los comunistas. En Europa la mayoría de los gobiernos de nuestro entorno eran socialistas y subvertidos por los comunistas, la meta era eliminar a esos gobiernos. En Europa solo se querían gobiernos de derecha para tener un baluarte contra el comunismo ya que en Europa el Pacto de Varsovia superaba ala OTANen3 a1 en armas convencionales. Se pensaba que los comunistas tenían demasiada influencia.


Pero, ¿podía creer alguien en serio que en un país como Luxemburgo existiera un peligro comunista?Si se empaqueta bien cualquier mentira puede ser vendida como verdad, como un caramelo…


¿…y cuál era el envoltorio en este caso?Crear miedo y fortalecer la seguridad interna. Para eso había que escenificar un terrorismo. Y la gente que lo hizo eran oficiales en contacto con Estados Unidos, gente que tenía que ver con la guerra de Vietnam. Los atentados sucedieron no mucho después de la guerra de Vietnam concluida en 1975. No aprendieron nada de aquellas barbaridades y aterrorizaron a sus propios aliados europeos. Así creían luchar contra el comunismo.

Venecia, septiembre de 1980. Pocos días antes del atentado de Munich, Johannes Kramer y su hijo Andreas Cedida por Andreas Kramer

Andreas Kramer: Red secreta en el servicio secreto

  • Johannes Kramer (1937-2012), el hombre al que su hijo describe como una pieza importante del ejército subversivo de la OTAN, era un buen padre de familia, un hombre cariñoso y emocional. “Nunca me pegó”, dice el hijo, que tenía 16 años cuando el atentado de Munich y le profesaba una adoración de adolescente que solo la masacre de 1980 alteró para siempre.

       Fumador empedernido, Johannes Kramer no cometía excesos de alcohol. Su personalidad es descrita por su hijo como la del dios Ianus de la primera mitología romana, dios del principio y el fin que tiene una doble cara.


        Oficialmente, Kramer era un mero capitán del Bundeswehr, el ejército federal alemán. En realidad tenía el rango de coronel en el departamento G-4 del BND, los servicios secretos, con el nombre de guerra de “Cello”, dice el hijo. El ejército subversivo dela OTAN era una estructura secreta e internacional dentro de los propios servicios secretos nacionales.


          “Un día, cuando yo tenía 16 años,  mi padre me llevó a su despacho. Nunca había visto una mesa tan ordenada. Le pregunté, “¿Dónde están tus papeles, las cosas en las que estás trabajando?”. Me dijo que todas las carpetas estaban en la caja fuerte. “¿No te fías de nadie?”, le pregunté. “No, de nadie”, me respondió. Con ello me quiso demostrar que tenía confianza en mi”, explica el hijo. “Me quería reclutar cuando fuera mayor y me preparaba para ello, pero yo no habría trabajado para el servicio secreto, sino para él, esto es importante entenderlo porque Gladio-stay Behind era una red secreta dentro del secreto”, dice.
         La prueba de que Johannes Kramer no era un mero capitán del ejército está en sus voluminosos ingresos, muy superiores a los de un capitán, que se pagaban con fondos reservados. Como jubilado, a Johannes Kramer le correspondía una pensión de 2.000 euros, pero recibía, oficialmente, 3.121. El número de su certificado de pensiones, delata que pertenecía al BND, explica su hijo al mostrar el documento.

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Peter Urbach, los misterios de la RAF

La muerte de un infiltrado policial evoca, cuarenta años después de los hechos, las zonas grises del nacimiento y evolución del principal grupo terrorista alemán

Rafael PochInternacional | 16/04/2012




Berlín Corresponsal
Le llamaban “Peter el del tren” (“S-Bahn, Peter”). Pasaba de vez en cuando por la K-1 y otros pisos comunitarios de la progresía berlinesa de los sesenta, donde el espíritu revolucionario se combinaba con el sexo, las drogas y las lecturas de Adorno y Marcuse.

Peter Urbach, que ese era su nombre, era un joven fontanero huido de la RDA. Fue un típico “agent provocateur” a sueldo de la policía. Recientemente se ha conocido su muerte, el pasado mayo en California, lo que da pie a que se vuelva a hablar de él.

Peter llevaba el pelo corto y hablaba y vestía como un obrero, un verdadero proletario entre la hueste pequeñoburguesa que nutría el incipiente movimiento estudiantil y posterior “oposición antiparlamentaria” (APO) de Alemania. Hacía algunas chapuzas en los baños y cocinas de aquellos antros de la izquierda, y llegó a ser uno más de la familia.

Apareció en 1966 y desapareció en 1971. Entretanto asistió a - y propició- la fundación de los grupos armados del sesenta y ocho alemán; la RAF (banda Baader-Meinhof), los “Tupamaros de Berlín” y el “Movimiento 2 de junio”.

Adoquines, pistolas, artefactos
Teledirigido por el senador (ministro) del Interior socialdemócrata de Berlín Kurt Neubauer, Urbach trabajaba para el Bundesamt für Verfassungsschutz (BfV) la policía política que lleva el nombre de “Departamento de protección de la Constitución”. Fue Peter Urbach quien suministró el primer arma a aquel movimiento de peludos: la pistola Beretta de Horst Mahler, abogado y fundador de la RAF, hoy en la órbita del neonazi NPD. También algunas bombas. Una vez se presentó con un kilo de hachís afgano de un alijo que la policía acaba de decomisar. Era un “conseguidor” de casi todo en aquel ambiente que había que infiltrar, “observando delitos e incluso participando en ellos”, decía la doctrina de Neubauer, tan antigua como los propios movimientos sociales.

Urbach estaba el 11 de abril de 1968 en la protesta estudiantil frente a la sede del grupo de prensa Springer en reacción al atentado contra el líder del sindicato estudiantil SDS, Rudi Dutschke. Fue Urbach quien trajo los cócteles Molotov con lo que se armó la batalla. En noviembre hubo otra batalla campal con la policía en el Tegeler Weg de Berlín, en la que Urbach apareció en el momento oportuno con un camión cargado de adoquines, el regalo del BfV a los estudiantes. En febrero de 1969 también fue él quien suministró el artefacto defectuoso que debía estallar al paso de Richard Nixon en la ciudad, y lo mismo ocurrió con otro artefacto puesto en el centro judío de Berlín, igualmente compuesto para que no estallara.

Con la excusa de enseñarle un depósito de armas, Urbach atrajo a Andreas Baader a una trampa en la que fue detenido por la policía. Poco después, en mayo de 1970, la RAF nacía con la acción en la que Ulrike Meinhof y Gudrun Ensslin, liberaban a Baader en la cárcel. Las armas para aquella acción la suministraron dos ex nazis con conexiones con la policía. La acción fue el estreno de la RAF como grupo armado.

La última aparición de Urbach fue en el primer proceso contra la RAF, en 1971. Compareció como testigo de la acusación e infiltrado confeso. El abogado de los acusados, Otto Schily, que treinta años después sería ministro del interior, le preguntó en varias ocasiones si las bombas que él traía se las entregaba directamente el BfV: “no tengo nada que decir”, respondió una y otra vez. Después de aquello, Urbach desapareció para siempre.

“Si tu supieras, Rainer...”
El BfV le dio una nueva identidad con la que se asentó en California, donde dicen que trabajó como obrero en la construcción de la central nuclear de Diabolo Canyon. Murió en Santa Bárbara, California, el pasado 3 de mayo, según informes policiales publicados por Der Spiegel.

“Fuimos marionetas de una estrategia superior”, dice Michael Baumann, fundador del “Movimiento 2 de junio” que participó en algunos actos violentos y menciona en ese contexto la red secreta de la OTAN, Gladio, reconocida y condenada por el Parlamento Europeo en noviembre de 1990. Como en Italia, la impresión de haber sido utilizados es común a muchos de los activistas de aquella época.

En 1972, dos años después del estreno de la RAF, se produjo la única “reunión plenaria” de la banda en una vivienda de Francfort. “Asistieron 20 o 30 personas, estaban todos, el BfV lo sabía pero no hizo nada”, dice Baumann. “Si todo estaba infiltrado desde el principio, ¿cómo pudo la RAF continuar funcionando tanto tiempo?”, se pregunta.

Los archivos de la Stasi, la policía del Este que a principios de los ochenta prestó asilo a algunos miembros de la RAF, podrían ofrecer alguna pista, pero todo lo que en ellos hace referencia a los servicios secretos occidentales, está clasificado y no se puede consultar. Algunos protagonistas como Baader, Meinhof y Ensslin murieron aparentemente suicidados en prisión. Otros como Verena Becker, presuntamente vinculada con el asesinato del Fiscal General Siegfried Buback, siguen aparentemente protegidos por el BfV, para desesperación del hijo de Buback.

El movimiento contestatario contra la guerra de Vietnam y la oposición juvenil de entonces, podía convertirse en una fuerza social considerable. Con el recurso a la violencia de algunos pequeños grupos y la criminalización que siguió, se consiguió debilitarlo mucho. “Esa estrategia tenía un gran sentido”, dice Baumann. Pero a falta de pruebas documentales sólo quedan impresiones, reconoce.

Una de esas impresiones la obtuvo Rainer Langhans un excéntrico director de cine que conoció y fue amigo de Urbach en el Berlín de los sesenta. Años después de la desaparición de Urbach de la escena, Langhans intentó conectar con él. Pidió al BfV que le pusiera en contacto, le dijeron que no, pero tiempo después recibió una llamada del propio interesado. Langhans quería filmar un documental con Urbach, pero éste declinó. Le dijo, “si tu supieras, Rainer....”

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