“Fábrica cerrada, fábrica tomada” La toma de grandes fábricas como necesaria (re)organización de la clase obrera
“Fábrica cerrada, fábrica tomada” La toma de grandes fábricas como necesaria (re)organización de la clase obrera
Domingo, 31 de Marzo de 2013
Cuando se presencian las luchas de los obreros de grandes empresas
con una tradición de lucha incuestionable, a la par que optimismo y
orgullo, la duda que nos asalta es ¿cuál es el siguiente paso a la
protesta resuelta y decidida?, ¿cómo complementar esta combatividad y
darle una salida...?
Cuando se presencian las luchas
de los obreros de grandes empresas con una tradición de lucha
incuestionable, a la par que el optimismo y el orgullo, la duda que nos
asalta es ¿cuál es el siguiente paso a la protesta resuelta y decidida?,
¿cómo complementar esta combatividad y darle una salida para hacer
avanzar al movimiento por la transformación radical de la sociedad
capitalista?
Lenin escribió que la clase
obrera, por causas económicas objetivas, se diferencia del resto de
clases en las sociedades capitalistas por su mayor capacidad de
organización (1). Y aún pensando así, no cejaba de repetir la idea de
que había que aumentar la capacidad de organización del proletariado y
otras capas del pueblo ruso con potencial revolucionario. Es famosa su
frase “…para que los obreros y los campesinos pobres tomen el poder,
para que se mantengan en él y lo utilicen con acierto hace falta
organización, organización y organización” (2)....
Pero el capitalismo también
comprobó en sus propias carnes esta superioridad del proletariado y le
alarmó el hecho de que si ellos, la burguesía, habían tardado más de
tres siglos en derrotar a las castas feudales e imponer su sistema
socioeconómico, a los obreros y campesinos les bastó casi la mitad,
para, después de la experiencia de la Comuna de París, barrerlos del
segundo país más grande del planeta, la Rusia zarista. La revolución
soviética de 1917 dio la voz de alarma, y desde entonces, comenzando con
la derrota de la revolución consejista de 1918 en Alemania, el sistema
capitalista no ha parado de experimentar nuevas formas de debilitar la
organización de la clase obrera. No solo reprimiendo a sangre y fuego, y
potenciando la proliferación y penetración social y sindical de grupos
reformistas y claudicadores, impidiendo con ello que las experiencias de
lucha revolucionaria de las masas obreras y campesinas aumentaran la
conciencia revolucionaria de clase. Sino también intentando dividir y
disgregar a los obreros más combativos de las principales ramas
productivas, en los que el taylorismo y el fordismo tuvieron mucho que
ver. Hoy día continúa con la deslocalización de las fábricas o con la
división de las mismas en pequeñas empresas disgregadas en polígonos o
barrios separados unos de otros por cientos de kilómetros. Y no ha sido
menos importante la planificación urbana de vaciar los barrios obreros y
populares históricos del centro de las grandes ciudades y sacarlos a
las periferias, a ciudades dormitorios muy separadas entre sí.
Las calles de San Petersburgo,
París, Barcelona o Madrid ya no se cortarán con barricadas defendidas
por obreras y obreros. El sistema se ha encargado de enviarlos fuera de
sus centros de poder y de diseminarlos para restarles fuerza. A lo sumo
dejará que marchas de columnas obreras dirigidos oportunistamente por
sindicatos vendidos lleguen al centro de las ciudades, se manifiesten y
los manden de vuelta a casa. O a lo sumo dejará durante un tiempo que
jóvenes de clase media, intelectuales, y otros sectores indignados y
preocupados por la falta de “democracia” ocupen las principales plazas
de las ciudades; hasta que la mayor organización, la radicalización y el
peligro de que la ideología proletaria penetrase en el movimiento y les
hicieron ver que el experimento “ciudadano” había terminado. El
espejismo de una auto-organización popular en el centro mismo del
enemigo se disipó con la represión pura y dura.
Se ha gritado mucho “el pueblo unido jamás será vencido”. Pero mejor sería decir “el pueblo trabajador organizado
y unido jamás será vencido”. Y mucho mejor sería empezar a hacerlo
buscando alternativas que avancen en esa dirección. La ocupación de las
fábricas es la solución. Hacer de los centros de trabajo cerrados,
abandonados o en vías de desaparición espacios de autogestión y
contra-poder obrero, zonas de asambleas permanentes que aumenten la
organización y el optimismo revolucionario. Son muchas las experiencias
que avalan el método. Solo falta el coraje de ponerlas en práctica y
hacer propaganda escrita y oral sobre la validez de las mismas.
Frente a la situación de haber
perdido el trabajo por cierre patronal como en el caso de Delphi en
Puerto Real, cuyos obreros han sido engañados con interminables cursos
de formación, promesas de recolocaciones y otras medidas disuasorias
para limar su capacidad de lucha, la toma y recuperación de la fábrica
fue y sigue siendo una verdadera alternativa. Frente a la situación de
los astilleros de la Bahía de Cádiz (Navantia), en permanente
disminución de sus plantillas, de las cargas de trabajo y de la amenaza
de reconversión y posible cierre de algún centro de trabajo, la toma
de las factorías es una alternativa que debe ser tenida en cuenta antes
de que la desmoralización y la disgregación de las plantillas más
combativas hagan mella en esos auténticos destacamentos obreros de
vanguardia a nivel andaluz.
Históricamente la toma y ocupación
de las fábricas, o huelgas de brazos caídos, nacieron como forma de
potenciar las huelgas reivindicativas. El proletariado aprendió que
estando encerrados en los tajos aumentaba su capacidad de unión,
organización y espíritu de lucha, eliminando igualmente la posible
contratación de esquiroles y asegurando que la producción se paraba y se
hacía un verdadero daño al patrón y al sistema capitalista en su
conjunto. En la gran crisis mundial de 1930, donde el desempleo fue tan
extendido y duradero, se hizo imposible cualquier huelga contra las
reducciones de salarios, porque después que los huelguistas abandonaban
los talleres éstos eran invadidos de inmediato por las masas de parados
con los que los patronos contaban para romper las huelgas. Así, el
rechazo a trabajar en peores condiciones debía combinarse,
necesariamente, con la permanencia en el lugar de trabajo mediante la
ocupación de la fábrica. Un ejemplo notorio de esta práctica fue la toma
de varias plantas de la General Motors de la localidad estadounidense
de Flint (estado de Michigan) entre diciembre de 1936 y febrero de 1937,
terminando con la victoria de los miles de obreros que terminaron
imponiendo sus reivindicaciones a la poderosa multinacional.
Sin embargo, con la ocupación de
las fábricas los trabajadores y trabajadoras demostraban algo más, que
su lucha entraba en una nueva fase pues tomaban conciencia de su
vinculación con su centro de producción. Pronto se convirtió en una
forma de demostrar que ese mismo proletariado podía convertirse en
verdaderos administradores y directores de las empresas ocupadas, y que
si podían realizar esta tarea también podrían dirigir y organizar a toda
la sociedad, sin depender de los burgueses y su inservible sistema
capitalista. En 1941, el marxista holandés Pannekoek escribía en su obra
“Los consejos obreros”: “Así, en la ocupación de las fábricas el
futuro proyecta su luz en la progresiva conciencia de que las fábricas
pertenecen a los trabajadores, de que junto con ellos constituyen una
armoniosa unidad, y de que la lucha por la libertad se librará en las
fábricas y por medio de ellas.” (3)
E. P. Thompson narra que en la
temprana fecha de 1819, obreros ingleses de una fábrica de tabaco, tras
11 meses de huelga, deciden prescindir de los patronos y producir por su
cuenta (4). Es evidente que la gran experiencia de la autogestión
obrera y del control de la producción por los propios “productores
asociados” comienza con la revolución bolchevique en 1917 y continuará
en los años sucesivos en las revoluciones frustradas de Alemania (1918) y
Hungría (1919), y en los consejos de fábrica del norte de Italia en el
llamado “bienio rojo” (1919-1920). Sin embargo, habría que esperar a
procesos revolucionarios en el este de Europa, ligados a partidos
socialistas y comunistas tras la derrota nazi-fascista, para asistir a
ocupaciones de fábricas con fines de recuperación y autogestión obrera,
como es el caso más claro de las experiencias en diversas fábricas
yugoslavas en los primeros tiempos del gobierno socialista de Tito,
recién acabada la II Guerra Mundial.
En la Europa capitalista
industrializada, podemos situarnos en la Francia posterior a las oleadas
del mayo de 1968 para asistir a nuevas y multitudinarias acciones de
ocupación obrera. En 1972 en Renault se desató el conflicto que llevó a
la toma de la fábrica de más de 14.000 obreros, donde el comité de base
–integrado por franceses e inmigrantes- impuso en varias secciones el
control obrero de los ritmos de trabajo, la rotación en los puestos y
forzó a los capataces a trabajar con los operarios. Ese mismo año, una
prolongada movilización obrera, con apoyo estudiantil y popular, impulsó
el control obrero de la fábrica de relojes LIP en Bensançon, con sus
consignas que se hicieron clásicas: «Es posible: fabricamos, vendemos, nos pagamos», «Los patrones despiden... despidamos a los patrones».
Sin embargo, esta forma de
movilización consciente del proletariado prendió con especial fuerza en
diversos países latinoamericanos, donde todavía continua marcando un
camino que en los estados europeos recién está empezando, como luego
apuntaremos.
Ocupaciones y control obrero de fábricas en Latinoamérica: el espejo donde mirarnos.
En la semana santa de 1952, una
insurrección de sectores populares y obreros armados, principalmente
mineros con fusiles y dinamita de explotaciones cercanas a La Paz y de
Oruro, derrotó en solo tres días al régimen militar del general
Ballivián, verdadero apéndice armado de la oligarquía minera. En los
años que duró esta revolución boliviana, de carácter popular y obrero,
al contrario de otras de posguerra donde el campesinado era el estamento
de vanguardia (como el caso de China o de Cuba años más tarde) ya se
impulsaron sistemas de autogestión de trabajadores en centros de
trabajo, ocupando principalmente numerosas minas.
Entre los años 1959 y 1963, los
valles peruanos andinos de La Convención y Lares fueron escenario de la
mayor revuelta campesina desde los tiempo de Tupac Amaru y foco de un
poderoso movimiento campesino indígena que se extendió por otras zonas
del país y donde los latifundios capitalistas, principalmente cafeteros,
fueron expropiados y reconquistados por cientos de miles de
arrendatarios comuneros y trabajadores agrícolas. Al calor de estas
movilizaciones y de la extensión de las guerrillas peruanas del MIR y
del ELN en los años posteriores, se gestó el triunfo del golpe de estado
del general Velasco Alvarado que formó el Gobierno Revolucionario de la
Fuerza armada de 1968, de carácter nacionalista, antiimperialista y
progresista que en los años que gobernó impulsó un régimen de
cooperativas y comunidades industriales, estimulando la participación
del trabajador en la gestión, utilidad y propiedad de las empresas.
En Argentina, aunque después
hablaremos de experiencias más actuales, hay que recordar que en 1964,
en el marco de una gigantesca huelga general se producen las ocupaciones
de fábricas más importantes en número y en calidad de participación
realizadas en estos años. Los investigadores Celia Cotarelo y Fabían
Fernández (5) estiman que entre mayo y junio de 1964 se ocuparon 4.398
empresas, dándose el caso de que en las mismas participaron
principalmente obreros fabriles de las principales industrias
(metalúrgicas y textiles, sobre todo) y en las grandes ciudades del
país, lo que le confirió un carácter proletario genuino y lo dotó de un
grado de disciplina y organización sin igual. Estas cifras concuerdan
con las aparecidas en la obra de Mandel antes citada (“alrededor de 3 millones de obreros ocuparon 4.000 empresas e iniciaron la organización de la producción por sí mismos”),
aunque las ocupaciones, acompañadas de toma de rehenes de empresarios,
técnicos o personal de seguridad, solo duraron varias horas y los
obreros no se resistieron a los desalojos policiales.
En Chile, bajo el Gobierno de la
Unidad Popular de Allende (1970-1973), a pesar de la oposición
institucional, más de 125 fábricas estaban manejadas por obreros,
organizados en Cordones industriales y Comandos Comunales, que aunaban
las ocupaciones de talleres e industrias y de tierras abandonadas por
latifundistas. Después de la derrota del “paro patronal” de octubre de
1972, en su Pliego del Pueblo, estas organizaciones de base
sentenciaban: “La experiencia de estos días ha demostrado que
los trabajadores no necesitan de los patrones para hacer funcionar la
economía. En sus desesperados intentos por paralizar al país, sólo han
conseguido mostrar su carácter parasitario... La conclusión es clara:
sobran los patrones”.
La primera experiencia de
recuperación de empresas en quiebra en Brasil fue en 1991, con la
fábrica de calzado Makerli que cerró sus puertas dejando en la calle a
482 trabajadores. En 1994 se funda la Asociación Nacional de Empresas
Autogestionadas (ANTEAG) para coordinar las diversas experiencias que
surgían a causa de la crisis de la industria. Actualmente existen 160
proyectos que la asociación propicia junto con algunos gobiernos
estatales y comunales, involucrando a unos 30 mil trabajadoras y
trabajadores brasileños. Los momentos más importantes tuvieron lugar
entre 2002 y 2005, cuando más de 35 fábricas fueron ocupadas y pasadas a
control obrero. A finales de 2002 tuvieron lugar grandes huelgas en la
zona industrial de Joinville (Estado de Santa Catarina), hasta que un
millar de obreros de las multinacionales CIPLA (materiales de
construcción) e INTERFIBRA (plásticos y vidrio) deciden tomar el control
de la producción y organizarse mediante asambleas y a través de los
consejos de fábrica. El mismo camino de ocupación y control obrero
siguieron un año más tarde los 64 trabajadores de la empresa de
contenedores plásticos industriales FLASKO, del barrio de Sumare. Dos
años más tarde, en 2005, la fábrica ocupaba tan sólo una cuarta parte de
los 14 mil metros cuadrados del total del terreno, pero la asamblea
popular, coordinada con los trabajadores, decidió ocupar y construir la
llamada “Vila Operaria”, un conjunto habitacional donde actualmente
viven más de 350 familias. Y más tarde en el 2007, la Flasko impulsó el
surgimiento del Centro de Memoria Operaria y Popular (CEMOP), el cual
funciona como un archivo que reúne documentos, videos y fotografías
sobre el movimiento de las fábricas recuperadas y realiza y apoya
diversos seminarios, simposios, etcétera. Esto da una idea del grado de
compromiso político que han adquirido las ocupaciones de fábricas en
Brasil, a pesar de los numerosos intentos de desalojos y la feroz
represión del movimiento.
En Argentina, el paso del
siglo XX al siglo XXI la sorprende con una crisis económica brutal e
insostenible que se había gestado desde 1991 con un proceso de
des-industrialización. Producto de dicha crisis es la enorme tasa de
desempleo y el alto porcentaje de personas pobres y sin viviendas. Son
miles las empresas y fábricas que cierran y se declaran en quiebra con
el despido de las plantillas. En este contexto es como se generalizan
las tomas de fábricas y las recuperaciones de empresas diversas
(incluidos hospitales, colegios, hoteles, etc.). Frente al abandono de
los capitalistas, el proletariado argentino se 'atrinchera' en su
territorio laboral: ocupan las plantas primero, resisten los desalojos
después -por medio de batallas legales y físicas- y por último gestionan
su producción. Con ello hacen suyos la consigna del Movimiento de los
Sin Tierra de Brasil: “Ocupar, resistir producir”. A las
legendarias ocupaciones de la empresa de cerámicos Zanón (en Neuquén),
cuando a finales de 2001 los 271 obreros deciden oponerse al despido
patronal y acampan en las afueras de la empresa para posteriormente
poner en funcionamiento cuatro hornos y dar comienzo a la producción
bajo control obrero, y de la textil Bruckman (en Balvanera, Buenos
Aires), cuyas 50 trabajadoras tomaron la empresa el 18 de diciembre de
2001 y posteriormente, ante la huida de los empresarios, controlaron la
producción, le siguieron la de cientos de fábricas recuperadas y
ocupadas más, otorgando al proletariado argentino una experiencia
reconocida en esta faceta de la lucha de clases.
Sin más dilación y para no abundar
en otros ejemplos (Uruguay, México o Colombia) debemos pasar al caso de
Venezuela, donde en las últimas décadas el movimiento obrero se ha
impulsado al calor de la Revolución Bolivariana. Las numerosas
ocupaciones y control obrero de las fábricas han sido apoyadas por el
gobierno, que ha terminado por nacionalizar a muchas de ellas. Entre los
patronos y los trabajadores, los dirigentes venezolanos han sabido
decantarse desde el principio. No es casualidad que en 2005 el
presidente Chávez proclamara en Brasil que no había nada que buscar
dentro del capitalismo y que el camino de la revolución era el
socialismo. Ese mismo año nacionalizó la papelera Venepal ocupada por
los trabajadores desde hacía tiempo, y meses después hizo lo propio con
la Constructora Nacional de Válvulas (llamada después Inveval), ocupada
también desde que en 2002 la plantilla quedara en la calle tras un
cierre patronal. Las pocas decenas de trabajadores son los que
impulsaron la creación del FRETECO (Frente Revolucionario de
Trabajadores de Empresas Cogestionadas y Ocupadas) para sacar la lucha a
la calle y organizar a otros trabajadores en situaciones similares
Tampoco por eso es casualidad que en Caracas se celebrara el I Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas, donde el propio Chávez hizo suya la consigna del encuentro: "fábrica cerrada, fábrica tomada".
Con más conciencia y fuerza que
en el caso de Argentina, el mensaje de la clase obrera venezolana para
los proletarios de todo el mundo es claro: los trabajadores sí pueden
dirigir y administrar las empresas, y si pueden realizar esta tarea
también pueden dirigir y organizar a toda la sociedad.
Los escasos ejemplos europeos
En el otoño del año 2007, las 124
trabajadoras y trabajadores de la fábrica de bicicletas “Strike Bike” en
Nordhausen, pequeña ciudad del este de Alemania, comenzaron la
ocupación y control de la producción tras el cierre patronal y despido
de la plantilla. Era un caso insólito en el panorama sindical de
Alemania en las últimas décadas.
La empresa francesa de televisores
“Philips” en Dreux ha sufrido un proceso de desaparición que puede ser
otro ejemplo paradigmático de lo que ha pasado y está pasando en otros
estados europeos en estos años de crisis galopante. De tener 7000
obreros en el año 2005 pasaron a tener casi doscientos en el año 2009 y
cuya única salida era esperar la subvención y el seguro de desempleo. A
principios de enero de 2010, los obreros decidieron poner la fábrica a
producir para demostrar, ante el plan de cierre de la patronal, que la
fábrica era productiva y podría seguir funcionando. Este intento de
control obrero solo duró diez días y tuvo que seguir fuera de la planta,
pero en marzo de 2010 consiguieron su objetivo de mantener los puestos
de trabajo.
Y más recientemente, en medio de
una crisis económica que no se le ve el final, el martes 12 de febrero
de 2013 fue el primer día oficial de producción bajo control obrero en
la fábrica de azulejos y materiales de construcción Viomijaniki
Metalleftiki (Industrial Minera) en Tesalónica, Grecia. En mayo de 2011
la Administración de esta filial de Filkeram-Johnson abandonó la empresa
dejando sin pagar a los trabajadores los sueldos de varios meses de
trabajo. En respuesta, los trabajadores de la fábrica se abstuvieron de
trabajar desde septiembre de 2011 hasta que en asamblea se decidió, casi
por unanimidad, el 25 de enero de 2013 la auto-gestión y el
funcionamiento de la fábrica por sus trabajadores, “sin patrones y otros
parásitos y mediadores” (6)
En mayo de 1973, los trabajadores de
la cadena de montaje de la fábrica de maquinaria agrícola John Deere en
la ciudad alemana de Mannheim iniciaron con su huelga uno de los ciclos
de lucha (principalmente en la industria del metal) más memorable de la
historia proletaria en Alemania, según cuentan Roth y Ebbinghaus (7).
Para estos autores, tras las lecciones extraídas de la oleada de huelgas
de obreros y obreras alemanes, “la fábrica se ha convertido hoy en
una fortaleza empresarial llena de armas que aplastan las necesidades de
los trabajadores. La respuesta solo puede ser convertir la fábrica en
una fortaleza, en un punto de partida desde el cual los trabajadores
cortocircuiten la maquinaria socializada del sistema” (op. cit, pág.
368).
O como decía un representante obrero de
la empresa venezolana de artes gráficas Asertia, filial de la española
Indra, primero ocupada y después nacionalizada por el gobierno
bolivariano: “Cuando vemos estos escenarios, ves
un ejemplo de cómo es el sistema capitalista en el país, de cómo
destruye a la sociedad, de cómo juega con el salario, con la estabilidad
laboral de los trabajadores en el país. Este sistema capitalista se
tiene que acabar de una vez por todas. Y ¿Cómo se tiene que acabar?
Pues con el apoderamiento de todo el sector obrero del país sobre las
fábricas, porque debe existir el control obrero en toda fábrica y medio
de producción, no puede seguir sucediendo que los capitalistas se llenen
los bolsillos sacando el dinero fuera del país a través de las
trasnacionales (8).
Ellos cierran las fábricas, nosotros abrimos.
Ellos roban las tierras y nosotros las ocupamos.
Ellos hacen las guerras y destruyen naciones, nosotros defendemos la paz y la integración soberana de los pueblos.
Ellos dividen, nosotros unimos.
Porque somos la clase trabajadora,
Porque somos el presente y el futuro de la humanidad.
(Declaración del I Encuentro
Latinoamericano de empresas recuperadas por los trabajadores y
trabajadoras, Caracas, Venezuela, Octubre de 2005) (9)
NOTAS
1: “Naturalmente, la condición
fundamental de este éxito fue que la clase obrera, cuyos mejores
elementos crearon la socialdemocracia, se diferencia en virtud de causas
económicas objetivas, de todas las demás clases de la sociedad
capitalista por su mayor capacidad de organización. Sin esta condición,
la organización de revolucionarios profesionales sería un juego, una
aventura. . .” (VI. Lenin. Obras completas. Ed. Cartago, Buenos Aires,
1960; t. XIII, p. 97.)
2: Publicado el 16 (3) de mayo de 1917 como anejo al núm. 13 del periódico "Soldátskaya Pravda". T. ül, págs. 454–457.
3.- Anton Pannekoek. Los Consejos obreros. Ámsterdam, 1941-42. http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/pannekoek/caratula.html
4.- Citado en el prefacio de la obra de
E. Mandel “Control obrero, consejos obreros, autogestión, antología”,
Editorial la Ciudad del Futuro, Buenos Aires, 1973.
5.- María Celia Cotarelo y Fabián Fernández. “La toma de fábricas. Argentina, 1964”. En: http://www.razonyrevolucion.org/textos/revryr/prodetrab/ryr3Cotarelo.pdf
6.- “En el corazón de la crisis, los
obreros de Viomijanikí Metaleftikí (Industrial Minera) atacan el corazón
de la explotación y de la propiedad”: Comunicado de Iniciativa Abierta de Solidaridad y Apoyo a la Lucha de los Trabajadores de Viomijanikí Metaleftikí. En: http://verba-volant.info/es/comienza-a-funcionar-la-fabrica-autogestionada-de-viomijaniki-metaleftiki-industrial-minera/
7.- KH Roth y Angelika Ebbinghaus. El
“otro” movimiento obrero y la represión capitalista en Alemania
(1880-1973). Ed. Traficantes de sueños, Madrid, 2011.
8.- Entrevista a trabajadores de la fábrica ocupada ASERTIA GC. Jueves 20 de Diciembre de 2012. Disponible en: http://www.luchadeclases.org.ve/lucha-obrera-leftmenu-166/7273-entrevista-asertia
9.- Lia Tiriba. Reflexiones sobre
fábricas ocupadas y recuperadas por los trabajadores. Revista OSERA
(Observatorio Social sobre Empresas Recuperadas y Autogestionadas) nº 6,
1º Semestre de 2012, Buenos Aires-Argentina. Disponible en: http://webiigg.sociales.uba.ar/empresasrecuperadas/PDF/PDF_06/Tiriba_revisado_.pdf
** Una referencia obligada debe ser la
lectura y discusión del exhaustivo trabajo de Iñaki Gil de San Vicente,
donde se encontrará una impresionante y diversa bibliografía:
“Cooperativismo obrero, consejismo y
autogestión socialista. Algunas lecciones para Euskal Herria”. Iñaki Gil
de San Vicente (2002). Disponible en: http://www.rebelion.org/docs/121970.pdf
Documentales sobre la ocupación de fábricas:
1.- La hora de los hornos (Argentina- Getino/Solanas, 1969- 260 minutos)
2.- La toma (Argentina, A. Lewis y Naomi Klein, 2004-87 minutos), en: http://www.youtube.com/watch?v=bpRjxJH6qQc
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