¿ LA TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA ? .- VIII
12
Viernes
ago 2011
” A este cortijo llegó un día
el viejo MAURA. El dueño de la finca se jactaba de tener las mejores
instalaciones del país. Aquí duermen los puercos, aqui las puercas –
decía el terrateniente -. Todo estaba limpio, claro, reluciente. Y
llegaron a una cuadra inmunda, alfombrada de paja y sacos viejos. ¿ Qué
es esto ” – preguntó Don Antonio MAURA -. Este es el lugar donde duermen
los gañanes ...
– le respondió el dueño de la finca -. Y entonces MAURA le
avisó, a modo de consejo: Pues… procure usted que no despierten”.
(Alfonso R. CASTELAO, en su obra Siempre Galicia escrita desde su destierro en Badajoz, el año 1.935 )
Tal y como ha quedado escrito en algunos capítulos de mi serie “A PROPOSITO DE LA MEMORIA HISTORICA”, uno de los problemas fundamentales y de mayor urgencia que tenía que afrontar la II REPUBLICA tras el 14 de abril de 1.931 era el de la Reforma Agraria, entre otras cuestiones, porque España, siendo un país esencialmente agrícola era, sin embargo, el único país europeo que, en pleno siglo XX, continuaba conservando unas estructuras totalmente arcaicas y unas características de propiedad casi feudales, que además de absurdas eran totalmente contrarias al interés general de la nación española. Pero, para buscar el origen de este mal tendríamos que remontarnos a la época conocida con el nombre de Reconquista donde, unos españoles habían despojado a otros de sus propiedades, constituyendo inmensos dominios, o se habían beneficiado de las larguezas o “mercedes” con que un bastardo real premiara su complicidad en un fraticidio. Fue de esa manera como la Iglesia, las órdenes militares y la aristocracia acumularon sus enormes dominios que, como bienes de “mano muerta” o “mayorazgos”, se fueron trasmitiendo e incrementando durante siglos, de tal manera que, según un informe del Instituto de Reformas Sociales del año 1.930, de los 50 millones de hectáreas que poseía el suelo español, cuatro estaban improductivas; 19,3 se labraban para la agricultura; había cerca de tres ocupadas por caserio y vias de comunicación, y quedaban destinadas a montes y pastos naturales 24 millones, de las cuales una parte considerable podía ser metida en labor.
Para comprender el alcance de las cifras expuestas, bastará con decir que una familia campesina podía vivir muy bien cultivando cereales entre 20 y 25 hectáreas, según se tratase de viñedos ( ocho a diez hectáreas) o de huerta ( una o dos). Sin embargo, toda la tierra estaba en manos de muy pocas manos, dándose el caso concreto de que en la provincia de Badajoz, a la que me referiré en el capítulo, entre SIETE propietarios reunían 23.500 hectáreas.
Las consecuencias que se derivaban de aquella situación eran de lo más lamentable, con jornadas agotadoras desde cuando apuntaba el alba hasta el crepúsculo por unos salarios de miseria, entre las 1,50 pesetas diarias en Salamanca hasta las 2,25 de Extremadura, las 3,75 de Granada o las 5 de Asturias, Cataluña y Levante, mucho más mermados si tenemos en cuenta que el campesino español no trabajaba más de 180 días al año, sin recibir ningún subsidio en los meses del paro. Es decir, España era un país de hambrientos que contaba con un diez por ciento de tuberculosos, donde se morían anualmente 500.000 niños a consecuencia de la insuficiente y mala alimentación, siendo la media de vida la más baja de Europa, hasta el punto de que sería un sacerdote, Juan Garcia Morales, quien en el mes de agosto de 1.934 dejaría escrito en EL HERALDO DE MADRID: ”
El ejército de hambrientos de España no pide que se les haga caridad.
Pide que se le haga justicia. De lo que tiene necesidad es de vivir
decentemente, humanamente. El paro obrero no se resuelve con limosnas…
Tratar, en el siglo XX, el problema de la miseria humana como lo hizo
San Vicente en el siglo XVII, nos parece una aberración y hacer de
España un inmenso hospicio de pobres una provocación.”
Y, tal como si hubiesen escuchado aquella conversación entre Antonio Maura y el terrateniente de turno, cerca de 80.000 campesinos extremeños sin tierra despertaban en la madrugada del día 25 de marzo de 1.936 al grito de ¡ VIVA LA REPUBLICA ! para invadir, de forma pacífica y sin incidente alguno con propietarios o fuerzas del orden, más de TRES MIL fincas que sumaban unas 250.000 hectáreas de terreno repartidas por toda la región, produciendo la mayor de todas las movilizaciones realizadas a lo largo de la historia.
Aquella movilización, organizada y alentada por la Federación Española de la Tierra de U.G.T. un mes después de que el Frente Popular ganara limpiamente las elecciones, significaba muy claramente que los campesinos extremeños, cansados de esperar por la tanta veces prometida como frenada Ley de Reforma Agraria, trataba de consolidar por la via de los hechos consumados lo que por otras formas legalistas no se podía conseguir: mitigar
la dureza imperante en las relaciones sociales y hacer frente de forma
taxativa a los continuos incumplimientos de la legislación laboral por parte de los terratenientes que, empeñados en boicotear las medidas reformistas que el gobierno de la República iba aprobando no dudaban en sabotearlo desde sus inicios, siempre apoyados por la iglesia y la fuerza de las armas, con actitudes desafiantes y repitiendo aquella frase tan famosa de ¡
COMED REPUBLICA ! a la hora de dirigirse a los campesinos que todos los
días acudían a solicitar trabajo en las plazas de los pueblos.
Sin embargo, aquellas pacíficas ocupaciones de tierras tuvieron la respuesta a sangre y fuego unos meses más tarde, cuando el paso de la denominada columna de la muerte al mando del falangista YAGUE sembró de terror y desolación sus pueblos, tal y como ha quedado escrito en otro capítulo de mi serie: “BADAJOZ, CIUDAD DE LOS HORRORES”. Nadie puede olvidar que la Guerra Incivil española había estallado para que la clase poseedora de España, esto es la Iglesia, el Ejército y la Aristocracia, propietarios de la tierra, de las fábricas y de los bancos, pudiera seguir conservando sus posesiones y privilegios. Han sido varias las interpretaciones que se han dado sobre las causas de nuestra guerra incivil de 1.936 a 1.939, desde la crisis económica que impidió a nuestro país estar en los momentos claves a la altura de los demás paises europeos hasta la siempre conflictiva integración en su ámbito común de las llamadas ficticiamente nacionalidades históricas , pasando por las inacabables crisis políticas o la lucha entre laicismo y clericalismo, pero, de todas, existe otra que no siempre se le ha dado la verdadera importancia y dimensión que merece a la hora de explicar las verdaderas causas de nuestra guerra incivil, como es la CUESTION AGRARIA. Y, si alguna región española encarna históricamente la mayor parte de los problemas políticos, económicos y sociales aludidos, esa era la región extremeña, y más concretamente BADAJOZ.
Es en ese tristísimo y sangriento contexto donde el franquismo fue siempre consciente de lo que había representado Extremadura en aquel trance histórico, igual que fue siempre consciente de los criminales métodos empleados en Badajoz para extirpar de cuajo con el problema y con la resistencia popular que encontró, la cual, junto con Asturias, posiblemente haya sido donde se ha ejercido la mayor represión franquista de todo el estado español. Es ahí precisamente donde hay que buscar las causas reales del permanente desprecio que siempre mostró el régimen fascista de Franco hasta borrar el nombre de Extremadura en los mapas -
en Asturias no pudo hacerlo porqué había carbón, y este era
fundamental para sacar al pueblo español de la miseria y la hambruna que
él mismo había generado con su “glorioso alzamiento” - para convertirla en una especie de colonia interior proveedora de materias primas y mano de obra barata.
Que en España era y sigue siendo necesario acometer una Reforma Agraria, es una afirmación que puede hacerse con la completa seguridad de que en ella coinciden cuantos conozcan la realidad del agro español, sean cuales fueren o sigan siendo sus tendencias sociales y políticas, entre otras cuestiones, porque España era el único país de Europa en que pervivían y siguen perviviendo los latifundios, y era más que necesario hacer desaparecer ese tipo de propiedades en una sola mano, para que un país como España, agrícola por excelencia, pueda seguir llamándoselo, pues ese régimen de propiedad robada y absentista no significa más que un muro de contención a cualquier progreso.
Además, no es verdad que el gobierno republicano estuviera conformado por extremistas de izquierda cuando los generales militares, en alianza con Hitler y Mussolini, provocaron la sangrienta y ruinosa guerra incivil con el pretexto de limpiar a un gobierno “comunista”, tal y como afirmaba la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, ni mucho menos que fuera un gobierno “matacuras”, porque ello no responde más que a una estúpida justificación propagandística del fascismo. La verdad histórica prueba fehacientemente que no existió esa persecución asesina y que todas las actividades religiosas pudieron practicarse con plena y absoluta libertad, tal y como llegaría a confirmar el jurista y político democristiano español formado en el liberalismo organicista católico y ministro de Fomento con Alfonso XIII, Angel Ossorio y Gallardo:“Yo
que soy un católico ferviente, y de ninguna manera partidario del
Estado laico y de la enseñanza laica, creo tener una autoridad moral
suficiente para ser creído cuando afirmo que la República española ha
respetado siempre la libertad de conciencia .” En cualquier caso, aprovechando la visita a nuestro país del Papa exmilitante de las juventudes hitlerianas RATZINGER, elaboraremos un capítulo específico sobre las tropelias de la Iglesia en España…
La cruda realidad fue que aquel maldito 18 de julio de 1.936 había cogido a los campesinos trabajando, en plena cosecha. No obstante es muy importante resaltar que los preparativos para el golpe militar y las criminales actuaciones de los pistoleros de Falange, no habían comenzado tras la gran invasión de fincas en la madrugada del 25 de marzo de 1.936, sino mucho, muchísimo antes, casi desde el mismo día de proclamarse la República en 1.931. Concretamente, sólo a modo de ejemplo, en el mes de junio de 1.935 los falangistas habían asesinado en DON BENITO al diputado socialista Pedro Rubio Heredia, actuando como abogado defensor del principal acusado, Alfonso Expósito, el mismísimo jefe de la FET y las JONS, José Antonio PRIMO DE RIVERA, celebrándose en las mismas fechas el gran mitin fascista en la misma ciudad de DON BENITO – capital del falangismo extremeño - con la intervención, entre otros, de Raimundo Fernández Cuesta, Julio Ruiz de Alda y el propio José Antonio, significando aquel acto el inicio de una escalada desenfrenada de asesinatos, pueblo por pueblo y casa por casa… Sin embargo, son las propias fuentes de Falange que, por cierto, ni siquiera habían sacado votos para un sólo diputado en las elecciones de febrero, las que nos dicen que en Badajoz no murió violentamente ni un sólo falangista entre febrero y julio de 1.936.
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