La vigencia de la polémica entre el Che y Bettelheim sobre el socialismo- Cristian Guillén
ene 31st, 2013 | By Boltxe kolektiboa | Category: Sozialismoa
La polémica entre el Che y Bettelheim, que se dio a principios de
los años 1960 y que originó el artículo elaborado por el Che ‘La
planificación socialista, su significado’ (Junio 1964), es de gran
relevancia en los momentos actuales donde, por un lado, se plantea la
obsolescencia de la teoría desarrollada por Marx y por otro, el
surgimiento de nuevos pensamientos posmarxistas que tratan de desvirtuar
los planteamientos centrales de Marx para establecer alternativas que
no rompen a nivel esencial con el capitalismo.
El Che cuestiona la concepción de Bettelheim sobre el socialismo
basado en el primado de las fuerzas productivas, donde la contradicción
principal que generaría el cambio es la que se daría entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales y no la lucha entre el capital y
el trabajo. Para el Che, en contraposición con Bettelheim, habría que
“buscar en las relaciones de producción de Cuba los motores internos que
han provocado la revolución actual”. El Che pone en tela de juicio
igualmente el darle a la estructura jurídica una existencia propia, con
el fin de promover la idea que la propiedad estatal puede ser
considerada como socialista sin tomar en cuenta el carácter de las
relaciones sociales que se dan en su seno.
A nivel fenoménico pueden aparecer contradictorios los planteamientos
de Bettelheim con respecto a los dos aspectos centrales referentes a
la denominada “transición al socialismo” y que son: el primado de
fuerzas productivas; y la “autonomía” de la estructura jurídica, que
formaría parte de superestructura.
Sin embargo, ambos elementos están
articulados por la lógica positivista que trata en el fondo de mantener
la esencia de las relaciones capitalistas, que es el trabajo alienado.
Lo expuesto se sustenta en que si bien la idea central de Bettelheim
fue la concepción economicista del desarrollo de las fuerzas
productivas como factor decisivo para el “cambio”, es preciso para
lograrlo no modificar la organización social de las unidades
productivas y del Estado, en tanto las fuerzas productivas que se
fomentan son las capitalistas y, por ende, requieren una estructura
organizacional igualmente capitalista.
La explicación a nivel esencial de lo señalado es que la supuesta
contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales no
se dan primero, porque las fuerzas productivas no son neutras y
segundo, porque en un proceso de reproducción dinámico, las fuerzas
productivas son expresión de relaciones sociales pasadas. De lo anterior
se deduce que podrán existir ciertos conflictos producto de desajustes
entre las relaciones sociales cristalizadas (fuerzas productivas) y
las presentes (que serían motivo para promover la innovación) pero de
ninguna manera pondría en juego las relaciones sociales predominantes,
es decir las capitalistas.
Es por todo lo señalado que la estatización en la ex Unión soviética
no modificó a nivel esencial las relaciones sociales. En el seno de las
empresas y del Estado, se mantuvo y promovió el taylorismo (que se
desarrolló a principios del siglo XX para promover las relaciones de
producción capitalistas en Estados Unidos y también en Europa), en tanto
se concibió en la ex Unión soviética como una forma científica de la
organización del trabajo, y por tanto neutra. Para fomentar esta
modalidad de trabajo, se creó en la ex Unión soviética el Instituto
central de trabajo (ICT) y se denominó a la organización del trabajo
NOT.
El taylorismo promovió en el Estado y en las unidades de producción
la disociación entre trabajo manual e intelectual, la jerarquización, el
fraccionamiento dentro del proceso de trabajo que fomentó el trabajo
individual, en lugar del trabajo colectivo y cooperante. Esta modalidad
individualizada de trabajo condujo a promover la productividad, es
decir el incremento de las fuerzas productivas mediante el pago por
pieza, que en el fondo lleva a una competición entre los trabajadores
en lugar de crear solidaridad entre ellos. Esta forma de organizar el
trabajo hizo por un lado que se mantengan como categorías de mercancía
los salarios, los precios y las ganancias, por más que “desde arriba”
se tratara de regular administrativamente estas categorías de
mercancía. Debido a lo anterior, se colocaron los mayores recursos en
las empresas más “eficientes” y rentables por encima de las necesidades
más sentidas de la población.
El Che Guevara se opuso a mantener las categorías de mercancía en el
socialismo promovidas por una concepción economicista de éste y
preconizaba para eliminarlas la creación de “relaciones nuevas entre los
hombres” tendientes a promover un hombre nuevo donde los incentivos
morales primarían sobre los materiales. El hombre nuevo del Che también
fue vislumbrado por Marx en sus “Manuscritos Económicos y Filosóficos”
de 1844 donde planteaba como tarea central para crear un nuevo hombre
la eliminación del trabajo alienado en el capitalismo, el cual ve al
ser humano como una cosa, como un simple factor de producción que es
ajeno a la forma en que produce y a lo que elabora. Igualmente para
promover el trabajo colectivo y creativo, es necesario que se vaya
contra la visión individualizada de las empresas y la concepción
mercantil de concebir las relaciones entre el campo y la ciudad. El
socialismo real nunca trató de eliminar lo anterior, promoviendo el
trabajo alienado en su versión burocratizada. Es decir que nunca buscó
transformar a nivel esencial las relaciones sociales capitalistas, por
lo que no fue una casualidad que se desplomara el supuesto socialismo
real.
Los planteamientos errados de Bettelheim, que lúcidamente el Che
criticó pese a que eran difíciles de percibir con la claridad que se ven
ahora por la primacía del pensamiento estalinista en ese entonces,
fueron posteriormente revisados por Bettelheim. En el primer volumen de
su libro ‘Les luttes de clases en URSS’ (1974. P.13), señala que el
principal obstáculo para el desarrollo socialista ya no se encuentra en
el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas sino en la naturaleza
de las relaciones sociales dominantes. Para este nuevo Bettelheim, el
desarrollo de las fuerzas productivas no pueden jamás por sí solas
hacer desaparecer las formas capitalistas de la división del trabajo ni
las otras relaciones sociales burguesas.
Lo antes señalado lo refuerza en el segundo volumen de su libro ‘Les
luttes de classes en URSS’ (1977. P.29) al postular que la
contradicción fundamental es la que opone en la transición al
proletariado con la burguesía, que se manifiesta en la oposición entre
la clase obrera y los dirigentes de empresa estatales y privados, es
decir que la forma de propiedad estatal no elimina la lucha de clases
como suponía en sus planteamientos de 1960.
La visión del Che, el análisis crítico de los errores y la posterior
rectificación de Bettelheim deben ser tenidas muy en cuenta en el
proceso complejo de construir una teoría emancipadora que tienda a
rechazar la concepción positivista de ver la transformación sustentada
en el desarrollo de las fuerzas productivas que promueven el
estalinismo, el neoestalinismo y el posmarxismo bajo sus distintas
formas.
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