Un libro salvado del mar: "El pensamiento económico del Che", de Carlos Tablada
Celia Hart, la más hermosa, la elegida: "Pues el Che que marchó a
Bolivia fue el mismo que trabajó en el Ministerio de Industria, porque
su pensamiento es uno solo.
Porque la construcción del socialismo
implica la revolución mundial. No existe otra vía."
“Y poderte decir lo que aquí no he
podido decirte Hablar como un árbol, con mi sombra hacia ti Como un
libro salvado del mar Como un muerto que aprende a besar Para ti, para
ti
” Silvio Rodríguez
En Glosas al pensamiento de José Martí, Julio Antonio Mella, el más intenso de todos los cubanos, señaló:
Hace mucho tiempo que llevo en el
pensamiento un libro sobre José Martí, libro que anhelaría poner en
letras de imprenta. Bien lejos de todo patriotismo, cuando hablo de José
Martí siento la misma emoción, el mismo temor que se siente ante las
cosas sobrenaturales.
Este libro, según mi ver, está aún por escribirse.
Por fortuna el Che no ha corrido la
misma suerte. El libro de Carlos Tablada es al menos uno de aquellos
libros que debió ser escrito, que nos hacen sentir al Che en combate,
pertinaz y útil, lejos de todo el ecumenismo y la retórica con que en
más de una ocasión, más bien en muchas ocasiones, nos quieren ofrecer al
Che. Estamos frente a uno de esos libros en los cuales no habla el
autor, sino el alma del protagonista.
Mi relación con estas letras es algo
peculiar. Me lo he leído ahora recientemente. De tal suerte que para mí
este libro está recién sacado del horno de la historia.
Se escribió
ayer. Me siento cuajada de asombro y felicidad, pues es un libro que
utiliza las categorías económicas con el sólo pretexto de presentarnos a
una criatura con la dosis más elevada de coherencia y compromiso frente
al más noble de los empeños humanos: la revolución.
Entonces permítanme narrarle una primera experiencia personal.
En 1986, después de haber estado por
tres años en la Alemania del Este estudiando Física, llegué a La Habana
sin aceptar el socialismo. La ex-RDA era sin embargo un ejemplo del
“bien” vivir. El sistema era satisfactorio para los más exigentes. Los
beneficios materiales de aquella sociedad eran excelentes. El
transporte, el poder adquisitivo, el sistema de salud, la educación. Sin
embargo, pocos eran los jóvenes que no vieran en la vecina RFA motivos
para tratar de emigrar, chocolates más sabrosos, jabones más olorosos...
Se extendió una máxima que decía que mientras más cosas y mejores, más
socialismo.
Luego me enteré que era esa una máxima de Stalin cuando
decía que la URSS era superior al capitalismo porque producía más acero.
Como justamente el Che señaló, aquel
sistema estaba “fuera del hombre”. El 5 de diciembre de 1964 afirmó: Y
por ejemplo, aquella cosa tan interesante, yo no sé si ustedes siguen
bien la política internacional, pero aquella cosa tan interesante que el
compañero Jruschov había dicho en Yugoslavia, que incluso mandó a gente
a estudiar y qué sé yo. Pues eso que él vio en Yugoslavia y que le
pareció tan interesante en Estados Unidos está mucho más desarrollado
porque es capitalista. (...) En Checoslovaquia y en Alemania ya se
empieza a estudiar también el sistema yugoslavo para aplicarlo.
Para diseñar un sistema tal, lo supe
después, el dinero y sus categorías eran lo más oportuno. No se
precisaba una nueva manera de relaciones humanas para producir. Y ese
sistema, que no precisaba del hombre, se creó mucho antes, desde que
Colón decidió que la Tierra era un globo (la globalización por cierto
viene desde entonces).
Decidí en aquel verano revelador de 1986
que no sería partidaria de una sociedad semejante. Eso era para mí el
socialismo... Era supuestamente, como me dijeron muchos valiosos
compañeros al marcharme a Europa “que viajaría en la máquina del
tiempo”, que Cuba dentro de unos 30 años sería una República Democrática
Alemana tropical.
Además de todo esto estudié Física. La
Física entre otras ventajas te obliga al menos a una lógica elemental y
al uso ineludible de la estadística. Era lo mismo, con más o menos
cantidad de jabones y chocolates lo que sucedía en todos los países
socialistas que tuve oportunidad de visitar.
Si para allí iría la sensible tierra de
Martí y por aquel patético estado vegetativo no se había quitado Fidel
jamás su traje de guerrilla, a mí por lo pronto, que me sacaran de la
lista. La falta de compromiso, la “alienación” de la juventud, el
fetichismo por los bienes del enigmático Occidente eran el objetivo a
alcanzar. Entonces más me valía la pena volver a la Revolución francesa y
a las ideas de Rousseau, y sentir que el Octubre de 1917, fue un
episodio menor y mal calculado.
No estoy exagerando. Pertenezco a una
generación de cubanos que se hizo joven dentro de la mayor apología al
socialismo real (por llamarlo así). La apología llegaría al límite de
mandar a decenas de miles de jóvenes a terminar su formación académica
en aquellas sociedades socialistas y hacerles ver que aquello sería el
futuro de la patria.
Pertenezco precisamente a esa generación
nacida en la década de los emblemáticos sesenta dentro de la Revolución
cubana y que tuvo que decidir en los noventa, al cumplir 30 años,
hacerse militante de un partido comunista, cuando decenas de millones de
camaradas en otras latitudes hacían precisamente lo contrario.
Somos de la generación que creyó ver en
un primer inicio que la perestroika, la glasnot, y todas esas tristes
apariciones significaban la lucha contra las sociedades burocratizadas
de la Europa del Este.
Aquel sueño se desvaneció y en medio de las
mayores penalidades económicas de una isla lanzada a su suerte, muchos
de nosotros pensamos que el mundo se dividía entre las leyes del mercado
o en aquella cárcel ideológica y dogmática que luego supe llamarla
estalinismo. Fue una de las peores tempestades éticas en la historia del
hombre.
No terminaré de agradecerle a mi padre
que me diera dos viejos libros que relataban los avatares del
bolchevismo traicionado. ¡Qué falta me hubiese hecho el libro de Tablada
en aquel entonces!
Justo antes de la muerte total, como si
se tratase del llamado “veranillo de otoño” de los moribundos aparece el
libro de Tablada, escoltado por el “proceso de rectificación de errores
y tendencias negativas”, no de Cuba, sino de la práctica socialista
mundial. Mas eso no lo supe hasta hace muy poco.
Porque en aquella desesperación juvenil
no tuve quizás la grandeza de alma o la pericia para saber que en ese
mismo año, en uno de los discursos más luminosos y necesarios de Fidel
Castro se estaba decidiendo la suerte del socialismo. Como un último
grito el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”
estaba dando la última luz de esperanza a la práctica de la hazaña de
Lenin.
Porque no es verdad que en Cuba se empezó a fabricar un
socialismo “a la cubana”. Si de algo carece el socialismo, si algo lo
distingue de manera cualitativa de todos los sistemas anteriores, es no
contenerse en fronteras. “Nuestro socialismo”, como a veces he
escuchado, es una gran paradoja, pues el socialismo nació para ser
internacional. Ese proceso que se hizo en la ligera isla de Cuba, fue el
único proceso sincero de rectificación para el socialismo del siglo xx.
Un “libreto” de aquel hermoso episodio,
por salvar la práctica socialista, fue el libro de Carlos Tablada, el
cual después de muchas vicisitudes para su publicación había sido
distinguido con el premio Casa de las Américas 1987.
En nombre de esa generación
ideológicamente desesperada, aturdida por el estalinismo, confundida con
la perestroika es que le agradezco formalmente a Carlos Tablada que
haya salvado este libro del mar.
Sí, porque lo que hizo Tablada fue
salvar estas letras de la tempestad, poseído por el fantasma del
Guerrillero Heroico, que quiso dejar sentado precisamente en aquel
momento, preámbulo del desastre del socialismo, que las ideas de Marx
eran viables, que la Revolución de Octubre pudo triunfar, pero que
aquella revolución fue traicionada.
Porque a pesar de ser un libro de
categorías económicas, es un libro ideológico, de combate, es libro que
tal vez debió publicarse mucho antes, allá cuando “fuimos” vencidos por
el cálculo económico y pensábamos, como mis colegas alemanes, que la
sociedad socialista era producir mejores jabones.
Porque aún se sigue
difamando al Che, incluso entre camaradas.
Por un ala, muchos militantes aluden a
él como un ejemplo de foquista valiente, que no conocía los “métodos”
leninistas de lucha y que su pensamiento económico en el período de
transición se reducía a “exagerar” los valores morales. Lo sentencian a
ser un gran revolucionario, pero incapaz de entender la realidad social a
la que se orillaba, que en el mejor de los casos había cursado un
escuálido ABC de teoría marxista, y que supeditaba la transición al
socialismo al “trabajo voluntario”.
Aprovecho el espacio para referirme
tangencialmente a esto, pues es motivo de dolor profundo que militantes
del mundo no logren aún asumir al Che como un creador más del marxismo:
¿De dónde se extrajo la palabra foquismo? Dice Néstor Kohan en el libro
Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible que puede ser a partir de un
ensayo antológico del converso francés Régis Debray.
Pero, no está mal la palabra, aunque
estoy segura que muchos no han perseguido el origen último de la misma.
La definición más seria que puedo encontrar de “foco” es la geométrica.
Los focos son los que en último caso definen los puntos del plano que
constituyen una elipse. La elipse es una figura de trascendental
importancia para nuestra existencia.
Baste recordar acá la Primera Ley
de Johannes Kepler, el brillante astrónomo alemán del siglo xvii. “Los
planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas en las que el Sol
ocupa uno de los focos de la elipse”. ¡Muy bien! Si es así el “foco” del
Che Guevara, es nada más y nada menos que el equivalente al Sol gracias
al cual giramos llenos de luz y calor elípticamente.
Y los de la esquina opuesta, sin tan
siquiera levantar la voz ante tanta mentira, o al menos ignorancia, le
compran una cómoda corona de espinas y lo inscriben en el Congreso de la
Historia en la frase sacada de contexto “soñar lo imposible” sin
mencionar los verbos hacer y luchar. Estos son los nuevos reformistas,
con cierto barniz de revolucionarios, a los que todo les molesta,
partidos, historias, compromisos.
Y es imperdonable. El Che fue el hombre
en esta Tierra que más cerca estuvo de ser verdaderamente práctico. No
sé si habrá soñado lo imposible en alguna noche de estío. Lo que sí creó
fue un sistema de ideas económicas, éticas y políticas que dudo que
algún político haya podido hacer más pertinente con la realidad de su
tiempo y lugar.
Sin tener yo conocimiento de economía,
el libro de Tablada me hace entender a la perfección la contundencia de
las aportaciones del Che. El sistema socialista no sólo se deberá
definir por el destino social de los bienes, sino de qué forma se
obtienen, cuales relaciones sociales establecen los hombres en el
instante de la producción. Aunque esto es marxismo elemental, no es
comprendido en todo su alcance.
La Nueva Política Económica (NEP) de
Lenin, en este sentido, fue mucho más que un paso atrás, según mi ver,
es prácticamente medio sendero atrás, de donde difícilmente se hubiese
logrado regresar.
Deseo proponerles un modelo sencillo:
Vamos a imaginarnos que un Convento de
Monjas haya caído en desgracia económica. Y entonces la Superiora
convoca a las novicias más hermosas a que se prostituyan para obtener
dinero. ¡Eso sí! El dinero proveniente de tal actuación, lo que sin
dudas y por esencia las futuras esposas de Cristo llamarían como el
Diablo, actuación por lo cual precisamente ingresaron en el Convento,
sería utilizado de manera honrada en la restauración de la capilla, en
comprar mejores vestuarios a los santos, en propina para los pobres,
etc. Las novicias entonces estarán usando lo que odian por sus propios
principios para salvar lo que aman. ¿Terminarán estas como vulgares
rameras o como monjas salvadoras del Convento?
Si usamos las leyes del mercado para
construir una sociedad cuyo objetivo es negarlas, ¿cuál será la sociedad
que estamos construyendo? El socialismo tiene que ser renovador, no
sólo en la forma de distribuir las riquezas, debe ser más que nada, un
sistema diferente para poder obtenerlas. Una nueva forma de
relacionarnos durante el proceso productivo.
De esa verdad se dio cuenta el Che. Es
lo que nos narra este revolucionario, apasionado y locuaz Ernesto
Guevara a través de la tinta jugosa de Carlos Tablada.
Pues ¿dónde se dijo que para producir el
hombre se desprende de su subjetividad, su nobleza, su altruismo, antes
de entrar a la fábrica? El hombre tiene estómago y sexo de igual manera
y en igual proporción que corazón y cerebro. Y de lo que se trata es
que el corazón y el cerebro controlen, dispongan, usen las leyes y no
viceversa.
Y ahora... que todo es verdad, que el
Che tenía razón, que ya el Convento imaginario se ha convertido en el
mayor prostíbulo del mundo.... ¿qué importancia pueden tener en la
práctica las ideas del Che en cuanto a la edificación del socialismo?
Más que nunca y de manera urgente este
libro pasa a ser libro de combate y no de recuerdos que nos pongan a
llorar maldiciéndonos por el poco caso que le hicimos todos al Che.
Los pueblos empiezan de nuevo a acomodarse a la izquierda, a veces por mero instinto.
En Venezuela ha triunfado una
revolución, y seguro logrará superar aún más su carácter y transitar a
ser socialista definitivamente, para evitar una conversión lamentable en
una “caricatura de revolución”, para citar nuevamente al Che. Para esto
los venezolanos tienen un liderazgo definido, incorruptible con los
pies en la tierra y el alma en los pobres y en Nuestra América. Sugiero a
mis hermanos venezolanos utilizar el libro de Carlos Tablada, si
quieren saber cómo aspiraba a construir el socialismo uno de sus más
serios constructores. Ellos no tienen que lidiar con modelos
preconcebidos de la izquierda (agotados, destruidos y descalificados por
sus propios errores), tienen, sin embargo, la tarea de sabiamente
arrasar con los impuestos por la derecha, los cuales ahora inician el
largo camino de la extinción. En la tierra de Bolívar están a tiempo de
comenzar por el verdadero principio.
Ahora no tendremos más el campo
socialista, aquel que tanto tiempo nos hizo perder. De nuestros fracasos
ya no podremos culpar a la URSS o al PCUS. Ninguno existe. Han pasado a
ser memoria en el mejor de los casos. Esta vez no tenemos oportunidad
de volver a equivocarnos, lo que antes fue ingenuidad o desconocimiento,
hoy sería mera estupidez, que la historia no va a perdonarnos.
Si con el grito de “Socialismo o Muerte”
decidimos nuestra eterna protesta de Baraguá para resistir los embates
del imperialismo, en 1987 el discurso de Fidel en conmemoración al xx
Aniversario de la caída del Che constituye, según mi modo de ver, la
Protesta de Baraguá frente a los métodos imperantes del socialismo en
aquel entonces, y dejamos bien claro cuál era la única manera de retomar
el camino. El libro de Tablada constituyó su mejor plataforma
parafraseando a Antonio Maceo con aquello de “No, no nos entendemos”...
ni con la restauración capitalista ni con el estalinismo que no es la
sociedad que quisieron hacer verdad los mejores bolcheviques.
Tengo la
secreta sospecha que la burocracia estalinista y las reformas
capitalistas son aliadas estratégicas. A veces me temo si no son la
misma cosa. Que como dijo el Che, Lenin de vivir más hubiese condenado a
la Nueva Política Económica al basurero, que de Nueva... no tenía ni
el nombre. Más bien debería llamarse VPE. Que si Lenin no lo hubiese
hecho, la NEP lo hubiese hecho con él.
Esa función tuvo el libro embrujado de
Carlos Tablada en julio de 1984, después de quince años investigando y
escribiéndolo. Una protesta internacional a nombre de Ernesto Guevara.
Tres años después el libro se convertiría en un verdadero oráculo.
Algún día, cuando se pueda contar la
historia del socialismo sin llorar demasiado, habrá que colocar en sitio
de honor el proceso de rectificación de errores concebido e iniciado
por Fidel Castro y el mejor guión para eso será este libro de Carlos.
Mas hoy, a veinte años de aquello... nos
toca “reorganizar la guerra”. Mucho antes de lo que pensábamos empiezan
las ideas socialistas a colocarse en el fiel del futuro de los pueblos.
Hoy este libro y el Che empiezan a convertirse en los clásicos más
cercanos y oportunos con los que contamos.
Las puertas del socialismo se empiezan
abrir hoy en América Latina. ¡Bienvenido! El Che Guevara es ya
imprescindible, quizás uno de los pocos que enseñó con la pluma, el
fusil y la conducción de hombres. Un revolucionario que supo conquistar
el poder para el proletariado y para todos los desposeídos, supo
ejercerlo de manera brillante y supo dejarlo para cumplir con el
internacionalismo. Estoy esperando que me pongan un ejemplo de alguien
que haya hecho lo mismo.
Pues el Che que marchó a Bolivia fue el
mismo que trabajó en el Ministerio de Industria, porque su pensamiento
es uno solo. Porque la construcción del socialismo implica la revolución
mundial. No existe otra vía. Por eso el Comandante Guevara es uno de
los revolucionarios más integrales de toda la historia.
Entendió que aun
con las puertas que se abrían en Cuba para la construcción del
socialismo, esto no sería verdad si se restringía a un solo país. La
única revolución que produce un cambio certero de la sociedad es la que
se profundiza día a día a la vez que se extiende a otros países. Lo dice
Carlos Tablada en su libro, tal cual lo hubiese dicho el Che:
Che también pensaba que Cuba, sin la
Revolución latinoamericana, tenía muy pocas probabilidades de llevar a
su fin lo que su pueblo se había propuesto de alcanzar, una sociedad
superior en la escala humana en cuanto a la libertad, acceso a la
cultura, a la educación, al bienestar material para todos, a una
sociedad distinta a la capitalista, y a los regímenes del socialismo
real.
Y lo dice de manera magistral Fernando
Martínez Heredia en su magnífico prólogo a la edición príncipe de Casa
de las Américas: “Esa dimensión indispensable, sin la cual no hay
verdadera marcha hacia el socialismo y el comunismo”.
Y claro está en El socialismo y el
hombre en Cuba: El revolucionario, motor ideológico de la revolución
dentro de su partido, se consume en una actividad ininterrumpida que no
tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre a
escala mundial.
Aun así, creo recordar que les dijo a sus hijos que después de eso “se irían a la Luna”.
Sin hombre nuevo no hay socialismo que construir, sin internacionalismo muchísimo menos.
Las últimas órdenes del Comandante Che
Guevara pueden estar en clave. Esa bala que estremeció al mundo, la
escuchó León Trotsky envuelto en las inmejorables páginas de la
“Historia de la Revolución Rusa”, ocultas en la mochila de combate que
le había ocupado el enemigo unos meses antes junto a sus medicinas para
el asma.
Fue el estallido de una nueva era. Hace
unos 14 mil millones de años nació nuestro Universo con un inmenso
grito. El que fue bautizado como Big Bang. El grito del nacimiento fue
detectado en 1960 por poderosos radiotelescopios y se le llamó “eco del
Big Bang”. Con esos equipos podemos “escuchar” el alumbramiento del
mundo.
Con el estallido de una bala en una
pequeña escuela boliviana nació otra era ideológica. La era donde el Che
se convertía en bandera de todos, de absolutamente todo movimiento
realmente revolucionario. Toda una generación escuchó ese grito, y en
gran medida le fue fiel. Silvio Rodríguez fue uno de los mejores
portavoces de aquel acontecimiento. Lo definió como la era que estaba
pariendo un corazón.
Hoy, si somos capaces de afinar los
telescopios del compromiso, y somos capaces como nos orientaba Silvio de
“dejar la casa y el sillón”, podremos también escuchar la radiación de
fondo de esta nueva era.
Lo que ocurrió el 9 de octubre de 1967
será escuchado en los próximos años, cuando el mundo perciba, como la
radiación de fondo, que no hay otra solución más sensata y viable que el
socialismo. Es además la más apasionante de las soluciones.
Nuestro
objetivo, el de los revolucionarios, es potenciar esos radiotelescopios
y mostrar ese sonido a Decir que el Che fue un idealista, en el sentido
común que se le da a esta palabra, es una fanfarronería... en el mejor
de los casos, en el peor... la mejor arma del enemigo para seguir
considerando al Che un Quijote peleando contra los Molinos de Viento.
¡Basta ya! El Che fue a las ideas socialistas lo que Miguel de Cervantes
a la literatura...: Cervantes ridiculizó las historias de caballerías y
nació así la novela moderna y contagiosa. El Che nos ofreció un
marxismo de carne y hueso, real y útil. Libre de la retórica manualista y
especulaciones inciertas que monopolizaban prácticamente todos los
Partidos Comunistas de aquella época.
Si a esto se agrega el escolasticismo
que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el
tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha
desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es
preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales
del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor
alcance.
Aunque por supuesto Gramsci fue quien
por primera vez le confirió importancia decisiva a la cultura en la
construcción del socialismo, el Che es quizás pionero en entender que
sin una nueva moral, un nuevo espíritu específicamente en el productor
de bienes materiales no se construye la nueva sociedad.
El hombre nuevo fue la gran obra del Che
Guevara. Lo grita en este libro. Y como todas las verdades son
concretas, a decir de Lenin, esta del Che es elemental.
La moral socialista no la concibe como
adorno, como el trabajador que llega a casa después del trabajo y
escucha a Verdi. No. Ese hombre nuevo, esa moral nueva es la que se
necesita para producir, ella forma parte de la fuerza productiva. Al
menos eso es lo que yo siento al leer este libro supuestamente de
economía. Este libro que transpira al Che, que se lee con lágrimas en
los ojos, y que a diferencia de tantos folletos y lecturas parcializadas
debería ser texto obligado para estudiantes de bachillerato. Si se lee a
Carlos Tablada se entiende al Che y de verdad que no hay una manera más
natural de entender a Carlos Marx y sus categorías económicas que
entender los apuntes del Che Guevara, se lee después a Carlos Marx como
el segundo capítulo de la novela.
Esta es otra de las virtudes de este
libro que llegó a mí tan tarde. Se convertirá en un clásico obligado.
Por supuesto no lo digo yo, el mundo lo empieza a decir, no en balde es
esta la edición 30 con medio millón de copias vendidas y muchas
fotocopiadas pasadas de mano a mano.
Paradójicamente es lo que hubiesen
pretendido los “manualistas”, que uno corriera a leerse los clásicos
luego de leer sus patéticos escritos. ¿O no? ¿O es que no les interesaba
a los responsables del “socialismo real” que leyésemos a los clásicos?
Después de sentir al Che, en voz de Carlos Tablada, uno siente imprescindible el capítulo I de El capital.
Ya por último quiero volver a otra experiencia personal.
Me contaron que hace muchos años Carlos
Tablada visitó la casa de mi madre. Mi casa (la única casa que he
reconocido como mía) quedaba al lado del mar. En la terraza siempre
soplaba el fresco aun en el día más caluroso. Allí sentados los dos,
siendo yo una niña, Carlos Tablada le prometió a mi madre que
continuaría escribiendo este libro. Yo no recuerdo el episodio, pero me
parece ver flotar el cabello espeso de Carlos y ver moverse las manos
blancas de Yeyé cuando hablaba con seriedad. Haydée no sabía
prácticamente nada de economía, y menos aún del debate antológico entre
cálculo económico y sistema presupuestario. De lo que Haydée sabía como
pocos era de intuir una empresa. Casi nunca se equivocaba cuando su
corazón decidía que algo podría ser importante. Esto implicaba que
muchas veces no hubiese una explicación exacta a la defensa de “El
pensamiento económico de Ernesto Che Guevara”.
Pero yo, que viví a su
lado hasta que decidió que no era oportuna su existencia, les puedo
entregar una pista: Los proyectos enamorados y casi imposibles eran a
los que le concedía los créditos de éxito. Nunca la vi entusiasmada con
algo que ya estaba formado, con un ministerio, o un departamento, o un
libro cuya publicación sería obvia. Le hizo jurar a Carlos que lo
terminara, que encontraría detractores invisibles y poderosos, pero que
no lo fuera a abandonar.
El Che constituyó para mi madre la imagen misma de cómo el Cielo está en la Tierra.
Una cosa no le perdonó nunca y es haber
sido suficientemente machista para no llevársela con él a Bolivia a
compartir juntos el asma. El Che se lo había prometido en la Sierra
Maestra, le dijo que tomarían mate.
Es curioso como me contaba mi madre la
historia con una molestia muy visible. Desde niñita tuve que entender
que ni con mucho éramos mi hermano y yo lo más importante para ella, que
había algo difuso y mágico que superaba a sus hijos, su trabajo, su
vida al lado de mi padre, la obra que construía Fidel y su pueblo. Ese
propósito era la Revolución en el mundo. Tampoco tuvo que leer a Marx o a
Trotsky para entender que el Moncada fue tan sólo el inicio de una
lucha planetaria. Así era esta mujer irreverente y convulsa que le hizo
jurar al joven Carlos que no cejara en el propósito de hacernos sentir
al Che en combate con los demonios tristes de la práctica del socialismo
real.
Me cuenta Carlos que yo estaba al lado de mi madre cuando él se lo prometió.
Estoy casi segura que en esta
incontenible felicidad que me ha embargado al leer al Che a través de la
paciente pluma de Carlos, vuela secretamente el fantasma de Yeyé. Por
esta felicidad, la verdadera y no la felicidad escuálida de la seguridad
material; para que yo no me confunda más, para que siga en el sendero
de la revolución sin dudas, segura de la interminable victoria, es que
mi madre le hizo prometer no dejar que se aflojara Carlos en la
escritura de un libro que sabemos cuántos muros tuvo que derribar.
Entonces yo le agradezco en nombre de mi
madre haber cumplido su promesa. Le agradezco también haber seguido
siendo aquel jovencito que luchó contra aquellos poderes ocultos. Sé que
Haydée está feliz, pues la he sentido innumerables veces en estas
asombrosas letras. Haydée pensó mucho en esta felicidad que le embarga a
aquella niñita al sentir que el Che ha salido de los carteles y de las
camisetas y estará con nosotros en los difíciles años que le esperan a
esta maltrecha generación a la que pertenezco.
Porque en este libro misterioso Carlos
Tablada le ha dado voz al hombre más necesario del mundo, y es entonces
mi héroe por haber salvado su libro del mar.
Guevara, Che... El socialismo y el
hombre en Cuba, Ob cit. Tomo I pág. 278. Celia Hart Santamaría La
Habana, 18 de mayo de 2005.
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Lunes, septiembre 08, 2008 MUEREN EN UN ACCIDENTE LOS HIJOS DE ARMANDO HART Y HAYDEE SANTAMARIA
Tomado de http://www.cubaencuentro.com
Mueren en un accidente los hijos de
Armando Hart y Haydée Santamaría Celia, de 45 años, y Abel, de 48,
fallecieron cuando el auto en que viajaban chocó con un árbol en el
barrio habanero de Miramar. Agencias | 08/09/2008 Celia y Abel Hart,
hijos de los históricos dirigentes de la revolución Haydée Santamaría y
Armando Hart, fueron sepultados este lunes en La Habana tras fallecer en
un accidente de tránsito, informaron medios locales. Celia, de 45 años,
y Abel, de 48, murieron cuando el auto en que viajaban chocó con un
árbol en el barrio habanero de Miramar, reportó la AFP. Celia era
conocida por su frecuente publicación de artículos en sitios de
izquierda en internet. ( Celia Hart Santamaría ) Haydée Santamaría
(1922-1980), una de las llamadas "heroínas de la revolución", acompañó a
Fidel y Raúl Castro en el asalto al Cuartel Moncada y en la lucha en la
Sierra Maestra. Después del triunfo de la revolución, en 1959, fue
fundadora y directora de entidad literaria Casa de las Américas. El 26
de julio de 1980 se quitó la vida. Armando Hart, fue ministro de
Educación (1959-1965) y de Cultura (1976-1997). Miembro del Comité
Central del Partido Comunista, actualmente dirige la oficina del
Programa Martiano.
Tomado de Kaosenlared
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